John Darnton - Experimento

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Un cadáver mutilado, sin rostro ni huellas dactilares ha aparecido en extrañas circunstancias… Un thriller de máxima actualidad sobre la clonación y la manipulación genética, donde se mezcla la ciencia más avanzada con el suspense más estremecedor.

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Skyler le dio con el codo a Jude. -Ese de ahí, el de la cuarta fila a la derecha. Jude miró al hombre que su compañero indicaba. Era un individuo bajo y regordete, con gafas de montura oscura y una calva que relucía por debajo de los largos cabellos que trataban sin el menor éxito de disimularla.

– Creo que lo conozco, pero no estoy seguro. Tendría que verlo de frente.

Localizaron el escaño del hombre en el folleto de turismo que tenía por título «Conozca a sus representantes». Aquel puesto correspondía a la delegación de Georgia.

Diez minutos más tarde, finalizada la votación, un mazazo del presidente dio por concluida la sesión y los congresistas se pusieron en pie. Cambiaron apretones de manos, abrazos, se despidieron con estentóreas voces y desaparecieron con la rapidez de los niños en el último día de clase.

Jude y Skyler tuvieron que preguntar varias veces hasta que llegaron a la oficina que buscaban. La puerta del despacho 316 estaba cerrada. La pasaron de largo y fueron a detenerse al fondo del corredor, cerca ya de la rotonda. Muchas de las puertas que daban al corredor se abrieron, y por ellas salieron hombres y mujeres dispuestos a comenzar cuanto antes las vacaciones. Pasados diez minutos, cuando ya apenas había ajetreo, la puerta 316 se abrió y salió el hombre bajo y con gafas. Visto desde el nivel del suelo, su cuerpo tenía forma de aguacate.

El hombre fue derecho hacia donde ellos estaban. Los dos se escondieron rápidamente tras una estatua de William Jennings Bryan en la que éste aparecía en actitud oratoria, con una mano tendida hacia adelante y la otra sobre el corazón.

– Míralo bien -dijo Jude, que permanecía oculto tras la estatua.

El hombre salió a paso rápido del corredor y giró sobre sus talones encaminándose hacia una puerta que estaba en la otra dirección.

Vuélvete, le ordenó mentalmente Skyler. ¡Vuélvete!

El hombre continuó derecho y llegó a la puerta. En aquel momento Jude lanzó un estrepitoso estornudo que resonó en todo el corredor.

El hombre se volvió. Skyler le echó un buen vistazo y se metió también tras la estatua de Bryant. Cuando salió de nuevo, el hombre había desaparecido y el ruido de la puerta al cerrarse aún resonaba en la rotonda.

Skyler sólo dijo una palabra:

– Bingo.

– Aún tenemos que hacer escala en otro puerto -dijo Jude mirando su reloj-. Si nos damos prisa, todavía llegaremos a tiempo.

En el taxi le dio a Skyler una conferencia sobre la Primera Enmienda, la libertad de prensa y las glorias del Cuarto Poder. Cuando en una democracia falla todo lo demás, dijo, cuando uno está desesperado y no sabe a qué recurrir, siempre puede buscar la salvación en los periódicos.

– Y por eso ya me siento cabreado por lo que estamos a punto de descubrir -declaró.

Las oficinas ejecutivas de la Wolrdwide Media Inc. ocupaban los tres últimos pisos de un moderno edificio de la avenida Connecticut. Desde allí, Tibbett y sus ejecutivos podían -figurativa y literalmente- mirar desde arriba a la Casa Blanca.

Una vez en el interior del edificio, Jude recordó que el vestíbulo tenía una salida en cada extremo. Hordas de empleados estaban ya saliendo por ambas puertas. Lo cual no les convenía, pues si Jude y Skyler se apostaban en una de las puertas, el hombre al que buscaban podía salir por la otra. El único remedio era tratar de atajarlo en el piso duodécimo. Jude sabía por una visita anterior a Washington -que realizó cuando, por algún motivo, el jefe del departamento lo invitó a la fiesta anual que daba el club de prensa de la capital- que la compañía tenía allí su propia zona de recepción. Los ejecutivos que bajaban de los pisos altos cambiaban allí de ascensores para llegar al vestíbulo.

Jude también sabía que en el piso duodécimo habría una recepcionista que les pediría la documentación. Él tenía su credencial de prensa del Mirror, pero ¿qué haría Skyler? Él era el que contaba. Quizá, si sabían enrollarse bien, les permitieran pasar.

Resultó que se había preocupado en vano. Cuando salieron del ascensor, el escritorio de la recepcionista estaba vacío, lo mismo que el resto de la sala. En el rincón había un televisor en funcionamiento, sintonizado, cómo no, con la cadena de televisión Tibbett.

Todo lo que se veía, desde los tiradores de las puertas hasta las estructuras de acero de las sillas, era ultramoderno. Una de las paredes estaba ocupada por ventanas de cristal color humo que llegaban desde el suelo hasta el techo. Todo aquel vidrio producía la sensación de que la oficina estaba suspendida en el espacio, como si se tratara del interior de una carlinga. De hecho, Tibbett era un apasionado del vuelo, y por todas partes había elementos decorativos relacionados con la aviación: modelos de aviones, hélices montadas en la pared y un cenicero de cristal con una foto de Charles Lindbergh.

Frente al elevador había un mullido tresillo de cuero. Jude le indicó a Skyler que se sentara en uno de los sillones y le tendió un periódico de la pila que había junto al escritorio de recepción. -Si es necesario, utilízalo para taparte la cara. No lo olvides: tú tienes que verlo a él, pero él no tiene que verte a ti.

Jude aguardó en el recodo de un pequeño pasillo que conducía al servicio de caballeros.

No tuvieron que esperar mucho. Cinco minutos más tarde, bajó un ascensor y varios hombres salieron de la cabina y se dirigieron rápidamente hacia los ascensores que descendían hasta el vestíbulo. Uno de ellos se movía con la segura autoridad de los jefes ejecutivos. Atisbando discretamente desde su rincón, Jude confirmó que se trataba de Tibbett.

¡Y de pronto Tibbett se apartó del grupo y se dirigió derecho hacia él!

Jude se retiró rápidamente al interior del servicio. Oyó pasos tras de sí y se metió en una de las cabinas. De pie sobre el inodoro, esperó conteniendo el aliento. Oyó abrirse la puerta, luego unos pasos, una cremallera que bajaba, el sonido de un hombre orinando, y luego el del agua de la cisterna al caer. Al fin volvieron a sonar los pasos, y la puerta se abrió y se cerró.

Jude aguardó un par de minutos antes de atreverse a salir del servicio.

Skyler estaba de pie en la sala.

– Estaba preocupado por ti -dijo-. El tipo parecía capaz de tirarte por la ventana.

– ¿Te resultó conoci…?

– No necesitas preguntarlo. Lo recuerdo con toda claridad, porque llegó a la isla pilotando su propio avión.

El comentario hizo reflexionar a Jude. Aquella noche, en la pensión, accedió a la página web del Mirror y rebuscó entre las fotos de Tibbett hasta encontrar la que buscaba. En ella, el magnate inmobiliario aparecía vestido con una camisa safari color marrón, posando para la cámara en algún lugar de los trópicos. Al fondo se veían palmeras y el morro de un pequeño avión.

– Mira -dijo Jude-. ¿Es éste el avión?

– Desde luego. Recuerdo el nombre, Lorelei. Y recuerdo algo más. Éste es exactamente el mismo tipo de avión en el que me oculté para fugarme de la isla.

Jude miró el nombre y vio que, debajo, había una pequeña insignia. Se acercó más a la pantalla para observarla. Se trataba de una pequeña W.

CAPÍTULO 25

Jude y Skyler hicieron los preparativos para el viaje al sur. Al fin, al cabo de tanto tiempo de intentar encontrar el modo de localizar la isla, disponían de una pista sólida -la foto del avión- que podía llevarlos en la dirección adecuada.

Pero antes necesitaban dinero y un coche.

Jude llamó a Tom Mahoney, un viejo amigo que trabajaba en la redacción de Washington del Mirror, y quedó con él en una hamburguesería. Mahoney era toda una leyenda. Llevaba en el periodismo político más tiempo del que nadie alcanzaba a recordar, y los almuerzos, cócteles y cenas a los que había asistido durante su carrera habían dejado su huella, ya que el hombre pesaba 120 kilos y acostumbraba a tomar la primera ronda de tragos poco después del mediodía. Pero se trataba de un reportero extraordinario: conocía montones de anécdotas, tenía infinidad de teléfonos privados de personajes famosos y en cualquier momento era capaz de sacarse un buen titular de la manga.

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