C. Cherryh - El orgullo de Chanur

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El orgullo de Chanur: краткое содержание, описание и аннотация

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Los comerciantes hani y sus antiguos enemigos, los kif, coexisten en precaria paz en la estación Punto de Encuentro. Hasta que el Extraño aparece y provoca la gran conmoción que acabará poniendo en peligro el pacto interestelar entre diversas especies. La capitana hani Pyanfar Chanur deberá afrontar la persecución de los kif, con la ayuda de los mahendo sat y la constante presencia de los misteriosos knnn. Y todo ello sin olvidar la defensa de la mismísima casa de Chanur en su planeta natal.
Una saga espacial que moderniza lo mejor de la clásica
y que da inicio a una tetralogía que hará historia dentro del genero.

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—Perdóname, tía. Si me ordenas que vuelva a mi camarote particular, lo haré.

—No —dijo Pyanfar—. Pienso hacerte algo peor que eso: voy a confiar en tu buen sentido. Sólo te diré algo para que lo vayas meditando: piensa en todo lo que puede ir mal si cualquier tontería hace estallar a nuestro invitado en un momento inoportuno. Chanur, sobrina, ¿has entendido?

Las orejas de Hilfy se enderezaron de pronto y aunque su ceño seguía fruncido estaba claro que el mensaje de Pyanfar había dado en el blanco.

—Tengo muy claro que deseo regresar, tía; pero tengo igualmente claro que cuando esté en Anuurn quiero sentir me orgullosa, al menos, de una rama de la familia.

Pyanfar alzó la mano pero el golpe que había amagado con ella no llegó a nacer, convirtiéndose en un cansado gesto de adiós.

—Vete, chiquilla, Vete.

Hilfy giró sobre sus talones y se marchó. Pyanfar se dejó caer en el asiento y estrujó el mensaje del Maestre con sus garras hasta hacerlo pedazos. Maldición, haber confiado en la chiquilla para ese asunto; y todo para nada, para nada. Pronto se encontrarían en un terreno de juego mucho más amplio en el cual sólo los dioses sabían qué contrincantes iban a tener delante.

Alargó la mano sintonizando el canal del traductor y durante unos instantes escuchó la firme voz de Tully, hablando sin cesar. Luego, con un golpe seco, cerró el canal.

Unos instantes después meneó la cabeza y, recomponiendo el mensaje lo mejor posible, lo archivó en el ordenador. Luego conectó de nuevo el traductor y se dedicó a escuchar la tranquila y ya familiar voz de Tully que iba introduciendo palabra tras palabra en la memoria del aparato.

Seis horas; nueve; doce; trece. El día fue transcurriendo entre comidas apresuradas y comprobaciones interminables; con breves descansos que eran casi obligaciones desagradables y preparativos para el salto y, por encima de todo, vigilando las pantallas y el comunicador. Pyanfar llegó al estadio de los paseos inquietos cuando ya habían transcurrido doce horas y no soportaba la idea de comer un bocado más o intentar dormir otro minuto. Sus garras resonaban rítmicamente sobre el suelo para detenerse sólo cuando alguna tripulante se acercaba al puente, obligándola a intentar esconder la ansiedad que sentía.

Pero Hilfy se las arregló para no acercarse al puente y permaneció en la cubierta inferior, sin que Pyanfar lograra descubrir un modo plausible de saber qué estaba pensando en aquellos momentos o cuál era su idea de la situación.

—Un mensajero —dijo la voz de Chur en el comunicador, quebrando el silencio del puente—. Pide la cinta, capitana.

—Pregúntale al mensajero cuánto falta para terminar las reparaciones —le replicó Pyanfar.

Un lapso de silencio.

—El mensajero dice que menos de una hora, capitana.

—Comprendido —Pyanfar contuvo el aliento y sus ojos fueron hacia la consola de la izquierda, donde había dejado preparada la cinta. La cogió y se la guardó en el bolsillo, yendo luego hacia el ascensor con tal prisa que sólo cuando la cabina empezó a descender se le ocurrió pensar de nuevo en lo que iba a hacer. Su mente parecía incapaz de pensar en algo que no fuera salir de la estación y la cinta era un modo de conseguir la libertad. El que de esa forma pudiera salir de ese horrible amasijo de presiones y dependencias era algo que la alegraba enormemente: que la Orgullo se viera por fin libre de los mahendo’sat, que pudiera seguir su camino.

Pero Hilfy estaba ahí abajo. El recordarlo fue como un golpe físico. El ascensor se detuvo y la puerta se abrió: Pyanfar vaciló durante una fugaz fracción de segundo antes de salir, conteniendo esforzadamente ese aliento que tanto ansiaba gastar con el mahe para reprocharle la tardanza de las reparaciones, y perdiendo en esa lucha tanto el aliento como la ira que deseaba liberar por fin.

Tully. Dioses, también él estaba en la sala de operadores, esperando en el pasillo al que, naturalmente, acudiría todo visitante de la nave no confinado a la escotilla.

Al dar la vuelta por el corredor Pyanfar se encontró con lo que parecía toda una reunión social: un mahe de aspecto digno y estirado, con el cuello cubierto de joyas y un faldellín; un ayudante mahe, Haral, Tirun y Hilfy. Caminó hacia el grupo, repentinamente consciente de lo informal de su atuendo. Frunció el ceño y se irguió al máximo de su talla, que no era precisamente excesiva, dadas las medidas mahendo’sat.

—Mal asunto —le soltó bruscamente el mahe de alto rango—. Gran problema estás causando, hani. De todos modos, arreglamos nave.

El Portavoz del Maestre, envuelto en un rígido caparazón de acusaciones y fanfarronadas. El Portavoz paseó su mirada de los pies a la cabeza de Pyanfar, aprovechando la ventaja de su mayor estatura. Cubierto de joyas, perfumado. Pyanfar flexionó las garras y luego, con toda la frialdad de que fue capaz y de modo ostentoso, le dio la espalda, volviéndose hacia su tripulación.

—Tully. ¿Dónde está Tully? ¿Sigue en la sala de operaciones?

—Ponéis en peligro la estación —siguió acusándole el Portavoz, cumpliendo con su deber—. Gran problema con los tc’a; bastardos knnn secuestro y extorsión. Queréis llevaros con vosotras el módulo que los knnn trajeron para intercambiar por un buen ciudadano tc’a, ¿eh? Tiene vuestro nombre en él, hani. Orgullo de Chanur, letras bien claras.

—¡Tully! Haz aparecer tu maldita persona aquí… ¡ahora mismo!

—Ahora los knnn no entran en la estación, no, están navegando de modo peligroso por todo el sistema. Todo al revés. Minería detenida. Comercio parado. Todos los negocios punto muerto. Usar señal knnn, ¿eh? Inquietar a los knnn; apropiarse de bien kif; ponerlos nerviosos; hacer que secuestren tc’a y tc’a muy preocupados; hacer que stsho discutan por control de la estación; hani no hablar contigo más; ¿para qué hacemos trato contigo, hani, eh?

Tully apareció en la puerta de la sala de operaciones con Chur junto a él. Llevaba su nueva ropa stsho, de seda blanca con ribetes azules: tenía un aspecto inmaculadamente civilizado y parecía francamente preocupado ante el griterío.

—Los documentos, Tully —dijo Pyanfar—. Enséñaselos a este amable mahe.

Tully se metió la mano en el bolsillo, con una luz ansiosa en sus pálidos ojos.

—No, necesito malditos papeles —dijo secamente el Portavoz, pero Tully, sin hacerle caso, los extendió frente a él. El Portavoz los apartó con un gesto brusco.

—Son obra vuestra —dijo Pyanfar—. Un «bien» de los kif. Así que has dicho un «bien» de los kif. ¿Así que tienes delante a este honesto miembro de una especie inteligente, civilizada y capaz de viajar por el espacio, provisto de los documentos adecuados, y te diriges a él llamándole «bien» de los kif? Oh, digo que debes avergonzarte de ello y te pido que le expliques, tú mismo y con tus propias palabras, qué pretendes decir con eso de «bien».

El Portavoz agachó bruscamente las orejas y miró a su ayudante, el cual le ofreció una botellita de perfume. Haciendo del gesto una complicada maniobra dilatoria el Portavoz abrió la botellita e inhaló su contenido, batiendose claramente en retirada. Cuando se volvió de nuevo hacia Pyanfar su expresión entraba dentro de lo apacible.

—Las cintas —dijo el Portavoz—. Las cintas con que hiciste trato cubren cierta parte de los daños.

—Todos los daños. Nada de multas ni procesos posteriores. Nada de quejas.

—Rescate de la Buscaestrellas…

—Eso es otro asunto. Chanur y Faha cumplirán con sus obligaciones al respecto de modo conjunto cuando volvamos a casa. En cuanto al capitán de esa nave que efectuó el rescate, cuenta con mi palabra y eso vale más que todas sus pérdidas. El asunto está arreglado.

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