Obviamente había un topo en la comisaría de Hollywood, pero sería imposible descubrirlo. La nota había sido hallada en el mostrador de información y un número indeterminado de agentes de uniforme podrían haber tenido conocimiento de ella y haberla filtrado a Bremmer. Al fin y al cabo, era bueno tener a Bremmer de amigo. Incluso Bosch había filtrado ocasionalmente información al periodista en el pasado y éste le había resultado muy útil.
Citando fuentes anónimas, el artículo decía que los investigadores de la policía no habían llegado a ninguna conclusión acerca de la legitimidad de la nota ni tampoco acerca de si el descubrimiento del cadáver estaba relacionada con el caso del Fabricante de Muñecas que se había cerrado cuatro años atrás.
El otro punto de interés de la historia para Bosch era el breve acerca del edificio Bing's Billiard. Había sido quemado la segunda noche de los disturbios y nunca se había detenido a nadie por ello. Los investigadores del incendio aseguraron que las separaciones entre las unidades de almacenamiento no eran paredes de contención, lo cual significaba que tratar de detener las llamas habría sido como intentar mantener el agua en una taza hecha de papel higiénico. Desde el momento de la ignición hasta que las llamas alcanzaron el último rincón sólo transcurrieron dieciocho minutos. La mayoría de las unidades de almacenamiento estaban alquiladas a gente de la industria del cine y algunos objetos de atrezo valiosos fueron saqueados o bien se quemaron en el incendio. El edificio era una ruina total. Los investigadores determinaron que el origen de las llamas se produjo en una de las mesas de la sala de billar.
Bosch dejó el periódico a un lado y empezó a pensar en el testimonio de Lloyd. Recordó lo que Belk había dicho de que el caso dependía de él. Chandler también debía saberlo. Estaría esperándolo, deseosa de que, en comparación, el desenmascaramiento de Lloyd hubiera sido un simple divertimento. Aunque fuera de mala gana, tenía que admitir que respetaba la habilidad y la dureza de la abogada de la acusación. Le hizo recordar algo y se levantó para usar el teléfono público que estaba a la entrada del restaurante. Le sorprendió descubrir que Edgar estaba en la mesa de homicidios y no comiendo.
– ¿Ha habido suerte con la identificación? -preguntó Bosch.
– No, tío, las huellas no coinciden. No está fichada. Todavía lo estamos intentando con otras fuentes, licencias de ocio para adultos y cosas así.
– Mierda.
– Bueno, estamos preparando algo más. ¿Recuerdas aquel profesor de antropología del que te hablé? Bueno, ha estado toda la mañana aquí con un estudiante, pintando y terminando la cara de escayola. Va a venir la prensa a las tres para que se la enseñemos. Rojas ha salido a comprar una peluca rubia para que se la pongamos. Si tenemos suerte con la tele podríamos conseguir una identificación.
– Suena como un plan.
– Sí. ¿Qué tal en el juicio? La mierda lo ha salpicado todo hoy en el Times. Bremmer tiene buenas fuentes.
– El juicio ha ido bien. Deja que te pregunte algo. Después de que tú te fueras de la escena del crimen y volvieras a comisaría, ¿dónde estaba Pounds?
– ¿Pounds? Estaba… Volvimos al mismo tiempo, ¿por qué?
– ¿Cuándo se marchó?
– Al cabo de un rato. Justo antes de que tú llegaras.
– ¿Habló por teléfono desde su despacho?
– Creo que hizo algunas llamadas. No le estuve observando. ¿Qué pasa? ¿Crees que él es la fuente de Bremmer?
– Una última pregunta. ¿Cerró la puerta mientras hablaba por teléfono?
Bosch sabía que Pounds era un paranoico. Siempre dejaba la puerta de su despacho abierta y las cortinas de las mamparas de cristal subidas, de manera que podía ver y oír lo que sucedía en la sala de la brigada. Si alguna vez cerraba una o las dos, la tropa de fuera sabía que algo importante estaba pasando.
– Bueno, ahora que lo dices, creo que estuvo un rato con la puerta cerrada. ¿Qué pasa?
– Bremmer no me preocupa, pero alguien estuvo hablando con Money Chandler. Esta mañana, en el tribunal, ella sabía que ayer me llamaron a la escena del crimen. Eso no estaba en el Times. Alguien se lo dijo.
Edgar se quedó un momento en silencio antes de responder.
– Sí, pero ¿por qué iba a decírselo Pounds?
– No lo sé.
– Quizá fue Bremmer. Pudo decírselo a ella aunque no lo pusiera en el artículo.
– El artículo decía que no se pudo contactar con ella para que lo comentara. Tuvo que ser otra persona. Un topo. Probablemente la misma persona que habló con Bremmer habló con Chandler. Alguien que me quiere joder.
Edgar no dijo nada y Bosch aparcó el asunto por el momento.
– Será mejor que vuelva al tribunal.
– Eh, ¿qué tal Lloyd? He oído en la KFWB que era el primer testigo.
– Como era de esperar.
– Mierda. ¿Quién sigue?
– No lo sé. Tenía citados a Irving y a Locke, el psiquiatra. Yo apuesto por Irving. Picará donde Lloyd lo dejó.
– Vaya, buena suerte. Por cierto, si buscas algo para hacer, esta rueda de prensa que estoy preparando saldrá en las noticias de la noche. Yo estaré aquí esperando llamadas. Si quieres contestar algunas, la ayuda será bienvenida.
Bosch pensó brevemente en su plan para cenar con Sylvia. Ella lo entendería.
– Sí, allí estaré.
El testimonio de la tarde fue de escaso interés. A juicio de Bosch, la estrategia de Chandler tenía la intención de plantear al jurado una doble pregunta para su deliberación, es decir, dar a su cliente dos oportunidades para ganar. La primera era la teoría del hombre equivocado, la que sostenía que Bosch simplemente había matado a un hombre inocente. La segunda cuestión sería el uso de la fuerza. Incluso si el jurado determinaba que Norman Church, un hombre de familia, era el Fabricante de Muñecas, un asesino en serie, todavía tendrían que decidir si las acciones de Bosch habían sido apropiadas.
Chandler llamó a su cliente, Deborah Church, al estrado de los testigos justo después de comer. La viuda hizo un relato lacrimógeno de una vida maravillosa al lado de un marido maravilloso al que todo el mundo adoraba; sus hijas, su mujer, su madre y su suegra. No había ninguna aberración misógina, ningún signo de abuso infantil. La señora Church tenía una caja de pañuelos de papel en la mano mientras testificaba y cambiaba de pañuelo con cada pregunta.
Vestía el tradicional vestido negro de luto. Bosch recordó lo atractiva que le había parecido Sylvia cuando la había visto vestida de negro en el funeral de su marido. Deborah Church parecía absolutamente aterrada. Era como si desvelara su verdadero papel, la viuda del inocente caído. La auténtica víctima. Chandler la había preparado bien.
Era una buena representación, pero era demasiado buena para ser cierta y Chandler lo sabía. En lugar de dejar que los aspectos negativos surgieran en el turno de réplica, decidió preguntar a Deborah Church cómo era que siendo su matrimonio tan maravilloso su marido estaba en el apartamento del garaje, que estaba alquilado con nombre falso, cuando Bosch abrió la puerta de una patada.
– Habíamos tenido algunas dificultades. -Hizo una pausa para secarse un ojo con el pañuelo-. Norman estaba pasando una temporada de mucho estrés, tenía mucha responsabilidad en el departamento de diseño de la compañía aeronáutica. Necesitaba liberarlo y por eso alquiló el apartamento. Él dijo que era para estar solo. Para pensar. No conocía a esa mujer que llevó allí. Creo que probablemente era la primera vez que hacía algo así. Era un hombre ingenuo y supongo que ella se dio cuenta. La mujer cogió su dinero y luego le tendió esa trampa llamando a la policía y contando la loca historia de que él era el Fabricante de Muñecas. Había una recompensa, ya sabe.
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