—Mendeléiev iba de camino a una conferencia sobre la fabricación de queso cuando resolvió el problema de la tabla periódica —dijo.
—Es verdad, sí —dijo Bennett—. Se subió al tren y la solución se le ocurrió de golpe.
—Como a Poincaré —apunté yo—. Sólo que él se subió al autobús.
—Y descubrió las funciones fuchsianas —dijo Bennett.
—Kekulé también iba en autobús cuando descubrió el anillo del benceno —dijo Shirl, reflexiva.
—Cierto —contesté yo, sorprendida—. ¿Cómo sabe tanto de ciencia, Shirl?
—Tengo que hacer copias de tantos informes científicos, que pensé que bien podía leerlos. ¿No miraba Einstein el reloj del pueblo desde el autobús mientras trabajaba en la relatividad?
—Un autobús —dije—. Puede que eso sea lo que tú y yo necesitamos, Bennett. Cogemos un autobús que nos lleve a alguna parte y de pronto todo está claro… tú sabes qué va mal con tus datos sobre el caos y yo sé cuál fue el origen del pelo corto.
—Eso parece una gran idea. Vamos a…
—Oh, bien, estás aquí, Bennett —dijo Alicia—. Tengo que hablar contigo sobre el perfil de la beca. Shirl, haga cinco copias de esto —dejó caer un fajo de papeles en los brazos de Shirl—. Cotejadas y grapadas. Y esta vez no las ponga sobre mi mesa. Póngalas en mi buzón. —Se volvió hacia Bennett—. Necesito que me ayudes a hallar factores adicionales relevantes.
—Transporte —dije yo, y me encaminé hacia la puerta—. Y queso.
PELO PLANCHADO (1965–1968)
Moda capilar inspirada por Joan Baez, Mary Travers y oirás cantantes folk. El aspecto lánguido del pelo, largo y liso, de la moda hippie, era más difícil de conseguir que el desaliño masculino generalizado. En los salones de belleza aplicaban tratamientos de alisado, pero el método preferido entre las adolescentes era colocar la cabeza sobre la tabla de planchar y aplastar los rizos con la plancha. El planchado, que se hacía pocos centímetros cada vez, corría a cargo de una amiga (con la esperanza de que supiera lo que estaba haciendo), y las universitarias hacían cola en los colegios mayores a la espera de turno.
Durante los días siguientes no pasó gran cosa. Los impresos simplificados de solicitud de fondos tenían que estar entregados el veintitrés, y, después de dedicar otro fin de semana a rellenarlos, le di el mío a Flip y luego me lo pensé mejor y lo recuperé y lo entregué en persona.
El tiempo volvió a mejorar. Elaine trató de convencerme para que la acompañara a hacer rafting por los rápidos para aliviar el estrés; Sara me contó que su novio, Ted, sentía aversión por los compromisos; Gina me preguntó si sabía dónde encontrar la Barbie Novia Romántica para Bethany (había decidido que quería una igual que Brittany y su cumpleaños era en noviembre); y yo recibí tres notificaciones de retraso en la devolución de las Obras completas de Browning.
Entretanto, terminé de introducir todos mis datos sobre el Rey Tut y el black bottom y empecé a dibujar una Barbie.
No tenía una caja de sesenta y cuatro barritas de cera, pero había un programa cromático en el ordenador. Lo cargué, junto con mis programas estadísticos y de ecuaciones diferenciales, y empecé a codificar las correlaciones y a trazarlas.
Pinté la longitud de faldas en azul cerúleo, las ventas de cigarrillos en gris, el color lavanda fue para Isadora Duncan y el amarillo para las temperaturas de más de cuarenta grados. Blanco para Irene Castle, rojo radical para las referencias al carmín, marrón para Bemice se corta el pelo.
Flip entraba periódicamente para tenderme solicitudes y hacerme preguntas como:
—Si tuviera un hada madrina, ¿cómo sería?
—Una viejecita —dije, pensando en Sapos y diamantes —, o un pájaro, o algo feo, como un sapo. Las hadas madrinas se disfrazan para saber si mereces ayuda cuando eres amable con ellas. ¿Para qué necesitas una? Ella puso los ojos en blanco.
—No está permitido hacer preguntas personales a los contactos de comunicaciones interdepartamentales. Si van disfrazadas, ¿cómo sabes que hay que ser amable con ellas?
—Se supone que tienes que ser amable en general —dije, y advertí que no tenía sentido—. ¿Para qué es la solicitud?
—Para que HiTek nos conceda un seguro dental, por supuesto.
Por supuesto.
—No creerá que es mi ayudante, ¿verdad? —dijo Flip—. Es una mujer mayor. Le devolví la solicitud. —Dudo mucho que Shirl sea tu hada madrina disfrazada.
—Bien. Es imposible que yo sea amable con alguien que fuma.
No vi a Bennett, que estaba ocupado preparándose para la llegada de sus macacos, ni a Shirl, que estaba haciendo todo el trabajo de Flip, pero sí vi a Alicia. Se acercó al laboratorio, vestida de rosa pomo, y me pidió prestado el ordenador.
—Flip está utilizando el mío —dijo, molesta—, y cuando le dije que se largara, se negó. ¿Has conocido alguna vez a alguien tan maleducado?
Esa pregunta era de difícil respuesta.
—¿Cómo te va la búsqueda de la Piedra Filosofal?
—He eliminado definitivamente la predisposición circunstancial como criterio —dijo ella, quitando mis datos de encima de la mesa—. Sólo dos receptores de la beca Niebnitz han conseguido un logro científico significativo tras obtener la beca. Y he estrechado el acercamiento al proyecto a un experimento diseñado de disciplinas cruzadas, pero aún no he determinado el perfil personal. Sigo evaluando las variables.
Sacó mi disco e introdujo el suyo.
—¿Has tenido en cuenta las enfermedades? —dije.
Ella pareció molesta.
—¿Las enfermedades?
—Han jugado un papel importantísimo en los logros científicos. Las paperas de Einstein, los problemas de pulmón de Mendeléiev, la hipocondría de Darwin. La peste bubónica. Cerraron Cambridge por su causa, y Newton tuvo que volver a casa, al huerto de manzanos.
—No veo…
—¿Y en sus habilidades como tiradores?
—Si estás tratando de hacerte la graciosa…
—La habilidad de Fleming para disparar con rifle fue lo que hizo que St. Mary's quisiera que se quedara después de graduarse como cirujano. Le necesitaban para el equipo de tiro del hospital y, como no había plaza en cirugía, le ofrecieron trabajo en microbiología.
—¿Y qué tiene exactamente que ver Fleming con la beca Niebnitz?
—Tenía predisposición a logros científicos significativos. ¿Qué hay de los hábitos de ejercicio? James Watt resolvió el problema del motor de vapor mientras daba un paseo, y William Rowan Hamilton…
Alicia recogió sus papeles y sacó el disco.
—Usaré otro ordenador —dijo—. Puede que te interese saber que, estadísticamente, la investigación sobre las modas no tiene absolutamente ninguna posibilidad.
Sí, bueno, lo sabía. Sobre todo tal como iba ahora mismo. No sólo mi diagrama no parecía ni la mitad de bueno que el de Peyton, sino que no había aparecido en él el perfil de ninguna mariposa. Excepto lo de Marydale, Ohio, que seguía allí, reforzado además por los calcetines remangados y los datos sobre los crucigramas.
Pero no había nada que hacer sino seguir chapoteando entre los afluentes infestados de cocodrilos y moscas tsetse. Calculé intervalos de predicción sobre el hipnotismo de Coué y los crucigramas, y luego empecé a introducir los datos sobre los peinados relacionados.
No pude encontrar los recortes sobre las ondas de agua. Se los había dado a Flip hacía casi una semana, junto con los datos sobre los ángeles y los anuncios de contactos. Y no había vuelto a saber de ellos desde entonces.
Rebusqué entre los montones, junto al ordenador, por si casualmente los había traído y los había dejado caer por alguna parte, y luego busqué a Flip en Suministros; allí estaba, cogiéndole a Desiderata largos mechones de pelo para hacerle trenzas de hilo.
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