– Ve adelante. Nosotros te seguiremos.
– ¿Hay alguna posibilidad de que pueda ir a casa, para cambiarme de ropa y sacar algunas cosas que voy a necesitar? -Cass preguntó a Rick cuando entró en el asiento de pasajeros.
– ¿Qué tal si nos detenemos después del almuerzo y vemos qué pasa allí? Estoy seguro de que alguien del departamento estará en tu casa hasta que la escena haya sido procesada. Quizá para entonces habrán terminado y podrás entrar y sacar un par de cosas.
– Está bien. -Ella se recostó contra el respaldo y cerró los ojos.
– ¿Estás bien?
– Sí. Sólo… -Buscó la palabra.
– ¿Cansada? ¿Abrumada? ¿Fastidiada?
– Todas las anteriores.
Rick salió a la calle y entró en la línea de tráfico.
– Sé que ha sido duro para ti. El ataque a Lucy, especialmente. Y yo sé que tienes que estás más que furiosa con tu jefe. -Comprobó el espejo retrovisor para asegurarse que Mitch lo seguía. Lo hizo.
– No tienes ni idea.
– Por supuesto que sí. ¿No creerás que eres la única persona que alguna vez ha sido arrancada de un caso maduro en medio de él?
– Este es mi caso. -Su mandíbula se apretó-. No entiendo que me saquen. ¿Qué supone que tengo que hacer mientras tú y todos los demás trabajan en él?
– Denver te dijo que te tomaras unos días libres.
– ¿Y qué? -Ella estaba empezando humear de nuevo.
– Me pidió que te vigilara.
– ¿Qué? Esto es el colmo, -gruñó-. No puedo creer que hiciera eso. No necesito una niñera. No te ofensas, pero no necesito ser…
– Por supuesto que no. Pero si te calmas por un segundo, creo que verás que puede jugar a tu favor. -Puso su intermitente derecho para alertar a Mitch que pronto entraría en el aparcamiento.
– ¿Cómo crees?
– Se supone que me pego a ti, pero también se supone que trabajo en el caso. Bueno, diablos, no puedo estar en dos lugares al mismo tiempo. Nuestro perfilista estará aquí. Ella querrá toda la información sobre todas las víctimas. ¿Quién mejor para hablarle de Lucy? ¿Y quién mejor para hablarle de las demás escenas de crímenes? Tú estabas allí. Tendrás impresiones sobre eso que nadie más podría tener.
– No quiero estar fuera el caso. Quiero trabajar.
– Puedo entenderlo. Pero ahora mismo, así es como tenemos que hacerlo. Puedes desempeñar una parte importante en esto todavía. Simplemente no en reloj. -Entró en el aparcamiento y se estacionó.
– No debería haberme sacado del caso.
– Bueno, tengo que discrepar contigo. -Rick salió del coche y señaló a Mitch un espacio vacío.
– ¿Tú qué? -Cass abrió de golpe su puerta, salió, luego azotó la puerta para darle énfasis y lo fulminó por sobre el techo.
– Creo que Denver tiene un punto, -dijo Rick con calma-. Creo que el asesino está muy cabreado ahora mismo, y la persona que lo cabreó es la que tiene más probabilidades de incurrir en su ira más inmediata. Y ya que esa persona eres tú, creo que Denver tiene razón al ponerte en segundo plano durante un tiempo.
– Pensé que acabas de decir que sabías lo que era ser sacado de un buen caso.
– Eso dije. Y sí sé lo que se siente. Es una mierda. Pero en este caso, no es irrazonable. -Rodeó el coche a su lado-. Es un malvado hijo de perra el que estamos persiguiendo, Cass. Ahora, no tengo ninguna duda de que puedes manejarlo malditamente bien. Hiciste un trabajo admirable asustándolo anoche. Salvaste la vida de Lucy. Y yo estaría dispuesto a apostar verdaderos dólares a que le diste un condenado buen susto. Pero todo eso no cambia el hecho de que él está intensamente enfadado contigo. Creo que tu departamento te necesita. Creo que Lucy te necesita. No podemos darnos el lujo de dejarle llegar a ti. Y tratará de hacerlo, a la primera oportunidad que tenga. Si tengo que llevarte en mi bolsillo trasero hasta que le pongamos nuestras manos encima, ahí es donde permanecerás hasta que esto se haya terminado. Prefiero tenerte participando activamente en la investigación, y ya te he dicho cómo puedes hacerlo. La elección es tuya. Puedes trabajar conmigo tras bastidores, o puedes poner mala cara y sentarte en un cuarto en alguna parte hasta que esto haya terminado. Es tu opción.
Cass lo contempló, su expresión ilegible.
– Como he dicho, Cass. Tu opción, -repitió.
Ambos giraron ante el sonido de las puertas del coche de Mitch cerrándose de golpe.
– Es precioso, -Regan estaba diciendo cuando salió del sedán-. Qué hermosa y antigua posada.
– Es un grandioso lugar para quedarse. Bonita habitación. Vista al mar. Tranquilo. -Rick miró su reloj-. Si nos apresuramos, podemos llegar al final de la hora del almuerzo. Dejan de servir a las dos.
Él giró hacia Cass.
– ¿Qué va a ser?
– Supongo que las tortas de cangrejo, -ella le dijo, y sin mirar hacia atrás, acomodó el paso con Regan y Mitch.
– ¿Dónde está el comedor? -Mitch preguntó.
– Derecho por el vestíbulo, -respondió Rick. Pero una vez que entraron, se detuvo en la puerta, luego les dijo a los demás que siguieran y consiguieran una mesa-. Sólo será un minuto.
Fueron más de cinco minutos, pero Rick se sumó a los otros cuando la camarera les pasaba los menús. Mitch parecía estar a punto de hacer un comentario, pero no dijo nada.
– Asumo que todas las entradas de mariscos son buenas, -dijo Regan.
– No puedes perder con ninguna de ellas. Comí corvina el otro día, y he probado el cangrejo y una de las sopas, -dijo Rick-. Todo muy exquisito.
– Nada como lo que consigues en casa, en Texas, ¿eh? -Mitch cerró su menú y lo puso sobre la mesa.
– Para nada como Texas, -Rick acordó.
– ¿Es de ahí de donde eres, Texas? -Cass preguntó.
Rick asintió.
– No pareces tener mucho acento, -señaló.
– Soy de ahí, pero no he vivido allí durante algún tiempo.
– Ya veo, -dijo Cass, pero Rick dudó que lo hiciera. Sencillamente no estaba de humor para hablar de los años de internado en Nueva Inglaterra. Él no estaba de muy buen ánimo en primer lugar.
La camarera reapareció, tomó sus órdenes, y prometió estar de vuelta en un instante con su té helado.
– Por cierto, he hablado con Annie McCall, -anunció Rick-. Se unirá a nosotros mañana por la tarde.
– ¿Es lo más pronto que puede venir? -Mitch preguntó.
– Está liada en otra cosa hasta hoy. Mañana es lo antes que puede.
– ¿Quién es Annie McCall? -Regan preguntó.
– Anne Marie McCall. La Dra. McCall. Ella es nuestra perfilista favorita, -explicó Mitch-. Por no mencionar la mejor con la que he trabajado.
– ¿Qué la hace la mejor? -Cass, desplegó su servilleta y la puso en su regazo.
– Ella es psicóloga, pero además de ser culta, es una verdadera maestra en comprender el comportamiento. Especialmente el comportamiento aberrante, -le dijo Rick-. Es realmente buena en unir las piezas. Lo verás cuando la conozcas.
– Me gustaría conocerla, también. -Regan frunció el ceño-. Siento perdérmelo.
– Siempre podemos regresar mañana, si así lo deseas. Quiero formar parte de la sentada con ella, -dijo Mitch-. Eres libre de venir.
– ¿La sentada? -Cass se echó hacia atrás para permitirle a la camarera servir su bebida.
– La reunión preliminar que tenemos donde consideramos toda la información que poseemos. Le daremos la oportunidad de revisar los registros, las entrevistas, los informes de laboratorio, todo eso, pero nos gusta discutir los casos informalmente. Algunas de nuestras mejores ideas provienen de esos momentos de charla ociosa.
– Apenas parece ocio, -señaló Regan.
– Supongo que informal es probablemente un término más exacto, -dijo Mitch-. Es una especie de reunión creativa.
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