Ted Dekker - Blanco

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Nunca rompa el círculo.
En esta tercera parte de la innovadora Serie del círculo, Thomas Hunter sólo tiene días para sobrevivir en dos mundos diferentes, llenos de peligro, engaño y destrucción. El destino de ambos mundos depende de su singular habilidad de cambiar realidades por medio de sus sueños. Ahora, guiando un pequeño grupo multiforme conocido como El Círculo, Thomas se encuentra enfrentando nuevos enemigos, desafíos interminables y el amor prohibido de una mujer de lo más insólita.
Entre a la Gran Búsqueda, donde Thomas y una pequeña banda de seguidores deben decidir rápidamente en quién pueden confiar, tanto con sus propias vidas como con el destino de millones de personas.

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– Doctor, por favor, tiene que darme esa sangre -pidió volviéndose-. ¡Él es mi hermano! El mundo está aquí en una crisis y yo…

– Gains fue muy claro -advirtió Bancroft-. No podemos perder el control. Pareció sugerir que esta era una posibilidad, una amenaza desde adentro.

¿Un espía?

– ¿En la Casa Blanca?

– No lo afirmó. Soy psicólogo, no funcionario de inteligencia.

– Está bien. ¿Qué le dijo usted de mí?

– Que no estaba soñando. Lo cual probablemente significa que experimentara lo mismo que su hermano. Quiere que usted lo llame de inmediato.

– Y usted me lo dice ahora -reprendió ella mirándolo y corriendo hacia el teléfono sobre el escritorio.

– Sí, bueno, tengo mucho en qué pensar -contestó Bancroft encogiendo los hombros-. Voy a morir en diez días, ¿no se lo dije?

***

UNA LUZ BRILLANTE le hirió los ojos. Luz del sol. ¿O era algo más? Quizás esa luz del más allá. Tal vez había muerto de la variedad Raison y ahora se hallaba flotando encima de su cuerpo, moviéndose a la deriva hacia la gran luz blanca en el cielo.

Ella parpadeó. Algo le presionaba el pecho. Le pinchaba la clavícula. Le dificultaba respirar. Pero no tenía dolor.

Con su primer parpadeo lo comprendió todo.

Entonces se dio cuenta que se hallaba en un automóvil en un ángulo inestable, suspendida del cinturón de seguridad del asiento. Agarró el volante para apoyarse y aspiró una gran bocanada de aire.

¿Qué había sucedido? ¿Dónde se hallaba? El pánico le invadió la mente. Si movía el cuerpo, ¡el auto podría caer!

Había follaje verde contra las ventanillas. Un rayo de luz solar atravesaba una pequeña grieta triangular en las hojas. ¿Se encontraba en un árbol?

Monique volvió a parpadear y obligó a la mente a calmarse. Recordaba algunas cosas. Había estado trabajando en el antivirus para la variedad Raison. Su solución había fallado. Eran nulas las posibilidades de encontrar algún antivirus distinto al que poseía Svensson. Ella se había dirigido a Washington… un viaje no programado en medio de la desesperación. Kara la había convencido de que Thomas podría ser la única esperanza, y tras su monumental fracaso Monique pretendía llevar el caso ante el presidente mismo. Luego iría al Johns Hopkins, donde Kara intentaría conectarse con la otra realidad usando la sangre de Thomas.

Había estado conduciendo por una carretera en la noche, siguiendo el letrero que decía «Gasolina: tres kilómetros», cuando de pronto se le nubló la vista. Eso era todo lo que recordaba.

Monique se inclinó a su derecha. El auto no se movió. Ella se inclinó más y miró por la ventanilla. El auto estaba en tierra, no en un árbol. Había arbustos a cada lado. El capó se había metido debajo de una maraña de ramas pequeñas. Tal vez ella se quedó dormida y se salió de la carretera. No había señales de sangre.

Movió las piernas y el cuello. Aún sin dolor. Ni siquiera dolor de cabeza.

El auto se hallaba en un ángulo de treinta grados… solo una grúa podría.

Esperó un minuto completo, dándole suficiente tiempo a quien la hubiera oído para que viera que la intención de ella no era saquear. Luego se las arregló para pasar por el vidrio roto hasta el teléfono negro sobre el mostrador.

Había señal.

Extrajo la tarjeta que Gains le había dado y miró el número. ¿Y si se tratara del espía del que ella misma le advirtiera? Quizás debería llamar al presidente. No, él se hallaba hoy en Nueva York, hablando ante las Naciones Unidas.

Marcó el número, dejó que el teléfono sonara y oró que Gains, espía o no, contestara.

***

THOMAS DESPERTÓ de espaldas. Una sábana le cubría el rostro. ^ Extraño. Aunque a veces las noches en el desierto eran frías, él no era de los que sofocaban su respiración metiendo la cabeza debajo de ninguna clase de cobija. Además las cobijas impedían oír. En este instante no escuchaba la respiración de sus compañeros prisioneros, aunque sabía que se hallaban durmiendo a su derecha, encadenados a los tobillos como él. Ni siquiera lograba oír el sonido de los caballos cerca del campamento. Ni a los encostrados, platicando junto a las hogueras en la mañana. Ni a las hogueras mismas.

Se quitó la sábana de la cara. Aún era de noche. Oscuro. Pero no lograba oír nada más que su propio corazón, palpitando levemente. No había estrellas en el cielo, ni fogata, ni dunas de arena. Solo este delgado colchón de caucho debajo de él y esta helada sábana en sus dedos.

El corazón de Thomas le dio un vuelco. ¡No se hallaba en el desierto! Estaba sobre un colchón en un salón oscuro, y había despertado con una sábana sobre el rostro.

Movió los pies. No tenía cadenas. Se había dormido como un prisionero en el desierto y despertaba en las historias. Vivo.

Palpó el borde de la cama. Unos helados tubos de acero llenaron su mano. Una camilla. Carlos le había disparado, ¿cuándo? Tres días atrás, le comunicó Kara. No había soñado durante trece meses en el desierto porque no había Thomas vivo aquí en el sueño. Habían traído aquí su cuerpo, ¿por 9ue? ¿Para examinarlo? ¿Para mantener conjeturando a los estadounidenses? ¿Y dónde era aquí?

Francia.

Thomas aligeró los pies de debajo de la sábana y los hizo girar hacia el suelo de concreto. Un golpe resonó en el salón y él se sobresaltó. No había ocurrido nada. Algo se había caído al piso.

Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad. Un objeto iluminado brillaba por la abertura en el fondo del suelo. Vio a sus pies la forma cuadrada. La levantó. Un libro. Palpó la portada y se quedó paralizado.

El libro en blanco de historia, titulado Narración de la historia. Le temblaron las manos. ¡El libro había cruzado con él!

Un frío le recorrió el cuerpo. Este libro, su historia, sus palabras, lo habían devuelto a la vida. Él se hallaba aquí, vestido de paracaidista, los pies descalzos sobre un piso de concreto en Francia, sosteniendo un libro que podía hacer historia con unos cuantos trazos de bolígrafo.

Justin lo había llamado peligroso y poderoso. Ahora Thomas sabía por qué.

De inmediato se le clarificó su único objetivo. Debía encontrar un bolígrafo, un lápiz, cualquier cosa que pudiera marcar el libro, y escribir una nueva historia. Una que cambiara el resultado de la variedad Raison; y mientras él estuviera en ella, una que incluyera su sobrevivencia.

Thomas hizo una pausa ante el inesperado pensamiento de que el libro no era distinto de los artefactos de la historia judeocristiana. El arca del pacto con poder para derrotar ejércitos. La serpiente en el desierto con poder para curar. Ustedes podrán decirle a esta montaña: «Trasládate de aquí para allá», y se trasladará, Jesucristo, año 30. Las palabras se vuelven carne, había expresado Ronin.

Oficialmente ahora había cuatro cosas que cruzaban entre las realidades. Conocimiento, destrezas, sangre y este libro, estas palabras se volvían carne.

Apenas lograba ver el contorno de una puerta como a tres metros de distancia. Fue hacia ella, examinó la perilla, vio que estaba sin seguro y la hizo girar muy lentamente. El salón más allá también estaba oscuro, pero no tanto como este. Pudo ver una mesa, un sofá. Otra puerta bordeada por luz› Una chimenea…

¡Él conocía este salón! ¡Fue donde Monique y él se reunieran con Armand Fortier! Lo habían vuelto a traer a la casa de la granja.

Thomas salió, agarrando aún el libro en la mano derecha. Contempl0 rápidamente el salón. No halló nada que le sirviera y se dirigió a la puerta opuesta. También sin cerrojo. Hizo girar la manilla y abrió un poco la puerta cuando alcanzó a oír el sonido de pisadas en el pasillo.

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