—Siempre están sentados juntos ante el ordenador. No sé qué ve en él. Es completamente suarb —dijo Flip, tirando de la cinta adhesiva del dorso de su mano—. Tal vez consiga que tenga un aspecto menos pasado de moda.
«Y si lo hace —pensé irritada—, se acabó su principal característica, y yo nunca averiguaré por qué era inmune a las modas.»
—¿Qué significa «sofisticada»? —preguntó Flip.
—Cosmopolita, pero tú no lo eres —dije, y me marché a la fiesta. Había refrescado. Normalmente cae una gran nevada en octubre, y al parecer se avecinaba.
Cuando llegué, Gina estaba al borde del histerismo.
—No te creerás lo que Brittany dijo que quería después de que le dijera que no podía ser Barney —dijo, señalando los adornos, que eran de un rosa que no tenía ninguna relación con el posmoderno.
—¡Barbie! —gritó Brittany. Llevaba un vestido de la Sirenita y un pasador rosa encendido—. ¿Me has traído un regalo?
Las otras niñas llevaban todas delantales de Pocahontas excepto una linda rubita llamada Peyton, que llevaba un jersey del Rey León y zapatillas con luces.
—¿Estás casada? —me preguntó la madre de Peyton. —No.
Ella sacudió la cabeza.
—Demasiados tipos tienen un asunto hoy en día. Peyton, no vamos a abrir los regalos todavía.
—¿Estás saliendo con alguien? —preguntó la madre de Lindsay.
—Vamos a abrir los regalos más tarde, Brittany —dijo Gina—. Primero vamos a jugar a un juego. Bethany, es el cumpleaños de Brittany.
Trató de hacer que las niñas jugaran a un juego donde había globos con Barbies rosa y luego renunció y dejó que Brittany abriera los regalos.
—Abre primero el de Sandy —dijo Gina, tendiéndole el libro—. No, Caitlin, los regalos son de Brittany.
Brittany rasgó el papel de Sapos y diamantes y lo miró sin reaccionar.
—Era mi cuento de hadas favorito cuando era niña —dije—. Trata de una niña que conoce a un hada buena, sólo que no lo sabe porque el hada va disfrazada…
Pero Brittany ya lo había apartado y estaba abriendo una muñeca Barbie con un vestido resplandeciente.
—¡Barbie Cabellos Mágicos! —chilló.
—Mía —dijo Peyton, y dio un tirón que dejó a Brittany con sólo el brazo de la Barbie en la mano.
—¡Ha roto a Barbie Cabellos Mágicos! —lloriqueó Brittany.
La madre de Peyton se levantó y dijo tranquilamente:
—Peyton, creo que necesitas una expulsión.
Pensé que Peyton necesitaba una buena tunda, o al menos que le quitaran la Barbie Cabellos Mágicos y se la devolvieran a Brittany, pero en cambio la madre la llevó a la puerta del dormitorio de Gina.
—Puedes volver cuando hayas controlado tus emociones —le dijo a Peyton, que a mí me parecía controlada.
—No puedo creer que todavía uses las expulsiones —dijo la madre de Chelsea—. Ahora todo el mundo usa las retenciones.
—¿Retenciones?—pregunté yo.
—Sujetas al niño inmovilizado contra tu regazo hasta que la conducta negativa cesa. Produce una sensación de seguridad interceptiva.
—Vaya —dije, mirando hacia la puerta del dormitorio—. Habría odiado tratar de retener a Peyton contra su voluntad.
—La retención está abandonada por completo —dijo la madre de Lindsey—. Nosotros usamos la AE.
—¿AE?
—Ampliación de Estima. La AE dirige la conducta periférica positiva no importa cuan negativa sea la conducta primaria.
—¿Conducta periférica positiva? —dijo Gina, dubitativa.
—Cuando Peyton le quitó la Barbie a Brittany hace un momento —dijo la madre de Lindsay, obviamente encantada de explicarlo—, tendrías que haber dicho: «Vaya, Peyton, qué conducta tan asertiva tienes.»
Brittany abrió la Barbie Buceadora, la Barbie Ama de Casa, la moto de Barbie Nocturna y una Barbie de peinado rebuscado con velo y traje de novia.
—La Barbie Novia Romántica —dijo Brittany, extasiada.
—¿Podemos tomar la tarta ahora? —preguntó Lindsay.
Peyton debía tener la orejita pegada a la puerta, porque la abrió, sin parecer especialmente contrita, y dijo:
—Ya me siento mejor respecto a mí misma.
Y se subió a la mesa.
—Nada de tarta —dijo Gina—. Demasiado colesterol. Helado de yogur y galletas.
Y las niñas acudieron corriendo como si hubieran oído al flautista de Hamelín.
Las madres y yo recogimos el papel de envolver y los lazos, buscando con cuidado zapatos de tacón de Barbie perdidos y accesorios microscópicos.
La madre de Danielle alisó el vestido de la Barbie Novia Romántica.
—Me pregunto si a Lisa le gustaría un vestido como éste —dijo—. Está tratando de convencer a Eric para casarse este verano.
—¿Vas a ser su dama de honor? —preguntó la madre de Chelsea—. ¿Qué color va a llevar?
—No lo ha decidido todavía. El blanco y negro está de moda, pero ya lo llevó la última vez que se casó.
—Rosa posmoderno —dije yo—. Es el nuevo color para la primavera.
—El rosa no me favorece —dijo la madre de Danielle—. Y todavía tiene que convencerlo. Él dice que por qué no pueden vivir juntos.
La madre de Lindsay cogió la Barbie Novia Romántica y empezó a arreglar sus mangas abombadas.
—Yo siempre digo que nunca me volveré a casar, después de ese capullo de Matt. Pero no sé, últimamente me siento un poco… no sé…
«Impaciente», pensé.
Sonó el teléfono; Gina entró en el dormitorio para atenderlo y las demás se dirigieron a la cocina.
Se oyó un grito procedente de allí, y todo el mundo aplicó la ampliación de estima. Cogí la Barbie Novia Romántica y miré los capullos rosa y los lazos de satén blanco, maravillada. La Barbie es una moda que tendría que haber durado, como mucho, dos temporadas. Incluso la muñeca de Shirley Temple sólo duró tres.
En cambio, la Barbie se mantenía desde hacía treinta años y estaba más de moda que nunca, incluso en estos días de feminismo y de educación no sexista. Habría sido perfecta para estudiar qué causa las modas, pero yo no estaba segura de querer saberlo. La Barbie es una de esas modas cuya popularidad te hace perder toda fe en la especie humana.
Gina salió del dormitorio.
—Es para ti —dijo, mirándome calculadora—. Puedes usarlo en el dormitorio.
Solté la Barbie Novia Romántica y me levanté.
—¡Es mi cumpleaños! —chilló Brittany.
—Vaya, Peyton —dijo la madre de Peyton—, qué cosa tan creativa has hecho con tu yogur congelado.
Gina corrió a la cocina, y yo entré en el dormitorio.
Estaba decorado con violetas, con un teléfono inalámbrico púrpura. Lo cogí.
—¿Qué tal? —dijo Billy Ray—. Adivina desde dónde te llamo.
—¿Cómo has sabido que estaba aquí?
—He llamado a HiTek y tu ayudante me lo ha dicho.
—¿Flip te ha dado el número? ¿Correctamente?
—No sé cómo se llamaba. Voz ronca. Tosía mucho.
Shirl. Debía de estar metiendo algunos de los datos de Alicia en mi ordenador.
—Bien, escucha, voy camino a las Rocosas ahora mismo y… espera. Paso por un túnel. Te llamaré en cuanto termine de atravesarlo.
Hubo un zumbido, y un chasquido.
Colgué el teléfono y me quedé allí sentada, sobre la cama violeta de Gina, preguntándome cómo llegaba a atender el rancho Billy Ray cuando nunca estaba allí. También reflexioné sobre el atractivo de la Barbie.
Parte de su éxito se debe a que se ha suscrito a otras modas a lo largo de los años. A mediados de los sesenta, Barbie llevaba el pelo liso y ropa de Carnaby Street, en los sesenta ropa del baúl de la abuela, en los ochenta leotardos y calentadores.
Hoy en día hay Barbies astronautas y Barbies ejecutivas, e incluso una doctora, aunque es difícil imaginar a la muñeca superando el instituto, no digamos ya la facultad de medicina.
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