Rex Stout - Los Amores De Goodwin

Здесь есть возможность читать онлайн «Rex Stout - Los Amores De Goodwin» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Amores De Goodwin: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Amores De Goodwin»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando un poderoso representante gubernamental de la O.R.P. (Oficina de Regulación de Precios) está preparándose para hablar ante un grupo de millonarios pertenecientes a la A.I.N. (Asociación Industrial Nacional) muere asesinado. El mundo de los negocios se tambalea ante las sospechas vertidas sobre los magnates asistentes a la conferencia. La A.I.N. exige que se encuentre al asesino y Nero Wolfe decide hacerse cargo del caso.

Los Amores De Goodwin — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Amores De Goodwin», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Los periodistas habían logrado infiltrarse a través de las líneas, pero ahora volvían a estar al otro lado del umbral. En la calle seguían las luces supletorias que habían instalado y seguían deambulando por ella unos cuantos agentes, pero la mayoría de los especialistas de la policía, incluyendo los fotógrafos, se habían marchado ya. A pesar de ello, la muchedumbre, según yo podía ver por la ventana junto a la cual tenía la silla, iba creciendo por momentos. La casa estaba en un lugar céntrico y la noticia de aquella crisis espectacular en el caso Boone había alcanzado a la gente que salía de los teatros y cines de Times Square. Aquella pequeña reunión que Wolfe le había encargado de preparar a Cramer se había engrosado mucho más de lo que se preveía.

En la acera se había encontrado un pedazo de tubería de un grosor de unos tres centímetros y unos cuarenta de largo. A Phoebe Gunther la habían golpeado con él en la cabeza cuatro veces. El doctor Vollmer certificó su muerte apenas llegó. La señorita Gunther se había producido también algunas erosiones al caer. Una de ellas, en la mejilla y la boca. Tales eran los resultados a que habían llegado los especialistas de la policía.

Llevaba sentado veinte minutos en la habitación, dedicado a estas meditaciones, cuando observé que no había ni una gota de leche, pero que tampoco se había derramado del vaso ni una partícula.

Capítulo XX

El hecho de que Wolfe y Cramer cooperasen en el esclarecimiento de un caso era realmente singular. Y no menos singular era que yo fuese la clave de él. En efecto, la suposición más admitida era que Phoebe había llegado a nuestra casa, había subido las escaleras de la puerta y que el asesino, o había venido con ella o se había aproximado a ella en el descansillo de la puerta y que la había golpeado antes de que llamase al timbre, haciéndola caer a la calle. Había bajado luego a ésta y la había golpeado otras tres veces para asegurarse de su muerte, apoyando el cuerpo luego contra la puerta de hierro, donde nadie podía verle desde el descansillo sin abalanzarse y torcer el cuello; tampoco se le podía ver desde la acera por causa de la poca luz. Luego, como es natural, el asesino pudo haberse ido a casa y acostarse, pero se suponía que había vuelto a subir los peldaños, había llamado, yo le había abierto y me había hecho cargo de su sombrero y su abrigo.

Esta circunstancia me situaba a tres metros de Phoebe y su matador, y quizá aún a menos, en el momento en que ocurrió el crimen. Si por casualidad hubiese corrido la cortina de detrás del -cristal de la puerta, hubiese podido presenciarlo. También, según tal hipótesis, yo había saludado al asesino unos segundos después del crimen. Como convine con Wolfe y Cramer, yo había observado las caras de cada uno de los que llegaban para comprobar las reacciones que en ellas producía la tensión del momento. Por esta razón también había subido a mí alcoba; es decir, para evocar aquellas caras. Después de hacerlo, tuve que reconocer que, contra lo esperado, me veía incapaz de señalar cuál era el rostro, o los dos o tres rostros, que pertenecía con mayor probabilidad al hombre que un minuto antes había machacado el cráneo de Phoebe. Al oírlo, Wolfe suspiró y Cramer gruñó como un león decepcionado, pero yo no podía hacer más.

Naturalmente, se me había pedido formular una lista de las llegadas por orden cronológico y los intervalos que mediaban entre ellas. Yo no había pulsado un reloj registrador cada vez que había entrado uno, pero pude asegurar que mi lista era bastante precisa. Todos habían venido individualmente. Se partía de la idea de que si dos de ellos habían venido con corto intervalo -digamos, con dos minutos de diferencia o menos- el que venía delante podía estimarse como improbable. Pero no el que venía en segundo lugar, puesto que el asesino, al terminar el crimen y oír pasos o la proximidad de un taxi, podía haberse recogido contra la puerta, sumergida en la oscuridad, y esperar que el visitante hubiese subido los escalones y le hubiesen franqueado el paso y entonces subir él detrás inmediatamente y sonar el timbre. De todas maneras no había necesidad de realizar tal cálculo de precisión, puesto que, según recordaba, ninguno de los intervalos había sido inferior a tres minutos.

La situación dentro de la lista de orden no significaba nada, porque tanta oportunidad habían tenido de cometer el crimen Hattie Harding, que había llegado la primera, como Nina Boone, que había venido la ultima.

Se había interrogado a todos los visitantes por lo menos una vez, cogiendo por separado a cada uno y era probable que este juego continuase durante toda la noche. A no ser por el microscopio, como luego se verá. En las preguntas que se hicieron no había posibilidad de coartada. Todos y cada uno de ellos habían puesto los pies a solas en el descansillo entre las 9,50 y las 10,40 y durante tal lapso de tiempo Phoebe Gunther había llegado a la puerta y había sido asesinada. La única pregunta que cabía hacer en serio era: «¿Tocó usted el timbre tan pronto como llegó, o mató a Phoebe Gunther antes?» Si contestaban que no vieron a Phoebe Gunther, que llamaron y que el señor Goodwin les abrió la puerta, ¿qué más be podía preguntar? Si se sentía natural comezón de saber si cada uno llegó en coche, en taxi, a pie, ya no se sabía adonde se iba a parar.

He dicho antes que la suposición oficial era que el asesino había vuelto a subir la escalera y había entrado en la casa, pero debo dejar testimonio de otra de las hipótesis. La A.I.N. patrocinaba una explicación diversa, inspirada por Winterhoff, la cual constaba de tres elementos. A saber:

1.º -Él, Winterhoff, el hombre distinguido, llevaba en los zapatos unas suelas hechas de una composición tan silenciosa como la goma, y por tal razón producía muy poco ruido al andar.

2.º -Winterhoff sentía repugnancia a tirar nada en la calle, ni siquiera una colilla de cigarrillo.

3.º -Vivía en la East End Avenue. Su esposa e hijas usaban su coche y el chofer aquella noche. Si podía evitarlo, él nunca recurría a los taxis para precaverse contra la insolencia de los taxistas en esta época de carestía de tales vehículos. De esta suerte, cuando el teléfono le llamó para requerir su presencia en la oficina de Wolfe, cogió el autobús de la segunda avenida hasta la Calle 35 y siguió el camino a pie.

Al acercarse a la casa de Wolfe desde el Este, con sus zapatos silenciosos, se detuvo a unos veinticinco metros de la puerta, porque el pitillo llegó a su término y observó que en la acera había un cenicero Mató el cigarrillo en ella; estaba casi de espaldas a la acera cuando vio a un hombre salir de una verja en dirección contraria, hacia el río, con cierta presteza. Había continuado su camino hacia casa de Wolfe y observó que de ella debía de haber salido probablemente aquel hombre, pero no llevó su examen hasta el punto de inclinarse por encima de la baranda de la escalera y mirar al cercado Lo más que podía aclarar respecto de aquel hombre huidizo era que llevaba un traje oscuro y usado y que ni era un gigante ni un pigmeo.

Y, cosa curiosa, se había presentado una corrobora clon de esta teoría Pe enviaron dos policías a comprobar su veracidad. Volvieron al cabo de media hora y dieron cuenta de que en una verja que distaba exactamente veinticuatro pasos de la puerta de Wolfe había un cenicero. No sólo esto: En la parte superior de las cenizas había una colilla y su estado y ciertas tiznaduras en el interior del cenicero hacían verosímil que la hubiesen apagado frotándola contra, el interior del recipiente. Además traían consigo la colilla.

Winterhoff no había mentido: Se había detenido a matar su pitillo en un cenicero y además había precisado exactamente las distancias. Desgraciadamente no era posible comprobar lo referente al fugitivo, porque en aquellas dos horas éste andaría ya muy lejos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Amores De Goodwin»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Amores De Goodwin» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los Amores De Goodwin»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Amores De Goodwin» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x