Dejó su maletín en la silla más cercana a ella y caminó hacia la cabecera de la mesa para ofrecer su mano, que Denver sacudió algo suavemente.
– Gracias por venir, doctora McCall.
Ella asintió y se trasladó a la próxima silla, donde Cass se sentaba.
Rick hizo las presentaciones.
– Annie -Dra. McCall- ella es Cass Burke. La detective Burke.
– Me alegra conocerla.
– He oído mucho sobre usted, doctora McCall, -dijo Cass-. Los agentes Peyton y Cisco, me han dicho que es una de las mejores en lo que hace.
– Bueno, supongo que se formará su propia opinión ahora que estamos aquí. -Miró las sillas vacías que estaban alrededor de la mesa y preguntó-: ¿Dónde está el Agente Peyton? Entendí que se estaría presente en esta reunión.
– Hablé con él hace aproximadamente una hora, -le dijo Rick-. Ha estado rastreando información sobre algunos asesinatos más antiguos que cree pueden estar relacionados con éstos. Dijo algo sobre estar ahora mismo recibiendo algunos faxes y deseaba quedarse hasta que todo hubiese llegado.
– Entonces vendrá a su propio tiempo. O no, conociéndolo. Me indicó que tenía información que pondría una nueva luz sobre lo que está pasando aquí. -Ella volvió a su lugar en la mesa. A Rick, dijo-, esperemos que lo haga en las próximas veinticuatro horas. Ambos sabemos cómo es, una vez que da con algo. Tiene la tendencia de perder la noción del tiempo.
– Annie… um, doctora McCall… -Rick comenzó.
– Mantengámoslo informal, Rick. No tengo ningún problema con los nombres, ¿si todos están de acuerdo? -Miró alrededor de la mesa. Cass y Denver asintieron.
– Sigue, Rick, estabas a punto de decir…
– Iba a preguntarte si habías tenido la oportunidad de examinar los archivos que te hemos enviado.
– No tan a fondo como me hubiera gustado, pero revisé la mayor parte. -Ella abrió su maletín y sacó una libreta de papel amarillo, pasó varias páginas de notas, y luego retrocedió las páginas hasta que llegó a una hoja en blanco-. Parece ser que tiene un asesino en serie… al parecer el mismo que tenía… vamos a ver, veintitantos años atrás.
Denver asintió.
– Eso es correcto.
– Pero ningún sospechoso, entonces o ahora.
– Correcto otra vez.
– ¿Usted estaba en la fuerza en ese momento?
– Sí.
– Entonces creo que es obvio empezar con usted, Jefe. Dado que no tuve tiempo para repasarlo todo, ¿por qué no me pone al tanto? Desde entonces hasta ahora.
Annie se recostó en su silla, mientras el jefe recitaba todos los hechos conocidos acerca de su asesino. Mientras lo hacía, Cass estudió a la perfilista, que no era en absoluto lo que había esperado. La Dra. McCall -Annie- parecía estar en la mitad de los treinta, y era tan menuda, que hizo a Cass sentirse incómoda, como una amazona en comparación.
Una amazona un poco desaliñada, eso sí. Cass se miró la ropa que se había puesto apresuradamente antes ese día. Pantalones deportivos gris claro y una camiseta de manga corta. Por lo menos hacían juego, se recordó a sí misma.
En contraste, la perfilista llevaba un traje de lino que aún no se arrugaba, un top rosa pálido bajo la chaqueta sin forro. Usaba grandes aros redondos de oro y una pulsera de oro al lado de un reloj con correa de cuero marrón. El diamante en el dedo anular de su mano izquierda capturaba el sol de la tarde desde la ventana adyacente. Su maquillaje era perfecto, no exagerado, tan sólo lo suficiente para mejorar, como Lucy habría dicho.
Al pensar en Lucy, Cass descansó su codo sobre la mesa y su barbilla en la mano. Pobre Lucy. Que hubiese sido atacada era bastante malo. ¿Cómo se sentiría si ella se viera obligada a volver a Hopewell, a recuperarse con esa miserable excusa de marido…?
– ¿Cass? -Rick tocó su brazo.
– Oh. Lo siento.
– Annie estaba preguntando si hay cualquier otra cosa que recogieras de la escena del crimen que quizás quieras agregar.
Cass lo pensó antes de sacudir la cabeza.
– Nada que no esté en los informes. Intenté ser lo más cuidadosa posible.
– ¿Y los informes de las otras ciudades…? -Annie volvió a mirar sus notas-. ¿Dewey? ¿Hasboro?
– No hemos recibido todos los informes escritos todavía, -le dijo el Jefe Denver-, pero al hablar con los jefes de policía de cada una de esas ciudades, le puedo decir que tenemos idénticas escenas del crimen.
– ¿Con las víctimas plantadas de la misma manera?, -Preguntó.
Denver asintió.
– Me pregunto, Jefe, ¿podría llamar a esos jefes de policía y solicitar que le envíen por fax las fotos de la escena del crimen?
– Ya lo he pedido, doctora McCall. Hemos recibido sólo las de Dewey.
– Las miraré, si puedo. Mientras tanto, Rick, por favor, llama a la central y pide que alguien llame al jefe de policía de Hasboro y le recuerde que el Jefe Denver todavía espera las copias de sus archivos. -Ella sonrió-. Que le recuerden que no es agradable no compartir.
Rick pidió disculpas y salió del cuarto.
– ¿Puedo ver las fotos originales de sus escenas del crimen? -Annie preguntó-. Sólo las recientes por ahora.
Denver le entregó varios sobres. La perfilista sacó las fotos, una tras otra, estudiando cada una, de vez en cuando echando un vistazo a sus notas.
– Así que tenemos a alguien que es muy organizado. Ha estudiado a sus víctimas lo suficientemente bien como para saber adonde van y cuando son más vulnerables. Obviamente, el hecho de que todas estas mujeres tienen la misma apariencia física es fundamental. Él repite algo. Con el paso de los años, ha perfeccionado su técnica. Lleva todo lo que necesita con él, deja poco atrás. -Su voz era baja, como si hablara consigo misma más que a los demás en la mesa-. Y tiene una fijación por lo que las deja de una determinada manera. La pose, el pelo extendido…
Tamborileó con los dedos en la mesa distraídamente, luego miró al jefe.
– ¿Hay fotos de las víctimas anteriores? ¿Las de 1979?
– No tantas, y no tan buenas. En aquel entonces, recuerdo que pensábamos que era un poco macabro tomar muchas fotos del cuerpo como lo hacemos ahora, desde todos los ángulos diferentes. -Le pasó varios sobres desde el extremo opuesto de la mesa-. Desearía haber tomado más.
Annie estudió las imágenes de las viejas escenas del crimen.
– ¿Están en orden? -Ella frunció el ceño-. Me gustaría verlas en orden, para estudiar la progresión.
Denver comenzó a levantarse, pero Cass ya se deslizaba de su silla.
– Ellas deben ir así, -decía-. Alicia Coors, fue la primera. Aquí en Bowers. A continuación, Jo Carol Hughes -también en Bowers- luego Cindy Shelkirk. Ella fue la primera víctima de uno de los otros pueblos de la costa, fue asesinada en Tilden. Terry List, era de Dewey. Mary Pat Engles… Tilden…
Y así sucesivamente, las trece víctimas. Annie se sentó en silencio y observó a Cass mientras colocaba a las víctimas por orden de sus muertes.
– Bueno, entonces, echemos un vistazo y veamos lo que estas señoras tienen que decirnos. -Los ojos de Annie pasaron de una a otra.
– Él era mucho más joven entonces, yo diría. No un adulto todavía. No era diestro en este oficio, en esos primeros tiempos. Y él no tenía su trama en aquel entonces. No había evolucionado.
– ¿Qué quieres decir? -Cass preguntó-. ¿No había evolucionado hasta convertirse en qué?
– En el asesino metódico que es ahora -Annie respondió sin vacilar-. Aquí, en estos primeros asesinatos, estas escenas tienen poco en común con las recientes. No pensó para nada en la colocación del cuerpo… ¿ves cuan cuidadosamente han sido situados los brazos y las piernas en estas escenas actuales? En aquel entonces, todo era sobre matar. Allí parece haber habido una rabia, una temeridad en el trabajo que no veo en sus últimas víctimas. ¿Advertiste los hematomas en el lado de la cara de esta mujer? Él la golpeó un poco antes de ir al grano. Y a ésta, también. Su técnica era cruda entonces, el asesinato tenía una cualidad casi desesperada. -Ella hizo una pausa para tomar un sorbo de agua de una botella que sacó de su descomunal bolso-. Los asesinatos actuales son casi sin pasión.
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