Samuel Delany - El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas
Здесь есть возможность читать онлайн «Samuel Delany - El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Buenos Aires, Год выпуска: 1980, Издательство: Adiax, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas
- Автор:
- Издательство:Adiax
- Жанр:
- Год:1980
- Город:Buenos Aires
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El mayordomo de El Glaciar me llamó a la cocina pare preguntarme por un embarque de leche de contrabando (El Glaciar elabora todos sus helados) que yo había logrado escamotear en mi último viaje a la Tierra (es asombroso lo poco que ha progresado la explotación lechera en los últimos diez años: me deprime pensar lo fácil que fue engatusar a ese vermontés fanfarrón) y bajo las luces blancas y entre las grandes batidoras de plástico, mientras yo trataba de aclarar las cosas hizo algún comentario acerca del Emperador de las Cremas Heladas Heist; que no me cayó nada bien.
Hacia la hora en que empezó a caer la clientela nocturna, y la maquinita a tararear, y las paredes de cristal a centellear; y la troupe —una novedad de esa semana— a dejarse convencer de salir a escena a pesar de todo (un baúl de disfraces se había perdido en tránsito [o había sido escamoteado, pero eso yo no se lo iba a decir]), y yo, yendo de mesa en mesa, personalmente, habia pescado a una Jovencita muy mugrienta, evidentemente idiotizada por la farlopa, tratando de robarle la cartera a un cliente por detrás de una silla —no hice más que tomarla por la muñeca, hacer que la soltara y acompañarla haste la puerta delicada, delicadamente mientras ella me miraba parpadeando con ojos dilatados y el cliente nunca se enteró —y la troupe, habiendo decidido qué demoníos, estaba actuando au naturel , y todo el mundo se estaba divirtiendo a lo grande, yo me sentia realmente mal.
Salí al aire libre, me senté en los anchos escalones y gruñía cada vez que tenía que correrme pare dejar salir o entrar a la gente. Cuando andaba por el gruñido número setenta y cinco, la persona contra quien gruñia se detuvo a mi lado y me retumbó en la cabeza.
—Estaba seguro de que terminaría por encontrarte si te buscaba con bastante empeño. Quiero decir si realmente buscaba.
Miré la mano que aleteaba sobre mi hombro. segui el brazo haste el cuello de la polera negra, donde habia una cabeza carnosa, calva, sonriente.
—Arty —dlje—. ¿Qué estás…?
Pero él seguía palmoteándome y riéndose con imperturbable gamutlicheit .
—No te imaginas el tiempo que me llevó conseguir una foto tuya, muchacho. Tuve que sobornar a uno del Departamento de Servicios Especiales de Tritón. Ese truco de los cambios súbitos. Tu gran treta. ¡Grandiosa! —El Halcón se me sentó al lado y dejó caer la mano sobre mi rodilla.—Flor de negocio tienes aquí. Me gusta, me gusta mucho.— Huesecillos en buñuelo venoso.— Pero todavía no lo bastante como pare hacerte una oferta. A pesar de todo, estás aprendiendo rápido. Yo te puedo asegurar que estás aprendiendo rápido. Voy a sentirme orgulloso de poder decir que yo fui el que te dio la primer gran oportunidad.—Retiró la mano y empezó a amasársela con la otra.—Si tienes intenciones de mudarte entre los grandes, tienes que tener por lo menos un pie bien plantado en la margen derecha de la ley. La cuestión es que te hagas indispensable a la gente que vale la pena, una vez hecho eso, un rufián que se precie tiene las llaves de todas las cajas fuertes del sistema. Pero no te estoy diciendo nada que tú ya no sepas.
—Arty —le dije— ¿te parece conveniente que nos vean a los dos, aquí, juntos…?
El Halcón se puso la mano sobre la solapa y la sacudió con aire de desaprobación.
—Nadie nos puede sacar una foto. Mi escolta anda por aquí. Nunca salgo a la calle sin mi aparato de seguridad. He oído decir que tú también anduviste metiendo mano en este negocio de la seguridad —lo cual era cierto—. Buena idea. Excelente. Me gusta la forma en que te estás manejando.
—Gracias, Arty, esta noche no estoy muy en vena. Salí aquí a tomar un poco de aire…
La mano de Arty volvió a revolotear.
—No te aflijas. No me quedaré mucho Tienes razón. No nos deben ver. Sólo que pasaba por aquí y quise saludarte. Nada más que saludarte.— Se puso de pie.—Eso es todo.
Empezó a bajar los peldaños.
—¿Arty?
Volvió la cabeza.
—En algún momento, pronto, regresarás; y entonces querrás comprarme mi parte en El Glaciar, porque yo habré crecldo demasiado; y yo no querré vender porque pensaré que soy lo bastante grande como para pelearte. Así que por un tlempo seremos enemigos. Tú tratarás de matarme. Yo trataré de matarte a tí.
En su cara, primero la mueca de confusión; luego la sonrisa indulgente.
—Veo que has captado la idea de la información holográlfica. Muy bien. Bien. Es la única forma de ganarle la mano a Maud. Asegúrate de que toda la información que tienes te dé un panorama total de la situación. Es la única forma de ganarme la mano también a mí.—Sonrió, empezó a dar media vuelta pero se le ocurrió otra idea.—Si puedes resistirme el tiempo suficiente, y seguir creciendo, mantén tu sistema de seguridad al pelo, podría llegar el momento en que a ambos nos convenga trabajar otra vez juntos. Si puedes aguantar, volveremos a ser amigos. Algún dia. Mantente alerta. Espera.
—Gracias por decirmelo.
El Halcón miró su reloj.
—Bueno. Adiós.—Pensé que por fin iba a marcharse. Pero volvió a mirarme.— ¿Tienes la nueva Palabra?
—Es cierto —dije—. Salía esta noche. ¿Cual es?
El Halcón esperó a que la gente que bajaba se alejara. Miró presuroso alrededor, luego se inclinó hacia mí y haciendo bocina con las manos, dijo roncamente:
—Pirita —y me hizo una gran guiñada—. Me la acaba de pasar una fulana que la consiguió directamente de Colette (una de los tres Cantores de Tritón).—Entonces se dio la vuelta, bajó, meneándose, los escalones, y se abrió paso a fuerza de hombro entre el gentío que pasaba por la rambla.
Yo me quedé allí, sentado, rumiando la mufa del año, haste que tuve que levantarme y caminar. Todo cuanto el caminar hace por mis estados depresivos es redoblar el ritmo de mi paranoia. Cuando regresaba habia elaborado ya la trama de todo un sistema alucinatorio: El Halcón habia empezado a tejer a mi alrededor una verdadera red de seguridad que concluía cuando todos quedábamos atrapados en un callejón sin salida, y yo, tratando de conseguir ayuda, gritaba “¡ Pirita!”, que resultaba no ser para nada la Palabra, sino que servía para identificarme al hombre de los guantes negros con el revolver/la granada/el gas.
Habia una cafetería en la esquina. A la luz de la ventana, apiñados en el cordón de la acera sobre las ruinas, había un grupo de roñosos (a la Tritón: cadenas alrededor de las muñecas, abejorros tatuados en las mejillas, botas de tacones altos los que podían pagárselas). A horcajadas sobre los faros delanteros hechos añicos estaba la pequeña morfinómana que horas antes echara de El Glaciar.
En un impulso me acerqué a ella.
—¡Eh, tú!
Me miró por debajo del pelo que parecía heno pisoteado, los ojos pura pupila.
—¿Tienes ya la nueva Palabra?
Se frotó la nariz, ya enrojecida de tanto rascarla.
—Pirita —dijo—. Llegó hace alrededor de una hora.
—¿Quien te la pasó?
Consideró mi pregunta.
—La conseguí de un tipo que dice que la consiguió de un fulano que llegó esta noche de Nueva York a quien se la pasó un Cantor llamado Halcón.
Los tres roñas que estaban más cerca se esforzaban por no mirarme. Los que estaban más lejos se permitieron una ojeada.
—Oh —dije—. Oh. Gracias.
La navaja de Occam junto con cualquier información verídica sobre la forma en que actúan los equipos de seguridad, lima en gran parte las asperezas de esa paranoia. PIRITA. En un determinado nivel de mi línea de trabajo, la paranoia no es más que una enfermedad profesional. Al menos tenia la certeza de que Arty (y Maud) la padecían probablemente tanto como yo.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.