Como si sintiera mi mirada sobre ella, Elizabeth se da la vuelta. Le sonrío. Ella me sonríe a su vez y siento que mi corazón se expande. Recuerdo el día del lago. Recuerdo cuando me dejé arrastrar por aquella tabla. Y recuerdo mi decisión de contarle la verdad.
– Tenemos que hablar -le digo.
– No creo.
– Nos lo hemos dicho siempre todo, Elizabeth. Guardar secretos fue la causa principal de todo el embrollo. Si nos lo hubiésemos dicho todo… -no terminé.
Asiente y comprendo que ella sabe. Que lo ha sabido siempre.
– Tu padre -digo- creyó siempre que tú habías matado a Brandon Scope.
– Se lo dije yo.
– Pero al final… -me callo, sigo de nuevo- cuando, en el coche, le dije que tú no lo habías matado, ¿crees que adivinó la verdad?
– No sé -dice Elizabeth-. Quiero pensar que sí.
– O sea que se sacrificó por nosotros.
– Quiso impedir que tú lo hicieras -dice- o a lo mejor se murió creyendo que yo había matado a Brandon Scope. No lo sabremos nunca. Y eso no tiene importancia.
Nos miramos.
– Tú lo sabías -digo sintiendo un nudo en el pecho-, lo sabías desde el principio. Tú…
Me impone silencio llevándose un dedo a los labios.
– Está bien así.
– Metiste todo aquello en la caja de seguridad… -digo- lo hiciste por mí.
– Quería protegerte -dice.
– Fue en defensa propia -digo volviendo a recordar el tacto del arma en mi mano, la desagradable sacudida cuando apreté el gatillo.
– Lo sé -me dice rodeándome con los brazos y acercando a mí su cuerpo-, lo sé.
Yo estaba solo en casa hace ahora ocho años cuando Brandon Scope penetró en nuestra casa. Estaba solo en la cama cuando se coló con el cuchillo. Luchamos. Conseguí hacerme con la pistola de mi padre. Se abalanzó sobre mí. Disparé y lo maté. Después me entró pánico y eché a correr. Quería pensar, resolver qué haría. Al volver en mí, regresé a casa y el cadáver había desaparecido. Y el arma lo mismo. Quería contárselo todo a Elizabeth. Lo habría hecho el día que fuimos al lago. Pero al final no le dije nada. Y así hasta ahora.
Como acababa de decirle, si le hubiera dicho la verdad desde el primer momento…
Me estrecha con más fuerza.
– Estoy aquí -me musita al oído.
Aquí. Conmigo. Nos va a costar un poco percatarnos de la realidad. Pero lo conseguiremos. Abrazados, nos deslizamos en el sueño. Mañana por la mañana nos despertaremos juntos. Y también el día siguiente. Su rostro será lo primero que veré todos los días. Su voz será lo primero que oiré. Con esto tendré siempre bastante.
***
* Teenage Sex Poodles. * Puse las palabras «Sex Poodles» en la contraseña. Tragué saliva y pulsé con el ratón en el icono de la entrada. Eché una mirada al hombre de cabello ensortijado. Estaba absorto en una búsqueda de Yahoo! Volví a mirar el escritorio que tenía enfrente. La mujer del traje sastre observaba ceñuda a otro empleado de Kinko que tenía el aire feliz de la medianoche. Me quedé a la espera de que apareciera el mensaje de error. Pero esta vez no se materializó, sino que ante mi vista se desplegó una pantalla dándome la bienvenida. En la parte superior se leía: «¡Hola, Morewood!» Más abajo decía: «Tiene un mensaje en el buzón.» Mi corazón parecía un pájaro que pugnase por salir volando de la jaula de mis costillas. Pulsé con el ratón en el icono de Mensaje Nuevo y mi pierna inició el acostumbrado bailoteo. Esta vez no había ninguna Shauna para frenarlo. A través del cristal del establecimiento veía a Chloe atada al parquímetro. Al descubrirme, comenzó a ladrar. Me llevé un dedo a los labios para ordenarle que se callara. Entonces apareció el mensaje: «Washington Square Park. Búscame en la esquina sureste. Mañana a las cinco. »Te seguirán.» Y ya al final: «Pase lo que pase, te quiero.» La esperanza, aquel pájaro enjaulado que se negaba a morir, voló libre. Me recosté en el respaldo de la silla. Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas pero, por primera vez desde hacía mucho tiempo, sonreí plenamente satisfecho. Elizabeth… seguía siendo la persona más inteligente que conocía.
Caniches sexuales de la adolescencia (N. de la T.)
*Se refiere a O. J. Simpson, el conocido atleta norteamericano, acusado de haber asesinado a su esposa y al amante de ésta y que fue posteriormente absuelto por considerar que habían existido irregularidades policiales (N. de la T.)
*Vuelve a referirse al atleta O. J. Simpson. (N. de la T.)
*Jeffrey Dahmer, el caníbal de Milwaukee, fue condenado por sus escalofriantes crímenes a más de novecientos años de cárcel y murió asesinado en la prisión por un compañero de celda (N. de la T.)
*El Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas (N. de la T.)