– Déjeme intentarlo, -dijo, pero Cass le hizo un gesto y siguió introduciendo aire en los pulmones de su prima.
– Creo que la estoy perdiendo. -Buscó frenéticamente.
– Mi turno. -Rick apartó a Cass del camino y asumió el cargo cuando las sirenas comenzaron a aullar en la distancia.
– No te mueras, Lucy, -Cass rogó salvajemente-. Por favor, no te mueras…
Demasiado ansiosa para sentarse, Cass estaba de pie apoyada contra la pared de cemento de la sala de emergencias del Hospital Memorial Bayshore e hizo algo que no había hecho desde que tenía nueve años. Se mordía las uñas avivadamente.
– Toma. -Rick le entregó una lata de soda-. No sé lo que bebes, pero es del único tipo que queda en la máquina, así que creo que no importa. Está fría -casi fría, de todos modos- y refresca.
Ella asintió agradeciéndoselo y sostuvo la lata cerca de su cuerpo. Rick la tomó de nuevo, tiró la anilla, y se la devolvió.
– La aprovecharás más si está abierta.
– Gracias, -susurró, luego tomó unos pequeños sorbos-. ¿Qué crees que le están haciendo?
Tratar de mantenerla viva, se le ocurrió a él.
En lugar de ello, contestó:
– Estoy seguro de que la están examinando a fondo.
– Yo debería saberlo. Lo sé. -Ella tragó duro-. Es diferente cuando es uno. Cuando es alguien cercano a uno.
Rick apretó su hombro con la intención de tranquilizarla. Dudó que lo hiciera.
– ¿Detective Burke? -Una enfermera llamó desde el escritorio.
– Aquí-. Cass levantó una mano y se apresuró-. ¿Cómo está ella? ¿Se pondrá bien?
La enfermera la miró perpleja, y luego miró el portapapeles en su mano.
– ¿Está usted aquí como parte de una investigación oficial… o…?
– Ella es mi prima. Lucy Webb.
– ¿Es usted el pariente más cercano?
– Sí, sí… -Cass se detuvo-. Oh. En realidad, no. Está casada, pero…
– Necesitaré hablar con su marido.
– Ellos están separados. Se están divorciando. En este momento ella vive conmigo.
– Si todavía es legalmente su marido, tendré que hablar con él. ¿Sabe cómo puedo contactarlo?
Cass intentó mirar fijamente a la mujer para intimidarla. No funcionó.
– Tengo su número, -Cass finalmente consintió.
– Bien. -La enfermera le entregó una pequeña libreta de papel blanco y un bolígrafo, y esperó mientras Cass escribía el número.
– Por favor. Sólo dígame si va a estar bien. -Cass trató de suavizar su postura.
– Ella respira por su cuenta, -dijo la enfermera.
Rick se acercó, y mostró su insignia.
– Agente Cisco, FBI. Enfermera… -Sus ojos escudriñaron su nombre en su distintivo-… Natale. La paciente es víctima de un delito violento. Necesito hablar con el médico tratante de la Sra. Webb a la mayor brevedad posible.
La enfermera miró primero a Rick, luego sus credenciales, antes de volver a mirar a Cass, que no se había movido.
– Pediré al Dr. Peterman que hable con usted tan pronto como termine.
Rick asintió.
– Gracias.
– Y gracias, -dijo suavemente Cass.
– Ni lo menciones. Ahora ven y siéntate. -Rick tomó su brazo-. No sabemos cuánto tiempo tendremos que esperar.
– No tienes que esperar conmigo. Sé que deseas volver a Hasboro, a la escena del crimen, -dijo, como si no comprendiera que la escena del crimen más reciente era su propia casa.
– Dudo que ellos me echen de menos. -Él sonrió suavemente-. Además, prefiero hacerte compañía. Podría ser una larga noche. Trata de relajarte un poco. Sé que es difícil, no sabiendo lo que pasa.
– Van a llamar a ese estúpido marido suyo, -dijo Cass en un exhalar-. Me pregunto si vendrá.
– Va a venir. Tendría que ser de piedra para no preocuparse por lo que le ha pasado. Ella todavía es su esposa.
– Esperemos que no por mucho tiempo.
– Suena a que hay un pequeño conflicto aquí.
– No hay conflicto. Simplemente no es el hombre para ella. -Ella arqueó una ceja-. Estoy esperando que me digas que no es mi llamada.
– Ni de cerca, Burke.
– En el caso de que creas que estoy siendo dura con el tipo, ella no piensa que él es el hombre para ella, tampoco.
– Su elección.
– Cierto, -Cass se mordisqueó una uña-. Él la ha estado engañando. Ha aniquilado totalmente su confianza en sí misma.
– Ella me pareció bastante segura de sí misma.
– Las apariencias pueden engañar.
– Supongo. -La miró hacia abajo y vio a una mujer a punto de desmayarse de la fatiga-. ¿Por qué no tratas de descansar un poco mientras puedas? Acá, apóyate en mí.
– Eres un buen tipo, Rick Cisco. -Ella reposó su cabeza contra la parte superior de su brazo, y luego se dio cuenta de lo que había hecho. Incómoda con tal intimidad, movió su cabeza ligeramente de modo que se apoyara contra la pared en vez de él.
– Para ser un agente del FBI. -Movió su cabeza hacia atrás a donde había estado, diciéndole-, relájate. No muerdo.
– No tengo problema con el FBI. -Ella hizo caso omiso de lo que él había hecho y cerró sus ojos, demasiado cansada para concederle tanta importancia, aunque todavía incómoda con la proximidad de ese hombre que todavía era más o menos un extraño-. Has sido… respetuoso. Amable.
– Ya veremos lo que los policías de Hasboro me llaman por la mañana, -dijo, y ella trató de sonreír ante su intento de humor.
Un muchacho con el brazo enyesado salió de una de las salas de tratamiento, su rostro bañado en lágrimas, agarrando la mano de su madre fuertemente con su mano buena.
Una joven madre caminaba con un sollozante bebé de un lado a otro del vestíbulo intentando consolarlo. Las puertas automáticas a la entrada de emergencia se abrieron silenciosamente y una mujer con la cara magullada e hinchada entró, ayudada por una mujer mayor con un pareo sobre su traje de baño, y una expresión preocupada en su cara.
Cass miraba en silencio cada drama desarrollándose. Después de unos largos diez minutos, preguntó:
– ¿De dónde viniste?
– Maryland.
– No, no. Esta noche. Me dejaste en la casa y te fuiste. ¿Por qué regresaste?
– Nunca salí de tu calle. Estaba casi en la señal de pare cuando vi a tu vecina salir de su casa… ¿la mujer mayor que vive calle arriba?
– Madge.
– Correcto. Bueno, ella salió por su puerta delantera y caminaba tan rápido como podía en dirección a la esquina, así que me detuve a ver lo que pasaba. Me dijo que su perro…
– June bug.
– Sí. Por lo visto hubo un gato callejero en su patio trasero toda la tarde, molestando a la vieja Junie. A la primera oportunidad que tuvo, salió por la puerta delantera y persiguió al gato hasta la vuelta de la esquina, Madge salió a buscarla, con su bastón en una mano y la correa del perro en la otra. Aparqué el coche y perseguí al perro. La encontré unas casas arriba, el gato fulminándolo engreídamente desde el techo del coche de alguien. Traía de vuelta al perro y la estaba entregando cuando oí los disparos.
– ¿Lo viste?-Cass se enderezó-. Él corrió por la parte de atrás.
– No. No vi a nadie. Honestamente, sólo corrí hacia la casa y entré. -Su brazo se sintió de repente más fresco sin su cabeza descansando contra él-. Dime de nuevo lo que pasó.
Cass repitió la historia, era la tercera vez que lo hacía desde su llegada al hospital. La primera fue al jefe Denver, que se había encontrado con ella en Urgencias y se quedó el tiempo suficiente para cerciorarse que Lucy todavía estaba viva antes de irse para supervisar personalmente la investigación en la casa de Cass. La segunda había sido al policía asignado para tomar su declaración oficial.
Читать дальше