—No vas a ir —dijo finalmente Polarca.
—¿Me lo preguntas o me lo dices?
—Ambas cosas, Yakoub.
—No voy a ir —respondí —. Eso es cierto.
—Ni siquiera aunque Damiano diga que será elegido un nuevo rey si tú no vuelves.
—¿Escuchaste eso?
Polarca sonrió. Cuando un espectro sonríe, es algo parecido al estallido de un pequeño relámpago.
—Estaba justo a tu lado. ¿No me viste?
—Si necesitan un nuevo rey, que tengan un nuevo rey —dije —. Yo me quedo aquí.
—Completamente de acuerdo, Yakoub. Es lo más sensato, sin la menor duda.
El problema con el espectro de Polarca es que habla sin puntuación, así que la mitad de las veces no sé distinguir una pregunta de una afirmación, y no da inflexión a sus palabras, de modo que no puedo distinguir tampoco el sarcasmo de la sinceridad. Eso no es una característica de todas los espectros; sólo de Polarca. Polarca es un tonto del culo, y su espectro lo mismo.
—Tú también crees que es lo más sensato, ¿verdad? —dije.
—Por supuesto que sí. Tan sensato como lo fue para Aquiles el marcharse enfurruñado a su tienda.
Seguía sin poder decir si me estaba apoyando o aguijoneando. No hay mucha gente que pueda desequilibrarme como lo hace Polarca.
—No me nombres a Aquiles —dije —. No es relevante, y tú lo sabes malditamente bien. —Luego añadí —: En realidad, lo vi una vez. No era absolutamente nada.
—¿A Aquiles? ¿Lo viste?
—Un rufián. Unos ojillos pequeños y unos labios gruesos como pedazos de carne. Un enfurruñado crónico. Grande y fuerte, pero sin un gramo de nobleza en él.
—Quizá viste a alguien distinto —sugirió Polarca.
—Dijeron que era Aquiles.
—Espectrando hasta tan lejos, ¿quién puede estar seguro? Todo está cubierto de bruma.
—Vi su escudo —insistí —. Era el escudo correspondiente, una auténtica obra maestra del arte. Pero él no era más que un rufián. Lo que hago yo no es lo mismo que hizo Aquiles en su tienda. —Guardé silencio por unos momentos, preguntándome si no me estaría engañando a mí mismo en aquello. Al cabo de un rato dije —: Sunteil también está mezclado en eso. ¿Lo sabías?
—El muchacho está al servicio de Sunteil, sí.
—No —dije —. Está en la nómina de Sunteil. Hay una diferencia. ¿No se lo oíste decir? Llevas merodeando por aquí toda la semana.
—Estuve fuera un tiempo. Estaba en Babilonia cuando dijo eso. Estaba escuchando a Hammurabi proclamar el código de las leyes.
—Apuesto a que sí. Sunteil le envió porque cree que mi abdicación es un truco y que probablemente estoy preparando algo sospechoso ocultándome aquí en Mulano.
—¿Y no es cierto?
—Así que le envió para espiarme. Al menos, eso es lo que dice el muchacho.
El manto de Polarca siseó y crepitó y ascendió unos cuantos grados en el espectro.
—¿Enviar a un rom a espiar al rey de los toros? Sunteil no es tan estúpido como eso, Yakoub.
—Lo sé. Entonces, ¿qué está haciendo Sunteil?
—Te echa en falta, Yakoub. Ésta es su forma de pedirte que vuelvas.
—¿Sunteil me echa en falta?
—El equilibrio del Imperio se ha visto roto. El emperador gaje necesita un rey rom como contrapeso para mantener las cosas niveladas, y en estos momentos no hay ningún rey.
—¿Lo sabes de cierto o sólo lo estás aventurando, Polarca?
—¿Qué supones tú?
—No juegues a las adivinanzas conmigo, cochino bastardo. Ésa es mi especialidad. Ya tienes sobre mí una ventaja injusta por el hecho de ser un espectro. ¿De qué parte del futuro vienes?
—¿Crees que voy a decírtelo?
—¡Eres un cerdo, Polarca!
—¿Lo dices tú , cuando vas por ahí espectrando?
—Eso es distinto. Yo soy el rey. A mí no se me exige que le diga nada a nadie. Y si solicito información de uno de mis súbditos…
—¿Uno de tus súbditos? No soy súbdito de nadie. Soy un espectro, Yakoub.
—Entonces eres el espectro de un súbdito.
—Eso no cambia nada —dijo —. Lo que estás intentando obtener de mí es información privilegiada.
—Y yo hago una petición privilegiada. Soy el rey.
—Mierda, Yakoub. Abdicaste hace cinco años.
—Polarca… —barboté. Estaba empezando a exasperarme.
—Además, ningún espectro con algo de ética revela el punto del tiempo de donde viene. Ni siquiera a su rey.
—¿Ni siquiera cuando se halla en juego el bienestar de la nación rom?
—¿Qué te hace pensar que lo está?
—Estás intentando volverme loco —gemí.
Se echó a reír.
—Estoy intentando ponerte de pies en el suelo, Yakoub. Mira, sé sólo un poco paciente, y todo volverá a tener sentido para ti, ¿de acuerdo? Confía en mí. Veo cosas maravillosas frente a ti. Déjame mostrarte… La verdad se halla claramente visible en la palma de tu mano, lo único que necesitas es ojos para ver. Por una pequeña cantidad, no más de un par de monedas pequeñas, el viejo gitano sabio echará a un lado los misteriosos velos del futuro y te revelará…
—Vete al infierno, lárgate —le dije.
Y lo hizo, en un parpadeo. Me quedé sentado allí, contemplando con ojos parpadeantes el lugar donde había estado. Una docena o así de espectros nativos de Mulano, atraídos por la pequeña zona de energía negativa que Polarca había dejado atrás, acudieron corriendo a alimentarse. Flotaron en el frío aire frente a mí como una nube de brillantes mosquitos. Y entonces volvió Polarca, dispersando frenéticamente a los espectros de Mulano de su zona de interpolación.
—¿Dónde has ido? —pregunté.
—No es asunto tuyo.
—¿De esta forma le hablas a tu rey?
—Abdicaste —me recordó de nuevo.
—Creo que estás disfrutando con esto.
—Fui a Atlantis —dijo —. Durante seis semanas. Acababan de consagrar el Templo de los Delfines, y la Confluencia del Cielo estaba cubierta por un metro de dorados pétalos de flores. Creí ver a tu dama Syluise allí, en el carro de uno de los grandes príncipes. Le hubiera transmitido tus saludos, pero ya sabes lo brumoso que se vuelve todo cuando espectras hasta tan lejos.
—¿Viste a Syluise en Atlantis? ¿Estás seguro?
—Lo estoy si tú quieres que lo esté.
Quiero a Polarca, pero odio tratar con su espectro. Esperas que tu compañero rom te aguijonee y te incordie un poco de tanto en tanto, especialmente si te conoce desde hace cien años o así y además es un experto en hallar los lugares y momentos exactos donde aguijonear e incordiar. Y él espera que tú le aguijonees e incordies un poco a la recíproca también. Pero Polarca, en espectro, tiene todas las cartas. Un espectro conoce no sólo el pasado y el presente, sino también una buena porción del futuro. Muchas veces le he dicho a Polarca que se aprovecha injustamente de ello. No le importa en absoluto. Me ataca desde seis lados a la vez. A veces me hace sentir como un idiota, y no estoy acostumbrado a eso. Me hace sentir como un gaje intentando hacer tratos con un rom. Y sin embargo sé que me quiere. Incluso cuando me atosiga así, dice que lo hace por puro amor.
Polarca desapareció de nuevo. Me quedé con un residuo de intranquilidad e irritación. Había visto a Syluise, había dicho. En Atlantis, nada menos. Había transcurrido mucho tiempo desde que había pensado por última vez en Syluise. Deseé que Polarca no la hubiera traído de nuevo a mi mente ahora.
Me bastaba cerrar los ojos para verla, montada en los carros allá en Atlantis. Volviendo locos a los antiguos señores de la gran ciudad, y probablemente a las damas también. ¿Qué podían pensar de ella allí, con su pelo como el oro y todo lo demás? Aquellos atlantes morenos y de pelo oscuro nunca habían visto a nadie con el pelo rubio antes: debía refulgir entre ellos como una diosa. Como una Venus, una majestuosa y resplandeciente Venus.
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