Regan estudió la lista otra vez.
– Estas fechas varían desde principios de los años ochenta hasta finales de los noventa. Mi conjetura sería que él las pasó tan pronto como se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.
– ¿Piensas que comprendió que el asesino le decía cada vez que había golpeado?
– Creo que mi padre se lo hubiera figurado. Recuerda que esto no era excepcional. -Ella agitó la página hacia él-. Él había sido contactado por asesinos en muchas ocasiones durante los últimos treinta años. Algunos querían confesarse con él, varios escribieron para burlarse de él. Otros lo desafiaron. Atrápame si puedes, ese tipo de cosas.
– ¿Por qué tu padre?
– Todo comenzó con un libro que escribió en 1975. Había entrevistado a un asesino llamado Willie Miles, que estaba en el corredor de la muerte en Florida por asesinar a sus esposas… que serían tres ex-esposas. Mi papá me contó que había seguido el caso para el periódico en el estaba trabajando en ese momento, pero pensó que era una historia muy interesante.
– ¿Tu papá comenzó en el periodismo?
– En efecto. De todas formas, al parecer, Willie estuvo comunicativo en su bloque de celda y habló de cómo este escritor había venido a verlo desde el norte, y cómo iba a ser famoso porque este escritor iba a escribir un libro sobre él, y uno de los otros reclusos lo recogió. Este segundo escribió a papá un par de veces. Supongo que le habría dicho a alguien más sobre él, y antes de que mi papá lo supiera, estaba recibiendo correo de otros hombres en el corredor de la muerte, también. A continuación, algunos que todavía no estaban en el corredor de la muerte, y algunos de otros estados. Y luego algunos que no habían sido siquiera capturados.
– ¿Por qué piensas que se contactaron con él?
– Creo que ellos pensaron que los haría famoso. Escribir un libro sobre ellos, también. La prensa había recogido la historia acerca de mi padre recibiendo todos esos correos, y supongo que todos deseaban sus quince minutos de fama. Disminuyó después de unos cuantos años, pero de vez en cuando él todavía recibía noticias de presidiarios. -Ella sonrió irónicamente-. A veces le escribían sólo para decirle que estaba equivocado sobre algo que había escrito. Así es como entró en contacto con Curtis Channing, el asesino en serie que, en última instancia, fue responsable de su muerte.
– El asesino que puso el nombre de tu padre en la lista negra que dio a otra persona.
– Archer Lowell. El hombre que disparó a mi padre.
– ¿Y estás segura -segurísima- que tu padre guardó toda esta correspondencia?
– En un lugar u otro. Lo apostaría.
– Perfecto. Todo vuelve a encontrar la caja correcta.
– Me temo que sí.
– Podemos buscar en las cajas mientras esperamos.
– ¿Esperar qué?
– Que alguien responda a mis preguntas. Envié un montón de correos electrónicos e hice un montón de llamadas telefónicas ayer a mi oficina, así como a varios departamentos de policía locales, agencias de aplicación de la ley estatales, cualquiera que haya investigado esos otros homicidios, pidiéndoles que me manden por fax copias de sus informes de la investigación.
– ¿Cuarenta víctimas más los cuatro de la lista de papá?
– Más vale que echemos un vistazo al panorama. Con ese fin, tengo un montón de alfileres amarillo brillante. Usaremos estos para marcar a las otras cuarenta víctimas que descubrí en la computadora.
– ¿Por qué apartar esos?
– Porque todavía tenemos que poner esa lista por orden de fecha e integrarlos en una lista principal. Cuando creemos los archivos para cada una de ellas, y confirmemos que lo más probable es que sean víctimas del mismo asesino, cambiaremos el alfiler amarillo por uno rojo.
– Y cuando tengamos todos los alfileres rojos, tendremos una lista completa.
– Hasta que otros nos caigan de improviso.
– Vamos a tomarnos nuestro café a la oficina y comprobemos el fax. Pensé haberlo oído antes. -Regan alcanzó el mando a distancia, y estuvo a punto de apagar la televisión-. Ese es que el jefe de policía de una de esas ciudades costeras…
Subió el volumen.
– … pero usted tendrá que pedir el Departamento de Policía de Hasboro aquella información, -decía.
– ¿Puede darnos alguna información sobre la condición de la mujer que fue atacada ayer por la noche? ¿Ha sido capaz de identificar al hombre que la atacó?
– Realmente no puedo darle ninguna información, Heather. Se trata de una investigación en curso…
– ¿Pero puede confirmar que esa mujer sobrevivió al ataque?
– Una de las mujeres que fue atacada durante el fin de semana sobrevivió. Eso es todo lo que puedo decir en este momento.
– Jefe Denver, del Departamento de Policía de Bowers Inlet, le damos las gracias por su tiempo. -La cámara volvió de nuevo a la presentadora de la mañana-. Enseguida volvemos.
– Ha habido otro. Otro asesinato en Bowers Inlet. -Regan frunció el ceño.
– Al menos uno, por lo visto. ¿Oíste que se refería a otro departamento de policía? Comenzaba con un H.
– No agarré el nombre.
– La Oficina envió a un agente a Bowers a trabajar con su departamento después de los cuatro primeros asesinatos. Déjame hacerle una llamada, y sabremos lo qué pasa.
– Mientras lo haces, creo que meteré todo este papeleo tuyo en la oficina. Hay algo de madera contrachapada en el granero, podemos traer un trozo, clavamos el mapa en él, y lo ponemos delante del estante de los libros.
Ella recogió los archivos de la mesa de la cocina y los llevó pasillo abajo a la oficina. Después de dejar los documentos sobre el escritorio grande, levantó la persiana de la ventana y dejó entrar la mañana.
– Tuve que dejarle un correo de voz a Rick. Entre tanto, ¿que tal si me muestras donde está el contrachapado?
– Está justo ahí, en el granero. -Señaló la ventana, abrió el cajón superior del escritorio y sacó una llave, que le entregó-. Es para la puerta principal.
– ¿No vienes?
Ella vaciló.
– Me quedaré aquí y veré si puedo poner esto en orden. Parece que alguien estuvo ansioso por compartir. -Señaló el fax, donde un montón de papel se desbordaba de la bandeja de recibir. La luz roja parpadeaba furiosamente, indicando que estaba sin papel y tenía más páginas para emitir.
– Muy bien. ¿Puedo salir por la puerta de atrás?
Ella asintió y recargó la bandeja de papel, y después apretó el botón Reanudar. En unos segundos, el fax comenzó a imprimir otra vez. Página tras página tras página.
Regan miró por la ventana y observó a Mitch cruzar a zancadas el extenso camino hacia el granero. Abrió la puerta fácilmente y entró. Menos de cinco minutos más tarde, caminaba de regreso, sosteniendo una gran pieza de madera contrachapada en la cabeza.
– Hay mucha madera buena ahí dentro, -Mitch estaba diciendo cuando entró en la habitación. Bajó la tabla y la apoyó contra la librería-. Y un montón de cinta policial. Lo siento, Regan. Sabía lo que le sucedió a tu padre allí, sin duda no estaba pensando.
Ella asintió.
– Está bien. ¿La cinta todavía está allí?
– Sí. ¿No has…?
– No. No he estado allí desde el día en que le dispararon. No puedo entrar. -Sonrió tristemente-. Debe parecerte tonto.
– No, para nada. En cierto modo, me sorprende que estés viviendo aquí.
– No tenía la intención de hacerlo. Regresé a limpiar las cosas de mi padre, recoger mis pertenencias personales, las cosas familiares que quería guardar, y luego vender la propiedad. No tenía previsto quedarme. Pero vi la historia sobre las mujeres asesinadas en la costa, y me recordó esas notas que encontré…
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