John Darnton - Experimento
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Cogido por sorpresa, lanzó un grito.
Se puso en pie de un salto, agarró el extremo del bastón y comenzó a tirar de él con todas sus fuerzas. De pronto vio quién sostenía el otro extremo y se quedó inmóvil y boquiabierto. Jude, en el fondo del cráter, no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo.
– ¡Dios mío! -exclamó el atónito Skyler-. ¿Realmente eres tú?
– ¿Y quién esperabas que fuese? -respondió una voz que a Skyler le resultó muy familiar.
Jude se puso de pie y las hojas se desprendieron de su cuerpo como si fueran escamas. Allá arriba había un viejo negro que empuñaba un largo bastón.
El negro lo miraba sorprendido.
– ¿Y tú quién eres? -preguntó.
Skyler lanzó una larga y sentida risa de alivio.
– Jude -dijo-. Te presento a Kuta. Kuta, te presento a Jude.
Jude salió del agujero, le dio la mano al viejo y quedó sorprendido por el vigor del apretón del otro. Kuta retrocedió un paso y lo miró de arriba abajo negando ligeramente con la cabeza.
– Si no lo veo, no lo creo -dijo-. Bueno, supongo que habrá que dar muchas explicaciones -añadió al tiempo que giraba sobre sus talones y echaba a andar de regreso hacia la playa-. Pero creo que será mejor dejarlas para otro momento y otro lugar. En estos instantes, lo principal es sacaros de aquí cuanto antes.
Kuta le pidió al dueño del barco, un joven gullah llamado Jonah, que se adentrara en el mar hasta perder de vista la isla, para luego navegar un trecho con rumbo sur y dirigirse por último hacia tierra. Vieron con alivio que ninguna lancha los seguía.
Al cabo de cuarenta y cinco minutos, el barco llegó a una pequeña aldea de pescadores gullah. Skyler vio con satisfacción que Kuta parecía ser una figura respetada. Ordenó a un joven que fuera a recoger el Volvo de Jude y Skyler, y el muchacho obedeció inmediatamente.
Se acomodaron en torno a una mesa situada en el centro de un terreno baldío. De una casa cercana llegaban deliciosos aromas a sopa de mariscos y pescado frito, los manjares del festín que estaban preparando para ellos. Abrieron cervezas y, mientras la noche caía y las pequeñas luces de las luciérnagas salpicaban la penumbra del anochecer, todos contaron sus historias.
Primero Skyler relató su fuga de la isla y sus aventuras en Nueva York. Después Jude contó su encuentro con Skyler y la gran impresión que le produjo encontrarse con alguien que se parecía tanto a él. Mientras hablaba, los congregados en torno a la mesa los miraban, maravillándose de la enorme similitud entre los dos.
Cuando llegaron las humeantes ollas, todos se sirvieron generosas raciones y abrieron nuevas latas de cerveza. Fue entonces cuando Kuta tomó la palabra. Contó que la noche en que Skyler abandonó la isla, él oyó cómo un grupo de mayores y ordenanzas salían de la casa grande. Antes de que llegaran a su cabaña, corrió a esconderse, después de detenerse en su casa sólo un momento para recoger su trompeta. Los mayores y los ordenanzas registraron la cabaña, y Kuta supuso que buscaban a Skyler.
Luego Skyler desapareció. Kuta se enteró de que Julia había muerto, y presenció su entierro desde lejos, observando con tristeza cómo bajaban el ataúd a la tumba.
Kuta decidió que no seguiría llevando pescado a la casa grande, por lo que dejó de estar informado de lo que allí ocurría. Sin embargo, los rumores que le transmitieron los compañeros que seguían yendo por la casa parecían indicar que en el lugar había un gran revuelo. Se lo estaban llevando todo. Durante días y días estuvieron cargando en barcos cajas y más cajas.
Las cosas alcanzaron su punto crítico con el huracán. Debido a que éste amenazaba ser el peor en muchas décadas, un barco lleno de policías llegó a la isla con órdenes de evacuarla. Por lo que a Kuta le habían contado, los mayores se negaron. Insistieron en que tenían derecho a quedarse allí y se fortificaron en el interior de la casa grande. Pero unos cuantos géminis aprovecharon la ocasión para marcharse, y la policía les dio escolta hasta el continente. Skyler supuso que aquél debió de ser el pequeño grupo de compañeros que le tomó en serio cuando él trató de advertirles de que el Laboratorio era peligroso.
– ¿Y sabes qué les ocurrió a los que se fueron? -preguntó Skyler a Kuta.
El viejo movió negativamente la cabeza. A Skyler se le ocurrió una posibilidad que le puso la carne de gallina, una idea tan estremecedora que el joven no se atrevió a expresarla en voz alta: quizá aquellos clones que, como él, decidieron marcharse al continente, eran los que habían sido asesinados por el «ladrón de visceras» del que tanto hablaban los periódicos. Esto al principio le pareció demasiado fantástico, pero cuanto más pensaba en ello, más probable le parecía. ¿Por qué, si no, se molestarían en hacer algo tan horrible como eviscerar-los? Sólo podía ser alguien que fuera igualmente capaz de abandonar a su suerte a los niños de la isla, para que murieran de hambre o de una horrible enfermedad.
Trató de no pensar en aquellas cosas.
Kuta explicó que había oído al disc-jockey poner un disco suyo, haciendo de pasada el comentario de que un viejo «amigo de la isla» había vuelto a la ciudad. Kuta supo inmediatamente a quién se refería Bozman.
Tras algunas cervezas más, Kuta los deleitó con unos cuantos solos de trompeta. Pero Jude y Skyler no estaban para fiestas. Se sentían demasiado impresionados por lo que habían visto en la isla.
Aquella noche Skyler durmió en el sótano de una casa de madera situada en las proximidades de la playa. El aire era cálido y fragante, como en los días de su juventud. Jude dormía en una cama pegada a la pared opuesta -Skyler podía oír su acompasada respiración- y Kuta se hallaba en una de las habitaciones de arriba. Por primera vez en mucho tiempo, Skyler se sentía seguro, casi a gusto.
Había algo que lo inquietaba, un comentario que Kuta había hecho poco antes de que todos se retirasen a dormir. No es que fuera gran cosa, pero se le había quedado grabado y no lograba quitárselo de la cabeza.
Una vez todos hubieron contado sus historias, Kuta miró a Skyler, después a Jude, luego otra vez a Skyler, y comentó:
– No dejáis de decir que Skyler es más joven que Jude, pero la verdad es que me parecéis idénticos. Si no me hubierais dicho lo contrario, creería que erais de la misma edad.
Y todos los demás estuvieron de acuerdo: Skyler era idéntico a Jude. ¿Qué había sucedido con la diferencia de edades? ¿Por qué nadie la advertía?
CAPÍTULO 27
Tizzie había oído hablar vagamente de la filial de Purchase de la Universidad Estatal de Nueva York, pero siempre había creído que el lugar era una escuela de artes escénicas. Y, efectivamente, cuando cruzó la puerta sin vigilancia situada en Anderson Hill Road, el primer edificio que la joven vio fue el teatro. Pero la limusina que tío Henry le había enviado, conducida por un taciturno chófer que subió el vidrio de separación entre la parte delantera y la trasera en cuanto ella montó en el vehículo, pasó de largo el teatro y continuó hasta una zona arbolada situada al fondo del campus, donde se alzaba un grupo de edificios aislados del resto. Desde el exterior podría haber pasado por una escuela de comercio, de no ser por la alta cerca de madera que los rodeaba. En el césped frente al edificio, un letrero anunciaba con grandes letras metálicas: Escuela Samuel BlLLINGTON DE CIENCIAS ZOOLÓGICAS.
El coche se detuvo ante una puerta con barrera situada en el centro de la cerca. El chófer abrió el maletero, dejó el pequeño maletín de Tizzie en el suelo, y, tras indicarle a su pasajera que debía utilizar el intercomunicador situado junto a la entrada, se alejó en la limusina.
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