– Soy Debbie -dijo el oficial sonriendo. Señaló a la otra persona vestida con traje de piloto-. Este es mi copiloto, el teniente Pete Jefferson; nuestros PR son el sargento Hancock y el sargento Murphy.
Los dos hombres estaban colocando material en la parte trasera del Blackhawk UH60.
– ¿Qué están cargando? -preguntó la doctora Duncan.
– Nuestro equipo estándar de salvamento -repuso Hawerstaw.
– Sólo necesito que me llevéis hasta Groom Lake -dijo la doctora Duncan.
– Son procedimientos operativos estándares -explicó Hawerstaw-. Siempre llevamos nuestro equipo cuando volamos. Nuestra misión principal, aparte de llevar a los asesores científicos del Presidente, consiste en rescatar tripulaciones que han sufrido un accidente. Nunca se sabe si nos pueden dar la orden posterior de llevar a cabo una misión -sonrió-. Por cierto, por lo que me ha contado el oficial de guardia, vamos a llevar a cabo una misión secreta en el espacio aéreo del Área 51. ¿Quién sabe con lo que nos podemos topar? He oído historias muy extrañas sobre ese sitio.
– ¿Tienes algún inconveniente en llevar a cabo esta misión? -preguntó la doctora Duncan poniéndose la máscara de la profesionalidad.
– Ninguno. He recibido órdenes de mi oficial de guardia, que representa al comandante del puesto, para conducirla a donde usted desee. -Hawerstaw se colocó su casco y luego dijo-: Tengo las espaldas cubiertas. -Abrió la puerta del lado del avión.
– Por cierto, odio ver esas grandes áreas en las que no se puede volar. Es un reto poder verlas. Tengo verdaderas ganas. -Abrió el brazo hacia la parte de atrás-. Suba a bordo.
CERCANÍAS DEL ÁREA 51.
Kelly tomó aliento y luego dijo en voz alta:
– Discúlpenme, señores. Tengo algo que decir que creo que les interesará a todos.
Todos los avistadores de ovnis se giraron a mirarla, pero nadie se movió hasta que la voz del Capitán exclamó tras ella:
– Acercaos.
Se arremolinaron formando un círculo de figuras en la oscuridad.
– Esta gente necesita nuestra ayuda -comenzó a decir el Capitán-. Sabéis que llevo mucho tiempo aquí observando. Veintidós años, para ser exactos. Pues bien, esta noche haremos algo más que mirar.
Mientras el Capitán hablaba, explicando lo que Kelly le había pedido, una figura se separó del grupo y se marchó en la oscuridad. Cuando el coche se marchó con los faros apagados nadie se dio cuenta, cautivados por lo que el Capitán estaba diciendo.
ÁREA 51.
Las luces de la parte superior del complejo Groom Lake no estaban encendidas a la derecha de Turcotte cuando dejó de bajar la montaña que acababa de atravesar. Ante él se extendía la pista y, detrás de ella, la ladera de la montaña bajo la que, según había dicho Von Seeckt, se encontraba la nave nodriza. «Hasta aquí, todo perfecto», pensó Turcotte. Pero para el resto del camino iba a precisar ayuda. Comprobó su reloj. Quince minutos. Turcotte se dispuso a trabajar en su rodilla apretando los dientes; para ello tenía que hacerse unos masajes con los dedos para que los tendones no se volviesen rígidos.
BASE AÉREA DE NELLIS.
El sargento Hancock enseñó a Lisa Duncan cómo colocarse el casco y hablar por la radio que llevaba incorporada.
– Listos para despegar -anunció la teniente Hawerstaw-. ¿Listos ahí detrás?
– Todo dispuesto -respondió Duncan.
– Vamos a volar a trescientos metros hasta que nos acerquemos al límite. Luego bajaré lentamente. Esto va a resultar un poco brusco, pero quiero permanecer fuera de sus pantallas el mayor tiempo posible. Así tendremos más posibilidades de llevarla a Groom Lake.
A continuación el Blackhawk se elevó y se dirigió hacia el norte.
CERCANÍAS DEL ÁREA 51.
– He conseguido algo -dijo Nabinger con la tabla de madera que había sacado de los archivos de Dulce. Mientras los otros efectuaban las llamadas e iban y venían, no había dejado de trabajar en la traducción.
– Precisamente ahora no tenemos tiempo para ello -repuso Kelly. Señaló su reloj de pulsera-. Empieza el espectáculo.
Tomó la carretera de tierra y se volvió hacia el este. La camioneta del Capitán la seguía, y a continuación los restantes vehículos de los avistadores de ovnis. Avanzaban por la carretera. Pasaron las señales de aviso y luego cruzaron el primer par de detectores de láser.
EL CUBO, ÁREA 51. 22 horas, 9 minutos tras la modificación
– ¿Qué pasa?
El mayor Quinn había sido avisado por el oficial de guardia. Había cerrado rápidamente el ordenador de GuUick y se encaminaba hacia el centro principal de control del Cubo.
– Hay varios vehículos en el sector tres -anunció el operador señalando la pantalla del ordenador-. Van en dirección oeste a lo largo de la carretera.
– Muéstreme la imagen del radar y otra imagen térmica desde las montañas -ordenó Quinn.
El operador pulsó los controles necesarios. Se vio una fila de vehículos avanzando por la carretera.
– ¿Cómo está el Buzón? -preguntó Quinn.
En pantalla apareció otra escena: un buzón solitario, sin nada alrededor, lo cual le confirmó a Quinn el punto del que provenían los vehículos.
– Pero ¿qué cono están haciendo? -murmuró Quinn para sí mientras la cámara seguía la fila de vehículos.
– Avise a la policía aérea para que detenga a toda esa gente.
– Tengo a Jarvis al teléfono -exclamó otro hombre.
Quinn cogió el aparato y estuvo escuchando durante un minuto. Hizo una mueca de fastidio al colgar el auricular. Se giró y se dirigió rápidamente hacia la puerta de madera y llamó. La abrió sin esperar respuesta. Una figura estaba tendida sobre una cama plegable; Quinn se acercó y tocó al hombre por el hombro.
– Señor, tenemos penetraciones múltiples en la carretera del Buzón. Parece que nuestros avistadores de ovnis se están acercando para ver más de cerca. Jarvis acaba de llamar y dice que Von Seeckt y aquella periodista están con ellos, así que esto podría ser más de lo que parece.
Gullick puso los pies en el suelo. Iba ya vestido para la acción con un traje de camuflaje.
– Avise a Nightscape. Que los helicópteros estén dispuestos -ordenó.
En cuanto Quinn salió, Gullick rebuscó en los bolsillos y sacó otra pastilla analgésica. Los latidos del corazón se aceleraron de inmediato y el general se sintió listo para la acción. Luego siguió a Quinn a la sala de control.
– ¡Están saliendo de la carretera! -exclamó el operador-. Por lo menos, un par de ellos lo están haciendo. -Se corrigió mientras intentaba seguir a los vehículos-. Se están dispersando por el desierto y continúan avanzando. -Colocó un dedo en el auricular que llevaba en el oído derecho-. La policía aérea no tiene suficientes vehículos en el área para capturarlos a todos de una vez. Algunos conseguirán romper el perímetro externo.
– Quiero Nightscape listo en un minuto -dijo Gullick mirando la visualización táctica por encima del hombro del hombre-. Tenga también alerta a la tripulación de guardia del platillo.
– Sí, señor.
Treinta y dos kilómetros más al sur, la teniente Hawerstaw activó el intercomunicador. -Vamos allá. Agárrense.
El Blackhawk descendía hacia el suelo del desierto. Lisa Duncan miró por la ventana del lado derecho y observó que ahora subía junto a una línea rocosa de la cordillera, que estaba a menos de doce metros. Puso los dedos dentro de la malla que le rodeaba el pecho e hizo exactamente lo que Hawerstaw había sugerido: agarrarse.
– Tengo una fuente de calor en el radar procedente del sector seis -anunció Quinn-. Es algo bajo y rápido.
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