C. Cherryh - El orgullo de Chanur

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El orgullo de Chanur: краткое содержание, описание и аннотация

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Los comerciantes hani y sus antiguos enemigos, los kif, coexisten en precaria paz en la estación Punto de Encuentro. Hasta que el Extraño aparece y provoca la gran conmoción que acabará poniendo en peligro el pacto interestelar entre diversas especies. La capitana hani Pyanfar Chanur deberá afrontar la persecución de los kif, con la ayuda de los mahendo sat y la constante presencia de los misteriosos knnn. Y todo ello sin olvidar la defensa de la mismísima casa de Chanur en su planeta natal.
Una saga espacial que moderniza lo mejor de la clásica
y que da inicio a una tetralogía que hará historia dentro del genero.

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Ah, coger una lanzadera y bajar directamente al planeta dejando que todas esas naves siguieran en el cielo.

Algo se retorció en su interior con un gemido de protesta. Pyanfar alzó los ojos hacia su pantalla, la número cuatro, donde un punto de luz se estaba colocando en posición de interceptar. Otro punto acababa de encenderse en el borde de la pantalla.

—Conseguida sincronía —la voz de Dientes-de-oro—. Jik llegando por otro lado.

—Hay demasiadas naves —dijo Pyanfar, indicándole a Chur que fuera emitiendo—. Te quiero justo donde estás ahora, mahe.

Una risita mahe.

—A.

—Maldito sea tu pellejo.

Cortó la transmisión con un golpe seco.

—Tenemos contacto de la estación —dijo Chur—. No están diciendo nada que se salga de lo acostumbrado: de momento, son las instrucciones normales de aproximación.

—Tres diques —dijo Pyanfar—, y contiguos. Si no los tienen disponibles, di que los vayan preparando. Convéncelos como puedas, pero hazlo.

El intervalo fue largo, ya que aún había demora en las transmisiones de la estación.

—El Maestre ha intervenido garantizándolo personalmente —acabó diciendo Chur—. Tenemos del veinte al veintidós.

—¿Algún comentario al respecto?

—Ninguno —le informó Chur.

Problemas. Pyanfar sintió que las orejas se le erguían de golpe. Si podían exigir que se cambiara de sitio naves para hacerles espacio en los muelles y si les hacían caso era porque consideraban que tenían derecho a ello; y si tenían derecho a ello, entonces había una situación de emergencia. Los parientes que volvían a casa tenían toda la priori dad; en casos de muerte, desafío o catástrofe.

—El sistema parece tranquilo —le siguió informando Chur—. Pero no me llega nada del parloteo habitual. No están dejando que se les escape ninguna información, capitana.

—Kif —dijo Pyanfar—. Hay extraños por aquí.

Tully dijo algo desde la cubierta inferior y se calló de pronto. Le siguió la voz de Hilfy, hablando con él, en tono bajo y apremiante.

—No quiero ningún caso de pánico ahí abajo —dijo Pyanfar—. Tully: estate quietecito y callado. Obedece las órdenes, ¿me has oído?

—Comprendido —dijo Tully.

Los minutos se arrastraban lentamente. La Aja Jin de Jik ocupó finalmente su posición y la Orgullo se vio flanqueada por las dos naves mahe.

—Dientes-de-oro —dijo Pyanfar—, vendrás a la estación conmigo. Quiero que tu amigo no se acerque al muelle y vigile atentamente, ¿a?

—A —le respondieron por el comunicador, en tono suave y mesurado. De Jik no hubo ninguna respuesta. Obedecería, pensó Pyanfar. La estación estaba enviando ahora instrucciones más específicas y Haral se estaba encargando de obedecerlas, introduciéndolas en el computador. Pyanfar conectó el control que desviaba todos los datos a las pantallas de Haral, advirtiéndole con un destello en su panel de que el control de la nave pasaba a sus manos: Haral lo aceptó con un gesto de cabeza, sin perder ni un segundo en sus delicadas operaciones con los teclados. Pyanfar se quitó el cinturón del asiento, lo hizo girar e intentó ponerse en pie.

—Mejor que subáis al puente —dijo a la cubierta inferior, inclinándose sobre el comunicador con cierta dificultad.

—Bien —le respondió Tirun. Pyanfar caminó un poco por el puente, no demasiado segura aún de sus fuerzas, y cogió un poco de las raciones secas que había en el compartimiento de su consola. Botellas de líquido salado y trozos de carne. Fue abriendo las raciones y las puso donde Haral, Geran y Chur pudieran alcanzarlas, masticando luego un poco de carne seca y haciéndola pasar con media botella del líquido. Estaba deshidratada: después de todo, los saltos hacían que el tiempo pasara algo más deprisa para el organismo. Siguió andando para librarse de las agujetas que sentía en las articulaciones y oyó funcionar el ascensor, seguido luego por pasos acercándose en el corredor.

—Capitana.

Una canción knnn, tan gimoteante como siempre, brotó del comunicador.

—¡Dioses y truenos! —bufó Pyanfar—, Localízala.

—Está delante nuestro —dijo Chur—, es una de las naves que se acercan a la estación.

Tirun, Hilfy y Tully permanecían inmóviles en el umbral del puente, guardando silencio mientras el gemido chirriante que brotaba del altavoz iba subiendo de tono a lo largo de toda la escala auditiva.

Los knnn jamás habían hablado directamente con Anuurn. Nunca hasta ahora.

—Nos adelantó en el salto —dijo Pyanfar con lo que esperó fuera una voz lo suficientemente calmada—. Si se trata de nuestro knnn, al menos nos lleva una hora de ventaja.

—Un bastardo veloz —murmuró Tirun.

—La Mahijiru pregunta si lo hemos oído —dijo Chur.

—Quita eso del altavoz —le dijo Pyanfar—, y dile a la Mahijiru que sí, que lo hemos oído —enderezó las orejas con un esfuerzo de voluntad, agitando la oreja izquierda para poner bien en orden los anillos—. Hilfy, el canal de Tully —Hilfy puso su sensor en posición de emitir—. Tully, ahora estamos en casa, en Anuurn. Y tenemos problemas aquí mismo.

—Kif —dijo Tully—. He oído. Hani… ¿trata con ellos?

—Tus documentos —le dijo Pyanfar secamente. Tully metió la mano en el bolsillo izquierdo y Pyanfar siguió hablando—. No te separes de ellos. Ahora estás registrado y tienes un número dentro de los confines del Pacto. No, no hay modo alguno de que los kif se te puedan llevar legalmente. Así quizá nos estemos enfrentando a un buen montón de kif enloquecidos y alguna que otra hani fuera de sus cabales, pero no hay modo de que se te lleven salvo por la fuerza.

—Luchar con ellos.

—Obedecerás mis órdenes. Formas partes de mi tripulación y obedecerás mis órdenes.

—Pyanfar —Tully extendió la mano para detenerla, pensando que iba a volverse—. No me separo de ti.

Las orejas de Pyanfar se abatieron de golpe y sus ojos se clavaron en las pálidas e inquietas pupilas de Tully.

—No necesito que alguien me ponga ahora condiciones. Harás lo que te diga.

—Hacer. Sí. Voy en esta nave. Contigo. — dar — hani yo rápido muerto.

—Ya tenemos suficientes problemas, Extraño. Tanto por parte de los kif como de las hani. No lo hagas tú peor.

—Contigo. Viaje largo tiempo. Contigo.

—No soy de tu especie, condenado seas. Vienes en mi nave, me das un montón de problemas. Por todos los infiernos mahe, ¿quieres decirme qué más debo hacer por ti?

—Fuera, muerto. Te necesito.

—Ya. —Un macho, sí. Su grito repentino dejó detrás un tenso silencio. Pertenecía a una especie extraña pero pese a ello Pyanfar percibió claramente que ahora había trazado una línea imposible de rebasar, más allá de la cual no habría razonamiento posible. Su paciente y dócil Extraño… Pyanfar le cogió por el brazo, con las garras a medio salir—. Escúchame, amigo Tully; debes pensar, maldito sea tu pellejo. Vamos a salir de esta nave, nosotras y tú, y cuando volvamos a ella tú volverás con nosotras. ¿Me has entendido?

—¿Iré contigo?

—Eso he dicho.

Tully la rodeó bruscamente con los brazos, como si quisiera fundir en el cuerpo de Pyanfar su propio cuerpo, cubierto de sudor maloliente al igual que el de ella. Pyanfar logró librar primero un brazo y luego el otro, apartándole indignada de un empujón, lo cual no alteró la expresión de Tully.

—Hago todo lo que tú digas —murmuró Tully.

—Por los dioses, desde luego que lo harás. Como hagas algo equivocado yo misma pienso encargarme de hacerte una muesca en esas feas orejas. Y sigue haciendo funcionar eso que tienes por cerebro o lo sacudiré como si fuera una fruta hueca. ¿Puedes conseguirlo? ¿Eres capaz de mirar a un kif y no perder el control?

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