Ted Dekker - Blanco

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Nunca rompa el círculo.
En esta tercera parte de la innovadora Serie del círculo, Thomas Hunter sólo tiene días para sobrevivir en dos mundos diferentes, llenos de peligro, engaño y destrucción. El destino de ambos mundos depende de su singular habilidad de cambiar realidades por medio de sus sueños. Ahora, guiando un pequeño grupo multiforme conocido como El Círculo, Thomas se encuentra enfrentando nuevos enemigos, desafíos interminables y el amor prohibido de una mujer de lo más insólita.
Entre a la Gran Búsqueda, donde Thomas y una pequeña banda de seguidores deben decidir rápidamente en quién pueden confiar, tanto con sus propias vidas como con el destino de millones de personas.

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Ella será mi esposa -respondió Woref sintiendo reseca la garganta, la lengua seca como con morst en la boca.

Esa es la idea, lo sé. ¿Pero la amas? No como yo la amo… no espero que la ames de forma tan exquisita… sino con el amor de un hombre. ¿Sientes por ella una emoción que te llena de poder?

– Sí.

¿Estaba aquí el shataiki para bendecir la unión de él? Esa podría ser una buena señal.

– ¿Y cómo podrías estar seguro de que te corresponderá ese amor que crees sentir por ella?

– Lo hará. ¿Por qué no lo haría?

– Porque ella es humana. Los humanos toman sus propias decisiones respecto de sus lealtades. Eso es lo que los convierte en lo que son.

– Ella me amará -contestó Woref con confianza. ¿O?

En realidad él no había considerado otra posibilidad.

– Soy un hombre poderoso que algún día gobernará las hordas. El lugar de una mujer es servir a un hombre como yo. No estoy seguro de que entiendas con quién estás hablando.

– Le estoy hablando al hombre que me debe la vida.

Teeleh tiró al suelo lo que quedaba de su fruta y alrededor del torso envolvió las alas delgadas como el papel. ¿Estaba el shataiki atribuyéndose la ascensión de Woref al poder?

– Sí, ella será atraída por tu poder y tus fuerzas, pero no supongas que te dará su amor. Ella está engañada como el resto de ustedes, pero parece ser más obstinada que la mayoría.

Los shataikis aún no habían hecho ningún movimiento contra él. Era claro que a pesar de su feroz reputación, no querían hacerle daño. Parecía que a Teeleh le preocupaba más el matrimonio de Woref con Chelise que destruir al general.

– No estoy seguro de que esto tenga que ver contigo -objetó él, ganando más confianza.

– Tiene que ver conmigo porque la amo mucho más de lo que te podrías imaginar. Rompí la mente de Tanis y ahora tendré el corazón de su hija.

El temor volvió a cubrir a Woref.

– ¿Oyes lo que estoy diciendo? La poseeré. La aplastaré y luego la consumiré, y ella será mía.

– Yo… ¿Cómo…?

– A través de ti.

– ¿Me estás pidiendo que la mate? ¡Nunca! He esperado años para hacerla mía.

Aumentó la paz de la noche. Por un buen tiempo la mirada del murciélago atravesó a Woref. Los shataikis se estaban poniendo inquietos, saltando de rama en rama, silbando y chillando.

– Es claro que no entiendes lo que es el amor. Quiero el corazón de ella, no su vida. Si quisiera matarla, usaría a su padre -afirmó Teeleh, luego inclinó la cabeza y por un instante cerró los ojos-. Eres tan desdichado como ella. Todos ustedes son tan ciegos como los murciélagos.

Desplegó las alas y dio un paso adelante.

– Pero tú te ganarás el amor de ella -siguió diciendo la criatura-. No me importa si se lo tienes que sacar a golpes.

Teeleh se acercó lentamente, arrastrando las alas entre las hojas secas. Los brazos de Woref empezaron a temblar. No se podía mover.

– No me importa si lo tienes que sacar a palos; tendrás la lealtad y el amor de ella. No la perderé ante los albinos. Entonces me la darás.

– Nunca te la podría dar -objetó Woref, sin saber de dónde sacó la repentina fortaleza para resistir, pero una rabia ciega se apoderó de él-. ¡Ella nunca te amara!

– Cuando ella te ame, me amará -respondió Teeleh, ahora en voz más alta-. El intentará obtener el amor de ella, pero ella vendrá a mí. ¡A mí!

Entonces Teeleh se inclinó hacia delante de tal modo que el hocico le quedó a solo centímetros del rostro de Woref. La quijada del murciélago se abrió tanto que lo único que Woref pudo ver fue una larga lengua rosada introduciéndose furtivamente en el boquete que era la garganta del murciélago. Una fetidez nauseabunda y cálida sofocó al encostrado.

Teeleh se retiró y cerró rápidamente la quijada con un fuerte golpe seco.

– Te he mostrado mi poder; ahora te mostraré mi corazón -le manifestó-. Te mostraré mi amor.

Teeleh envolvió las alas alrededor de sí y sonrió perversamente. Lanzando una aguda mirada, saltó al aire, voló entre los árboles y desapareció. Las ramas Se sacudían mientras sus esbirros se dispersaban en la oscuridad.

Woref sintió que lágrimas cálidas le corrían por las mejillas. Aún estaba sin poder moverse, mucho menos entender.

Te mostraré mi corazón. Mi amor. Entonces Woref vomitó.

9

SÍGUEME -ANUNCIÓ Merton Gains.

Monique lo siguió por un corto pasillo hacia un salón de conferencias en el ala oeste.

– Kara está con él. El presidente está ocupadísimo con la crisis de Oriente Medio y tiene un salón lleno de asesores, pero insistió en que vinieras después de oír a Kara. Solo trátalos con indulgencia. Están muy nerviosos allá adentro.

El salón de conferencias al que entró Monique era bastante grande como para colocar cómodamente sentadas al menos a veinte personas alrededor de una mesa ovalada. Una docena de asesores y militares típicos se hallaban sentados o en pie. Unos pocos hablaban en tonos silenciosos a un lado. Los demás miraban tres enormes pantallas, las cuales informaban de la situación que se desarrollaba en Oriente Medio y en Francia.

– Señor, tengo a Benjamín en la línea.

– Dele paso a la llamada -ordenó el presidente.

El auricular zumbó y él lo levantó.

– Hola, Sr. Primer Ministro. Espero que tenga buenas noticias para mí.

Monique buscó a Kara en el salón. Sus miradas se encontraron y la hermana de Thomas se fue hacia ella.

– Estoy de acuerdo, Isaac, y no necesariamente lo culpo por empujar a esto -estaba diciendo el presidente-. Pero incluso en el más remoto contorno montañoso, usted va a tener bajas. No vemos cómo lo vaya a beneficiar alguna escalada más.

Otra pausa.

Naturalmente. Entiendo el principio -continuó el presidente, y suspiró-. Es una situación imposible, de acuerdo. Pero aún tenemos tiempo, No arrasemos nuestras ciudades antes de lo debido.

Kara se detuvo a un metro de Monique, con los ojos bien abiertos.

– Desapareciste.

– Mi auto se salió de la carretera.

– ¿Resultaste herida?

– No. Solo perdí el conocimiento.

– ¿De veras?

¿Por qué esto asombró tanto a Kara?

El presidente había concluido su llamada.

– Estuviste muerta -informó Kara.

– Lo dices en sentido figurado. Mi auto chocó contra un árbol y me di un golpe.

– ¿Recuerdas eso? ¿O perdiste el conocimiento antes de que el auto se saliera de la carretera?

Kara tenía razón. Monique no recordaba haber salido volando por el borde.

– Primero perdí el conocimiento.

– Yo estuve allí, Monique. Con Mikil. Soñé como Mikil. Rachelle fue asesinada por las hordas hace trece meses. Creo que, debido a tu conexión única con ella, moriste al morir ella. Creíste ser Rachelle, ¿correcto?

– ¿Está Rachelle muerta!

– Hace trece meses.

– Pero yo estoy viva. No estoy segura de entender.

– Te lo explicaré más tarde, pero estoy segura de que estuviste muerta.

– ¿Y Thomas?

– Thomas está vivo; al menos, en el desierto. Rachelle lo halló muerto en el campamento de las hordas y lo sanó con el poder de Justin. Tú sabes acerca del poder de Justin, ¿verdad?

– Sí. ¿Y está Thomas vivo aquí?

Kara la miró profundamente.

– Tú estás viva, ¿no es así?

– Perdónenme -terció el presidente-. ¿Están diciendo que Monique murió anoche?

– ¿Señor?

Él levantó la mano para hacer callar a su funcionario en jefe.

– ¿Monique?

– Sí, creo que ella tiene razón. Sé que parece absurdo, pero si Rachelle murió en la otra realidad, yo habría muerto aquí. Estábamos… conectadas..-¿Cómo conectadas?

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