– Pensé que parecía un poco apartado, -dijo Cass, recordando el modo en que Spencer se había contenido y le había dejado tomar la delantera, no sólo esa mañana, sino en la escena del crimen a principios de la semana-. Pero me imaginé que tal vez sólo estaba cansado. Usted sabe, tanto que está pasando por aquí de repente, y tienen un nuevo bebé.
– Bueno, está aprovechando a ese nuevo bebé y dejándonos a nosotros las ojeras.
– ¿Le pidió que se quedara unos días más?
– ¿Cuál sería el punto? Mentalmente, ya está fuera de aquí. Mejor que se haya ido. No nos habría servido de mucho de todos modos, no con el estado de ánimo en que está en este momento.
Cass recordó esa misma mañana, cuando Jeff había llegado tarde a la escena del crimen, y había sido bastante inútil, incluso después de su llegada.
– Por lo tanto, supongo que somos tú, yo, y un par de uniformados en contra de nuestro tipo, Cass.
Denver bajó los escalones y no se volvió hasta que llegó a su coche.
– Termina con el coche y con Tasha, y luego vete a casa y duerme algo. Uno nunca sabe lo que el mañana traerá.
Su entusiasmo recién encontrado por la vida sana había sido inspirado unas cuantas semanas antes por la visita de un viejo amigo de su padre que resultó ser un médico holístico, Regan Landry añadió un plátano a la leche descremada, yogurt, y una variedad de polvos en la licuadora y pulsó el botón de pulverizar. El pequeño aparato zumbó ruidosamente mientras ella sacaba un vaso y buscaba una pajilla. Pulsó stop y un bendito silencio siguió. Vertió su desayuno en el vaso, se sentó en la pequeña mesa redonda de la cocina y abrió el periódico. Aburrida después de unos minutos leyendo por encima los titulares, buscó bajo el papel el control remoto y encendió la televisión ubicada en el mostrador al otro lado del cuarto.
Ella cambió el canal, buscando su favorito matutino, Esta Mañana, EE.UU. Una vez lo encontró, le dio volumen y reanudó su exploración superficial del New York Times. Un artículo sobre una próxima subasta de antigüedades americanas en Sotheby's saltó a la vista, y acababa de llegar al muestrario de muebles de principios de Pensilvania cuando algo en la pantalla llamó su atención. Cogió el mando a distancia y subió el volumen.
– … sin duda es de interés para cualquier persona que tenga planes para visitar la costa de Nueva Jersey este verano, -Cannon Heather estaba diciendo.
La pantalla se dividió, la mitad ahora ocupada por un hombre en uniforme de policía que parecía incómodo delante de la cámara.
– Siento su dolor, -Regan murmuró.
– Jefe Denver, con el hallazgo de un tercer cuerpo en Bowers Inlet, los informes procedentes de la zona sur de Jersey nos dicen que todos los indicios apuntan a la probabilidad de que este es el trabajo de un asesino en serie. ¿Puede confirmarlo?
– Sabe, Heather, odio ese término, provoca tanto… -El jefe se movió en su silla.
– ¿Confirmará que ha habido en efecto una tercera víctima?
– Sí, ha habido una tercera víctima.
– Y que las tres víctimas han sido mujeres jóvenes de treinta y tantos años… -Heather se dirigió a la cámara directamente de modo que el hombre al que estaba entrevistando a distancia sentiría que le hablaba directamente.
– Sí, las tres víctimas han sido mujeres jóvenes, todas mujeres locales. Las dos primeras viven en Bowers Inlet. La joven cuyo cadáver se encontró ayer por la noche vivía en la cercana Tilden, pero fue dejada en una de nuestras playas.
– Ahora, la información que tenemos indica que todas las mujeres eran de pelo oscuro y constitución similar… -Heather hizo una pausa y miró sus notas-. ¿Existe algún significado en esta similitud, cree usted?
– En este momento no tenemos forma de saberlo. Sí, hasta ahora, ha habido una semejanza entre las víctimas, pero si debemos o no leer algo en ello, simplemente no lo sé.
– El fragmento más inquietante de información que hemos recibido es que tiene correspondencia del asesino…
– Bueno, detengámonos un momento aquí. -El jefe estaba claramente agitado-. Lo que tenemos son cartas que se recibieron después de que los cuerpos fueron encontrados. Quiero dejar eso claro. Podrían haber sido enviadas por alguien que no es el asesino, alguien que piensa divertirse un poco con nosotros. En este momento, no sé a ciencia cierta quién envió las cartas.
– Pero podrían ser del asesino…
– Por supuesto que podría ser, -dijo bruscamente.
– Y las cartas son una especie de provocación, ¿no? -Heather echó un vistazo a sus notas-. «Hey, Denver, ¿ya la encontraste?» Tengo entendido fue la primera nota. Y la segunda fue, «Hey, Denver ¿Me recuerdas?» ¿Ambas notas están hechas con letras o palabras recortadas de periódicos o revistas?
– Así es.
– ¿Y se encontró una nota después de esta última víctima?
– Sí.
– ¿Podemos saber que decía?
– Decía, «Hey, Denver, ¿ya lo has resuelto?»
– ¿Alguna idea sobre lo que se supone tiene que resolver?
– Unas cuantas.
– ¿Alguna que esté dispuesto a compartir?
– Sería prematuro. -El jefe de policía de Bowers Inlet contempló fríamente la cámara.
– Entonces, ¿qué les diría a las personas que tienen previsto pasar una semana o más en su comunidad este verano? Entiendo que Bowers Inlet tiene muchas propiedades de alquiler y la población goza de un auge en el verano.
– Yo les digo a los veraneantes lo mismo que digo a nuestros residentes de todo el año. Sean conscientes de su entorno. No salgan solos. Si sale por la noche, vaya en grupo. Pero usted sabe, esas son cosas que probablemente deberían hacer de todos modos, no importa donde esté. Tienen que cuidar de sí mismos. Tengan un teléfono celular consigo o una lata de spray de pimienta. Si usted piensa que alguien lo está siguiendo, infórmelo.
– Así, en otras palabras, aténgase a las precauciones básicas de seguridad…
Regan tamborileó sobre la mesa, luego se levantó y abandonó la sala cuando concluyó la entrevista. Fue por el vestíbulo a la oficina de su padre y prendió la luz del techo. Algo que acababa de decirse causó que una campana sonara en su cabeza.
Hey, Denver, ¿ya la encontraste?
Hey, Denver ¿Me recuerdas?
¿Dónde lo había visto…?
Sacó varios archivos de un cajón y los hojeó. No éste… No éste.
Entonces tal vez aquí… No.
Devolvió los archivos a su lugar y abrió el siguiente cajón.
Aquí. Aquí es.
Hey, Landry, ¿me recuerdas?
La nota, en simple papel blanco, detallaba el mensaje en letras de diferentes tamaños y colores -letras recortadas de revistas- dándole un aspecto desordenado, esquizofrénico a la hoja de papel.
En la parte superior de la página había un pequeño círculo con el número siete dentro. El padre de Regan lo había escrito, estaba segura. Esa era la manera en que numeraba las páginas cuando creaba los primeros borradores de su trabajo. Él podía tomar notas de varios archivos e integrarlos para un solo capítulo o proyecto. El hecho de que esta nota hubiese sido numerada -y el mensaje indicaba que había habido contacto previo- hizo pensar a Regan que había más notas del mismo autor. Sacó varios archivos del siguiente cajón, y en el cuarto que revisó, encontró un archivo de papel manila conteniendo un mensaje, junto con varias páginas de notas escritas por la mano de su padre.
Hey, Landry, ¿me recuerdas? Estaba numerado once.
Regan se sentó en el escritorio de su padre y comenzó a leer rápidamente las páginas que él había escrito. Se detuvo para voltear el archivo a fin de leer la anotación que había hecho en la parte superior.
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