Arthur Clarke - La ciudad y las estrellas

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Los hombres habían construido ciudades antes, pero ninguna como Diaspar. Diaspar: porque Diaspar tenía una leyenda. Era la última ciudad construida en la Tierra por el poder de quienes también pudieron conquistar las estrellas. Pero la grandeza de Diaspar acabó desapareciendo. Desde los más oscuros límites del Universo los Invasores atacaron el imperio creado por el hombre y lo confinaron otra vez a la Tierra. Quien fuera que abandonara la Tierra caería bajo la ira de los Invasores. Esta era la leyenda de Diaspar. Una leyenda de un billón de años…

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Alvin había tomado tierra en la periferia del Parque, no lejos de la Sala del Consejo. Hasta el último momento, no estuvo cierto de poder llevar la astronave a la ciudad, y a través de las pantallas misteriosas que aislaban a Diaspar del resto del mundo en su cielo artificial. El firmamento de la ciudad, como las demás cosas, era un producto de alta tecnología y naturalmente artificial o al menos en su mayor parte. La noche, con su cielo estrellado era como un recuerdo permanente de lo que el Hombre había perdido por lo que no se la permitía introducirse en la ciudad, por lo mismo que estaba protegida de las tormentas que a veces se desencadenaban a través del desierto y llenaban el cielo con sus móviles cortinas de arena.

Los invisibles guardianes de su cielo dejaron pasar a Alvin y Diaspar apareció extendida a sus pies. Sintió un inmenso alivio al estar ya seguro de encontrarse nuevamente en el hogar. No obstante la grandiosidad del Universo que había contemplado y los misterios que le atraían, era donde en definitiva había nacido, y a donde pertenecía. Podría ser que nunca se sintiera satisfecho; así y todo, debía volver. Había sido preciso que recorriera media Galaxia para aprender aquella simple verdad.

Las multitudes de gente de la ciudad se habían arracimado mucho antes de que tomase tierra y Alvin sé preguntó de qué forma le recibirían sus conciudadanos. Le resultaba fácil leer en sus rostros, al observarlos a través de la pantalla visora de la astronave y antes de descorrer la cámara de compresión. La emoción dominante parecía ser la curiosidad… en sí misma, algo nuevo en Diaspar. Entremezclada con tal sentimiento, se hallaba la aprensión, y de tanto en tanto, los inequívocos signos del temor y la ansiedad. Parecía que nadie se alegrase de verle volver a Diaspar.

El Consejo, por otra parte, le dio la bienvenida positivamente, aunque no sólo por pura amistad. Aunque era el responsable de la crisis, él solo podría suministrar la evidencia y los hechos sobre los cuales se debería asentar la futura política a seguir.

Fue escuchado con una profunda atención mientras describió el viaje hacia los Siete Soles y su encuentro con Vanamonde. Después, contestó a innumerables preguntas con una tal paciencia que sin duda debió sorprender a sus mismos interrogadores. Oculto en sus mentes, cosa que pronto descubrió Alvin, se hallaba siempre latente el terror de los Invasores, aunque nunca mencionaron su nombre y aparecieron claramente confusos, cuando se atacó el sujeto directamente.

— Si los Invasores se encuentran todavía en el Universo — dijo Alvin al Consejo— debería haberlos hallado en alguna parte y desde luego en el centro. Pero no existe traza alguna de vida inteligente entre los Siete Soles; esto es cosa que ya habíamos supuesto antes de encontrarnos con Vanamonde y que éste lo confirmará. Yo creo que los Invasores partieron hace muchos siglos ya; y desde luego, Vanamonde que por lo menos tiene que tener la misma edad que Diaspar, no sabe absolutamente nada de ellos.

Una sugerencia, Alvin — interrumpió repentinamente uno de los Consejeros —. Vanamonde puede ser un descendiente de los Invasores, y en cierta forma que se halla más allá de nuestra comprensión actual. Ha olvidado su origen; pero eso no significa que un día pueda volver a ser peligroso.

Hilvar, que estaba presente y como un simple espectador, no esperó el permiso adecuado para tomar la palabra. Era la primera vez que Alvin le vio tan irritado.

— Vanamonde ha mirado en el interior de mi mente — dijo— y yo tengo a mi vez una visión general de su ser. Mi pueblo ya ha aprendido muchísimo de él, aunque no haya terminado de descubrir quién es. Pero una cosa es cierta: es amistoso y pareció muy contento de hallarnos. No tenemos nada que temer de él.

Tras aquella explosión de Hilvar, se produjo un corto silencio e Hilvar se relajó un tanto de su expresión apasionada. Pudo notarse a partir de entonces, que la tensión del Consejo fue menguando paulatinamente, como si se hubiese apartado una nube sombría del espíritu de aquellos honorables miembros del Consejo de la Ciudad. Y el Presidente no hizo nada, como era de esperar, para censurar a Hilvar por su inesperada interrupción.

Para Alvin estuvo claro, conforme continuaba el debate, que allí se hallaban presentes, tres escuelas de pensamiento, representadas en el Consejo de Diaspar. Los conservadores, que se hallaban en minoría, aún esperaban que las cosas volvieran a su punto de partida y que de algún modo se restaurase el viejo orden. Contra toda razón, mantenían la esperanza de que Diaspar y Lys se persuadieran de que deberían volver a olvidarse para siempre unos a otros.

Los progresistas estaban igualmente en una notable minoría; y el hecho de que algunos de ellos estuviesen presentes en el Consejo fue una circunstancia que agradó y sorprendió a Alvin. Ellos no son que diesen exactamente a la invasión procedente del mundo exterior, pero estaban en cambio, determinados a hacer lo mejor que pudiesen en favor de la realidad presente. Algunos de ellos fueron tan lejos, que sugirieron que podría existir un medio de romper las barreras psicológicas que por tanto tiempo habían mantenido apartadas a Diaspar y a Lys, de forma más efectiva que las puramente físicas.

La mayor parte del Consejo, reflejando claramente el estado de ánimo de la Ciudad, había adoptado una actitud de prudente espera y observación de los hechos, mientras se preparaban para encararse con las nuevas disposiciones a seguir en el futuro que tenían a la vista, pronto a emerger a la superficie. Se dieron cuenta de que no podrían hacer planes generales, ni poner en práctica una política definida, hasta que la tormenta hubiera pasado.

Jeserac se reunió con Alvin e Hilvar una vez que la sesión hubo terminado. Parecía haber cambiado ostensiblemente desde la última vez que le vieron en la Torre de Loranne, con el desierto extendido a sus pies. El cambio no era el que Alvin había esperado, aunque lo tendría que ver en días sucesivos, conforme el tiempo fuese pasando.

Jeserac parecía más joven, como si el fuego de la vida hubiese encontrado un nuevo combustible y estuviera quemándose en sus venas. A despecho de su edad, era uno de los que habían aceptado abiertamente el desafío que Alvin había llevado a Diaspar.

— Tengo noticias para ti, Alvin — le dijo —. Creo que conoces al Senador Gerane.

Alvin le miró confuso por el momento; pero después recordó.

— Ah, sí, por supuesto, fue uno de los primeros hombres con quien me encontré en Lys. ¿No es un miembro de la delegación?

— Sí, hemos llegado a incrementar nuestra amistad bastante. Es un hombre brillante y tiene un conocimiento de la mente humana que me hubiera resultado imposible concebir antes, aunque me ha dicho que para los usos y costumbres de Lys sólo es un principiante. Mientras permanece aquí, ha comenzado un proyecto que estará muy cerca de tu corazón. Está esperando analizar la compulsión que nos mantiene en la ciudad y cree, que una vez que haya descubierto cómo fue impuesta, estará en condiciones de suprimirla. Unos veinte de nosotros estamos cooperando sinceramente con él.

— ¿Y usted es uno de ellos?

— Así es, hijo — dijo Jeserac, con un aire de juventud que a Alvin le resultó increíble. No es nada fácil y ciertamente poco agradable… pero resulta estimulante.

— ¿Y cómo trabaja Gerane?

— Está actuando e investigando a través de las Leyendas. Tiene a su disposición una buena serie de ellas y estudia la reacción que nos produce cuando experimenta con ellas. ¡Nunca pensé que a mi edad, pudiera encontrar un nuevo entretenimiento como en mi infancia!.

— ¿Qué son las Leyendas? — preguntó Hilvar, curioso.

— Sueños de mundos imaginarios — explicó Alvin —. Cuando menos, muchos de ellos, son puramente imaginarios, aunque probablemente muchas de esas leyendas estén basadas en hechos históricos. Existen millones de esas Leyendas almacenadas en las células de los Bancos de Memoria de la ciudad; puedes elegir cualquier clase de experiencia o de aventura que te agrade y aparecerá tan absolutamente real que no podrás distinguirlo de la ficción mientras que los impulsos convenientes están siendo alimentados en tu mente. — Y se volvió hacia Jeserac —. ¿Con qué clase de Leyendas está operando Gerane?

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