Resultaba imposible permanecer en un mismo lugar durante mucho tiempo, era imposible tener posesiones de importancia; era imposible, inclusive, desarrollar una amistad muy íntima con algún otro Refugiado por miedo a la traición. Bobby sabía el nombre de sólo un puñado de los que había conocido en sus tres años de vida clandestina. Muchos se habían vuelto camaradas, brindando una ayuda y un asesoramiento invalorables, en especial en el principio, a los dos indefensos neófitos que Mary había rescatado. Camaradas, sí, pero sin un mínimo de contacto humano, parecía que nunca podrían llegar a ser verdaderos amigos.
La cámara Gusano no podía privarlo necesariamente de su libertad o de su vida privada pero, según parecía, sí podía encerrar entre paredes su condición de ser humano.
De pronto, Kate le estuvo tironeando el brazo, golpeteando con sus dedos en la palma de la mano de Bobby.
— Encontré ella. Mary. Mary está aquí. Por ahí. Ven ven ven.
Sobresaltado, Bobby se dejó llevar hacia adelante.
Estaba sentada sola en un rincón de la habitación.
Con suavidad, Bobby exploró el porte con los dedos: Mary estaba vestida y llevaba una camisola. Había un plato con comida, enfriándose y sin tocar, al lado de ella. No estaba llevando la máscara térmica.
Tenía los ojos cerrados. No respondió a los toques de la pareja, pero Bobby percibió que no estaba dormida.
Kate hundió los dedos con malhumor en la palma de Bobby:
—… Para eso que lleve cartel neón acá estoy vengan agárrenme…
— ¿Está bien ella?
— No sé no me doy cuenta.
Bobby tomó la laxa mano de su hermana, la masajeó y deletreó de manera táctil el nombre de ella, una vez y otra:
— Mary Mary Mary Mary Mays Bobby acá Bobby Patterson Mary Mary…
Bruscamente, la muchacha pareció despertar.
—¿Bobby?
Él pudo sentir el silencio aún más profundo, propio de la conmoción, que se hizo en toda la habitación: era la primera palabra que alguien hubiera pronunciado en voz alta desde que la pareja hubo llegado aquí. Kate, al lado de Bobby, extendió el brazo y con la mano como mordaza, tapó la boca de Mary.
Bobby encontró la mano de su media hermana y dejó que ella hablara por tacto con él:
— Perdón Perdón. Distraída. —Llevó la mano de él hasta su boca, y Bobby sintió que esos labios se distendían formando una sonrisa. Distraída y feliz. Pero eso no necesariamente era algo bueno: feliz significaba descuidada.
— ¿ Qué ocurrió a ti?
La sonrisa de ella se hizo más amplia.
— ¿No se supone yo feliz, hermano mayor?
— Sabes qué quiero decir.
— Implante —se limitó a contestar.
— ¿Implante qué implante?
— Cortical.
Oh!, pensó Bobby, consternado. Rápidamente le transmitió la información a Kate.
— Mierda mala mierda —fue la respuesta de Kate—. Ilegal.
— Sé eso.
— …Jamaica —dígito Mary ahora en la mano de Bobby.
—¿Qué?
— Amigo de célula en Jamaica. Veo por sus ojos, oigo por sus oídos. Mejor que Londres. —El toque de Mary en su mano era delicado: la analogía de un susurro.
Los nuevos implantes corticales, adaptados de los aparatos de rv para implante nervioso, eran la expresión final de la tecnología de las cámaras Gusano: un generador pequeño de agujeros de gusano por vacío comprimido, junto con aparatos sensoriales nerviosos, hundidos en lo profundo de la corteza de la persona que los recibía. El generador estaba rociado con sustancias químicas neurotrópicas, por lo que, en el transcurso de varios meses, las neuronas del recibidor desarrollaban vías de acceso hacia el interior del generador. Y el generador neural era un analizador sumamente sensible del diagrama de actividad neuronal, que tenía la capacidad de localizar con precisión sinapsis neuronales individuales.
Un implante así podía leer para, y grabar en, el cerebro, y enlazar ese cerebro con otros. Por medio de un esfuerzo consciente de la voluntad, el recibidor de un implante podía establecer una conexión de cámara Gusano desde el centro de su propia mente con la de cualquier otro recibidor.
Armada con los implantes, una nueva comunidad interconectada estaba surgiendo de las Palestras y los escuadrones de la verdad, y de otros grupos de pensamiento y discusión que habían llegado a caracterizar la nueva y joven organización política de alcance mundial: cerebros unificados con cerebros. Mentes enlazadas.
Se llamaban a sí mismos los Unificados.
Era, según suponía Bobby, un nuevo y brillante futuro. Lo que importaba aquí y ahora, empero, era que una muchacha de dieciocho años, su hermana, tenía un agujero de gusano en la cabeza.
— Estás asustado —dígito Mary ahora—. Cuentos de terror. Mente grupal. Alma perdida. Bla bla.
— Demonios, sí.
— Miedo a lo desconocido. Quizá…
Pero, de pronto, Mary se apartó de él y se puso de pie. Bobby extendió el brazo a ciegas, le encontró la cabeza, pero Mary se separó con brusquedad. Se fue.
Por toda la habitación, exactamente en el mismo instante, otros se habían desplazado. Era como una bandada de pájaros que saliera volando de un árbol como si todos fuesen uno.
Aparecieron hilachas de luz cuando se abrió la puerta de calle.
— Vamos —dígito Bobby. Aferró la mano de Kate y se abrieron camino, junto con el resto de los presentes, en dirección a la puerta.
— Asustado —dígito Kate mientras caminaban presurosos—. Tú asustado. Palma fría. Pulso. Me doy cuenta.
Bobby estaba asustado, lo reconocía. Pero no de la detección súbita: habían pasado por situaciones así antes y, en un grupo que se hallaba en una casa de seguridad como ésta, siempre existía un sistema complejo de centinelas equipados con cámaras Gusano. No, no era de la detección, ni siquiera de la captura, de lo que estaba asustado.
Era del modo en que Mary y los demás habían actuado como si hubieran sido una sola persona. Un solo organismo. Unificados.
Se metió dentro de su recubrimiento inteligente.
En la Fábrica de Gusanos, David se sentó ante una gran pantalla flexible que estaba montada en la pared.
La cara de Hiram lo miraba con fijeza: un Hiram más joven, una cara más suave… pero Hiram sin la menor duda. La cara estaba enmarcada por un paisaje urbano iluminado con luz mortecina: bloques habitacionales deteriorados e inmensos sistemas de caminos, un sitio al que parecía que se lo había diseñado para excluir a los seres humanos. Esto era en las afueras de Birmingham, una gran ciudad en el corazón de Inglaterra, justo antes del final del siglo XX… algunos años antes de que Hiram hubiera abandonado ese viejo y decadente país con la esperanza de tener una oportunidad mejor en Norteamérica.
David había logrado suceso en la combinación del dispositivo para seguimiento de adn de Mavens, con un sistema de guía por cámara Gusano, y lo había extendido para que cruzara las generaciones. Por eso, así como se las había ingeniado para explorar de manera retrospectiva a lo largo de la línea de la vida de Bobby, de manera análoga ahora había hecho el seguimiento hasta el padre de Bobby, el creador del adn de Bobby.
Y ahora, impulsado por la curiosidad, pretendía ir aún más lejos, buscando sus propias raíces… lo que, al fin y al cabo, era la única historia que importaba.
En la oscuridad del cavernoso laboratorio, una sombra pasó de un extremo a otro de la pared, sin tener una fuente que la hubiera generado. La percibió con la visión periférica; no le dio importancia.
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