John Darnton - Ánima
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Con voz lacónica, Saramaggio describió ambas operaciones. Mientras retiraba cuidadosamente el horrible trozo de metal, se separaba de la mesa de vez en cuando. ¿Lo hacía deliberadamente para que la cámara pudiese hacer una toma más clara? Kate se reprendió a sí misma por permitir que esa idea pasara por su cabeza.
Una vez retirada la pieza de metal, la cámara tomó un primer plano del cerebro herido. Saramaggio congeló la imagen en la pantalla y utilizó un puntero para describir la herida. Kate sintió una leve conmoción cuando la cámara hizo un zoom para mostrar un primerísimo plano. El corte parecía muy ancho. El daño era incluso más extenso de lo que ella había pensado en su momento. Luego la filmación se reanudó, mostrando la extracción de las células madre -ampliaciones de las mismas en las cápsulas de Petri-y la implantación de los electrodos. Lento, minucioso, aburrido de ver. Cleaver apareció en la pantalla, trabajando en sus máquinas infernales. Unos minutos más tarde, el vídeo acabó y las luces volvieron a encenderse.
Saramaggio respondió a unas cuantas preguntas, la mayoría precisa y técnica. Parecía ansioso por continuar con su explicación y, en efecto, acabó prematuramente una respuesta para anunciar:
– Hemos preparado una demostración especial para ustedes.
Las luces volvieron a apagarse. Tyler yacía inmóvil en su cama, un tanto borroso detrás de las dos láminas de cristal. Una toma más próxima. Se podía ver el movimiento del pecho; estaba respirando. Su rostro se sacudía levemente.
– Éste es nuestro paciente hoy, en este preciso momento. Pueden ver todos los signos clásicos del coma. Sobre todo, nos interesa mantenerlo estable.
La pantalla se oscureció por un momento; luego apareció otra imagen: una cápsula de Petri con cientos, miles de esferas diminutas, oscuras alrededor de los bordes. Parecían gotas de lluvia sobre una hoja de vidrio.
– Estas imágenes fueron tomadas ayer. Como pueden apreciar, la colonia de células madre continúa creciendo. Hasta ahora se están multiplicando incluso más deprisa de lo que habíamos previsto. Si continúan a este ritmo, dentro de dos, tres o quizá cuatro semanas, dispondremos de una cantidad suficiente para comenzar la reimplantación.
Una mano se levantó entre los asistentes. Una pregunta.
– ¿Están usando agentes catalíticos?
– Suero fetal bovino con dos proteínas: factor de crecimiento de fibroblasto y factor inhibidor de la leucemia. – ¿Ha apreciado alguna variación entre las últimas generaciones?
– No, las más nuevas parecen ser duplicados exactos de las viejas.
La pantalla volvió a oscurecerse y luego apareció nuevamente Tyler. Ahora la cámara se movía, era portátil, alguien la estaba manejando. El objetivo se volvió hacia la fila de máquinas que había junto al muchacho.
Esta toma es en directo. Se está realizando en este mismo momento. Los monitores muestran los signos vitales del paciente. Por favor, quiero que miren atentamente el electroencefalograma. -La pantalla mostró cuatro cuadrados, cada uno de ellos con un impulso que trazaba un camino de izquierda a derecha-. Hemos instalado cuatro submonitores para registrar la función cerebral en cuatro localizaciones diferentes, tres de ellas en la región límbica. Ahora quiero que presten mucha atención.
La pantalla se dividió en dos. Los cuatro monitores estaban en la mitad izquierda. En la derecha, Kate reconoció el grupo de máquinas del ordenador que se encontraba en la habitación contigua a la burbuja de Tyler.
– Esto representa los impulsos que proceden del ordenador. Del mismo modo, también disponemos de cuatro submonitores.
La pantalla derecha mostró un primer plano con cuatro monitores separados. Ahora eran ocho en total. -Los cuatro monitores de la izquierda corresponden al cerebro del paciente. Los cuatro de la derecha corresponden al ordenador. Pueden ver que están perfectamente sincronizados. Resulta imposible decir si el paciente es quien origina la actividad o si es el ordenador el que lo hace y la envía al cerebro, que luego la registra como propia. Pero tenemos una forma de averiguar cuál de los dos está ordenando esa actividad.
Cambiad al monitor principal.
Sólo entonces Kate descubrió que el micrófono que él utilizaba estaba integrado en un juego de auriculares de audio para quienquiera que estuviese manejando la videocámara. Ahora la pantalla mostraba una única pantalla de monitor verde con una aguja negra. En el lado izquierdo había un enorme cero y a la derecha un enorme uno. Kate se dio cuenta de que había visto antes esa máquina, pero nunca se había molestado en preguntar cuál era su función.
– Ésta es, sin lugar a dudas, la medición individual más importante que tenemos. Cada sesenta segundos establecemos un retraso de un minuto en los impulsos del ordenador. Si los monitores del ordenador se retrasan respecto de los que están conectados al paciente, entonces sabemos que el cerebro del paciente es el que está enviando las señales sin ayuda de nadie. Si los monitores del paciente no registran ninguna señal hasta que el ordenador interviene, entonces es el ordenador el que está haciendo el trabajo. Este aparato imprescindible nos dice cuál de los dos hace el trabajo principal.
»Como pueden ver, la aguja está señalando el cero. Eso indica que el paciente aún tiene actividad cerebral. Si la aguja cambia y señala el uno, entonces es el ordenador el que se ha hecho cargo.
Todos fijaron la vista en la pantalla. baclaramente hacia el cero.
La aguja apunta
– Un indicador muy simple pero eficaz. Estamos en deuda con el ingenio del doctor Cleaver por ello. Algunos se volvieron hacia Cleaver, quien se lo agradeció con una tímida sonrisa.
– Ahora observen esto.
Cuando se volvieron para mirar a Saramaggio, la pantalla dividida mostraba a Tyler en la parte izquierda y una fila de monitores a la derecha. Podía verse que una figura, una enfermera, se acercaba a la cama. De pronto, la enfermera dio unas cuantas palmadas.
Súbitamente, también, una fila de monitores se alteró, provocando un pequeño pico que se fue desgajando gradualmente en una progresión normal de delgadas espigas. La enfermera volvió a dar una palmada y la línea volvió a alterarse.
– Como pueden ver -dijo Saramaggio, con una pizca de jactancia en la voz-, el paciente, aunque en estado de coma, puede registrar el sonido. No hay nada inusual en ello. Pero aquí hay una trampa. El monitor al que están mirando no es el monitor que está conectado al paciente; es el monitor del ordenador.
»En otras palabras -y aquí pronunció la frase con mayor énfasis-, el sonido penetra en los oídos del chico, pero él no reacciona. De eso se encarga el ordenador.
– La enfermera volvió a aplaudir y, esta vez, todos los ojos se fijaron en el monitor. Se quedaron contemplando en silencio su pequeño pico, como si che pronto hubiese adquirido el aura de algo mágico.
Cuando la llamó, Karen dedujo por los ruidos de fondo que se encontraba en un bar. El televisor a todo volumen, un partido de béisbol. El murmullo de voces, indefinidas, un estallido de risas falsas. Imaginó el lugar pobremente iluminado, madera vieja manchada con círculos dejados por los vasos, un rodapié de latón y una gramola. La clase de lugar al que iría Frank Sinatra para olvidar a una mujer.
No era muy tarde; podía reunirse con él. Sólo que no la había invitado.
Scott no estaba bebido, al menos no arrastraba las palabras, pero se mostraba irritable, airado. Se había enterado de la demostración de Saramaggio.
– ¿Estaba usted allí? -preguntó-. ¿Se limitó a quedarse sentada y escuchar? ¿No dijo nada?
Finalmente, Kate consiguió averiguar el nombre del bar. McHale's, en la Octava Avenida con la Cuarenta y seis. Él no se lo habría dicho si no hubiera deseado que ella fuese a verlo.
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