– Lamento tanto que las hayas visto, Phyl. No eran bonitas. Y debe haber sido un shock, una vez que te diste cuenta que tal vez conocías a la mujer.
– Lo fue. Todavía lo es. -Para calmarse, buscando hacer algo con sus manos, Phyl tomó un sorbo de Pepsi diet-. Puedo llamar allí, al Red Rose, si quieres. Veré si ella está…
– No, no. Yo lo haré. -Cass miró a su jefe-. Lo haré ahora mismo, y le avisaré tan pronto como lo averigüe.
– Hazlo. -Denver asintió-. Hazlo de inmediato.
– Estoy en ello. -Cass desapareció por la puerta.
– Y para peor están todos esos reporteros. La sargento en la recepción está un poco nerviosa. Todo el mundo quiere saber qué pasa, -dijo Phyl como si se tratara de productos.
– Saldré y hablaré con ellos. No es mucho lo que puedo decirles, en todo caso.
Se frotó el mentón y deseó haberse tomado más tiempo para afeitarse esa mañana. Supo que aparecería en las noticias de las seis y las once en todo el estado, con una grave sombra a las cinco.
***
– ¡Jefe, jefe!
– Jefe Denver, ¿es cierto hay un asesino en serie en Bowers Inlet?
– ¡Jefe Denver! ¡Jefe Denver…!
La multitud de reporteros avanzó al momento en que Denver entró en la sala hacia el vestíbulo. Es como si lo hubieran olido. Se movieron en masa, y él levantó ambas manos para pararlos en seco y calmarlos.
– Está bien, tranquilicémonos -dijo, sintiéndose como un maestro de primer grado-. Todo el mundo de seis grandes pasos hacia atrás, por favor. Extiéndanse un poco, dense un poco de espacio, para gritar en voz alta.
La multitud hizo como se les dijo, y luego levantaron sus manos y esperaron a ser llamados.
Sí, Denver pensó. Igual que la escuela primaria.
– Bueno, en primer lugar quisiera decir qué, sí, ha habido dos asesinatos esta semana aquí en Bowers Inlet. Ambas víctimas eran mujeres en sus treinta… la segunda víctima no ha sido identificado todavía, pero parece ser de una edad similar a Linda Roman, que como todos ustedes saben tenía treinta y uno.
– ¿Ambas mujeres fueron asesinadas de la misma manera? -Alguien gritó.
– Necesitaré ver el informe del forense sobre la segunda víctima antes de poder contestar eso, -respondió el jefe.
– He oído que ambas mujeres eran muy similares en apariencia física… joven, bonita, con largo cabello oscuro.
– Puedo confirmar eso, sí.
– ¿El asesino encasilla a sus víctimas, entonces? -Una mujer morena desde atrás preguntó, con un deje de aprehensión en su voz.
– Yo buscaría una peluca roja, si fuera tú, Dana, -alguien le gritó desde el otro lado del cuarto, y hubo una efusión de risas nerviosas.
– No lo sabemos, -dijo Denver-. Yo no haría ninguna suposición todavía. Por todo lo que sabemos, el asesino tuvo alguna conexión con ambas mujeres.
– Entonces usted piensa que la misma persona mató a las dos mujeres. -No era una pregunta.
– La evidencia sigue siendo analizada.
– ¿Podemos obtener detalles de las investigaciones?
– Tendré un informe a su disposición a las seis. -Denver echó un vistazo al reloj. Eso le daría casi dos horas para decidir qué liberar-. Puede esperarlo, o puede dejar su nombre y número de fax, y nosotros nos encargaremos de enviarle por fax el informe.
– ¿Por qué no puede decirnos sencillamente lo que usted tiene?
– No tengo mucho aún. Todavía estoy esperando los informes del laboratorio y de la oficina del forense. Estaba a punto de sentarme con mis detectives y repasar esto con ellos, cuando todos ustedes aparecieron. Pensé en tratar con ustedes en primer lugar, hacerles saber que estamos trabajando para reunir algo para ustedes para que todos puedan cumplir sus plazos. No quiero darles una información incompleta, por lo que si me disculpan, me gustaría volver a esa reunión.
Denver sonrió superficialmente y se encaminó de regreso a su oficina.
– Jefe Denver, ¿cuantas víctimas tiene que tener para considerar esto obra de un asesino en serie?
El jefe se detuvo a media zancada y se dio la vuelta lentamente.
– Creo que es un poco pronto para empezar a lanzar términos como ese. También creo que es irresponsable, francamente, ya que sólo servirá para aterrorizar a nuestros residentes, que ya están bastante perturbados.
– ¿Pero, cuántos, Jefe? -La pregunta se repitió esta vez suavemente-. He oído dos o tres. ¿Qué hay de eso?
Denver giró en sus talones y regresó a su oficina, cerró la puerta, y llamó a sus detectives para que se presentaran y trajeran sus notas.
– Tenemos una identificación positiva de la víctima de esta mañana.
Cass no esperó ni siquiera a sentarse para comenzar su informe verbal.
– Lisa Montour. Edad treinta y uno. Y de acuerdo con Phyl, hacía la manicura en el Salón Red Rose de la ciudad. Llamé al salón y supe que no había llegado aún. Llamé a su compañera de apartamento, y me dijo que Lisa salió a encontrarse con unos amigos ayer por la noche, pero no regreso a casa. La compañera no se dio cuenta de eso, sin embargo, hasta que llamaron del salón esta mañana.
– ¿Podemos conseguir los nombres de los amigos con quien se iba a reunir? -Denver preguntó.
Cass levantó el bloc de notas.
– La compañera me los dio, junto con números de teléfono. Ella iba a ir con Lisa anoche, por cierto, pero llegó a casa del trabajo realmente tarde y estaba demasiado cansada para salir. Ya he hablado con dos de los cuatro con quienes se iba a encontrar, pero ambos dicen que Lisa no se presentó. Ellos se figuraron que llegó a casa del trabajo y quizás tan sólo se durmió.
– ¿A qué hora dejó su apartamento? -Denver se recostó en su silla-. Explícame todo lo que tienes.
– Su compañera de apartamento -Carol Tufts, es su nombre- dice que Lisa salió alrededor de las nueve quince por Kelly a la calle Duodécima. Debería haberle tomado sus diez minutos como máximo llegar allá.
– ¿Ella fue conduciendo?
– Paseando. Su coche tuvo un pinchazo, y no tenía neumático de repuesto, por lo que decidió caminar. Carol dice que le ofreció usar su automóvil, pero Lisa le dijo que mejor caminaría, ya que hacía una buena noche.
– Cuando fue descubierto el neumático desinflado, ¿lo sabemos? -Denver preguntó.
– Ayer por la mañana. De acuerdo con Carol, el neumático estaba pinchado, cuando Lisa bajó para salir al trabajo por la mañana. Encontró el neumático pinchado, se dio cuenta de que no tenía recambio, por lo que alguien del salón fue a buscarla, y consiguió que la llevaran a casa ayer por la tarde. -Cass miró sus notas-. Traeré el neumático para inspección.
Su teléfono celular vibró contra su cadera, y ella miró el número.
– Es el laboratorio, -explicó al jefe-. Creo que debo tomarla.
Denver cabeceó, entonces concentró su atención en Jeff Spencer, que había estado en silencio desde que había entrado en el cuarto.
– Entonces, ¿qué tiene usted que añadir al informe del detective Burke, Spencer?
Spencer se encogió de hombros.
– No mucho.
– Bien, estaba allí en la escena esta mañana, ¿no?
– Sí. Pero Burke tenía las cosas bastante controladas cuando llegué.
– ¿A qué hora llegó allí?
Spencer se frotó la nuca y se movió en su asiento.
– No recuerdo a qué hora llegué.
Denver lo contempló. Él no quería tener esa conversación. Sobre todo no quería tenerla ahora.
– ¿Tiene algún problema, Spencer?
– Sí, señor. De hecho, yo lo soy. -La cara de Spencer era inexpresiva.
– Resuélvalo. Ocúpese de ello. Y hágalo rápido. -Denver se paró, esperando controlar su temperamento-. Hay un asesino en mi ciudad. Acaba de comenzar su juego. No tengo tiempo para mimar a nadie por sus problemas personales. Si no está al cien por cien en esto, Spencer, por el amor de Dios, dígamelo ahora.
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