– Está su automóvil, -dijo Mitch cuando aparcó junto a un Camaro negro-. Entremos y veamos lo que hay.
Entraron en el fresco vestíbulo de la comisaría y esperaron mientras la recepcionista llamaba a la oficina del jefe. Una agradable mujer rubia con una sonrisa fácil y actitud profesional se presentó a acompañarlos a la sala de reuniones.
– Bonito día, ¿no? -Ella sonrió-. Hemos tenido unos maravillosos días esta última semana.
Los condujo a la última puerta al final del pasillo.
– Todos ya están aquí, usted simplemente entre. -Ella abrió la puerta para ellos.
– Gracias, -Regan y Mitch dijeron al mismo tiempo.
– De nada. -Ella cerró la puerta tranquilamente detrás de ellos.
– ¿Agente Peyton? -No había duda de quien dirigía ese espectáculo. El hombre al final de mesa era obviamente el jefe de policía. Tenía el cargo escrito por todo él.
– Sí, señor. -Mitch puso su maletín negro en el suelo junto a la mesa y extendió su mano.
– Soy el Jefe Denver, -el jefe se presentó a sí mismo-. Este es el detective Burke. Y asumo que usted y el agente Cisco se conocen.
– Detective. -Mitch cabeceó un saludo-. Cisco.
– Y usted es… -El jefe señaló a Regan.
– Regan Landry, Jefe, -dijo ella antes de Mitch pudiera presentarla.
– ¿Está con el FBI, también?
– No, en realidad, soy…
– La Sra. Landry es consultora de la Oficina referente a este caso, -Mitch intervino antes que ella hablara.
– ¿Una consultora? ¿Qué clase de consultora? -Los ojos de Denver se estrecharon.
– La Sra. Landry tiene información sobre el Estrangulador de Bayside que ha estado compartiendo con nosotros, -dijo Mitch.
– Si tiene información sobre el Estrangulador de Bayside, -Denver contempló Regan-, ¿por qué no la compartió con nosotros?
– Traté, Jefe Denver. -Ella arqueó una ceja-. En realidad, lo intenté en tres ocasiones. Ninguna de mis llamadas fue devuelta, por lo que llamé al FBI.
– Veamos lo que tiene, entonces, -gruñó él, vagamente recordando los papelitos rosados Mientras Estaba Fuera , pero no recordaba exactamente lo que decían-. ¿Algo acerca de un escritor? -Preguntó.
– Sí, señor. Soy escritora. Y lo más probable es que escriba un libro sobre este caso.
– ¿Y eso le da derecho a sentarse en una reunión oficial porque…?
– Porque en este momento yo traigo más a la mesa de lo me que llevo.
Regan abrió sus archivos y le entregó a Denver las notas que su padre había recibido. Las estudió sin comentario al principio.
– ¿Cómo sé que son legítimas? -Preguntó-. ¿Cómo puedo saber que no las hizo usted misma, para entrar en la investigación, y darse una ventaja sobre la competencia? No creerá que sea la única persona que podría querer escribir un libro sobre todo esto, ¿verdad?
– No, por supuesto que no. Pero ya que mi padre por lo visto había planeado hacerlo hace unos veinte años, creo que tengo derecho a la historia.
Ella abrió el archivo de planos sobre la mesa.
– Mi padre… Joshua Landry -¿quizás ha oído hablar de él?- recibió correspondencia durante el lapso de varios años de alguien -que yo y el Agente Peyton -creemos que ha sido su estrangulador.
– Joshua Landry. Por supuesto, por supuesto. Escribió algunas cosas buenas. -Denver se suavizó. Miró a Mitch-. ¿Usted le cree? ¿Piensa que Landry fue contactado por nuestro estrangulador?
– Sí. La información que encontramos en los archivos de Josh Landry encaja perfectamente con la información que he sacado de las computadoras del FBI. Mire aquí…
Mitch procedió a mostrar a Denver las listas de víctimas que había recopilado, los recortes de prensa, los faxes que había recibido esa mañana de varios de los departamentos de investigación.
– Vaya. -El Jefe Denver asintió lentamente-. Responde a la pregunta sobre que ha estado haciendo este tipo todos estos años.
– Él nunca se detuvo, señor. Simplemente circuló. A mí me parece que fue muy cuidadoso al golpear pequeños pueblos, donde eran menos propensos a tener los equipos sofisticados y técnicas de investigación utilizadas por algunos de los departamentos en las ciudades más grandes.
Denver asintió de nuevo.
– Es más difícil realizar el seguimiento del patrón si la agencia no se molesta en informar a los bancos de datos nacionales. No que los tuviéramos veintiséis años atrás. Sólo los últimos ocho, diez años hemos estado guardando todos nuestros archivos en la computadora. Nos tomó mucho tiempo conseguir nuestros sistemas informáticos, capacitar a alguien para usarlos, luego introducir los datos. No sería ninguna gran sorpresa para mí si algunos de estos pequeñas pueblos del sur -dio unos golpecitos en la lista que Mitch le había dado- todavía no han metido todos sus casos abiertos en el registro.
– Esa es la razón por la que solicitamos información a las agencias estatales, así como a las pequeñas policías locales y departamentos de sheriff. Esperamos que cuando hayamos terminado, y tengamos una lista completa, podamos localizar con exactitud donde estuvo cada año desde 1983.
– Desde 1983, ¿eh? -Denver se ajustó sus gafas y echó un vistazo a la lista-. En 1983 se encontraba en Pittsburgh, de acuerdo a esta lista. ¿Dónde cree usted que estuvo entre agosto de 1979 y mayo del 83?
– Eso es uno de los espacios en blanco que esperamos poder llenar.
– ¿Qué sabe de sus víctimas, Agente Peyton? -La detective Burke preguntó.
– Bueno, veamos. Sabemos que tenían aproximadamente la misma edad, y que todas fueron asesinadas de la misma manera.
– Violación seguida de estrangulamiento no es especialmente una novedosa forma de matar a alguien. ¿Qué más tiene? -Se volvió a su asiento y se centró en él.
– Tengo algunos recortes de prensa que se encontraban en los archivos de Landry. -Gesticuló a Rick para que le devolviera el expediente. Rick lo dejó en la mesa. Mitch sacó los recortes y los puso en el centro de la mesa-. Eche un vistazo.
Cass se levantó y estudió los cuadrados de papel periódico.
– Jefe, tal vez debería ver a estas mujeres.
Denver lo hizo, y luego extendió las fotos de las mujeres que habían sido asesinadas durante la última semana y media.
Los cinco en la sala contemplaron las imágenes.
– No puedo creer lo mucho que estas mujeres se parecen entre sí. -Regan fue la primera en hablar.
– Ni yo, -dijo Cass-, pero el aspecto es evidentemente importante para él. Es una de las pocas cosas que sabemos con seguridad sobre él. Que sólo le gustan las mujeres morenas de cierta edad y tipo de cuerpo.
– Y que las coloca a todas ellas de la misma manera, -agregó Rick.
– ¿Qué? -Mitch se volvió hacia Rick-. ¿Qué manera es esa?
– Aquí. -Cass le pasó una foto del escenario del crimen de Linda Roman a través de la mesa-. Y aquí… nuestra víctima número dos. Luego la tres…
Mitch estudió las fotos, luego miró a Denver.
– ¿Ha pensado en traer a uno de los perfiladores de la Oficina? Creo que necesitamos una idea sobre esto.
– He puesto una petición. Esperamos sólo a oír quién y cuándo, -le dijo Rick.
– Nunca he trabajado con uno yo mismo, aunque por supuesto he leído los libros. John Douglas. Hazelwood. Ressler. Un interesante tema, -dijo Denver-. Y todos esos show de policías en la televisión parecen tener uno a la vista en momentos como este.
– ¿Cuánto de esta información vamos a liberar a la prensa? -Cass preguntó.
– Ninguna, por ahora. -Denver miró alrededor de la sala-. ¿A menos que alguien tenga otra idea?
Los dos agentes sacudieron sus cabezas. Regan no reaccionó, a sabiendas de que no tenía voz en esas decisiones.
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