– Sí, sí, no sigas. Ya me lo han contado, gracias. -Caffery se frotó los ojos, súbitamente cansado. Continuemos. ¿Qué nos cuentan los del laboratorio?
Essex ojeó el informe.
– Veamos: toxicología e histología, análisis capilar. Bien, aquí está: toxicología. Nuestra víctima no identificada, la que murió primero, era adicta. Han descubierto benzoilecgonina y diamorfina en los tejidos internos.
– Benzoilecgonina y diamorfina… ¿Cocaína y heroína?
– Exacto. En cuanto a Shellene Crawn necesitamos que no lo confirmen, pero nuestra especialista dice que da positivo en caballo, crack, coca, todo el muestrario. En Wilcox se confirma el caballo. Hatch, tal como suponíamos, positivo, y, sorpresa sorpresa… -levantó la mirada, negativo en Spacek. Ni siquiera crack. Limpia.
– ¿Causa de la muerte?
Echó otro vistazo al informe y lanzó un silbido de asombro.
– ¡Krishnamurti! ¡Ese hombre es un Einstein! Metió un gol. -Excitado, miró a Caffery. Heroína. Directamente inyectada en el bulbo raquídeo. Todas sus funciones deben de haberse detenido instantáneamente, corazón, pulmones, todo.
– ¿Lo comprendes ahora? -dijo Jack. ¿Comprendes lo que estoy buscando?
– Sí… todo eso del hospital.
– El bulbo raquídeo, ¡por el amor de Dios! ¿Puedes imaginar a un miserable camello sabiendo dónde encontrar el bulbo raquídeo? Quiero decir…
– Predicas a un converso -murmuró Essex, leyendo el informe. Mira -levantó el documento, esto también va a gustarte, Jack. El Hombre Pájaro… ¿puedo llamarle así?
– Siempre que no salga de esta habitación.
– Muy bien, el Hombre Pájaro es un auténtico bicho raro o sabe lo suficiente acerca de medicina legal para no dejar rastros. -Depositó el informe sobre el escritorio. Parece que hubieran mantenido relaciones sexuales consentidas, pero el Hombre Pájaro utiliza un condón y Amedure dice que después obliga a la chica a lavarse.
Eso o las lava posmortem. Todas tienen restos de jabón en la vagina. Cada muestra tiene la misma concentración de estearina de sodio para el sebo. Fabricante: nuestro viejo amigo Wrigts Coal Tar.
– Si es tan precavido, ¿cómo explicas las manchas de semen en el abdomen?
– ¿Al sacarse el condón salpica unas gotas? -Essex se encogió de hombros. O la saca, se quita el condón y se hace una paja, perdón, se masturba sobre su vientre. Luego hace que se lave, o lo limpia él mismo después de matarla. Sin embargo -levantó la mano, no es tan cuidadoso como parece.
Terminó la cerveza y estrujó el bote.
– Veamos… aquí tenemos hepatología, un análisis espectométrico de los restos encontrados junto a los cadáveres, como aquel cabello negro que, al parecer, no tenía folículo y no han podido averiguar el ADN, pero sí que procedía de una cabeza afro caribeña. Y fíjate en esto.
– Levantó la mirada. Nuestro asesino lleva peluca.
– ¿Peluca?
– Sí, mira. ¿Recuerdas los pelos rubios que Krishnamurti encontró en las víctimas?
– Sí.
– Amedure dice: «Los pelos, tintados, son de origen asiático, todos carecen de raíces y están limpiamente cortados. No rotos ni arrancados. Reúnen las características necesarias para presumir que proceden de una peluca».
– Eran largos -dijo Caffery. Una peluca de mujer.
Essex alzó las cejas.
– Michael Caine.
– ¿Qué dices?
– Vestida para matar. ¿No la has visto?
– Paul… -suspiró Caffery.
– Vale, vale -levantó la mano. Sigo olvidando que en esta pareja yo soy el payaso y tú el imbécil sin sentido del humor.
– Y orgulloso de serlo.
– Sí, ya, y triste. -Volvió a estudiar el informe, mordiéndose el interior de la mejilla. Y sin amigos, no lo olvides. -Hizo una pausa. Mira, fíjate en el análisis de sedimentos.
– ¿Análisis de sedimentos? ¿Y eso qué es? ¿Comprobar que es sangre humana?
– Más o menos. Distinguirla de la de animal.
– ¿Estamos hablando de pájaros?
– Exacto.
Essex siguió escudriñando las hojas.
– Aquí dice que en las bolsas de aire del pájaro había tejido humano.
– ¿Qué? -exclamó Caffery mirándole.
– Lo que he dicho, humano.
– ¿Sabes lo que eso significa?
– Pues no lo tengo muy claro.
– ¿Cómo crees que llegó a los pulmones?
– ¿Lo aspiraron?
– Sí. Lo que quiere decir…
– Lo que significa que… ¡oh…! -De pronto Essex comprendió. ¡Mierda! -Se sentó en el escritorio de Kryotos sin ninguna sombra de veleidad. ¿Quieres decir que los pájaros estaban vivos? ¿Que murieron allí adentro?
Caffery asintió con un gesto.
– ¿Sorprendido?
– Pues sí. Lo estoy.
Se quedaron en silencio reflexionando sobre esta posibilidad.
De repente la atmósfera de la habitación pareció cambiar, como si la temperatura hubiera bajado uno o dos grados. Caffery se levantó, terminó su cerveza y señaló el informe.
– Continúa.
– De acuerdo. Essex se aclaró la garganta y cogió el documento. ¿Qué quieres saber?
– ¿Cómo las sedaba?
Recorrió con un dedo el informe.
– Hematología dice que… bueno, dice que…
– ¿Qué?
– Dice que no lo hizo.
– ¿Cómo?
– Que no las sedaba.
– Imposible.
– Es lo que dice aquí. Nada excepto alcohol, un poco de cocaína, pero no lo suficiente para dormirlas. Nada de fenol ni benzoínas, ni barbitúricos excepto en Wilcox y la joven Kayleigh. A ver… -Sus ojos recorrieron la hoja. Nada si dejamos de lado a nuestra anónima señorita número uno que estaba atiborrada de caballo. Pero las consecuencias de la heroína siempre son difíciles de prever, no todos tienen el mismo nivel de tolerancia.
– Debe de haber usado algo.
– No, Jack. No lo hizo. Hay restos de esa mierda en todas ellas, pero nada que pudiera tener ese efecto.
– ¿Estás seguro?
– Completamente. Si Jane Amedure lo dice, no hay duda posible.
Caffery estaba exasperado.
– ¿Entonces cómo pudo mantenerlas quietas para clavarles una maldita aguja en el cuello?
– No son precisamente unos magos -dijo Essex de repente, apartando los ojos del informe. Esos asesinos no son especialmente listos. Si miro hacia atrás, me doy cuenta de que en la mayoría de los casos fueron muy poco listos.
– ¿Poco listos? -repitió Caffery, y se preguntó cuán poco listo era el Hombre Pájaro. O Penderecki. ¿Cuánto de listo se necesitaba ser?
– Les acompaña un poco de suerte -dijo Essex. No es más que eso.
– No. El Hombre Pájaro no sólo tiene suerte. Él sabe. -Se acercó a las fotos. ¿Verdad que sabe? -interpeló a la mujeres muertas que le observaban con mirada vacía desde la pared. Decidme, ¿cómo lo hizo?
– Jack. Mira esto.
Caffery siguió contemplando las fotografías: Petra, brazos delgados, radiante sonrisa y leotardos. Michelle Wilcox, pobre infeliz, alborotando el cabello de su hija…
– Jack…
La gordita y apetitosa Shellene. Kayleigh con su traje rosa de fiesta, brindando hacia la cámara.
– ¿Cómo lo hace?
– ¡Jack!
– ¿Qué pasa? -exclamó dándose la vuelta.
– Entomología. -Essex sacudía la cabeza. Ahora comprendo por qué parece que no las viola. ¡Bastardo cabrón!
– ¿Por qué?
– ¿Sabes lo que tenemos entre manos, Jack?
– No.
– Tenemos a un necrófilo. A un auténtico necrófilo. Sacudió el informe antes de tendérselo a Caffery. Ahí lo tienes todo. Con pelos y señales.
Principios de 1980. UMDS. Prácticas de Anatomía. Laboratorio Grupo I.I.B.
En medio de una clase de diez alumnos, dispersos alrededor de formas amortajadas dispuestas sobre mesas de acero, con el penetrante olor dulzón del formaldehído invadiéndole las fosas nasales, un Harteveld de diecinueve años sentía que algo iba a suceder, algo que iba a cambiarle la vida.
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