Al instante se hallaba en el aire, volando hacia el intruso vestido de negro.
¡Plas! La pistola volvió a vomitar, abriendo un hoyo en la cabecera de la cama. Tom entró con una patada tijereta, como un jugador de fútbol preparándose para hacer un gol. Su pie se conectó con la mano del hombre.
¡Crac!
La pistola atravesó volando la habitación y chocó en la pared por encima de la cabeza de Monique. Cayó al suelo a su lado.
Ella estaba impotente para agarrarla. Pero hizo oscilar la pierna para cubrirla.
Thomas había rodado sobre la cama después de su patada y ahora estaba de pie cerca de la almohada rota, enfrentando al atacante en la conocida posición de listo para atacar.
El hombre la miró, luego a Thomas. Una sonrisa le retorció los labios-Muy bien. Lo subestimé después de todo -expresó.
Acento mediterráneo. Instruido. No un matón. Monique intentó levantarse, haciendo caso omiso de un dolor espantoso en la cabeza.
– ¿Quién es usted? -exigió saber Thomas; tenía los ojos totalmente abiertos, pero aparte de eso estaba sorpresivamente tranquilo-. No quiero herir a nadie.
– ¿No? Entonces quizá lo subestimé.
– Usted es el que quiere la vacuna -afirmó Thomas. El ojo izquierdo del hombre se entrecerró un poco. Suficiente para que Monique supiera que Thomas había tocado una fibra sensible.
– ¿Cómo lo supo usted? -inquirió Thomas.
– No tengo interés en una vacuna -contestó el hombre; sus ojos miraron una chaqueta que estaba cerca de la puerta; Tom también la vio.
– Yo le avisé, ¿no es así? -exigió saber Thomas-. Si no hubiera dicho nada a nadie, usted no estaría aquí. ¿Es eso correcto?
– Yo sólo hago aquello para lo que me contratan -rebatió el hombre encogiéndose de hombros-. No tengo idea de qué habla usted.
Él se movió cuidadosamente hacia la puerta del frente. Se frotó las manos y las levantó en una muestra de rendición.
– En este caso me contrataron para devolverle la muchacha a su padre, v debo decirle que pretendo hacer eso totalmente. No tengo ningún interés en usted.
– No, no le creo -enunció Thomas, negando con la cabeza-. Monique, 375,200 pares base. Vacuna VIH. ¿Estoy en lo cierto?
Ella lo miró. Aún no habían publicado esa información. Cómo pudo…
– ¿Estoy en lo cierto? -repitió él.
– Sí.
– Entonces escúcheme -ordenó Tom, mirando primero a Monique y después al atacante; los ojos se le llenaron de lágrimas; parecía desesperado-. No sé qué me está pasando. No quiero herir a nadie. De veras, ¿me oye? Pero tengo que detener a este tipo. Quiero decir, pase lo que pase, tenernos que detenerlo. Son reales, Monique. Mis sueños son reales. ¡Tiene que creerme!
El hombre había dado otro paso hacia la puerta.
– Sí, está bien. Le creo -contestó ella más para tranquilizar a Tom que Por estar de acuerdo con él-. ¡Vigílelo, Thomas! Él está yendo hacia la chaqueta.
– Deje la chaqueta -ordenó Thomas.
El hombre arqueó una ceja. Parecía estar disfrutando.
– Esto es absurdo. ¿Cree de verdad que puede impedirme hacer lo que quiero? Usted está desarmado -expresó mientras con indiferencia metía la mano al bolsillo y sacaba una navaja automática; la hoja se abrió de repente-. Yo no lo estoy. Y aunque lo estuviera, usted no tendría ninguna oportunidad contra mí.
– ¿Lo jura?
– ¿Quiere usted que yo…?
– ¡Usted no! Ella. ¿Me cree, Monique? Necesito que me crea. La convicción de él la hizo titubear.
– Esto podría terminar mal, Monique. Necesito realmente, de veras, que entienda lo que está pasando aquí.
– Le creo -confirmó ella.
De pronto el hombre arremetió contra su chaqueta.
Monique nunca había visto a alguien moverse tan rápido como lo hizo Thomas entonces. No saltó; no dio un paso. Se disparó, como una bala. Directo al piso entre la cama y la puerta del frente donde se hallaba doblada la chaqueta.
Rodó una vez, se paró de un salto, y con los bordes de las dos manos golpeó de costado al hombre vestido de negro.
***
CARLOS HABLA matado muchos hombres sólo con las manos. Nunca, en una docena de años del más excelente entrenamiento, había visto a un hombre moverse tan rápido como el estadounidense. Si pudiera llegar al trasmisor en la chaqueta, no habría pelea. Ahora estaba seguro que Thomas Hunter capitularía si lo enfrentaba a la posibilidad de la terrible muerte de la francesa.
Vio a Hunter tocar el suelo y rodar, y supo exactamente lo que pretendía hacer. Incluso supo que lo que el hombre había ganado al poner a trabajar la gravedad a su favor podría significar que Hunter lo alcanzaría antes de que lograra alcanzar la chaqueta. Pero tenía que tomar una decisión, y> considerados todos los aspectos, decidió concluir su intento de agarrar la chaqueta. Era la única manera de evitar una pelea que indudablemente terminaría con la muerte de Thomas Hunter.
El hecho era que quería vivo a Hunter. Necesitaba saber qué más sabia-El hombre lo alcanzó demasiado rápido. Carlos se movió para aceptar el golpe de Hunter. El estadounidense lo golpeó en el brazo izquier0' fuerte. Pero no tan fuerte como para derribarlo.
Carlos agitó la navaja en la mano derecha a través del cuerpo de su oponente. La hoja cortó carne. El estadounidense cayó sobre el estómago. Rodó sobre la chaqueta y se paró listo. Sangre le manaba de cortes en los antebrazos.
Arrojó la chaqueta a través de la habitación. Sin inmutarse. Rebotó dos veces en la parte delantera de los pies y se lanzó hacia la pared adyacente a Carlos, con los pies por delante.
Esta vez él supo la trayectoria del hombre antes de que pudiera alinear su patada. Iba por el cuchillo.
Carlos esquivó, bloqueó el talón del hombre cuando este venía, y apuñaló con la navaja. La hoja se hundió en carne.
Hunter gimió y giró las piernas contra la hoja, obligándola a salir de la mano de Carlos. Aterrizó en ambos pies, con la hoja firmemente plantada en su pantorrilla derecha. La arrancó y enfrentó a Carlos, con la hoja lista.
El cambio total fue completamente inesperado. A rabiar. Bastante… se le acababa el tiempo.
Carlos simuló ir a su izquierda, se agachó, y saltó repentinamente hacia atrás. Como esperaba, el movimiento atrajo una rápida cuchillada con la navaja. Aún sobre sus talones cayó sobre una mano e hizo girar su pie derecho con todas sus fuerzas. Su zapato golpeó la muñeca de Hunter. La rompió con un crujido agudo. La navaja salió volando por el cuarto.
El siguió su pie derecho con el izquierdo hacia el plexo solar del estadounidense.
Hunter se tambaleó hacia delante, sin aliento. El teléfono sonó.
Carlos se había tardado mucho. Su primera preocupación tenía que ser 'a muchacha. Ella era la clave para la vacuna. Otro timbrazo. ¿La rubia? O 'a recepcionista. Llevarse al estadounidense ya no era una opción.
Debía acabar esto ahora mismo.
***
ÁUSEA RECORRIÓ por el estómago de Tom. El teléfono sonaba, y Pensó que p0jfa ser Kara. El timbre pareció desconcertar levemente a su atacante, pero él no estuvo seguro si eso importaría ya. El hombre con cicatriz en el rostro se iba a llevar a Monique.
Los dos brazos de Tom sangraban. Su muñeca estaba rota y se entumecía la pierna derecha. El hombre lo había desarmado sin soltar una gota de sudor. El pánico empezó a inundarlo.
De pronto el hombre dobló a su izquierda, hacia Monique. Ella hiz0 oscilar ambos pies hacia él en un valiente esfuerzo por rechazarlo.
– Aléjese de mí, usted…
Él le aventó los pies a un lado y recogió la pistola. Se volvió con indiferencia y apuntó el arma hacia Tom.
Las opciones de Tom habían desaparecido. Ahora sólo era cuestión de sobrevivencia. Se enderezó.
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