– Veo que has pasado algún tiempo en el sol. Tienes un bonito color.
– Oh, ¿eso crees? -Lucy extendió sus brazos por delante de ella.
Cass se paró detrás de Rick y puso los ojos en blanco. Lucy la vio y se rió en voz alta.
– Entonces, ¿dónde te estás quedando?
– En el Brighton.
– Solía ser realmente agradable. -Lucy empezó a desempaquetar una bolsa.
– Todavía lo es. -Rick giró hacia Cass-. Bueno, no te molesto más. Te veo por la mañana. Nos reuniremos con la persona del laboratorio…
– Tasha Welsh. -Cass asintió-. Le haré una llamada esta tarde y veré como está su agenda para mañana.
– ¿A qué hora piensas que estarás en tu oficina?
– Alrededor de las siete. No más tarde.
– Te veré entonces.
– ¿Por qué no te quedas y cenas con nosotros? -Lucy le preguntó.
– No, no, pero gracias.
– En serio. Tenemos toneladas de comida. Estoy acostumbrada a comprar para una casa de puros hombres y no he resuelto cómo reducir las porciones sólo para mí y Cass. De verdad. No sería una imposición. -Lucy sonrió a Cass-. ¿No es cierto, Cassie?
– Para nada. -Sonrió Cass, también, entre dientes.
– Gracias de todos modos, pero me apunto para la próxima. Tengo que ir a bañarme.
– Al igual que Cassie. -Lucy sonrió abiertamente-. Insisto.
– ¿Cass? -Preguntó tentativamente.
– Oh, está bien. En serio. Lucy y es una maravillosa cocinera.
– Si estás segura…
– Claro. Vete a la Posada y cámbiate, y regresa… ¿en cuando, Luce, una hora?
Lucy asintió.
– Perfecto. La cena debería estar en la mesa para ese momento.
– Muy bien. Grandioso. Las veo luego entonces. -Rick salió por la puerta de atrás.
– Voy a matarte, -dijo Cass cuando Rick estaba seguro fuera del alcance del oído.
– No lo harás. Me lo agradecerás algún día. Vi la forma en que te miraba.
Lucy abrió el refrigerador y metió los cartones de yogur.
– Es un tipo atractivo, Cassie. No encontrarás muchos como él vagando por Bowers Inlet en la temporada baja, eso es seguro. Te hice un favor. Cualquiera podía ver que está interesado en ti. Se moría por encontrar una forma de pasar algo de tiempo personal contigo. Lo estoy ayudando un poco.
– Oh, por favor. -Cass sacudió la cabeza y se fue arriba.
– Tienes cuarenta y cinco minutos, Cassie. Y te haré la cara…
***
En la práctica, no había habido tiempo para maquillaje facial, ni, por lo demás, tiempo para cenar.
Cass apenas había salido de la ducha cuando su celular sonó. Se envolvió una toalla alrededor de su cuerpo y rebuscó en su bolso, que había dejado en el suelo de su dormitorio.
– Burke, -dijo justo antes de que la llamada pasara al buzón de voz.
Ella escuchó en silencio, sin reacción.
– ¿Dónde? -Preguntó, entonces-, sé dónde encontrar al agente Cisco. Nos vemos en diez.
Se secó el pelo con la toalla, y en vez de la bonita camiseta que ella había planeado usar -amarillo pálida con pequeños volantes en el dobladillo, muy diferente de las camisetas sencillas blancas u oscuras que prefería para el trabajo- Cass se pasó una azul marino por la cabeza. Sacó un par de jeans del vestidor y se calzó sus zapatillas deportivas, a continuación, levantó su bolso, verificó su pistola, su pistolera, y su cámara, y bajó los peldaños de dos en dos.
– Pensé que ibas a ponerte algo más mono… -Lucy notó el comportamiento de Cass y se detuvo-. No me digas…
– En Hasboro. Esperaré a Cisco en el coche. -Agarró unas cuantas botellas de agua del refrigerador y algunas barras de cereal de la alacena.
– Cass, come algo. Mira, la cena está lista…
– No puedo, Luce. Lo siento, pero no puedo comer y luego ir allí y ver…
– Oh, Dios mío, por supuesto que no. No sé lo que estaba pensando. Prepararé unos platos para ti y Rick, tráelo contigo cuando… bien, cuando hayas terminado.
Cass miró por la ventana a tiempo de ver el coche de Rick detenerse al frente.
– Hasta luego. -Cass salió por la puerta delantera.
Rick acaba de abrir la puerta y ponía un pie en la acera cuando Cass llegó corriendo al camino de entrada.
– Acabo de recibir una llamada del Jefe Denver, -le dijo cuando llegó hasta él.
– ¿Dónde esta vez?
– Hasboro. Dos ciudades al Sur.
– Entra, -le dijo mientras se subía de nuevo al coche y cerraba de golpe la puerta.
Ella abrió la puerta del lado del pasajero sólo lo suficiente para entrar. Le entregó una barra de granola cuando salía de la calzada y se ponía en camino.
– Lucy dice que nos guardará la cena. Esto tendrá que servir por ahora.
***
Él miró desde las sombras como el coche arrancaba y tomaba la esquina sobre dos ruedas. Si apoyaba la espalda contra la esquina de la casa de al lado, -gracias a Dios, ésta aún no se había alquilado para el verano- podía ver la cocina pero no ser visto.
Eso era bueno. Quería mirarla un rato.
Ella pasó por la ventana de la cocina varias veces y se preguntó de qué tarea común estaría ocupándose.
No que le importara.
Muy pronto, nada más importaría.
Ellos estarían juntos -finalmente, juntos- y esta vez iba a hacerlo bien. Tenía que hacerlo. Había esperado tanto tiempo…
Deslizó la mano en su bolsillo y manoseó la llave del cuarto de la bonita pensión en Cape May, en la que había hecho las reservaciones para ellos. Pasarían allí unos maravillosos días juntos. Ya había hecho reservas en uno de esos viajes oceánicos en barco para mañana, para que pudiera mirar sus amadas aves marinas en su hábitat natural. Había comprado unos nuevos binoculares… un par muy especial que tenía una cámara incorporada, por lo que podría tomar todas las fotos que quisiera. Luego, después de unos días, se marcharían a Outer Banks, donde había alquilado una casa para el resto del verano.
Suspiró. Este sería el mejor verano de su vida. Definitivamente lo sabía.
Todo lo que había pasado por llegar hasta este momento, lo había valido todo. Pensó en todas las que habían intentado, a lo largo de los años, engañarlo, todas las que habían pretendido ser ella. Bueno, él les había enseñado una lección, ¿no?
Ella pasó por delante de la ventana de nuevo.
Oh, pero ésta… ésta. Era la única…
Ésta era la única.
Rick siguió las instrucciones de Cass hasta la ensenada donde el último cuerpo había sido encontrado. Aparcó en el camino y juntos caminaron sobre la piedra amarilla tosca hacia el terraplén donde una multitud de agentes se habían reunido. A medida que se acercaba al grupo, el cuerpo comenzó a hacerse visible.
Cass había llegado justo a la periferia, lo suficientemente cerca para ver el cuerpo de la joven, lo suficientemente cerca para ver los brazos lanzados sobre la cabeza, el pelo oscuro desplegado como una capa, cuando uno de los miembros de la fuerza de policía de Hasboro dio un paso adelante.
– Hey, Caplan… -Cass empezó, y él la agarró por el brazo para detener su avance.
– No molestes, Burke, esta no es tu escena del crimen, -dijo desagradablemente-. Estás fuera de tu jurisdicción.
– Bueno, lo sé, -vaciló un poco, sorprendida por su reacción ante su presencia-, pero el Jefe Denver me llamó y me pidió que…
– Denver no tiene nada que decir aquí, tampoco. En lo que a mi respecta, eres un civil. Y eso te hace una intrusa. Sugiero que te marches. Odiaría tener que arrestarte.
– ¿Qué demonios, Caplan? -Ella sacudió su brazo.
– Como lo veo, has tenido varios intentos con este tipo, y lograste cagarla. Ahora puedes retroceder y dejar que los muchachos grandes te muestren cómo capturar a un asesino en serie.
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