• Пожаловаться

Robert Wilson: Los cronolitos

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Wilson: Los cronolitos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Madrid, ISBN: 978-84-8421-651-3, издательство: La Factoría de Ideas, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Robert Wilson Los cronolitos

Los cronolitos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los cronolitos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Scott Warden es un hombre perseguido por el pasado… y pronto también por el futuro. En la Tailandia de comienzos del siglo XXI es un vago en una comunidad costera de expatriados, cuando es testigo de un acontecimiento imposible: la aparición en el boscoso interior de un pilar de piedra de casi setenta metros. Su llegada colapsa los árboles en un cuarto de kilómetro alrededor de su base. Parece estar compuesto de una exótica forma de materia y la inscripción tallada muestra la conmemoración de una victoria militar… que tendrá lugar dentro de dieciséis años. Poco después, un pilar aún mayor aparece en el centro de Bangkok. A lo largo de los siguientes años, la sociedad humana queda transformada por estos misteriosos visitantes, al parecer llegados desde el futuro reciente. ¿Quién es el guerrero “Kuin”, cuyas victorias celebran? Scott sólo quiere reconstruir su vida, pero un extraño bucle le arrastra sin cesar hacia el misterio central… y una fascinante batalla con el futuro. Tensa, emotiva, rigurosa y emocionante, “Los Cronolitos” es una obra maestra de uno de los mejores autores de ciencia ficción de la actualidad.

Robert Wilson: другие книги автора


Кто написал Los cronolitos? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Los cronolitos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los cronolitos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Hitch se detuvo junto a los broncos caídos. En el punto en el que nos encontrábamos, los árboles (en su mayor parte pinos y algunos bambúes salvajes) se habían desplomado alrededor de la base del monumento, formando un modelo radial, y los escombros habían borrado el sendero. Aunque era evidente que habían sido derribados por una especie de onda expansiva, no estaban quemados, sino más bien lo contrario. Las hojas de los árboles de bambú desarraigados seguían siendo verdes, aunque habían empezado a marchitarse debido al calor de la tarde. Todo lo que había en los alrededores (los árboles, el sendero, el suelo) estaba bastante frío; de hecho, si acercabas la mano a alguno de esos objetos, sentías que estaba prácticamente congelado. Hitch fue el primero en darse cuenta de este hecho, porque yo me mostraba reacio a apartar los ojos del monumento.

Si hubiera sido consciente de todo lo que iba a suceder, mi respeto y mi temor se hubieran mitigado, puesto que este monumento no era más que un milagro relativamente menor (teniendo en cuenta todo lo que vendría a continuación). Sin embargo, en aquellos momentos sólo sabía que había tropezado con un acontecimiento mucho más extraño que cualquier cosa que FrankEdwards hubiera descubierto en los números atrasados del Pittsburgh Press, y lo único que sentía era miedo y una desconcertante euforia.

En primer lugar, aquel monumento no era una estatua; es decir, no era una representación de una figura humana o animal, sino una columna de cuatro lados con una cúspide cónica plana. El material con el que había sido fabricado sugería el cristal, pero a una escala ridícula, imposible. Era azul, del profundo e inescrutable color azul de un lago de montaña, apacible y siniestro a la vez. No era transparente, pero transmitía la sensación de translucidez. Por el lado que lo estaba contemplando (el lado norte) tenía protuberancias blancas, y me quedé asombrado al descubrir que era hielo, que se sublimaba lentamente bajo la húmeda luz del día. El asolado bosque que se extendía a sus pies estaba cubierto de niebla y la zona en la que el monumento se unía con la tierra quedaba oculta por montículos de nieve que había empezado a fundirse.

Debido al hielo y a las ráfagas de aire frío que barrían aquel bosque desolado, la escena resultaba sumamente misteriosa, imaginé que el obelisco se alzaba como un inmenso cristal de turmalina desde algún glaciar subterráneo… pero esas cosas sólo suceden en sueños. Y eso fue lo que le dije a Hitch.

—Entonces debemos de estar en el País de los Sueños, Scotty. O quizá en Oz.

Otro helicóptero se aproximó a la cima de la colina, volando a una altura peligrosamente baja. Nos arrodillamos entre los pinos caídos y advertimos su fresco olor en la brisa. Cuando la aeronave coronó la colina y desapareció, Hitch me tocó la espalda.

—¿Has visto suficiente?

Asentí. No era prudente permanecer más tiempo en aquel lugar, a pesar de que una obstinada parte de mi ser deseaba quedarse hasta que lograra comprender qué era aquel monumento, hasta que consiguiera descifrar algo lógico de las heladas profundidades azules de aquel objeto.

—Hitch —dije.

—¿Qué?

—Allí, casi en la base… ¿No te parece que hay algo escrito?

Echó un último vistazo al obelisco y sacó una última fotografía.

—Puede que sean letras. No están escritas en inglés. Están demasiado lejos para distinguirlas, pero no vamos a acercarnos más.

Sin embargo, ya nos habíamos demorado demasiado.

Lo que supe más tarde… mucho más tarde, por Janice, fue ¡o siguiente: hacia las tres de la tarde, los medios de comunicación de Bangkok habían emitido unas secuencias en vídeo del monumento, que habían sido cedidas por un turista americano. Aproximadamente a las cuatro, la mitad de la población de lagartos de playa de la Provincia de Chumphon se había levantado de sus tumbonas para ver aquel prodigioso espectáculo con sus propios ojos, pero se había visto obligada a dar media vuelta en los controles de carretera. Las embajadas ya habían sido informadas y la prensa internacional estaba llegando para cubrir la noticia.

Janice permaneció con Kaitlin en la clínica. En aquellos momentos, la pequeña estaba gritando de dolor a pesar de los calmantes que le había administrado el doctor Dexter. Cuando la examinó por segunda vez, le dijo a Janice que nuestra hija tenía una infección de oído bacteriana que estaba provocándolo una rápida necrosis. Suponía que la había contraído en la playa, puesto que durante ese mes se habían detectado niveles muy elevados de e.coli y otros microbios en el mar. El doctor había informado de esto a las autoridades sanitarias, pero nadie había Hecho nada al respecto… probablemente, porque las piscifactorías C-Pro, preocupadas por sus licencias de exportación, habían decidido ejercer su influencia.

El doctor le administró una dosis masiva de fluoroquinolonas y telefoneó a la embajada de Bangkok, que envió un helicóptero-ambulancia a la clínica y buscó una cama para Kait en el hospital americano. Janice no quería irse sin mí. Llamó a nuestra casa de alquiler repetidas veces y, al no localizarme, telefoneó al propietario y a algunos amigos. Todos le dijeron que lo sentían mucho, pero que no me habían visto desde el día anterior.

El doctor Dexter sedó a Kaitlin mientras Janice corría a la cabaña para recoger algunas cosas. Cuando regresó a la clínica, el helicóptero de evacuación la estaba esperando.

Mi esposa le dijo al doctor que podría encontrarme al anochecer, seguramente en la carpa. Si conseguía ponerse en contacto conmigo, me daría el número de teléfono del hospital y yo haría los arreglos necesarios para ir hasta allí en coche.

A continuación, el helicóptero empezó a ganar altura. Janice se tomó uno de sus propios sedantes mientras un trío de auxiliares médicos bombeaba más antibióticos de amplio espectro en la corriente sanguínea de Kait.

Si hubieran ganado una altitud considerable sobre la bahía, Janice habría podido contemplar el motivo de mi ausencia: el pilar cristalino que se alzaba como un interrogante sin respuesta sobre las frondosas laderas.

Al salir del sendero de contrabando tropezamos con un grupo de policías militares tailandeses.

Hitch realizó un osado intento de dar media vuelta para alejarse del peligro, pero no había ningún sitio a dónde ir, excepto regresar al punto en el que finalizaba el sendero. Cuando una bala se hundió en la rueda delantera, levantando un montón de polvo, Hitch accionó los frenos con tanta fuerza que ahogó el motor.

Los soldados nos obligaron a arrodillarnos con las manos detrás de la nuca. Uno de ellos se acercó a nosotros y clavó el cañón de su pistola en la sien de Hitch, y después, en ¡a mía. Dijo algo que no supe traducir, pero sus compañeros soltaron una carcajada.

Minutos más tarde, nos encontrábamos en el interior de un camión militar, custodiados por cuatro hombres armados que no hablaban inglés o lo fingían. Me pregunté cuántos artículos de contrabando llevaba Hitch encima y si eso me convertía en su cómplice o en partícipe de un delito capital, pero nadie dijo nada sobre drogas… aunque para ser sincero, la verdad es que nadie dijo nada de nada, ni siquiera cuando el camión se puso en marcha.

Pregunté con educación adonde íbamos. El soldado más cercano (un adolescente fornido y con los dientes separados), se encogió de hombros y, a modo de apática amenaza, me apuntó con la culata de su rifle.

La cámara de Hitch fue confiscada. Nunca la recuperó… y ya que hablamos del tema, tampoco volvió a ver su moto. En estos asuntos, el ejército era económico.

Viajamos en aquel camión durante casi dieciocho horas y pasamos la noche siguiente en la cárcel de Bangkok, en celdas separadas y sin privilegios de comunicación. Más tarde supe que un equipo americano de valoración de amenazas quería “rendir informe” (es decir, interrogarnos), antes de que habláramos con la prensa, así que nos quedamos en nuestras celdas de aislamiento, teniendo un cubo por retrete. Mientras tanto, diversos hombres bien vestidos del mundo entero estaban efectuando reservas para desplazarse hasta el aeropuerto de Don Muang.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los cronolitos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los cronolitos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Robert Wilson: The Chronoliths
The Chronoliths
Robert Wilson
Robert Silverberg: El hombre estocástico
El hombre estocástico
Robert Silverberg
Robert Sawyer: Recuerdos del futuro
Recuerdos del futuro
Robert Sawyer
Robert Sawyer: Vuelta atrás
Vuelta atrás
Robert Sawyer
Отзывы о книге «Los cronolitos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los cronolitos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.