– ¿Es eso tan imposible? -preguntó en voz baja Vadal, hijo del anciano Ronin.
– Siéntate, Vadal -ordenó bruscamente Marie.
Vadal miró a los ojos de Chelise, y ella vio confusión en él. Cuando se decían las cosas de este modo, ¿cómo las iban a rechazar?
– ¿Quién me apoyará? -volvió a retar Janae-. ¿Y quién me desafiará?
Casi la mitad se puso de pie. Una mezcla de apoyo y de rechazo inundó el desfiladero.
Chelise sintió que el mundo se le desmoronaba. Esto era demasiado. Thomas, Thomas, Thomas. ¿Dónde estás, mi amor? Sintió que iba a estallar en lágrimas.
– Yo -declaró claramente, levantando poco a poco una mano al aire.
Mikil, que había estado gritando a la multitud junto con Jamous y Johan, levantó la mirada hacia Chelise. Pero nadie más demostró haber oído a la esposa de Thomas. Los del consejo discutían entre sí. Hasta ellos estaban divididos.
– ¡Yo! -gritó más fuerte, agitando el puño en el aire; luego lo vociferó, dejando que se le consolidaran las emociones-. ¡Yo!
Ahora estaban escuchando. Todos ellos. Chelise respiró hondo y señaló a Janae.
– Desafío tu autoridad como quien ha venido con este regalo de Elyon.
Saltó de la roca, caminó aprisa hacia su hijo Samuel. Le arrebató la hoja de la espalda, donde el muchacho se la había colocado, y fue hasta el centro de la losa de piedra.
– Te reto por las mismas reglas que invocó Samuel, y no permito que nadie pelee por mí.
– ¿Qué es esto? -preguntó Janae caprichosamente.
Samuel explicó que antaño los duelos dirimían disputas. Se seguiría el camino del ganador.
Chelise no estaba segura de lo que esperaba en el momento: Por lo menos alguna resistencia del consejo, un rato para juzgar la habilidad de la oponente mientras se ponían en guardia. Todo menos lo que sucedió.
Janae le pasó el frasquito a Samuel, fue hasta Eram, que aún observaba con divertido interés, le arrebató la espada de la vaina y dio un brinco al frente. Pero no fue un salto común y corriente. Ella dio dos pasos, se lanzó al aire como un gato, y voló como tres metros antes de aterrizar agazapada frente a Chelise, espada en guardia.
– Tu primer error, madre -comentó Janae-. Y el último.
Chelise bajó la espada al costado como si se rindiera, pero en el último instante se volvió y la levantó hacia Janae mientras se lanzaba en una voltereta aérea con un fuerte grito.
Esta era una de las maniobras básicas de Thomas, enseñadas una vez a todos los guardianes del bosque, sumamente eficaz, porque un oponente debía contender a la vez tanto con la espada como con los pies del atacante. Pero Janae tenía algo que ni el mismo Thomas poseía.
La velocidad de una vampiresa.
¿Cómo se las arregló la bruja para escapar de la espada de Chelise y aparecerle por detrás? Chelise no podía saberlo; aún tenía las piernas en alto cuando Janae se movió.
Pero Chelise no era ninguna discapacitada, y no perdía energía tratando de entender lo que acababa de ocurrir. Antes de aterrizar ya estaba haciendo oscilar la espada con tantas fuerzas como tenía.
Las hojas se toparon con un chasquido que resonó por el cañón. Las manos de Chelise le dolieron con el choque de metal contra metal. Pero las dos mujeres habían escapado ilesas.
Habiéndose ganado cada una el respeto de la otra, Chelise esperó que ambas vacilaran en el silencio de la muchedumbre por un momento antes de… Pero Janae ya se estaba moviendo, esta vez con tanta velocidad que Chelise no pudo reaccionar sino para resoplar e intentar un bloqueo con un salvaje giro de la espada. La hoja de su oponente se deslizó limpiamente por la correa que mantenía en su sitio la armadura del pecho de Chelise.
Janae estiró la mano y de un tirón arrancó la coraza. Las tiras de cuero se deslizaron y la protección del pecho cayó al suelo.
– Perdiste tu parte superior, madre.
Chelise se sintió desnuda con solo una túnica entre ella y la hoja de esta bruja. Es más, ella sabía que estaba más muerta que viva. Era fácil adivinar qué clase de magia negra confería poderes a esta mujer, pero, a menos que el mismo Elyon le proveyera la fuerza y la agilidad de un roush, iba a morir.
Ahora comprendió que pelear con esta mujer fue una total insensatez, pero Chelise era responsable. Y este combate era por su padre, a quien deseaban matar. Si ella debía morir, lo haría sabiendo que murió por él.
– Adelante, pequeña ramera -insultó respirando entrecortadamente-. Mátame.
O muere en el intento.
Janae movió la espada a un costado, evadió fácilmente una estocada de la espada de Chelise que habría ensartado a la mayoría de mortales, y le asentó un fuerte puñetazo en la mandíbula.
El mundo de Chelise empezó a girar. Se desvaneció. La tierra detrás de ella se ladeó. Fue a parar al suelo con un golpe sordo.
– No mataré a una hija de Elyon -gritaba Janae a lo lejos-. Nuestra guerra no es entre nosotras. ¡Es con el enemigo de Elyon! Ahora este asunto está resuelto.
Samuel se ha unido a Eram y a los guardianes del bosque que esperan sobre estas colinas.
El mundo de Chelise comenzó a enderezarse otra vez. Intentó levantarse, pero aún estaba demasiado débil.
– Hoy marcharemos al valle de Miggdon, adonde Qurong llevará su ejército. En un par de días más los aplastaremos con un solo golpe de la ira de Elyon, y dejaremos la sangre del dragón en el valle para alimentar las ansias de todos los shataikis. ¡Entonces, y solo entonces, Elyon nos hará entrar en su gloria!
Un rugido explotó espontáneamente.
– ¿Quién está conmigo?
No todos, desde luego que no todos. Pero muchos estaban apoyándola a gritos. ¡Chelise debía detenerlos! Esto no podía estar sucediendo, no ahora con Thomas desaparecido.
Intentó gritar, trató de levantarse. Pero entonces Janae le alzó la cabeza por el cabello y se la estrelló contra el suelo, y Chelise pensó que se le había destrozado el cráneo. Doce mil almas que una vez se ahogaran en los lagos y que hallaran nueva vida estaban gritando, pero para Chelise el rugido parecía ahogado, como una voz desde un enorme caparazón. Alguien la estaba sacudiendo, llamándola por su nombre. Entonces los sonidos se desvanecieron por completo, y ella quedó en tinieblas por un rato.
***
TOTAL SOLEDAD y satisfacción. Chelise estaba libre de todas las preocupaciones por primera vez desde que Samuel entrara a la Concurrencia y lanzara al suelo la cabeza del encostrado. Era sencillamente un momento de absoluta, adorable y tranquila paz.
¿Dónde estaba Thomas?
– …ha muerto.
– No, no, no digas eso… más fruta…
El silencio dio paso a este diálogo en voz baja acerca de ella. La mente de Chelise salió a rastras de la soledad recuperando la consciencia. No estaba sola. Dos personas hablaban de ella. Una creía que tal vez había muerto. La otra quería darle más fruta.
– Debemos hacer que el jugo le baje por la garganta -estaba diciendo una-. Vuelve a sentarla.
– ¿Por qué iría a reaccionar ahora? Así ha estado toda la noche.
Esta era la voz de Marie. Marie, la tierna Mar…
¿Toda la noche? ¿Había estado aquí toda la noche? No. No, solo había sido un instante.
– Querido Elyon, ten misericordia de ellos -clamó la voz de Johan.
Chelise intentó abrir los ojos. No pudo. Entonces trató de nuevo. Luz de lumbre le brilló por los bordes de la visión.
– ¡Está despertando!
Le presionaron un pedazo de fruta contra los labios. Chelise mordió intensamente y sintió el jugo de un durazno bajándole por la garganta. Luego más, hasta que estuvo comiendo grandes trozos de la pulpa, ansiosa del curativo néctar. La mente se le aclaró y la luz se hizo más brillante.
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