Rex Stout - Los Amores De Goodwin

Здесь есть возможность читать онлайн «Rex Stout - Los Amores De Goodwin» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Amores De Goodwin: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Amores De Goodwin»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando un poderoso representante gubernamental de la O.R.P. (Oficina de Regulación de Precios) está preparándose para hablar ante un grupo de millonarios pertenecientes a la A.I.N. (Asociación Industrial Nacional) muere asesinado. El mundo de los negocios se tambalea ante las sospechas vertidas sobre los magnates asistentes a la conferencia. La A.I.N. exige que se encuentre al asesino y Nero Wolfe decide hacerse cargo del caso.

Los Amores De Goodwin — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Amores De Goodwin», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

No puedo decir si Wolfe y Cramer dieron entero crédito a la historia; yo tampoco podía determinar si se lo concedía, porque desde el momento en que alumbré con mi lámpara el cadáver de Phoebe me sentía trastornado. Cramer, al oír esta explicación que le transmitió Rowcliffe, después de interrogar a Winterhoff, se limitó a gruñir, mas quizá porque en aquel momento estaba pensando en otra cosa. En aquel instante, uno de los especialistas, no sé cuál de ellos, expresó la sugestión de valerse de un microscopio. Cramer la acogió en el acto: Dio orden de que Erskine y Dexter.-que estaban sometidos a interrogatorio en otra dependencia, viniesen inmediatamente a la habitación de la fachada, se trasladó a ella en compañía de Purley y mía. Cramer se puso delante de los re unidos y después de llamar su atención, cosa nada difícil, empezó a decir:

– Hagan ustedes el favor de escucharme atentamente, para percatarse de lo que pregunto. La prueba…

– ¡Esto es una impertinencia! -saltó Breslow-. ¡Ya hemos contestado a toda clase de preguntas! Nos hemos dejado registrar y hemos dicho todo lo que sabemos…

– Póngase usted a su lado -le dijo Cramer a un policía- y si no se calla, hágale usted callar.

El agente se dirigió hacia él y Breslow cortó sus voces.

– Ya estoy harto de lamentaciones de inocentes ofendidos -continuó Cramer con una rudeza y una furia como jamás las había visto en él-. Durante seis días les he venido tratando a ustedes con tantas consideraciones como si fueran niños de teta, porque ustedes son gente importante y tal, pero esto se ha terminado. De la muerte de Boone es posible que les considerara antes inocentes a todos ustedes, pero ahora ya sé que uno no lo es. Uno de ustedes mató a esa mujer y no es aventurado suponer que es el mismo que asesinó a Boone.

– Perdone, inspector -dijo Frank Thomas Erskine en fono seco-. Ha formulado usted una afirmación de la cual quizá tendrá que arrepentirse. ¿Qué me dice de ese hombre que el señor Winterhoff ha visto…?

– Sí, ya he oído hablar de esto -respondió Cramer sin soltar prenda-. Por el momento me atengo a la manifestación que les he hecho, y les añadiré que el comisario de policía la confirma. Cuanto más trabas me pongan ustedes, tanto más tiempo perderemos aquí. Se ha dado cuenta a sus familias de dónde están ustedes y por qué. Uno de ustedes se imagina que me podrá hacer condenar a veinte años de cárcel, porque no le dejo telefonear a todos sus amigos y abogados. Pues bien, yo le digo que no telefoneará. -Cramer hizo una mueca y preguntó-: ¿Comprenden ustedes la situación?

Nadie contestó.

– Ahora van a ver ustedes lo que he venido a decirles. El pedazo de cañería con que Phoebe Gunther fue asesinada ha sido examinado en busca de huellas digitales. No hemos encontrado ninguna apreciable. Se trata de un tubo viejo con la capa de galvanizado medio desprendida y tiene manchas de pintura y de otras materias más o menos extendidas por él. Imaginamos que cualquier persona que agarrase aquel tubo con la fuerza suficiente para hendir un cráneo debe de haber recogido partículas de pintura en las manos. No me refiero a manchas visibles, sino a partículas demasiado pequeñas para que se las pueda distinguir a simple vista. No conseguirían ustedes desprenderse de ellas frotándose las manos en la ropa. Habrá que efectuar este examen con un microscopio. No quiero llevarles a todos al laboratorio y por ello he mandado que traigan un microscopio acá. Les solicito a ustedes que permitan este examen de sus manos, así contó de sus ropas y pañuelos.

– Oiga, Inspector -dijo la señora Boone-; yo me he lavado las manos. Fui a la cocina a ayudar a preparar bocadillos, y como es natural me lavé las manos.

– ¡Lástima! -gruñó Cramer-; pero aun así podemos probar. Algunas de las partículas pueden no haberse desprendido de las grietas de las manos ni siquiera con el lavado. Denle ustedes las respuestas afirmativas o negativas al sargento Stebbins, Yo estoy demasiado ocupado ahora.

Cramer salió de la habitación y volvió al comedor. En este punto me percaté de que me convenía un rato de meditación, fui al despacho y le anuncié a Wolfe que esta ría en mi habitación, por si me necesitaba. Permanecí en ella por espacio de media hora. El microscopio llegó a la una de la madrugada. Mientras tanto no habían dejado de ir y venir los coches de la policía y por mera coincidencia pude ver, desde la ventana, que de uno de ellos salía un hombre con una gran caja. Me bebí la leche y bajé al piso inferior.

Capítulo XXI

No tenía necesidad alguna de haber bajado, porque en tal habitación fue donde se efectuó el examen de las manos. El especialista del microscopio requería un lugar tranquilo. En todas partes había bullicio, exceptuando la alcoba de Wolfe donde él se opuso a que entrase nadie. De esta suerte, los examinandos tuvieron todos que subir los dos pisos El aparato, dotado de una luz especial, fue instalado en mi mesa. En la habitación estábamos cinco personas: los dos especialistas, el policía que introducía y se llevaba a cada uno de los sujetos, el examinando de turno y yo, que estaba sentado en la esquina de la cama.

Mi permanencia en la alcoba se debía en parte a que me repugnaba ceder mi habitación a extraños y en parte a que, dentro de mi tozudez, me resistía a admitir mi incapacidad para recordar la cara del asesino de Phoebe. Por esta última razón hubiera apostado en favor de la teoría de Winterhoff del hombre vestido de oscuro y dado a la fuga. Sentía necesidad de volverles a mirar la cara a todos. Estaba persuadido de que al mirar derechamente al rostro del asesino, me daría cuenta de que era él. Tal procedimiento, del cual no me habría atrevido a informar a Wolfe, era enteramente nuevo en la investigación criminal, pero yo me aferraba a él. Así, pues, me senté en la esquina de la cama y fui mirando fijamente a las caras, mientras los especialistas miraban a las manos.

La primera fue la de Nina Boone: pálida, cansada y nerviosa.

La segunda fue la de Don O’Neill: agraviado, impaciente y curioso. Los ojos inyectados en sangre.

La tercera, Hattie Harding: Inquieta y con los ojos mucho menos seguros que cuatro días atrás cuando la vi en su despacho.

La cuarta, Winterhoff: distinguido, afectado y rígido.

La quinta, Erskine padre. Actitud de tensión y de determinación.

La sexta, Alger Kates. Afligido y propenso a llorar. Ojos hundidos.

La séptima, la señora Boone. Esforzada en mantenerse firme, pero moral y físicamente derrumbada.

La octava, Salomón Dexter. Bolsas grandes debajo de los ojos. Despreocupado; muy resuelto.

La novena, Breslow: labios apretados con ira y ojos de cerdo rabioso. Fue el único que me miró a mí en vez de hacerlo a su mano, mientras la tenía sometida a la luz y a las lentes.

La décima, Ed Erskine: sarcástico, escéptico y libre de la jaqueca.

Los especialistas, durante el examen, no se habían entregado a ninguna exclamación de complacencia ni de sorpresa, y yo tampoco tuve ocasión de hacerlo en mi investigación particular. Sus únicas palabras habían sido para dirigirse a los examinandos, diciéndoles que se estuviesen quietos e indicándoles la posición adecuada y había intercambiado breves comentarlos en voz baja. Cuando el último, Ed Erskine, fue llevado fuera de la alcoba, les pregunté:

– ¿Había jabón?

– Le daremos cuenta sólo al inspector -dijo uno de ellos con bastante rudeza.

– Debe de ser magnífico -respondí yo- esto de estar en posesión de los secretos de la policía. ¿Por qué se figuran que Cramer me ha dejado subir y estar sentado aquí? ¿Para que no me enterase de nada?

– No cabe duda -respondió el otro- de que el inspector le enterará de nuestros hallazgos. Baja y dile lo que hemos encontrado, Philips.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Amores De Goodwin»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Amores De Goodwin» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los Amores De Goodwin»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Amores De Goodwin» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x