El Portavoz quedó callado y pensativo durante unos instantes para acabar asintiendo.
—La cinta —dijo, extendiendo la mano—. Dar cinta y reparación terminar. Os daremos escolta, Trato justo, Chanur.
Pyanfar sacó la cinta de su bolsillo sintiendo un extraño calor en sus orejas, como si la sangre estuviera afluyendo a ellas. Luego miró a Tully y le metió la cinta entre los dedos.
—Dásela tú. Es tuya.
Hilfy abrió la boca como para decir algo, pero no llegó a hacerlo. Tully contempló la cinta y luego alzó los ojos hacia el Portavoz para acabar tendiéndole la cinta con expresión vacilante.
—Amigo —dijo en hani—. Amigo de mahe.
La mano de oscuro pelaje se cerró sobre la cinta. El Portavoz agitó levemente las orejas y frunció los labios, pensativo. Tully seguía con la mano extendida en su acostumbrado ademán, ofreciendo sus dedos para el contacto.
Muy lentamente el Portavoz fue alargando sus dedos, gracias a que el protocolo y el trato con especies extrañas eran su oficio, y permitió estoicamente que Tully los estrechara, retirando luego la mano sin ningún gesto visible de repugnancia, pero manteniendo un silencio total que resultaba más que extraño dado su cargo. Luego inclinó la cabeza con una medida reverencia en la que había la más pequeña fracción de cortesía posible.
—Transmitiré tus palabras —dijo, Y luego, frunciendo de nuevo el ceño, se volvió a Pyanfar y añadió—: Dentro de una hora, salida del muelle, en firme. Estación de Kirdu os dará toda ayuda posible. Os apremio a damos situación mundo natal de este buen ciudadano; peligro de perderse él, todas vosotras, en este viaje.
—En estos momentos sospechamos que su mundo natal se encuentra más allá del espacio kif. No hemos tenido aún tiempo para precisar más detalles, honorable mahe.
—Estupidez —dijo el Portavoz, utilizando los privilegios profesionales de su cargo.
—Nuestro desgraciado amigo fue obligado a viajar con los kif en circunstancias miserables; sufrió daños y no actuó de un modo estúpido. Es demasiado inteligente como para hablar con alguien que no desea entenderle. Ahora ya no hay tiempo. Ayudadnos a salir de aquí y más pronto o más tarde le arreglaremos las cuentas pendientes a los kif.
—Ese hakkikt… Akukkakk. Le conocemos. Problema malo, capitana Chanur.
—¿Qué sabéis de él? —le preguntó Pyanfar, sintiendo de repente y no por primera vez, abundantes sospechas acerca del Portavoz y de todos los mahe de Kirdu—. ¿Qué sabéis de ese kif?
—Salir de muelle dentro de una hora. Ahora irse cuadrilla de reparaciones. Que viaje sea bueno y rápido, capitana Chanur.
—¿Qué sabéis de ese kif?
—Buen viaje —dijo el Portavoz, haciendo una reverencia colectiva a las presentes y luego, con su ayudante detrás, se dirigió hacia la escotilla.
—Así sea —dijo Pyanfar, irritada e impotente, mandando con un gesto a Haral para que acompañara al Portavoz y a su ayudante. Luego se volvió hacia Hilfy, que parecía algo abatida a juzgar por el aspecto de sus orejas, y después miró por turno a Tirun, Chur y Tully. Tully no parecía demasiado tranquilo. Pyanfar se le acercó y le dio una palmadita en el hombro—. Bien —le dijo—. Eso de «amigo» fue un detalle excelente. De ese modo la hiciste cargar con el peso, ¿entiendes? El Portavoz habla en nombre y representación del mismísimo Maestre de Kirdu y por los dioses que lo hiciste estupendamente, mi inteligente y educado Extraño: al decirle eso fue como si te confiaras a los buenos cuidados del Maestre. Ahora, el problema es suyo.
Tully miró hacia el suelo y se encogió levemente de hombros, no mucho más tranquilo que antes. Pyanfar no llevaba el auricular conectado.
—Una hora, ¿lo habéis oído? —les dijo a las demás, dirigiéndose también a Geran, que estaría de guardia en la sala de operaciones: con tanta gente desconocida entrando y saliendo de la nave, era imposible dejar la sala sin alguien de vigilancia—. Una hora más y estaremos de camino. Habremos salido de aquí. Vamos a casa.
—¿Cómo lo haremos? —preguntó Geran desde la sala—. ¿Haciendo los saltos seguidos igual que antes?
—Los haremos tan seguidos como sea posible —dijo Pyanfar, y se volvió hacia la izquierda al percibir un movimiento por el rabillo del ojo. Era Haral, apareciendo por el inicio del pasillo, que volvía ya de la escotilla.
—¿Cierro ya, capitana? —gritó Haral a medio pasillo.
—Cierra —le confirmó Pyanfar, y se quedó helada al ver cómo una figura de gran talla y pelo oscuro aparecía en el corredor detrás de Haral—. ¡Cuidado!
Un mahendo’sat. Haral se había vuelto ya en redondo y el mahe de cuerpo larguirucho y casi negro siguió andando como si la nave fuera suya, sonriendo con una abundante dentadura de color dorado.
—Ismehanan —gritó Pyanfar—. Dientes-de-oro, maldito seas, ¿cómo puedes andar sin permiso por los corredores de mi nave? ¿Quién te ha dejado entrar?
La sonrisa no pareció afectada por sus palabras. El mahe hizo una reverencia y volvió a erguirse mientras que Pyanfar se acercaba a él.
—De pronto un negocio, Chanur, quizá mismo rumbo que tú.
—¿De quién es ese negocio?
—Quizá mismo que tú.
Pyanfar tragó aire y alzó los ojos hacia el mahe.
—Quizá sea hora de que hables claro, capitán. Al menos, por una vez.
—¿Adónde vais?
—Quizá debería anunciarlo por todo el muelle. Para que se enteren los kif.
—¿A. casa, quizá? ¿Ruta de Ajir?
—Piensa lo que te dé la gana.
—Tengo armas primera clase en Mahijiru—, amigo mío llegó hoy puerto, también equipo primera. Espera un poco, Chanur.
—¡Bastardo!
El mahe retrocedió un paso alzando su mano de uñas romas. La mano de Pyanfar, también levantada, exhibía una buena colección de afiladas uñas. El mahe sonrió de nuevo, como esperando aplacarla con ello.
—Necesidad, tiempo de que mahe suelte carga.
—Mentirosos chupa-huevos. Mi destino es algo que no te importa en lo más mínimo. Es asunto hani, ¿me has oído? Asunto privado. Si quieres meterte en líos con los kif, tendrás que buscar en otro sitio.
—Vas a casa, ¿no?
—Te he dicho que se trata de algo privado.
—Aviso —dijo Dientes-de-oro—. Una vez. Quizás ahora vaya tratar puerto hani; mucho comercio. Tú hablarás entonces allí en favor amigo tuyo, ¿sí?
—Dientes-de-oro, ¿cuál es tu juego?
El mahe sonrió y se dio la vuelta echando a caminar hacia la escotilla, donde le aguardaba una Haral más bien indignada.
—¡Dientes-de-oro!
El mahe se detuvo un segundo y agitó la mano.
—Mahijiru te escolta, capitana. Es lo mejor de lo mejor.
—¡Maldito sea tu pellejo, no pienso servir de cebo en algún juego mahe con los kif!
Pero el mahe ya había desaparecido cuando los últimos ecos de su grito resonaban todavía por el aire. Haral, sin ninguna orden concreta, se quedó inmóvil mirándola y Pyanfar dejó colgar los brazos a sus costados: en esos momentos no se le ocurría ninguna orden que dar. El mahe había impuesto sus términos y ahora no podían hacer nada para impedir que las siguiera.
—Cierra esa escotilla —le dijo—. Sólo los dioses saben qué otras visitas pueden meterse por ella. —Haral fue corriendo a obedecerla y Pyanfar se volvió hacia Tully y las demás. Geran había salido del cuarto y se había unido a todo grupo.
—La Mahijiru está transmitiendo —dijo Geran—. Alguien ha preparado una línea protegida y estamos recibiendo su transmisión. Dicen que tienen órdenes y nos piden datos para la salida.
Читать дальше