Acababa de llegar a la parte donde el atacante de Lucy salió corriendo por la puerta trasera, cuando alzó la vista para ver a Tasha Welsh bajando por el pasillo.
– Cass, oí lo que pasó. Lo siento tanto. ¿Está bien tu prima? -Tasha ocupó la silla junto a Cass y la giró para así poder sentarse frente a ella.
– No hemos sabido nada. Sigue con los médicos.
– ¡Qué horror! -Tasha sacudió su cabeza-. ¿Estás bien?
– Estaré bien.
– Fue nuestro hombre… ¿nuestro asesino?
– Tengo que pensarlo así, pero al mismo tiempo… -Cass vaciló, como si lo estudiara detenidamente-. Ya había golpeado una vez esta noche. Nunca ha atacado a dos mujeres en la misma noche antes. No tiene sentido para mí.
– Bien, he aquí algo más que no tiene sentido. -Tasha se inclinó hacia adelante-. La otra víctima, ¿la de Hasboro? Ella no fue violada.
– ¿No? -Cass frunció el ceño-. Pero todas las demás lo fueron.
– Cierto. Y otra cosa. ¿Recuerdas lo que te dije acerca de las fibras?
– ¿Las fibras que encontraste en el pelo de las otras víctimas?
Tasha asintió.
– Cinta rosada, ¿te dije que los informes de laboratorio llegaron? Cinta de satén rosa. Seda verdadera, no sintética. Cada una de las otras víctimas tenía rastros de ello, y prepárate… las fibras concuerdan perfectamente.
– ¿La misma clase de cinta?
– La misma cinta. Pudimos rastrearla hasta el fabricante. Dejaron de hacerla hace dieciocho años. -Tasha golpeó con un dedo la rodilla de Cass para enfatizarlo-. ¿Pero la de esta noche? Nada. No hay fibras.
– ¿Estás segura?
– Fue lo primero que busqué. Había algo, no sé, torpe acerca de la forma en que la dejó. Me pareció diferente de alguna manera.
Cass cabeceó acordando.
– Pensé lo mismo. Las piernas no estaban del modo correcto.
– Exactamente. Similares, pero no de la misma forma. Un poco desordenado. Como si hubiese tenido prisa y no se tomara el tiempo para hacerlo correctamente. No tiene sentido, ¿verdad?
Cass miró a Rick.
– ¿Un imitador, tal vez?-Sugirió.
– Quizá tuvo prisa. Necesitaremos el informe de los oficiales de la investigación para ver que más encontraron, -señaló.
– Bien, no contengas la respiración hasta que se ofrezcan a dártelo, -le recordó Cass.
– Puedo conseguirlo, -les dijo Tasha-. Podría tomarme unos días…
– Tal vez tu jefe pueda conseguirlo cuanto antes, -dijo Cass a Rick, que asintió.
– Le haré otra llamada por la mañana si no he tenido noticias suyas.
– Y otra cosa, -dijo Tasha-. En el pasado, el asesino ha hecho un esfuerzo por ocultar los cuerpos en cierta medida. Éste en Hasboro, la dejó claramente a la vista. Justo allí en la parte inferior del muelle.
– Como he dicho, tal vez tenía prisa, -dijo Rick-. Posiblemente tenía miedo de ser descubierto si se tomaba demasiado tiempo.
– No es su estilo, -insistió Tasha-. Si tenía miedo de ser visto, la habría dejado en alguna otra parte. Creo que quería que el cuerpo fuera encontrado, y rápido.
– ¿Cuánto tiempo piensas que el cuerpo estuvo allí? -Cass preguntó.
– Oí que uno de los detectives decía que la familia en la primera casa fuera del muro había salido a buscar cangrejos en su barco cerca de las tres, -respondió Tasha-. Ellos la encontraron cuando llegaron de vuelta, alrededor de las cinco y media. Por lo tanto fue dejada en algún momento dentro de ese plazo.
– Se arriesgó, ¿no? -Cass dijo cuidadosamente-. ¿A plena luz del día, a mitad de la tarde? No parece ser un tipo descuidado.
– No fue negligente, -dijo Rick.
Cass lo miró.
– ¿No lo fue?
– No lo atraparon, ¿verdad? Hasta el momento, nadie se ha presentado a decir que vieron a alguien allí.
– Uno puede fácilmente salirse con la suya, -Tasha asintió-, si no hay otros barcos al final del muelle. Y por supuesto, no había ninguno.
– Además, es temprano en la temporada. No hay muchas personas por ahí todavía -dijo Cass pensativamente-. Pero de todas formas, ¿por qué arriesgarse?
– Creo lo mismo que Tasha. Quería que la encontraran, -dijo Rick-. Y quería que la encontraran hoy.
– ¿Por qué supones que sería importante para él? -Preguntó Tasha.
– Tal vez porque tenía otro objetivo en mente. Tal vez fue una víctima incidental para él, -Cass pensó en voz alta-. O él podría haber querido llamar nuestra atención hacia ella, y…
– Y alejarnos de otra persona, -Rick terminó su pensamiento.
– Lucy, -dijo Cass rotundamente.
– Podría ser. Necesitaba apartarte del camino, por lo que proporcionó una distracción, -sugirió Rick-. Ella encaja en el tipo fielmente. Edad, y tipo correcto. Una mujer bonita con un montón de largo cabello oscuro. Si la ha estado vigilando, habría sabido que ella vive con una policía. Habría tenido que sacarte de allí para llegar a ella. ¿La mejor manera de atraer a un policía? Con un cadáver. Inteligente de su parte.
Cass se estremeció al pensar que otra mujer inocente perdió su vida por ser considerada nada más que un medio para un fin.
– Pero no lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que se salió de mi jurisdicción, o que los tipos de Hasboro eran tan territoriales que me despacharían al minuto en que llegué.
– Puedes darles las gracias a esos tipos de Hasboro y su mentalidad mezquina por salvar la vida de Lucy, -señaló.
Cass puso su rostro en sus manos.
– Oh, Dios, -dijo-, si me hubiese quedado más tiempo probablemente estaríamos sentados en el depósito de cadáveres ahora mismo.
***
Los faros iluminaron la puerta de madera y dejó el coche en marcha mientras iba a apartarla. A continuación condujo por la apertura, volvió, y cerró la puerta. No había ninguna necesidad de que algún bienintencionado viniera y se preguntara quien podría andar deambulando a estas horas de la noche.
Condujo sólo con sus faros antiniebla, por temor a que algún vehículo que pasara viera el reflejo de las luces más brillantes y llamara a la policía. No que pensase que la policía se limitase a sentarse sin hacer nada esa noche, esperando algo que hacer. No, él se había asegurado de eso, muy bien.
El camino de tierra serpenteaba un cuarto de milla en el pantano antes de separarse en dos direcciones. Tomó el camino de la izquierda y lo siguió durante unos quinientos pies. Presintiendo que estaba cerca de su destino, redujo la marcha, y luego detuvo el coche. Apagó las luces y el motor, luego abrió la guantera y sacó el botiquín de primeros auxilios que siempre llevaba con él. Salió del coche y se dirigió directamente al maletero, del cual sacó un baúl. Caminó a lo largo del camino a ciegas y llevó el baúl con él hasta los escalones del refugio. Fue difícil, porque estaba pesado ahora después de todos esos años, y uno de los dedos en su mano izquierda dolía como el infierno. Colocó el baúl en el suelo a ciegas, a continuación, lo subió.
Se sentó junto a él y abrió el botiquín de primeros auxilios. Tomando la pequeña linterna de su bolsillo, lo alumbró. Reunió una pequeña botella de peróxido y un rollo de vendas frente a él; entonces, sosteniendo la linterna entre los dientes, desenvolvió la tira de su camisa que había atado antes alrededor del dedo palpitante. Vertió el peróxido sobre la herida frotando para limpiarla, y luego la envolvió con la gasa.
Se trataba de una herida menor, y no era la primera vez que le habían disparado. Pero era la primera vez que le había pegado un tiro una mujer.
Y esa mujer. Esa mujer…
Sintió una terrible quemazón detrás de sus ojos y sus manos comenzaron a temblar. El odio lo invadió, tan fuerte y tan feroz, que casi se convirtió en náuseas.
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