—Nos vamos a casa —le dijo Pyanfar, secamente—. A casa, por los dioses… Ya nos han hecho perder el tiempo suficiente. Si ese Stasteburana tiene planes para utilizarnos, maldito sea, creo que a ese juego pueden jugar dos. Les daremos nuestro rumbo y un trayecto de entrada en el perímetro de Anuurn.
—Chanur… —protestó Tirun en voz muy baja.
—En este juego está metida más que toda la casa de Chanur. Puede que Anuurn necesite verlo de un modo algo brusco para enterarse. Estamos metidas en un lío y el lío es muy grande: no sabemos hasta dónde llega, en realidad. Aquí tendría que haber hani, ¿lo entendéis? Tendría que haber montones de naves hani entrando y saliendo de la estación, y no sólo la nave de Tahar. Nos encontramos en una de las principales paradas de la ruta de nuestros rivales. Y no hay ninguna nave hani excepto ésa. Y se dirige hacia casa. Primas, me atrevería a jurar que cuando llegaron aquí venían ya de casa. Por eso nuestro sendero de entrada estaba vacío. La Buscaestrellas lo sabía y creo que la noticia se ha estado extendiendo a cada contacto en cada puerto!
—Claro —murmuró Chur—, claro. Dioses. Puede que hayan tenido seis meses de ventaja para…
—Me voy al puente. Quiero tener controlado este pasillo: Haral, Geran y Chur. El resto encargaos de la sala de operaciones y dadle su sedante a Tully antes de que se nos olvide otra vez.
—¡Tía! —gritó Hilfy al ver que se iba. Pyanfar se detuvo en seco y se volvió—. Capitana… —dijo Hilfy en voz más baja y tranquila.
—¿Alguna pregunta? —le dijo Pyanfar con el ceño fruncido.
Hilfy alzó el mentón.
—No, capitana —le respondió con voz firme y controlada.
Pyanfar asintió, apretando levemente los labios y percibiendo el brillo de satisfacción que ardía en los ojos claros de Hilfy. Luego se dio otra vez la vuelta y fue hacia el ascensor.
Al otro extremo del corredor la escotilla se cerró con un golpe seco. La Orgullo había empezado el proceso que la separaría del muelle.
Recibo señal de nuestro compañero —dijo Chur, desde su asiento ante el tablero de comunicaciones—. Juran que la línea está a salvo de interferencias.
—Ya —Pyanfar acabó con sus comprobaciones y se volvió hacia su módulo de comunicaciones, en el que parpadeaba una luz—. Aquí, Chanur.
—Yo presentar —dijo Dientes-de-oro—, Capitana Pyanfar Chanur, tengo enlace con Aja Jin. Capitán Nomesteturjai.
—Chanur —una voz retumbante y más lejana—. Nombre Jik, aquí.
—Jik de primera —dijo Dientes-de-oro—, Tan honesto como tú, Pyanfar Chanur.
—Muy honesto: me ha engañado y ha hecho que me tuvieran aquí perdiendo el tiempo. Chanur está combatiendo por su vida, bastardo de orejas peladas, ¿te ha entrado eso en la cabeza? Se trata de un desafío y no estoy ahí para responder a él. ¿Has logrado enterarte de lo que significa eso durante tus tareas de espía?
—Ah… —dijo Dientes-de-oro—. Conozco ese problema, sí.
Pyanfar no le respondió y se obligó con un esfuerzo de voluntad a esconder las garras.
—Sé también dónde está Akukkakk —dijo Dientes-de-oro—. ¿Interesada, capitana hani?
—Después de que haya arreglado mis propios problemas.
—Mismo lugar.
—¿Anuurn?
—Sigue viva, hani. Puede que te hagamos más lenta pero haz trato como queremos. Algo más grande que perlas y herramientas, ¿eh, hani?
—Seguidme y así os pudráis —comprobó el rumbo y los diagramas en el ordenador y luego los transmitió—. Ahí tenéis el camino.
Por el comunicador le llegó un siseo mahe, ronco y melancólico.
—¿Te guías por suerte, hani? ¿Loca Idiota, ese curso?
—Lo hacemos constantemente, mahe. ¿Te asusta?
—Broma hani, ¿eh?
—Tenemos a dos kif en el muelle. Cuando salgamos ellos harán lo mismo. ¿Has hecho que alertaran a esa patrulla?
—Hecho —dijo la segunda voz.
—Bien —murmuró Pyanfar—. Ahí tenéis los datos y eso es todo cuanto queríais. Con eso basta: nos vamos de aquí.
—A.
Afirmativo. Pyanfar desvió la mirada hacia Haral, sentada al otro extremo de la consola, y la comunicación se interrumpió. Chur estaba transmitiendo señales a los obreros del muelle.
—Nos han dado prioridad uno —le informó Chur—, no hay problemas de momento —los cables de conexión se estaban soltando y los indicadores empezaron a parpadear, avisando de que había llegado la hora de sellar las escotillas. Haral puso los cierres en funcionamiento siguiendo la secuencia habitual y las pantallas del puesto numero uno se encendieron a medida que Geran conectaba con los sensores de la estación. El cierre de la esclusa principal se abrió con un chasquido metálico y la última escotilla acabó de quedar asegurada.
—Nos movemos —dijo Pyanfar a modo de aviso por el comunicador, soltando las abrazaderas de la Orgullo, eliminando con ello la sujeción que la nave ejercía sobre el muelle, al igual que éste la había soltado durante los minutos anteriores. Las abrazaderas entraron en el casco con un sordo retumbar en tanto que los propulsores de maniobra en superficie comenzaban para separar la nave del dique.
La partida fue perfecta: un leve empujón bastó para hacer que la proa de la nave apuntara hacia el nadir, totalmente vacío de tráfico, mientras que la gravedad empezaba a subir acompañada por el gemido de los motores de rotación. En el ordenador empezó a brillar el trayecto de salida que debían seguir y las pantallas mostraron a la Mahijiru y la Aja Jin que empezaban a desplazarse hacia el perímetro externo de los muelles. La Orgullo iba cobrando velocidad y en esos momentos la gravedad interior era ya de un g y medio.
—Los kif se están soltando —dijo Chur por el comunicador—. Es un aviso de la estación.
—No hay confirmación en pantallas por ahora —dijo Geran.
Pyanfar ya tenía la mano sobre el interruptor de armamento; con un gesto brusco quitó la cubierta protectora y lo puso en situación de encendido. Una fugaz oleada de luces le indicó que las portillas de fuego se estaban abriendo.
—Déjalo en posición manual —le advirtió a Haral, sin apartar los ojos del tablero—, Con los mahe por en medio no quiero sincronizar al ordenador de fuego: no podemos correr el riesgo de darle a uno de ellos por error.
—Espero que ellos sean igual de considerados —musitó Haral.
—Sí.
—Los kif se están moviendo —dijo Geran—. Pantalla número dos.
—¿Dónde está la escolta? —preguntó Pyanfar con voz malhumorada—. Cubierta inferior, preparadas. Permaneced a la escucha y actuad según lo que oigáis.
—La escolta se mueve —dijo Chur—. Se encuentran en posición de interceptar un ataque; la estación hace que no aparezcan en las pantallas.
—Comprendido —Pyanfar desvió la cabeza hacia la pantalla en que aparecía la señal de la estación: en la imagen la Orgullo aparecía como una cuña superior a su tamaño real, ocultando con su punto luminoso la agrupación de naves sincronizadas por el ordenador de la estación, Geran le envió más imágenes. La gravedad seguía subiendo lentamente, tirando de sus entrañas, intentando clavar sus brazos en el asiento. Los kif no ganaban terreno, limitándose a mantener una velocidad lenta para no perderlas de vista.
Dientes-de-oro y ese desconocido, Jik; su escolta. Pyanfar se vio obligada a confesar en su fuero interno que no entendía la escala de valores mahe, al igual que nadie entendía a los stsho, Comerciar con ellos era una cosa pero intentar comprender hasta dónde estaba dispuesto a llegar un mahe como el Stasteburana era otro asunto muy diferente.
Читать дальше