Alicia Bartlett - Día de perros

Здесь есть возможность читать онлайн «Alicia Bartlett - Día de perros» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Год выпуска: 1995, Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Día de perros: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Día de perros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A la inspectora Petra Delicado y al subinspector Fermín Garzón les cae un caso aparentemente poco brillante: se ha encontrado malherido, a consecuencia de una paliza, a un individuo a todas luces marginal. El único ser que le conoce es un perro con tan poco pedigrí como su amo. El hombre muere sin recobrar la conciencia. Para la pareja de detectives comienza una búsqueda en la que la única pista es el perro. Con un capital tan menguado los dos policías se adentran en un mundo sórdido y cruel, un torrente subterráneo de sangre que sólo fluye para satisfacer las pasiones más infames.
Día de perros
Ritos de muerte
«
» Alicia Giménez Bartlett.
Las novelas de la serie “Petra Delicado” han recibido el premio «
» el año 2006.

Día de perros — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Día de perros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¿No le parece terrible que el corazón del cerdo sea parecido al del hombre? —preguntó Garzón ya en el coche, pero yo no tenía la mente para filosofar.

—¿Qué le ha dicho el sargento Pinilla?

—Creemos que somos gran cosa...

—¿Se puede saber qué le ha dicho Pinilla?

—¡Ah, sí!, me ha dicho que investigará muy a fondo, pero se ha puesto hecho una furia.

—¿Por qué?

—Dice que él pondría la mano en el fuego por todos sus hombres, que seguro que no hay nadie corrupto en la Guardia Urbana.

—¡Joder, ya empezamos con corporativismos!

—¡El corazón!, que justamente es como una especie de alma... seguro que tenemos el cerebro igualito que un mono.

Comprendí que Garzón había caído en una de sus típicas simas reflexivas y lo dejé en paz.

Una vez en casa recibí el cariño de Espanto y la bendición de un whisky bien cargado. No me hubiera resultado justo pedir más. Como mínimo, siguiendo aquella línea de investigación nos alejábamos de la cutrez de los pisos pirata para inmigrantes. Subíamos en la escala social hasta la todopoderosa industria farmacéutica. Y sin embargo, ¿no eran demasiados escalones de un golpe?, ¿cómo había conseguido escalarlos Lucena? Había alguna pieza que seguía sin encajar. De cualquier modo, resultaba reconfortante dar por fin la espalda a los perros universitarios. ¿Nos pondrían los laboratorios privados tantas dificultades como Castillo había anunciado? A lo mejor llegábamos a sentirnos como esos detectives de película enfrentados en solitario con poderosas organizaciones financieras que esconden oscuros manejos. Espanto estaba mirándome desde el suelo. Me fijé en la fealdad de su morro, en la dentellada que desfiguraba su oreja. No, probablemente haría mucho mejor en volver a los componentes básicos de la historia: un ladrón de perros callejeros y un asesinato a golpes, ésa era la verdad. Nada de multinacionales o grandes jugadas.

Llamé a la pensión del subinspector porque no habíamos determinado una hora de encuentro para el día siguiente. Su patrona me informó de que había salido a cenar. Era evidente que su desencanto por el corazón de cerdo no le había impedido el avance en asuntos amorosos.

Las compañías constructoras y las farmacéuticas deben de ser dos de los sectores empresariales que mueven mayor volumen de dinero en España. O al menos eso pensé cuando acudimos al primer laboratorio. Asepsia y prosperidad eran dos conceptos que casaban perfectamente en aquel marco.

Un médico joven, con impecable pelo cortado a navaja y gafas de montura dorada, nos acompañó a ver todas las instalaciones. Estaba tenso, pero cuando supo que investigábamos un asesinato, se tranquilizó. Un asesinato era algo que le caía lejos, un asunto de ficción. No hizo preguntas, se limitaba a mostrarnos todo cuanto queríamos ver como si fuéramos una visita escolar o un tour turístico.

Le pedimos que nos llevara a la perrera y lo hizo sin inmutarse. Era una sala muy amplia junto a una terraza. Al menos diez perros compartían el lugar limpio y bien arreglado. Se notaba que estaban alimentados y sanos, que su vida discurría plácidamente. La ignorancia de su cruel destino los hacía aparecer contentos y sosegados. Todos eran de la misma raza.

—¿Están aquí todos los perros que utilizan ustedes?

Por primera vez vi curiosidad en los ojos de nuestro anfitrión. Nos había mostrado amplios departamentos de Química, cadenas de producción mecanizada, gabinetes informáticos, complejos controles de calidad y por lo único que le preguntábamos era por los perros.

—¿Qué quiere decir?

Lo intenté de nuevo:

—¿No usan otro tipo de perros... quizás menos... selectos para experimentos de segundo orden?

Ahora sí que no entendía nada. Sonrió en estado de divertida fascinación. Me sentía cada vez más ridícula.

—¿De segundo orden?

—Verá, se me ocurre que quizás emplean ustedes tanta cantidad de perros, que recurrir siempre a su propio criadero sea complicado, demasiado costoso.

—¡Oh, no!, no siempre hay investigaciones en curso que requieran perros. Además, si de repente necesitáramos un ejemplar de determinada edad o características, acudiríamos a un criadero comercial.

—Pero en los criaderos sólo podrán ustedes comprar cachorros.

—Eventualmente pueden tener perros de más edad. De todas maneras les aseguro que estamos hablando de un caso hipotético. Desde que yo llevo trabajando aquí no se ha dado jamás.

—¿Y no utilizan perros callejeros para investigar? —soltó Garzón por las buenas.

Si aquel tipo había aguantado lo de «experimentos de segundo orden» con cierta compostura, no pudo hacer lo mismo con lo de «perros callejeros» de Garzón. Soltó una risotada briosa, seca, restallante.

—¿De verdad les parece que entran perros callejeros en este lugar? —dijo al recomponerse.

Lo atajé con frialdad:

—Necesitamos fotocopias de toda la contabilidad que genera la perrera y una lista con el número de perros que han sido sacrificados en los últimos dos años.

Como ya se había resignado a no enterarse de nada, hizo un cortés gesto de asentimiento.

—Siéntense, por favor. Volveré enseguida.

Nos dejó instalados en una salita decorada sobre beige.

—¡Valiente capullo! —exclamé en cuanto hubo desaparecido—. ¿Pero no lo ha oído, Garzón?, ¿perros callejeros aquí?, sólo le faltaba decir: «los únicos son ustedes».

—Vamos, inspectora. Realmente este lugar no recuerda el ambiente de Ignacio Lucena Pastor.

—¡Hasta los más altos árboles necesitan abono para crecer!

—¿Por qué está tan agresiva?

—¿Y usted por qué está tan beatífico? ¿Qué le ocurre de pronto, la vida es bella?

Volvió el tipo estirado con un pliego de fotocopias y nos las tendió.

—¿Violarían su secreto profesional si me dijeran cómo ha ocurrido ese asesinato que investigan?

Sentí llegada la oportunidad de una pequeña venganza.

—Es un asunto de perros callejeros, no creo que le interese.

Ignoro si aquel pavo presuntuoso se dio por enterado de mi intempestiva reivindicación social, pero al menos salí de aquel lugar con la sensación de haber hecho algo por la igualdad canina. Garzón no se explicaba mi arrebato, y me hubiera jugado cualquier cosa a que lo atribuía a pura tensión premenstrual. Sin embargo, era algo mucho menos específico: estaba convencida de que nos hallábamos corriendo tras el señuelo mientras la auténtica liebre campaba libre por otra parte.

Al día siguiente una visita parecida a la anterior acabó de confirmarme en mi humor funesto. Fuimos recibidos, conducidos e ilustrados sobre las actividades de un segundo laboratorio absolutamente inmaculado. Nada hacía pensar en operaciones delictivas, ni en perros arrebatados a la perrera municipal. También allí tenían sus propios animales, todos con raza y pedigrí, todos vacunados, todos desparasitados, todos viviendo felices hasta que se produjera su despanzurramiento en aras de la Ciencia.

Por si fuera poco, la apariencia modélica de ambas empresas se vio respaldada por el peritaje que sobre sus cuentas de investigación hizo el inspector Sangüesa. Los datos eran coincidentes y el sacrificio de los perros se reflejaba correctamente. Nada a babor, nada a estribor, un mar en calma se extendía a nuestro lado. Me pregunté si merecía la pena inspeccionar el tercer laboratorio, si no sería más práctico cortar aquel baile de pasos en redondo que no nos conducían a ninguna parte. Pero Garzón insistió en que mi hipótesis inicial había sido compacta y le parecía necesario agotarla. Sin embargo, nada varió en aquella tercera incursión farmacéutica. Nos habíamos equivocado, ésa era la verdad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Día de perros»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Día de perros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Día de perros»

Обсуждение, отзывы о книге «Día de perros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x