Él recitó la información lentamente, y después de unos minutos de charla, terminó la llamada.
– Va a revisar los archivos y me avisará si encuentra algo. Pero probablemente no será hasta el lunes. Ella está de salida.
– ¿Es del FBI? -Regan preguntó.
– Oficina de Investigación de Alabama.
– Así que es uno de los diez en la lista no identificados. Alentador, ¿no dirías?
– Bueno, sin duda da sentido a nuestra búsqueda.
– Dejemos los recortes de noticias aquí, e iniciemos un expediente sobre este caso. -Ella buscó en la pila por un fichero vacío, escribió Andrea Long, Corona, Alabama, de 1986, a un lado, y luego lo puso en el cojín de una silla cercana para mantenerlo separado-. Ahora, veamos qué más podemos encontrar en esta carpeta…
En el transcurso de la tarde, emparejaron otro recorte. Gloria Silver, Memphis, Tennessee, había sido encontrada violada y estrangulada el 17 de marzo de 1987.
Mitch tomó su celular.
– Permíteme adivinar, -dijo Regan-. Estás llamando a la Policía del Estado de Tennessee.
Él sacudió la cabeza.
– Oficina de Investigación de Tennessee.
– ¿De verdad crees que encontrarás a alguien a las ocho cuarenta y cinco en un sábado por la noche?
– ¿Es tan tarde? -Él miró su reloj.
– Me temo que sí.
– Creo que es cierto lo que dicen acerca de que el tiempo vuela cuando te estás divirtiendo. Concluyamos por esta noche, así comenzamos frescos el lunes. Para entonces, debería haber sido capaz de encontrar un par de nombres, y quizá tendremos una respuesta o dos.
– Por mí está bien. -Regan se frotó los ojos-. Supongo que tengo que dejar esto de lado por un rato de todos modos. Mis ojos casi se están cayendo de mi cabeza.
– ¿A qué hora el lunes está bien para ti? -Mitch recogió su ordenador portátil, lo guardó en su funda, y luego lo metió en el maletín más grande, junto con la pequeña impresora.
– No me importa la hora que llegues. Soy madrugadora. -Se levantó y estiró-. Y puede que para entonces haya encontrado los recortes que coincidan con los demás.
– ¿Estarás trabajando mañana, entonces?
– Claro. Los escritores no siempre tienen los fines de semana, es justo el tipo de trabajo que haces cuando tienes algo con que trabajar, por lo que estoy acostumbrada.
– Es un tipo de trabajo parecido al de la Oficina, -dijo-. Uno trabaja el caso hasta que se termina.
– Exactamente.
Mitch la siguió por el vestíbulo a la puerta principal.
– No volverás conduciendo a… ¿Desde dónde condujiste hoy?
– Llegué de Maryland. Pero me quedo en un motel sobre la Ruta Uno.
– Bien, te veré el lunes.
Ella abrió la puerta y él empezó a cruzarla.
– Pero tienes mi tarjeta, cierto, en el caso de que algo surja… -Pausa para preguntar.
– Sí. Y tú tienes mi número…
Él asintió y caminó hasta el coche.
Ella permaneció en la puerta mientras él cargaba el maletín negro en el portamaletas, y luego entró en el lado del conductor y encendió el motor. Los faros brillaron lejos en el campo trasero, y con su luz, varios ciervos se asustaron. La luz osciló alrededor del campo y formó un sendero amarillo cuando giró el coche, y le hizo señas cuando pasó por delante.
Regan salió al porche y se inclinó sobre la baranda para mirar las luces traseras hacerse más pequeños, mientras recorría el largo camino, y luego desaparecer después de que girara en la carretera principal. Se sentó en el escalón superior durante un rato y contempló el cielo, donde las nubes comenzaban a desvanecerse y las estrellas comenzaban a aparecer. Sus ojos siguieron las luces de un avión a medida que avanza a través del cielo nocturno. Pensó acerca de las fechas y los lugares en las listas y en el hecho de que estaba empezando a parecer que cada fecha y lugar representaba otra mujer cuya vida había sido arrebatada.
Más de lo que había esperado cuando al principio tomó el teléfono para llamar al Jefe Denver, más de lo que podría haber imaginado cuando llamó a John Mancini. Estaba agradecida de que hubiese enviado a alguien para ayudarla a revisar toda la información.
Agradecida, también se encontró pensando, que ese alguien enviado fuera Peyton Mitch. Sus estilos de trabajo eran tan similares, su enfoque igualmente completo, parecía que había estado trabajando con él desde siempre.
Ella no pudo sino preguntarse acerca de él. Él la había atraído desde el momento que había abierto la puerta y miró su rostro. No era el hombre más guapo que había visto en su vida, eso seguro. Sus ojos eran una extraña sombra de azul, tan pálidos que eran casi grises, y su nariz parecía como si se hubiera encontrado con un puño una o dos veces en el pasado. Pero su voz era profunda y suave, sonreía con facilidad y a menudo. Había sido reconfortante tener a alguien batallando con las cajas y archivos, tranquilizador saber que alguien trabajaría con ella para encontrar respuestas a las muchas preguntas que su padre había dejado atrás. Respuestas que podrían llevar posiblemente a encontrar a un asesino. Mitch ciertamente había parecido creer que sí.
En el pasado, había sido su padre quien había hecho todas las investigaciones de primera línea en los crímenes reales, y ella la que había puesto todo en orden. Este era un trabajo horrible. No para el débil de corazón.
Demostraría tener poco coraje, se preguntó. Al fin y al cabo, ¿sería capaz de hacer por sí sola lo que tenía que hacerse para escribir el tipo de libros en los que había trabajado con su papá?
Durante años, Josh la había protegido de la más horrible realidad de su trabajo. Ahora no había nadie para interponerse entre ella y el horror, la locura que removería. ¿Era ella lo suficientemente inteligente como para hacerlo por su cuenta? ¿Era lo suficientemente fuerte?
El tiempo lo diría, de una manera u otra. Se levantó y echó una última mirada a los cielos, con la esperanza de estar a la altura del desafío al seguir los pasos de Josh. Sí, era un trabajo difícil. Sí, era agotador y, a veces la información que ella había encontrado, no tenía ningún sentido. Ella nunca se había dado cuenta de que era un enorme, y complicado enigma el trabajo de su padre. A veces, parecía un laberinto sin salida. Una historia escrita en un idioma extranjero, que uno no conocía.
El trabajo es interesante, absolutamente. Intrigante, sin lugar a dudas. Y, también, un poco divertido.
Pero siempre había un punto fundamental, detrás de cada nombre había una cara y una historia, una familia esperando el cierre.
Y un asesino esperando ser capturado.
Cass se inclinó hasta tocarse los dedos del pie, luego se enderezó y flexionó sus hombros. Colocando un pie sobre la pared exterior del garaje, se impulsó un poco, dobló la rodilla, para estirar un conjunto diferente de músculos.
Increíble lo que una buena noche de sueño podía hacer. Se sentía lo bastante descansada como para ansiar una larga carrera en la playa. Había pasado más de una semana desde que había tenido una carrera decente, aunque sentía que era mucho más.
Sacudió la cabeza mientras recordaba los últimos nueve días, días que habían contenido tanto dolor, tanto horror para las familias de aquellas mujeres jóvenes, en tan breve tiempo.
Le tomó diez minutos más estirarse adecuadamente, y luego abrió la puerta trasera y llamó a Lucy.
– ¡Luce! Voy a correr. ¿Estás segura de que no quieres venir conmigo?
– No tengo zapatillas deportivas, -gritó Lucy.
– Te dije que tengo un par extra si deseas usarlas. Te deben quedar.
– Me apuntaré para la próxima vez. -Lucy apareció en la puerta mosquitera-. Todavía estoy grasosa de la playa.
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