Kornhoer lo escudriñó sobre su hombro.
— Ya lo había visto — dijo sin aliento —. Nunca llegué a comprenderlo. ¿Se trata de algo importante?
— Todavía no estoy seguro. ¡Las matemáticas son hermosas, hermosas! Mire esto… esta expresión, observe su forma extremadamente reducida. Esta cosa bajo el signo del radical… parece el producto de dos derivadas, pero en realidad representa a todo un conjunto de derivadas.
— ¿Cómo?
— Los índices se transforman en una expresión más amplia; de otro modo, no podía de ninguna manera representar una integral de línea, como el autor dice. Es fantástico. Y vea esto, esta expresión de aspecto tan sencillo. Esta simplicidad es un engaño. Es evidente que representa, no a una, sino a todo un sistema de ecuaciones en una forma muy reducida. Me tomó un par de días darme cuenta de que el autor pensaba en las relaciones, no sólo de cantidades a cantidades, sino de sistemas completos a otros sistemas. Todavía no conozco todas las cantidades físicas involucradas, pero la sofisticación de las matemáticas es… ¡es sencillamente soberbia! ¡Si es un engaño, está inspirado! Si es auténtico, podemos tener una suerte increíble. En cualquiera de los casos, es magnífico. Tengo que ver la copia de esto más antigua que exista.
El hermano bibliotecario gruñó cuando vio que un nuevo tonel era sacado del almacén y el sello levantado. A Armbruster no le impresionaba el hecho de que el estudioso seglar, en dos días, hubiese resuelto parte de un rompecabezas que había sido considerado como un completo enigma durante una docena de siglos. Para el custodio de la Memorabilia, cada sello quitado representaba una nueva disminución en la probable vida del contenido del tonel y no hacía nada para ocultar su censura por el procedimiento. Para el hermano bibliotecario, cuya tarea en la vida era la preservación de los libros, la principal razón de su existencia era la de ser perpetuamente preservados. Su empleo era secundario y debía ser evitado si amenazaba su longevidad.
El entusiasmo de thon Taddeo por su tarea aumentó con el transcurso de los días y el abad se alegró al ver que el anterior escepticismo del thon se diluía con cada nueva lectura de algún texto fragmentario de la ciencia anterior al Diluvio de Fuego. El hombre de ciencia no había hecho afirmaciones demasiado claras acerca de la intención de sus investigaciones; quizás al principio su objeto fuera vago, pero ahora realizaba su trabajo con la precisión vigorosa del que sigue un plan. Presintiendo el amanecer de algo, dom Paulo decidió ofrecerle al gallo una pértiga para cantar, por si el pájaro sentía el impulso de anunciar un futuro amanecer.
— La comunidad tiene interés en conocer los resultados de su trabajo — le dijo al erudito —. Nos gustaría que nos hablase de él, si no le importa discutirlo. Como es natural, todos hemos oído hablar de su labor teórica en su colegio, pero es demasiado técnico para que muchos de nosotros lo entendamos. ¿Le sería posible decirnos algo acerca de ello en… en términos generales que los no especialistas puedan entender? La comunidad me ha reprochado no haberle invitado a usted a dar una conferencia, pero pensé que primero le agradaría conocer el lugar. Claro que si prefiere no hacerlo…
La mirada del thon pareció afianzar compases en el cráneo del abad y medirlo por seis lados. Sonrió dubitativo.
— ¿Le agradaría que explicase nuestro trabajo en el lenguaje más simple?
— Algo así, si es posible.
— De eso se trata — dijo, riendo —. El hombre no entrenado lee algún escrito sobre ciencias naturales y piensa: «¿Por qué no pueden explicar esto de un modo sencillo?». No parece darse cuenta de que lo que ha tratado de leer está escrito del modo más simple para el tema de que se trata. De hecho, una gran parte de la filosofía natural es un simple proceso de simplificación lingüística, un esfuerzo en inventar idiomas en los que media página de ecuaciones pueda expresar una idea que no podría ser expresada en menos de mil páginas de la llamada «lengua simple». ¿Me ha comprendido usted?
— Creo que sí. Entonces, ya que se expresa con tanta claridad, quizá podría decirnos el aspecto de ello. A menos que la sugerencia sea prematura… en lo que a su trabajo con la Memorabilia se refiere.
— Pues no. Ya tenemos ahora una idea bastante clara de adónde vamos y con lo que tenemos que trabajar aquí. Claro que nos tomará aún mucho tiempo terminarlo. Las piezas tienen que encajar, y no todas pertenecen al mismo rompecabezas. Todavía no podemos predecir lo que podemos espigar de ello, pero estamos bastante seguros de lo que no podemos. Me satisface decir que es esperanzador. No tengo nada que objetar a explicar el plan general, pero…
Repitió el gesto de duda.
— ¿Qué es lo que le preocupa?
El thon pareció ligeramente avergonzado.
— Sólo una incertidumbre acerca de mi auditorio. No quisiera ofender las creencias religiosas de nadie.
— ¿Cómo podría hacerlo? ¿No es un asunto de filosofía natural? ¿De ciencia física?
— Claro que sí, pero muchas de las ideas que la gente tiene del mundo han sido adornadas con lo religioso…, bueno, lo que quiero decir es que…
— Pero si el tema es el mundo físico, ¿cómo puede ofender? Especialmente a esta comunidad. Hemos esperado durante mucho tiempo a que el mundo empezase a interesarse de nuevo en sí mismo. Y a riesgo de parecer jactancioso, puedo señalar que tenemos algunos aficionados bastante listos en ciencias naturales aquí en el mismo monasterio. Como por ejemplo el hermano Majek y el hermano Kornhoer…
— ¡Kornhoer! — El thon alzó cautamente la vista hacia la lámpara de arco y la apartó deslumbrado —. ¡No puedo comprenderlo!
— ¿La lámpara? Pero con seguridad usted…
— No, no se trata de la lámpara, ésta es bastante sencilla una vez que uno se recupera de la sorpresa de verla funcionar. Tenía que funcionar. Lo hacía sobre el papel, asumiendo varias indeterminaciones y suponiendo algunos datos de los que no se disponía. Pero el salto limpio e impetuoso de la hipótesis vaga al modelo en funcionamiento. — El thon tosió nervioso —. Es al propio Kornhoer a quien no comprendo. Este aparato — extendió un dedo hacia la dinamo — es una muestra de un salto de unos veinte años de experimentos preliminares, empezando con una incomprensión de principios. Kornhoer se evitó los preliminares. ¿Cree en una intervención milagrosa? Yo no, pero aquí tiene usted un caso real. ¡Ruedas de carro! — Se echó a reír —. ¿Qué haría si tuviese un taller de máquinas? No puedo comprender que pueda permanecer encerrado en un monasterio un hombre como él.
— Quizás el hermano Kornhoer pueda explicárselo a usted — dijo dom Paulo, tratando de mantener alejado de su voz un asomo de dureza.
— Sí, bien… — Los compases visuales de thon Taddeo empezaron a medir de nuevo al viejo sacerdote —. Si en realidad piensa que nadie pueda sentirse ofendido por oír ideas no tradicionales, me encantará poder discutir nuestro trabajo. Pero parte de él quizás esté en desacuerdo con algunos pre… algunas opiniones establecidas.
— ¡Bien! Entonces será fascinante.
Se pusieron de acuerdo en el momento y dom Paulo se sintió más tranquilo. El vacío esotérico entre los monjes cristianos y el investigador seglar de la naturaleza se vería seguramente estrechado por el libre intercambio de ideas. Kornhoer ya lo había estrechado ligeramente, ¿no era así? Más comunicación, no menos, era probablemente la mejor terapia para aliviar cualquier tensión. Y el nublado velo de la duda e indecisión desconfiada desaparecería tan pronto como el thon viese que sus anfitriones no eran unos irrazonables intelectuales reaccionarios como el erudito parecía sospechar. Paulo sintió cierta vergüenza por sus anteriores recelos. «Paciencia, Señor, con un loco bien intencionado», rogó.
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