Samuel Delany - El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas
Здесь есть возможность читать онлайн «Samuel Delany - El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Buenos Aires, Год выпуска: 1980, Издательство: Adiax, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas
- Автор:
- Издательство:Adiax
- Жанр:
- Год:1980
- Город:Buenos Aires
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Maud —le dije—, ¿has venido hasta aquí pare decirme que me ha llegado la hora?
La cubrían varios matices de azul, con un gran broche azul en el hombro, evidentemente de cristal. Sin embargo, noté al mirar a los otros turistas que ella pasaba más inadvertida que yo en medio de toda esa finura.
—No —dijo—. En realidad estoy de vacaciones. Lo mismo que tú.
—¿Fuera de broma? —Nos habíamos quedado atrás.—Me estás tomando el pelo.
—Los Servicios Especiales de la Tierra, aunque cooperarnos con los Servicios Especiales de otros mundos, no tienen jurisdicción oficial en Tritón. Y puesto que has venido aquí con dinero y que la mayoría de tus ingresos declarados provienen de El Glaciar, si bien los Servicios Regulares de Tritón podrían tener interés en echarte el guante, los Servicios Especiales todavía no te siguen el rastro. —Sonrió.—Aún no he ido al Glaciar. Sería realmente divertido poder contar que me llevó allí uno de los dueños. ¿Te parece que podriamos ir a tomar algo?
La arremolinada corona del Pozo de Este Mundo se alejó en su opalescente magnificencia. Los turistas contemplaban y el guía seguía hablando de indices de refracción, ángulos de declive.
—Me parece que no confías en mí —dijo Maud.
Mi mirada decía que estaba en lo cierto.
—¿Has tenido alguna vez algo que ver con drogas? —preguntó de pronto.
Fruncí el ceño.
—No, hablo en serio. Quiero tratar de explicarte algo… un detalle que quizá haría más fácil la vida para ambos.
—Periféricamente —dije—. Estoy seguro de que toda la información consta en tus prontuarios.
—Durante varios años yo estuve envuelta en eso mucho más que periféricamente —dijo Maud—. Antes de entrar en los Servicios Especiales estuve en la División Estupefacientes de la policía regular—. Y la gente con quien tratábamos durante las veinticuatro horas del día eran drogadictos o traficantes. Para agarrar a los grandes teníamos que hacernos amigos de los pequeños. Para agarrar a los más grandes teniamos que hacernos amigos de los grandes. Teniamos que vivir según sus horarios, hablar su misma jerga, durante meses y meses y meses vivir en las mismas calles, en el mismo edificio.—Se apartó de la barandilla para dejar pasar a un jovenzuelo.— Dos veces me tuvieron que dar licencia pare hacer curas de desintoxicación de morfina mientras estuve en el escuadrón. Y mi hoja era más limpia que la de la mayoria.
—¿A dónde quieres llegar?
—A ésto. Tú y yo navegamos ahora en las mismas aguas, aunque sólo sea por las profesiones que uno y otro hemos elegido. Te sorprendería saber la cantidad de conocidos comunes que ya tenemos. No te asombre que nos encontremos un día cruzando la Plaza Soberana de Bellona, y luego, dos semanas más tarde, caigamos al mismo restaurante en Lux de Iapetus a la hora de la comida. Aunque los círculos en que nos movemos abarcan mundos, son los mismos, y no tan grandes.
—Vamos —No creo que mi voz sonara feliz.— Permiteme que te ofrezca ese helado.
Emprendimos el regreso por el sendero para peatones.
—¿Sabes una cosa? —dijo Maud—. Si consigues no caer en manos de los Servicios Especiales de aqui y de la Tierra durante un tiempo suficiente, tarde o temprano estarás en la cima con enormes ingresos que crecerán como bola de nieve en una pendiente. Puede que te lleve unos cuantos años, pero es posible. Ahora no hay ningún motivo para que seamos enemigos personales. Quizás algún día llegues a ese punto en que los Servicios Especiales pierdan interes en ti como presa. Oh, pero nos seguiremos viendo, encontrándonos. Mucho de nuestro material informativo lo conseguimos de la gente de arriba. Y también nosotros estamos en condiciones de ayudarte a ti, ¿te das cuenta?
—Has estado despachando hologramas otra vez.
Ella se encogió de hombros. Su rostro era decididamente espectral bajo el pálido planeta. Cuando llegamos a las luces artificiales de la ciudad, dijo:
—Oh, conocí a dos amigos tuyos hace poco, Lewis y Ann.
—¿Los Cantores?
Asintió.
—Oh, en realidad yo no los conozco mucho.
—Ellos parecen saber muchas cosas sobre ti. Quizá por intermedio del otro Cantor, Halcón.
—Oh —volví a decir—. ¿Te dijeron como estaba?
—Hace un par de meses leí que se estaba recuperando. Pero desde entonces, nada.
—Eso es más o menos lo que yo también sé —dije.
—La única vez que lo vi fue cuando lo saqué —dijo Maud.
Arty y yo habíamos salido del vestíbulo antes de que Halcón terminase. Al día siguiente, me enteré por las cintas noticiosas que, cuando hubo terminado de Cantar, había largado la chaqueta con un movimiento de hombros, dejado caer los pantalones y se habia vuelto a meter en el estanque.
La dotación de bomberos se había despertado bruscamente, la gente empezó a correr de acá para allá y a gritar: lo habían rescatado, con el setenta por ciento del cuerpo cubierto de quemaduras de segundo y tercer grado. Yo me había dedicado con ahínco a no pensar en eso.
—¿Tú lo sacaste?
—Sí. Yo estaba en el helicóptero que aterrizó en el techo —dijo Maud—. Pensé que a ti te impresionaría verme.
—Oh —dije—. ¿Cómo llegaste a sacarlo?
—Cuando ustedes emprendieron la retirada, la guardia de seguridad de Arty se las ingenió para trabar los ascensores más arriba del piso setenta y uno, así que nosotros no llegamos al vestíbulo hasta después que ustedes salieran del edificio. Fue entonces cuando Halcón trató de…
—¿Pero en realidad fuiste tú quien lo salvó?
—¡Los bomberos de ese barrio no habían tenido un solo incendio en doce años! No creo que supieran siquiera cómo se manejaba el equipo. Hice que mis muchachos cubrieran el estanque de espuma, entonces me meti y lo saqué…
—Oh —volví a decir. Había hecho todo lo posible, casi lo había logrado, en estos once meses. No estaba alli cuando sucedió. No era asunto mio. Maud estaba diciendo:
—Pensamos que quizás él nos diera una pista para llegar a ti. Pero cuando lo llevé a la villa estaba totalmente inconciente, no era nada más que un horrible montón de heridas abiertas, chorreando…
—Debi imaginarme que los Servicios Especiales también usan a los Cantores —dije—. Todos lo hacen. La Palabra cambia hoy, ¿no? ¿Lewis y Ann no te dijeron cuál es la nueva?
—Los vi ayer y la Palabra no cambia hasta dentro de ocho horas. Además, no me la dirían a mi, en todo caso.—Me miró de soslayo y frunció el ceño.—Claro que no.
—Vamos a tomar unos helados —le dije—. Vamos a charlar de naderías y a escucharnos el uno al otro con atención, mientras adoptamos un aire displicente; tú tratarás de pescar al vuelo cosas que te ayudarán a agarrarme y yo trataré de pescar al vuelo lo que dejes escapar que pueda ayudarme a darte el esquinazo.
—Um-hm —asintió.
—En todo caso, ¿por qué te acercaste a mi en aquel bar?
Ojos de hielo:
—Ya te lo dije, simplemente porque navegamos en las mismas aguas. No es nada raro que ambos estemos en el mismo bar la misma noche.
—Sospecho que esta es justamente una de las cosas que yo no tengo que comprender ¿mmm?
Su sonrisa fue oportunamente ambigua. No insistí.
Fue una tarde muy aburrida. No podría repetir ni una sola de las tonterias que intercambiamos mientras parloteamos por sobre las montafías de crema batida coronada de cerezas. Empeñábamos ambos tanta energia en mantener la apariencia de estar divirtiéndonos, que dudo que ninguno de los dos pudiera encontrar la forma de pescar algo significativo; si es que se dljo algo significativo.
Se marchó. Durante un rato mis melancólicos pensamientos giraron en torno del ennegrecido y chamuscado fénix.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El tiempo considerado como una helice de piedras semipreciosas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.