Connie Willis - Oveja mansa

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Oveja mansa: краткое содержание, описание и аннотация

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Sandra Foster estudia las modas, desde las muñecas Barbie hasta el
: cómo empiezan y qué significan. Bennett O'Reilly es un especialista en teoría del caos que observa la conducta de un grupo de monos. Aunque ambos trabajan para la corporación Hitek, no se conocen hasta el día que se produce un error en la entrega de un paquete. Es un momento de sincronía que les sumerge en un sistema caótico propio con todo tipo de equívocos, una beca de investigación de un millón de dólares, café con leche, tatuajes, pelo corto, y una serie de coincidencias que dejan a Bennett sin monos, sin dinero y casi sin trabajo.
Sandra acude al rescate aportando un rebaño de ovejas y una idea para un nuevo proyecto conjunto. ¿Qué otro animal podría ilustrar mejor la teoría del caos y la mentalidad de rebaño que tan a menudo caracteriza la conducta humana y su aceptación de las modas? Pero los descubrimientos científicos rara vez son directos y nunca resultan simples. Los contratiempos y desastres, los corazones rotos y los callejones sin salida abundan. Y las posibles soluciones son escasas.
Seis premios Nebula, cinco premios Hugo y el John W. Campbell Memorial en menos de diez años avalan la expcepcional habilidad narrativa de una de las mejores e inteligentes voces de la moderna ciencia ficción.
, construida como un
en clave de comedia, es al mismo tiempo una penetrante reflexión sobre el mundo de la moda y el de la ciencia. Una obra insólita a la altura de
y
.

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Al parecer Billy Ray se había olvidado de mí, y lo mismo había hecho la madre de Peyton. Abrió la puerta, dijo: «… y quiero que permanezcas expulsada hasta que decidas relacionarte con tus semejantes», y empujó al interior a una Peyton cubierta de yogur.

Ninguna de las dos me vio, sobre todo Peyton, que se lanzó contra la puerta, la cara colorada y sollozando, y luego, cuando quedó claro que no iba a funcionar, se tumbó a cuatro patas junto a la cama y sacó una libreta y ceras de colores.

Se sentó cruzada de piernas en mitad del suelo, abrió la caja de las ceras, seleccionó una rosa, y empezó a dibujar. —Hola —dije, y me alegró ver que daba un salto de un palmo—. ¿Qué estás haciendo?

—No se puede hablar cuando estás expulsada —contestó ella.

«Tampoco puedes colorear», pensé, deseando que Billy Ray recordara que debía volver a llamarme.

Ella escogió una cera verde y se inclinó sobre la libreta, dibujando ansiosamente. Trasladé el teléfono al otro lado de la cama para poder ver el dibujo.

—¿Qué estás dibujando? ¿Una mariposa?

Ella puso los ojos en blanco.

—No-o-o. Es una historia.

—¿Una historia? —pregunté yo, ladeando la cabeza para verlo mejor—. ¿Sobre qué?

—Sobre Barbie —suspiró, clavadita a Flip, y escogió una cera azul claro.

«¿Por qué sólo las cosas horribles se convierten en moda? —pensé—. Poner los ojos en blanco, las Barbies y el pudín de pan. ¿Por qué nunca la tarta de chocolate y queso o pensar por ti misma?»

Miré con más atención el dibujo. Parecía más un diagrama de Mandelbrot que una historia. Era una especie de mapa, o tal vez un diagrama, con muchas líneas de diminutas estrellas lavanda y símbolos rosa en zigzag que se cruzaban por todo el papel. Obviamente, Peyton había trabajado en el tema durante bastantes expulsiones.

—¿Qué es esto? —dije, señalando una fila de zigzags púrpura.

—Mira —contestó ella, colocando la libreta y los lápices de cera sobre mi regazo—. Barbie fue a su casa de la playa de Malibú —trazó una línea de olitas azules sobre los zigzags—. Está muy lejos. Tuvieron que ir en su Jaguar.

—¿Y es esta línea? —le pregunté, señalando las olitas azules.

—No-o-o —contestó ella, irritada con tantas interrupciones—. Eso representa lo que llevaba puesto. Verás, cuando va a su casa de la playa de Malibú se pone el sombrero azul. Así que todos fueron a la casa de Malibú —dijo, haciendo caminar su lápiz sobre el papel como si fuera una muñeca—, y Barbie dijo «Vamos a nadar», y yo dije «Vale, vamos», y…

Hubo una pausa mientras Peyton buscaba una cera naranja.

—Y Barbie dijo, «¡Vamos!», y nos fuimos a nadar — y empezó a dibujar una fila de rápidos zigzags laterales.

—¿Eso es su bañador?

—No-o-o. Ésa es Barbie.

«¿Barbie? —pensé, preguntándome por el simbolismo de los zigzags—. Por supuesto. Los zapatos de tacón de Barbie.»

—Así que al día siguiente —dijo Peyton, seleccionando un amarillo anaranjado, y dibujó unos soles con puntas—, Barbie dijo, «Vamos de compras», y yo dije, «Vale, vamos», y ella dijo, «Vamos a montar en nuestras motos», y yo dije…

Billy Ray salió del túnel, y yo descolgué el teléfono casi antes de que sonara.

—¿Así que vas camino de Denver? —pregunté.

—No. En dirección contraria. Hacia Durango. Conferencia sobre teleconferencias. Estaba pensando en ti y pensé en llamarte. ¿Alguna vez te da por querer hacer algo aparte de lo que estás haciendo?

—Sí —dije fervientemente, leyendo los nombres de las barritas de cera que Peyton había descartado. Litorina. Verde gritón. Azul cerúleo.

—… así que Barbie dijo, «Hola, Ken», y Ken dijo, «Hola, Barbie, ¿quieres salir conmigo?» —dijo Peyton, muy ocupada dibujando rayas.

—Yo también —dijo Billy Ray—. He estado pensando, ¿es esto lo que realmente quiero?

—¿No salió lo de las ovejas?

—¿Las Targhees? No, van bien. Es todo esto del rancho. Es tan solitario.

«A pesar del fax e Internet y el teléfono móvil», pensé.

—… así que Barbie dijo, «No quiero estar expulsada» —dijo Peyton, empuñando un lápiz negro—. «Muy bien —dijo la madre de Barbie—, no tienes por qué».

—¿Tienes alguna vez la sensación… —dijo Billy Ray— de… no sé cómo llamarlo…?

«Yo sí —pensé—. Escozor.» ¿Y eso significa que esta sensación incómoda de insatisfacción es también una especie de moda, como los tatuajes y las violetas? Y si era así, ¿cómo empezaba?

Me enderecé en la cama.

—¿Cuándo empezaste exactamente a tener esa sensación? —le pregunté, pero el teléfono móvil empezó a emitir un desagradable zumbido.

—Otro túnel —contestó Billy Ray—. Ya hablaremos un poco más cuando vuelva. Hay algo que quiero… —y el teléfono se apagó.

La madre de Lindsay había comentado sentirse impaciente, y también Flip, aquel día en la cafetería, y yo había deseado vagamente salir con Billy Ray. ¿Le había transmitido la sensación, como una especie de virus, y era así como se transmitían las modas, por infección?

—Tu turno —dijo Peyton, tendiéndome una cera rojo fosforescente. Rojo radical.

—Muy bien —contesté, aceptándola—. Así que Barbie decidió ir a… —dibujé una raya de tacones rojo radical sobre las olitas azules—… al peluquero. «Quiero que me corte el pelo», le dijo al peluquero —empecé una raya de tijeras color aguamarina—. Y el peluquero dijo, «¿Por qué?». Y Barbie dijo, «Porque todo el mundo lo hace». Así que el peluquero le cortó el pelo a Barbie y…

—No-o-o —dijo Peyton, quitándome el color aguamarina y tendiéndome el limón láser— Ésa es la Barbie Rizado Mágico.

—Oh —dije yo—. Muy bien. Así que el peluquero dijo, «Pero alguien tuvo que hacerlo primero, y no pudieron hacerlo porque todo el mundo lo hacía, así que por qué…». Se oyó un ruido en la puerta, y Peyton me quitó de la mano el limón láser, cerró el cuaderno, lo metió todo debajo de la cama con sorprendente velocidad, y ya estaba sentada en el borde con las manos cruzadas sobre el regazo cuando su madre terminó de abrir la puerta.

—Peyton, estamos viendo un vídeo. ¿Qui…? —dijo, y se detuvo al verme—. No le hablaste a Peyton mientras estaba expulsada, ¿verdad?

—Ni una palabra.

Se volvió hacia Peyton.

—¿Crees que ahora puedes tener una conducta positiva con tus semejantes?

Peyton asintió sabiamente y salió de la habitación, seguida por su madre. Yo volví a colocar el teléfono sobre la mesita de noche y me dispuse a seguirlas, y entonces me detuve, saqué la libreta de su escondite y volví a mirarla.

Era un mapa, a pesar de lo que hubiera dicho Peyton. Una combinación de mapa, diagrama y dibujo, que reunía una sorprendente cantidad de información en una sola página: localización, tiempo transcurrido, trajes llevados. Una sorprendente cantidad de datos.

Y las líneas se cortaban de una forma también sorprendente, cruzándose y volviéndose a cruzar para crear complicadas intersecciones, el rojo radical cambiando al lavanda y naranja en superposición. Barbie sólo montaba en su moto en la mitad inferior del dibujo, y había un denso nudo de estrellas en una esquina. ¿Una anomalía estadística?

Me pregunté si un diagrama-mapa-historia como aquél daría resultado con mis datos de los años veinte. Había probado con mapas y esquemas estadísticos y modelos informáticos, pero nunca con las tres cosas juntas, coloreadas en códigos de fechas, vectores e incidencias. Si lo ponía todo junto, ¿qué clase de pautas surgirían?

Sonó un alarido en el salón.

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