– Cierto, lo hicieron, -concordó Mitch-. Y la ACLU fue con todo. Estas «recogidas» de ADN se han utilizado dieciocho, diecinueve veces. Sólo apareció un sospechoso una vez, y estaba dentro de un pequeño grupo de posibilidades. Por otra parte, el departamento de policía del que hablas en Massachusetts lo hizo como un último recurso. Sólo hemos comenzado a reducir este. No serías capaz de hacerlo, sin una lucha. Y luchar contra posibles sospechosos es sólo perder el tiempo. Digo que sigamos el plan trazado por el jefe… reducir la lista por año de graduación, y luego ver si podemos determinar quien ha estado fuera del estado, y del país. Entonces tal vez -sólo tal vez- tendremos una lista de posibles sospechosos.
– Bien, entonces, ¿a menos que alguien tenga algo más que agregar? -Denver escudriñó las caras en la mesa-. ¿No? De acuerdo, entonces, Agente Cisco, ¿usted se pondrá en contacto con el perfilador?
Rick asintió.
– Haré la llamada hoy.
Cass se levantó y, estiró a continuación, dijo:
– Si no hay nada más, quiero volver al hospital.
– Rick me contó por teléfono acerca del ataque a tu prima, -dijo Mitch-. ¿Cómo está?
– Estaba igual esta mañana, -le dijo Cass-. Los médicos dijeron que saldría de él, pero no pueden predecir cuándo. Al parecer estuvo privada de oxígeno durante un tiempo, no sabemos cuánto tiempo… y luego está el trauma, el shock. Podría salir esta noche, o no por otra semana o dos. Nadie puede predecirlo.
– Espero que pronto, -Regan le dijo mientras reunía sus archivos-. Espero que se recupere pronto de esto.
– Gracias. -Cass giró hacia Rick-. Si dispones de unos cuantos minutos, me detendré en mi oficina y veré si Tasha ya volvió con el reporte de laboratorio sobre la víctima encontrada en el muelle.
– Ahhh, Cass… -Denver se mantuvo sentado. En sus manos, sostuvo sus gafas, pareciendo estar jugando con ellas-. Conseguiré los resultados del laboratorio de Tasha y se los daré al Agente Cisco.
Cass lo contempló sin expresión.
– Tengo que sacarte del caso, Cass.
– Sacarme del… -Cass dejó caer su bolso-. ¿Qué está diciendo, sacarme del caso? Es mi…
– Cass. Tienes una relación demasiado cercana con una de las víctimas. Y más allá de eso, no sé si es posible que no seas el próximo objetivo.
– Eso es una mierda. -Una enojada Cass agarró un mechón de su propio pelo-. No hay largos cabellos oscuros, Jefe. Y todos estamos de acuerdo en que sólo va tras mujeres con pelo largo y oscuro.
– También atacó a dos mujeres en el mismo día. Algo que no ha hecho antes. No creo que podamos predecir con seguridad lo que va a hacer.
Cuando ella comenzó a protestar de nuevo, Denver la cortó.
– Has estropeado su plan de juego, Cass, cuando te interpusiste entre él y Lucy. Tiene que estar bastante furioso contigo ahora mismo.
– Razón de más para permanecer involucrada. Lo puedo atrapar.
– No la utilizaré como cebo, detective. Y no le estoy pidiendo su opinión. Quiero que se tome unos días de vacaciones. La quiero fuera de la vista por un tiempo.
– ¿Entonces quiere que simplemente regrese a casa y siente el culo mientras que el resto de ustedes va en busca de este tipo? -Cass tenía los ojos abiertos de incredulidad.
– En realidad, no. Vas a tener que encontrar otro lugar donde quedarte. Tu casa está fuera de límite. ¿Has olvidado que es la escena de un crimen?
Cass agarró su bolso y salió de la sala, golpeando la puerta detrás de ella.
– Yo sabía que no iba a ponérmelo fácil, -murmuró Denver. A Rick, dijo-, ¿puede vigilarla? Ella no va a querer quedarse quieta, y no podemos darnos el lujo de perderla.
Rick asintió, y con Regan y Mitch dejó la sala de conferencias. Denver fue hacia la ventana, que abrió a la parte trasera del edificio y el estacionamiento. Cass salió disparada por la puerta de atrás y bajó indignada por la acera a su automóvil. Denver casi podía ver sus dedos temblando de rabia.
– Lo siento, Cassie, -dijo en voz alta.
Recordó el ataque al que ella había sobrevivido cuando niña, recordó los esfuerzos que él mismo había hecho para insuflar vida a su pequeño cuerpo.
Suspiró, sabiendo que en ese momento ella le odiaba. Bien, podía aceptarlo si eso significaba mantenerla fuera de peligro. Y ni siquiera estaba seguro de eso.
Todo lo que sabía en ese momento era que el mal circulaba en los pueblos de bahía, y la probabilidad era que el rostro que lo ocultaba estaba detrás de una cara que había visto en algún momento a lo largo de los años, posiblemente una cara que conocía bien.
Podría ser alguien con quien se había encontrado en el Dockside Bar ayer por la noche, donde tantos de la antigua pandilla se habían reunido. O uno de los tipos que en el intervalo de la noche estuvieron junto a él en el bar y le preguntó por su hermano mayor, Dan, o su hermana menor, Karen.
Querido Dios, podría ser cualquiera.
Tal vez uno de sus propios compañeros de clase. Incluso uno de sus amigos. O uno de Dan.
Recordó el grupo de amigos de Dan, los niños que solían quedar en el porche delantero de los Denver cada noche de cada verano. De los chicos que solían llamar a casa, con la esperanza de obtener una cita con Karen.
La bonita Karen, que en el día llevaba su largo pelo negro partido en el medio.
Un frío se arrastró por su columna vertebral. Llamó a Phyl.
– Phyl, ¿cómo vamos a hacer con los anuarios?
– ¡Cass! -Regan cruzó de prisa el estacionamiento para alcanzar a la furiosa detective antes de que pudiera saltar en un coche y alejarse a toda velocidad.
– No tienes que correr, Regan, -Cass le dijo rotundamente cuando las dos mujeres estaban a unos veinte pies la una de la otra-. No tengo el coche aquí. Vine desde el hospital esta mañana con Rick.
– Mira, sé que estás molesta…
– Oh, por favor, -Cass murmuró entre sí.
– Este es un mal momento para ti, lo entiendo. Con todo lo que está pasando aquí en Inlet Bowers, tu prima siendo atacada, luego sacada de tu caso…
– Tengo que ir al hospital, -Cass la interrumpió-. ¿Me llevas?
– ¿Dónde quieres ir? -Rick preguntó cuando se acercó a ella.
– Tengo que comprobar a Lucy. -Cass se apoyó contra el coche de Rick.
– Tienes un teléfono contigo, -señaló-. Úsalo.
– Quiero verla.
– Si su estado no ha cambiado desde esta mañana, no tiene objeto pasar otro par de horas sentada en ese cuarto de hospital, fulminando con la mirada al esposo de Lucy, y teniéndolo fulminándote en respuesta. -Su tono se suavizó-. No has comido desde… ¿cuándo? ¿Cuándo fue tu última comida?
– El domingo en algún momento. El almuerzo, tal vez. No lo sé.
– ¿Y cuando fue la última vez que dormiste?
– La tarde del sábado.
– Mira, llama al hospital. Si Lucy está despierta, te llevo. Si no, te vienes con nosotros, almorzamos algo, y solucionamos donde te vas a quedar.
Se miraron fijamente el uno al otro por un largo momento antes de que Cass sacara su teléfono de su bolso y marcara el número del hospital. Se paseó alrededor del coche, hablando en voz baja. Cuando terminó la llamada, guardó el teléfono de nuevo en su bolso.
– Todavía no ha despertado, -dijo a los tres que esperaban cerca del coche de Rick.
– Podemos comer algo… ¿tienes un lugar favorito? -Rick le abrió la puerta.
Ella sacudió la cabeza.
– Entonces volvamos a la posada donde me estoy quedando. El restaurante es bastante bueno. Me imagino que Regan está lista para el almuerzo, y aún he de ver que Peyton coma un buen marisco. O cualquier cosa, ahora que lo pienso.
Mitch asintió mientras abría su coche.
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