Tom se dio cuenta de todo esto antes de su primer parpadeo.
Dio unos indecisos pasos hacia la orilla, luego se detuvo, con los pies plantados en la arena. Deseó correr hacia el borde del agua y beber como hacía Michal, pero de repente no estaba seguro de poder moverse. Abajo, Michal seguía bebiendo.
Un frío le bajó a Tom por la columna, desde la nuca hasta las plantas de los pies- Un inexplicable temor se apoderó de él. Brotó sudor de sus poros a pesar del viento frío que soplaba a través del lago.
Algo estaba mal. Todo mal. El retrocedió, su mente anhelaba una hebra de razón. En vez de eso, el miedo dio paso al terror. Giró y subió corriendo la ribera.
En el momento en que llegó a lo alto se le desprendió el miedo como grilletes sueltos. Dio media vuelta. Michal bebía. Insaciablemente.
En ese instante Tom supo que debía beber el agua.
Allí en la playa, sus pies se extendieron y se plantaron firmemente en la suave arena blanca, con las manos apretadas a los costados, la mente de Tom reaccionó.
Él estaba vagamente consciente del suave gemido que salió de sus labios, apenas audible por sobre la caída de agua. Los animales holgazaneaban. Michal bebía profundamente debajo de él. Los árboles se elevaban con majestuosidad. La cascada chorreaba a borbotones. La escena estaba congelada en el tiempo, con Tom erróneamente atrapado en sus pliegues.
De pronto la cascada pareció golpear con más fuerza y una oleada de rocío surgió del lago. La neblina se movió hacia Tom. La vio venir. Se extendía por la orilla. Le llegó al rostro, no más que un tenue vaho de humedad, pero pudo haber sido la onda expansiva de una pequeña arma nuclear.
Tom lanzó un grito ahogado. Sus manos cayeron a la arena. Los ojos desorbitados. El terror desapareció.
Sólo persistía el deseo. Deseo violento y desesperado, que le halaba el dolorido corazón con el poder del vacío absoluto.
Nadie que observara se pudo haber preparado para lo que él hizo a conciliación. En ese momento, sabiendo lo que debía hacer, lo que anhelaba con más desesperación, Tom desarraigó a la fuerza los pies de la arena y salió corriendo hacia el borde del agua. No se detuvo en la orilla ni se encorvó Para beber como hacían los otros. En vez de eso saltó por sobre el cuerpo echado de Michal y se zambulló en las brillantes aguas.
El cuerpo de Tom recibió una violenta sacudida en el instante en que tocó el agua. Un estroboscopio azul explotó en sus ojos, y él supo que iba morir. Que había entrado a un charco prohibido, atraído por el deseo equivocado, y que ahora pagaría con su vida. El agua tibia lo envolvió. Aleteos le ondularon por el cuerpo y estallaron en un ardiente calor que le sacó el aire de los pulmones. El sólo impacto pudo haberlo matado.
Pero no murió. Es más, fue placer lo que le sacudió el cuerpo, no muerte. ¡Placer! Las sensaciones le recorrían los huesos en olas fabulosas \ constantes.
Elyon .
No lo sabía con seguridad. Pero lo sabía. Elyon estaba en este lago con él.
Tom abrió los ojos y descubrió que no le ardían. Luz dorada se movía sin rumbo fijo. Ninguna parte del agua parecía más oscura que otra. Perdió todo sentido de orientación. ¿Dónde era arriba?
El agua presionaba en cada centímetro de su cuerpo, tan intensa como cualquier ácido, pero uno que quemaba con placer en vez de dolor. Su vio lenta sacudida dio paso a un suave temblor mientras se hundía en el agua Abrió la boca y rió. Quería más, mucho más. Quería succionar y beber agua.
Sin pensar, hizo eso. Tomó un gran trago y luego inhaló de manera intencional. El líquido le golpeó los pulmones.
Tom se detuvo de repente, lleno de pánico. Trató de despejar los pulmones, de boquear. Pero en vez de eso inhaló más agua. Manoteó y arañó en una dirección que pensó que podría ser la superficie. ¿Se estaba ahogando; No. No sintió que se le cortara la respiración.
Con cuidado succionó más agua y la respiró lentamente. Luego otra vez profundo y fuerte. Salía en un suave chorro.
¡Estaba respirando el agua! En grandes suspiros respiraba la hipnótica agua del lago.
Tom rió histéricamente. Jugueteó en el agua, recogiendo los pies para revolcarse, y después estirándolos para tenderse hacia delante, profundizándose en los colores que lo rodeaban. Nadó en el lago, cada vez más profundo, girando y rodando mientras se zambullía hacia el fondo. El poder contenido en este lago era mucho más grandioso que cualquier cosa que había imaginado alguna vez. Apenas lograba contenerse.
Es más, no se pudo contener; lloró de placer y nadó más profundo.
Entonces las oyó. Tres palabras.
Yo hice esto.
Tom subió, paralizado. No, no eran palabras. Era música hablada. Notas puras que le traspasaban el corazón y la mente con tanto significado como un libro entero. Giró su cuerpo, buscando el origen.
Una risita onduló el agua. Ahora como un niño.
Tom rió tontamente y giró.
– ¿Elyon?
Su voz fue acallada, para nada era una voz.
Yo hice esto.
Las palabras resonaron en los huesos de Tom, y comenzó a temblar de nuevo. No estaba seguro si se trataba de una voz real, o si de algún modo era imaginaria.
– ¿Qué eres? ¿Dónde estás?
Flotó luz. Olas de placer siguieron arrastrándolo.
– ¿Quién eres?
Soy Elyon. Y yo te hice.
Las palabras empezaron en su mente y ardieron por todo su cuerpo como un fuego propagándose.
¿Te gusta esto?
¡Sí!-exclamó Tom.
Pudo haberlo expresado, pudo haberlo exclamado, no lo sabía. Sólo la que todo su cuerpo lo gritó.
– ¿Elyon? -preguntó Tom mirando alrededor. La voz era diferente ahora. Hablada. La música desapareció. Una pregunta sencilla e inocente.
¿Dudas de mí?
En ese sencillo momento lo golpeó el peso total de su terrible insensatez como un mazo. ¿Cómo pudo haber dudado de esto?
Tom se acurrucó en una posición fetal dentro de los intestinos del lag0 y comenzó a gemir.
Te veo, Thomas. Te hice. Te amo.
Las palabras lo envolvieron, penetrando hasta los más profundos tuétanos de sus huesos, acariciando cada sinapsis oculta, fluyendo por cada vena, como si le hubieran hecho una transfusión.
¿Por qué dudaste entonces?
Era el Tom de sus sueños, de su subconsciente, que le comprimía ahora la mente. Había hecho más que sólo dudar. Ese era él, ¿o no?
– Lo siento. Lo siento mucho. Pensó que después de todo podría morir.
– Lo siento. Lo siento muchísimo -gimió-. Por favor…
¿Lo siento? ¿Por qué lo sientes?
– Por todo. Por… dudar. Por no hacer caso…
Tom se interrumpió, sin estar exactamente seguro cómo más hab1 ofendido, sabiendo sólo que lo había hecho.
¿Por no amar? Te amo, Thomas.
Las palabras llenaron todo el lago, como si el agua misma se hubiera convertido en esas palabras. Tom sollozó sin consuelo.
De pronto el agua alrededor de sus pies empezó a hervir, y sintió que el lago lo succionaba más hacia su profundidad. Él lanzó un grito ahogado, halado por una poderosa corriente. Y después fue aventado y empujado de cabeza por la misma corriente. Abrió los ojos, resignado a cualquier cosa que lo esperara.
Un túnel oscuro se abrió directamente delante de él, como el ojo de un remolino. Entró a prisa allí y la luz desapareció.
El dolor lo golpeó como un carnero embistiendo, y él boqueó tratando de respirar. Por instinto arqueó la espalda en pánico ciego y retrocedió hacia la entrada del túnel, forzando la vista, pero ya se había cerrado.
Comenzó a gritar, agitando los brazos en el agua, metiéndose cada vez más profundo dentro del túnel oscuro. Le recorrió el dolor por todo el cuerpo. Sintió como si le hubieran rebanado la carne con sumo cuidado y la hubieran empacado con sal; cada órgano rodeado con carbones ardiendo; sus huesos taladrados y rellenados con plomo fundido.
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