– ¿Hay alguna posibilidad de que pueda ser parte de eso, también? -Cass preguntó.
Rick asintió.
– Totalmente. Tú serás el testigo estrella. No podemos tener esa reunión sin tu ayuda.
Cass pareció momentáneamente contenta, la expresión cautelosa que había tenido pareció disiparse un poco. En seguida preguntó:
– ¿Y después de que ella se vaya? ¿Todavía seré invitada a las reuniones?
– Sabrás todo lo que pasa cuando yo lo haga, -Rick prometió.
– Esa no fue la pregunta.
– No, pero esa es la respuesta. -Él entregó su menú a la camarera-. Creo que estamos todos listos para ordenar. ¿Cass? ¿Regan?
Se hicieron los pedidos y los vasos rellenados. La conversación derivó de la investigación en curso a la información que Regan había encontrado en los archivos de su padre.
– Eso es realmente interesante, -dijo Cass-. ¿Escribes libros sobre casos antiguos y tratas de resolverlos al mismo tiempo? ¿Cuántos has resuelto?
– Sola, ninguno. -Regan sonrió-. Pero mi padre tuvo un buen récord.
– Nunca he leído ninguno de tus libros, pero definitivamente los buscaré.
– Trataré de acordarme de traerte unos cuantos.
– Gracias, Regan. Eres muy amable. Y parece que tendré algo de tiempo libre, por lo que quizás incluso llegue a leer un par de ellos. -Cass giró hacia Rick y preguntó, como si se le acabara de ocurrir-, ¿cuándo supones que puedo volver a mi casa?
– No lo sé. Lo averiguaremos más tarde. Después de que comamos. No eres la única que se perdió la cena anoche, ya sabes.
– Te vi ocupándote de una bolsa de papas fritas de la máquina expendedora esta mañana, así que no finjas que no has comido en días. -Cass casi sonrió.
– Una bolsa de bocadillos de papas fritas de ese tamaño no cuenta para nada. Ni siquiera merece llamarse de verdad bocadillo, y seguro como el infierno que no compensó la cena y el desayuno que no tuve.
– Toma. -Mitch pasó la cesta de panecillos blandos a Rick-. Me doy cuenta de que no son de trigo orgánico integral molido en molino, y Dios sabe que probablemente no son tan buenos como los que haces en tu pequeña cocina, pero puedes animarte, sólo esta vez, y comer lo que el resto de nosotros come.
Rick sonrió abiertamente, y sin ningún comentario untó con mantequilla un panecillo, que procedió a devorar.
– ¿Haces el tuyo? -Cass señaló a la cesta.
Rick asintió.
– He hecho en ocasiones mi propio pan. No muy a menudo, pero lo he hecho. Para gran diversión de algunos de mis compañeros agentes, podría añadir.
– Nunca deberías haberlo mencionado, -le dijo Mitch.
– ¿En qué estaría pensando? -Rick sacudió la cabeza afablemente.
– ¿Dónde aprendiste a hacerlo? -Cass preguntó.
– Mi abuela horneaba todos los días. Pasteles, galletas, panes… todo desde cero. Muchas veces me quedé con ella cuando era pequeño. Ella decía que todos deberían saber cómo hornear su propio pan y hacer sus propios impuestos. Así que aprendí ambos a una edad temprana.
La camarera trajo las ensaladas, y Cass picó en la suya, mirando a Rick por el rabillo del ojo, y trató de imaginar esas grandes manos amasando un montículo de masa.
– Entonces, ¿qué hay en la agenda de esta tarde? -Mitch preguntó.
– Bueno, sacaré copias de todo lo que tenemos y haré un archivo para Annie, y se lo enviaré esta noche. De esa manera tendrá una ventaja sobre el caso antes de que llegue. Verificaré con el laboratorio. -Rick dudó, luego giró hacia Cass-. ¿Crees que tu amiga Tasha conseguiría copias de todos los informes de laboratorio para nosotros? Todavía no tenemos el informe del forense de la víctima en el muelle.
Cass asintió.
– Estoy segura de que nos va a dar todo lo que tiene.
– ¿Incluso si estás fuera del caso? -Preguntó.
– Especialmente si estoy fuera del caso.
– ¿Puedes llamarla?
– ¿Ahora?
– Sí. Pero la recepción es pobre aquí dentro. Tendrás que llamar por el teléfono en el vestíbulo.
– Vuelvo pronto. -Cass recogió su bolso y abandonó la sala.
– ¿Es la recepción de verdad mala aquí, o estabas tratando de deshacerte de ella por un rato? -Mitch preguntó.
– Ambos, en realidad. Mientras me encontraba en el vestíbulo, cambié el cuarto individual por una suite de dos dormitorio con una sala entre medio.
– Te mueves rápido. No tenía ni idea de que eras tan buen jugador, -dijo Mitch irónicamente.
– Oye, esto es estrictamente en interés de la justicia. Ella necesita un lugar donde quedarse, y tiene que estar donde pueda vigilarla. No le gustará, pero ninguno de nosotros tiene mucha elección. Me figuro que tiene otros veinte, treinta minutos, como máximo, antes de que simplemente se derrumbe. La mujer está funcionando en vacío en estos momentos. Sólo quise asegurarme de que se estuviera segura cuando golpee la pared.
– Qué considerado. -Mitch aún portaba una ínfima huella de una sonrisa, la cual Rick optó por pasar por alto.
– Ella va a querer cosas de su casa. Regan, ¿puedes ir conmigo más tarde a recoger algunas prendas que consideres que puede necesitar en los próximos días? Y algunas… cosas. Sea lo que sean esas cosas que utilizan las mujeres.
– Claro. Feliz de ayudar. Pero, ¿por qué no vas con Cass?
– Porque creo que va a estar inconsciente en poco tiempo más. Me gustaría tener sus cosas aquí cuando se despierte. Y no creo que debiera entrar en esa casa en este momento.
– No me parece del tipo impresionable, Rick, -señaló Regan.
– No quiero dar a entender que lo sea. Pero creo que hay una posibilidad de que el asesino esté vigilando su casa. En ese caso, podría fácilmente seguirla. Mantengamos su paradero en secreto durante al menos veinticuatro horas, si es posible. Démosle la oportunidad de descansar antes de que la verdadera locura comience.
– ¿Qué locura?
– Espero que para esta hora mañana, el jefe tenga una lista viable de nombres. Eso, junto con el aporte de Annie, nos debería acercar más a un sospechoso. Tarde o temprano, este tipo va a golpear de nuevo. Creo que todo empezará a descontrolarse en los próximos días.
Él alzó la vista cuando Cass entró en la habitación y se dirigió a la mesa.
– Y, a menos que me equivoque, espero que lo tengamos en nuestra mira al final de la semana. Hasta entonces, una de nuestras prioridades es mantenerla segura.
– ¿Me mantendrás qué? -Cass se deslizó en su asiento.
– Nosotros te mantendremos a salvo, -dijo Rick le dijo.
– Que amable.
– ¿Qué dijo Tasha?
– Te va a dejar una copia de todo lo que tiene aquí. No sabía donde me quedaría. -Cass sonrió a la camarera, que comenzó a servir sus entradas-. Pensé que si te los dejaba, los veríamos todos.
Rick asintió.
– Buena idea.
– Guau. Toda una comida. -Cass parpadeó ante el plato que fue puesto ante ella-. Verduras y todo.
– Veamos cuánto puedes comer antes de que te duermas.
– Esto sólo servirá para revivirme, Agente Cisco, -le dijo Cass.
Rick sonrió. Dudó que llegara hasta el postre.
Ella lo hizo, pero apenas. A la mitad de su pastel de queso, Cass se esforzaba por mantener los ojos abiertos.
– ¿Estás bien? -Preguntó Rick.
– Creo que me gustaría una taza de café, -respondió.
– ¿Qué tal una siesta?
– Estaré bien. Un poco de cafeína…
– Cass, me tomé la libertad de conseguirte una habitación. De hecho, es parte de mi suite en el segundo piso. Tu propio baño. Balcón, con vistas al océano. Te daré la llave y subiré contigo. Necesitas dormir algo.
– Tengo que ir a buscar algunas cosas a mi casa, y luego veremos.
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