Sacó la cámara de su bolso, ajustó el flash, y comenzó a tomar fotografías del cuerpo, de la escena, del callejón, y la valla. Se encontró cada vez más enojada con la persona que le había arrebatado la vida de la mujer y la dejó acostada desnuda sobre el frío asfalto negro, con la llovizna de la mañana corriendo por su cuerpo.
Y, probablemente lavando la evidencia.
Agradeció ver a Tasha caminar hacia ella. La CSI arrastraba su bolso negro, que algunos bromeaban diciendo que pesaba casi tanto como ella misma, que apenas sacudía la balanza a 45 kilos y medía tal 1, 60 si realmente se ponía de pie derecha. Con su pelo rubio oscuro corto, parecía un duendecillo. Un duendecillo diminuto con nervios de acero y un estómago a toda prueba. Cass nunca había oído decir de Tasha que retrocediera ante nada, ni una escena de crimen, ni un accidente. Se decía que hasta las vistas más espantosas -aquellas que hacían a los tipos grandes tener arcadas y encogerse- apenas hacían a Tasha parpadear.
– Bueno, mierda, mira esto, -dijo Tasha mientras dejaba en el piso su bolso de pruebas y lo abría-. ¿Dos en una semana? -Ella sacudió la cabeza y miró a Cass-. Yo diría que tenemos un problema aquí.
– Siempre admiro la forma en que vas directo al grano, Tasha. -Cass se agachó y tomó unos cuantos disparos del cuerpo.
– ¿Para que andarse por las ramas? -Tasha se puso sus guantes-. Tienes dos cuerpos en qué… ¿cuatro días? Dos víctimas qué, a primera vista, tienen una fuerte semejanza entre sí. Los cuerpos colocados de la misma manera… y mira la forma en que el cabello cubre su rostro. Apuesto un mes de sueldo que ella ha sido estrangulada manualmente y violada, al igual que la otra, pero tú eres demasiado inteligente para asumir una apuesta así, Burke.
Tasha se inclinó al lado del cuerpo, y apartó el pelo de alrededor del cuello de la víctima.
– Oh, sí. Ahí están. -Estudió las magulladuras, al tiempo que murmuraba a la chica muerta-, ah, cariño, ¿qué te hizo él?
Cass sacó unas cuantas fotos más.
– Burke, ¿conseguiste sus dedos? -Preguntó Tasha, y Cass asintió-. Uno de ellos parece que está roto.
– He más o menos terminado con el cuerpo desde este ángulo. Estoy esperando algunas luces para poder comenzar a mirar alrededor del callejón. Odiaría patear la evidencia a un lado y perder algo importante. -Cass se paró y enderezó su espalda-. Es toda tuya.
– Bueno, no vayas demasiado lejos con eso. -Tasha señaló la cámara-. Tan pronto como termine este lado, querré girarla. Puedes echarme una mano. Quiero ver lo que hay bajo estas uñas…
Cass retrocedió y esperó a que Tasha terminara su trabajo. Un coche frenó en la calzada, las luces iluminando la escena. Jeff Spencer salió del lado del conductor y apresuró el paso.
– ¿Dónde has estado? -Cass preguntó.
Él se encogió de hombros, mascullando algo ininteligible.
– Jeff, tenemos otro homicidio aquí. -Señaló lo evidente, teniendo cuidado de no levantar su voz-. El segundo de esta semana. Necesitamos…
– Sí, sí, ya sé lo que necesitamos, -murmuró entre sí mientras pasaba por delante de ella, hacia el cuerpo.
Cass contempló su espalda, luego lo apartó a un lado. Debe haber tenido una mala noche, pensó, a continuación les hizo señas a los oficiales que se detuvieron en la vía y comenzaron a descargar las luces.
– ¡Eh! Luces. Aquí. -Ella señaló alrededor-. Pónganlas aquí mismo…
Las luces trajeron nueva visibilidad a la escena, y la zona fue cuidadosamente registrada en busca de cualquier cosa que el asesino podría haber traído con él o dejado atrás. Varias colillas de cigarrillos cerca de un agujero en la valla se guardaron en una pequeña bolsa de plástico de pruebas, al igual que un contenedor de bebida de un restaurante de comida rápida local y un calcetín blanco sucio. Todo o nada podría tener una conexión con el asesino. Sólo el análisis de laboratorio lo diría, y eso no por unos cuantos días más, si alguna vez.
– ¡Eh!… -Cass oyó que Tasha decía en voz baja.
– ¿Qué? -Se volvió a ver a la CSI arrodillarse detrás del cuerpo, con un par de pinzas en su mano derecha. Ella parecía inspeccionar algo al dorso de la cabeza de la mujer muerta. Fuese lo que fuese, era invisible para Cass-. ¿Qué has encontrado?
– Cierta fibra -fue la respuesta. Tasha apuntó con un dedo-. Toma una foto de esto para mí antes de que lo quite.
Cass se inclinó hacia delante para alinear el tiro mientras ella le mostraba. Tasha deslizó el hilo en una bolsa, lo selló y marcó. Miró a Cass y dijo:
– Encontré algunos rastros similares enredados en el pelo de nuestra primera víctima.
– ¿El mismo tipo de fibra? ¿Cobija? ¿Alfombra?
– Demasiado largo. Es larga y delgada.
– ¿Soga, tal vez? ¿Algo que podría haber utilizado para atarlas, someterlas con ella? -La mente de Cass comenzó a considerar diferentes posibilidades.
– Nooo, -dijo Tasha despacio. Sostenía la bolsa en alto como si examinara su contenido-. No creo que sea cuerda, no es sustancial. Parece más fino, más delicado. No puedo esperar a volver al laboratorio para averiguarlo.
– ¿Has analizado la fibra que encontraste en Linda Roman?
– Todavía no. Me estaba concentrando en los rastros de debajo de sus uñas, tratando de encontrar células de piel, algo que me diera el ADN. La fibra se encuentra todavía en la caja de pruebas, pero creo que se trasladará a lo alto de la lista.
– ¿Me avisarás?
– ¿Obtendré un juego de esas impresiones? -Tasha cabeceó hacia la cámara que Cass sostenía en su mano derecha.
– Te sacaré unas copias tan pronto como vuelva a la oficina.
– Entonces serás la primera en saber lo que son las pequeñas fibras.
***
– Jefe, hay periodistas de cuatro estaciones de televisión y nueve periódicos en el vestíbulo, -Phyllis anunció a través del intercomunicador.
– Sí, lo sé, -respondió Denver-. No he decidido lo que quiero decirles.
– ¿Puedo ir a verlo por un momento? -Su voz sonaba temblorosa.
– Seguro, -dijo, un poco sorprendido. Normalmente, segura y confiada, no era normal en Phyl ser tan vacilante.
El intercomunicador hizo clic al apagarse y segundos después la puerta entre la oficina del jefe y su secretaria se abrió. Phyl entró en el cuarto sosteniendo una lata de Pepsi de dieta en una mano y un lápiz masticado en la otra. Puso la lata el sobre el escritorio del jefe, y giró el lápiz entre su dedo índice y medio.
– ¿Qué pasa por tu mente, Phyl?
– Acabo de ver las imágenes de esta nueva -esta nueva víctima de asesinato- en el escritorio de la detective Burke. El cuerpo de esta mañana. Creo que quizás la conozco. Creo que podría saber quien es, jefe.
– ¿Sí? -Él frunció el ceño. Sus detectives todavía comprobaban las personas desaparecidas.
– Ella hace la manicura en el Salón Red Rose en la Quinta y Marshall.
– ¿Sabes su nombre?
– Lisa. No sé su apellido. Pero estoy bastante segura de que su nombre es Lisa.
– ¿Se lo dijiste a la detective Burke?
– No. Ella estaba al teléfono, y yo estaba tan asustada, acabo de salir de su oficina. Me ha tomado unos minutos poner mis ideas en orden. Podría estar equivocada. -Sus ojos estaban empañados, y sus manos, se dio cuenta, temblaban.
Él apretó el botón para la extensión de Cass.
– Burke, necesito que vengas. Ahora.
Cass apareció en la puerta en menos de un minuto.
– ¿Pasa algo malo? -Ella estudió su rostro-. Por favor, dígame que no ha habido otro cuerpo…
– No. Pero Phyl cree saber quien es nuestra dama de la mañana.
– Creo que es la manicura del Red Rose. Lisa algo. Podría estar equivocada, detective. Dios, espero estar equivocada. Pero he visto las fotos en su escritorio. No quise hacerlo, sólo fui a llevarle un mensaje de teléfono que entró en la casilla del jefe por error. Y las fotos estaban ahí, justo en su escritorio…
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