Robert Doherty - La Cuarta Cripta

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La Cuarta Cripta: краткое содержание, описание и аннотация

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El experimento más escalofriante de todos los tiempos está a punto de comenzar. El presidente lo ignora por completo. La prensa también. Se trata de un experimento secreto, que se está llevando a cabo en una base militar de Nuevo México y que puede resultar catastrófico. Nadie sabe nada tampoco sobre el inquietante hallazgo de un arqueólogo en la Gran Pirámide de Egipto, que puede cambiar el mundo. Lo único cierto en esta cadena de enigmas y revelaciones que hielan la sangre es que algo terrible está por ocurrir, una catástrofe que la consejera en asuntos científicos del presidente deberá evitar, cueste lo que cueste.

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– ¿Dice que la instalación se encuentra detrás de la montaña? -preguntó a Von Seeckt.

– Sí. Era de noche cuando vine y han pasado más de cincuenta años. Por aquel entonces no había mucha cosa. No recuerdo todos esos edificios.

– Bien -dijo Turcotte mirando hacia el norte-. Nos quedan unas dos horas de luz. Vamos a comprobar qué podemos ver desde la camioneta.

Señaló de nuevo la ciudad y Kelly se dirigió hacia allí.

Pasaron la señal que indicaba el comienzo de la ciudad y giraron a la derecha, pasando delante de la escuela elemental. Poco a poco la carretera iba ascendiendo. Al cabo de unos quinientos metros llegaron a la base de la sierra. Turcotte hizo que Kelly tomara las curvas que los conducían hacia la derecha. Era el único modo de que él pudiera observar la montaña. A la izquierda sólo veían el lado sur de la línea de la montaña.

Una cabeza de flecha con un número 2 en su interior indicó que había una carretera que llevaba al noreste. Las demás parecían ser calles de la zona residencial de la localidad. Kelly tomó la carretera señalada con la punta de flecha y empezaron a ascender por la ladera de la montaña. Luego otra señal les indicó que se encontraban en la reserva india de Jicarilla Apache. Un Ford Bronco de color blanco, con dos hombres sentados en el interior, los adelantó y Turcotte giró su cabeza para verlos pasar.

– Matrículas del gobierno -señaló.

– Bien -dijo Kelly.

– Probablemente sean de la instalación.

– No quisiera ahogaros la fiesta -dijo Kelly-. Pero por aquí se ven muchas matrículas del gobierno. Estamos en territorio federal, de hecho, en territorio indio, y la oficina para asuntos indios, que ayuda a gestionar las reservas, es federal.

– Pero podrían ser de la base -dijo Turcotte.

– ¡Ah! ¡El optimismo! -exclamó Kelly imitando el acento canadiense de Turcotte-. Me gusta eso.

– Allí. -Turcotte señaló a la derecha-. Párate aquí.

La carretera se dividía. A la derecha descendía hacia el valle. A la izquierda, una carretera de grava ancha y bien cuidada dibujaba una curva hacia la parte posterior de la base de la sierra y desaparecía.

– Está por ahí -anunció Turcotte con un tono seguro.

– ¿Por qué no hacia la derecha? -preguntó ella.

– Von Seeckt dijo que se encontraba detrás de la montaña. La derecha no va hacia atrás de la montaña. -Se volvió y miró hacia atrás-. ¿Es así? -Von Seeckt asintió-Creo que es hacia la izquierda -continuó Turcotte-. De hecho, desde que dejamos Phoenix, ésta es la mejor carretera de grava, y la más ancha que he visto. -Sonrió-. Aparte de la opinión de Von Seeckt, creo que la instalación está al final de esta carretera debido a esas pequeñas líneas sobre la carretera que parecen humo. -Señaló hacia la carretera de grava-. ¿Lo veis? ¿Allí y allí?

– Sí. ¿Qué son?

– Es polvo captado por un haz de rayos láser. Un coche baja por la carretera, el haz se interrumpe y envía una señal. Hay dos haces, de forma que pueden saber si un vehículo está entrando o saliendo según el orden en que se interrumpan los haces de luz. No creo que la oficina para asuntos indios salvaguarde la reserva de forma tan estricta, ¿no os parece?

– ¿Y ahora qué? -preguntó Kelly mirando sobre su hombro a los otros dos hombres que había en la parte posterior.

– No creo que este lugar esté tan bien protegido como el Área 51 -dijo Turcotte-. Aquí todas las tareas se realizan en el interior, por lo que obviamente no llaman tanto la atención como en la otra instalación. Ésta es una ventaja para nosotros. Otra cosa que hay que recordar es algo común a la mayoría de las instalaciones vigiladas. El objetivo de la seguridad no es, como podría creerse, impedir que alguien entre. El primer fin es la disuasión: impedir que alguien considere la posibilidad de entrar.

– No lo entiendo -dijo Nabinger desde atrás.

– Piense en las cámaras de seguridad de los bancos -dijo Turcotte-. Funcionan como elemento disuasorio. Hacen que muchos no roben porque saben que su imagen se grabaría y la policía podría pillarlos. Lo mismo ocurre con la mayoría de los sistemas de seguridad. Por ejemplo, si quisiera matar al Presidente, seguro que podría hacerlo. El problema está en matarlo y luego poder huir.

– ¿Así que estás diciendo que podremos penetrar en la instalación pero que no podremos salir? -preguntó Kelly.

– Bueno, creo que podremos salir. Lo único es que sabrán quién lo hizo.

– Bueno -repuso Kelly encogiéndose de hombros-, eso no será un problema. Ya van tras nosotros. Sacaremos a Johnny y luego iremos a la prensa. Es el único modo de hacerlo.

– Bien -apoyó Turcotte.

– Volvamos a mi pregunta inicial -dijo Kelly-. ¿Y ahora qué?

– De vuelta a la ciudad -dijo Turcotte-. Necesitamos un pase para entrar. Una vez dentro iremos en busca de Johnny.

– Y de las tablas con runa superior -agregó Nabinger-. Von Seeckt me dijo que en Dulce guardan las que tiene el gobierno.

– Y de las tablas con runa superior -aceptó Turcotte- o de lo que sea que encontremos.

– ¿Algún lugar en especial en la ciudad? -preguntó Kelly mientras hacía un cambio de sentido y los llevaba en dirección sur.

– ¿Sabes que los policías siempre se paran en la tienda donde venden bollos? -preguntó Turcotte.

– Sí.

– Necesitamos saber dónde compran los bollos los trabajadores de la base.

73 horas, 15 minutos.

– Ése -dijo Turcotte.

En las últimas horas habían observado una docena más o menos de coches con pequeños adhesivos verdes colocados en el centro del parabrisas entrar o salir del aparcamiento de una tienda de comidas preparadas. Turcotte señaló los pases y explicó que eran pegatinas empleadas para identificar a los vehículos que tenían acceso a instalaciones del gobierno. Cuando cayó la noche, las luces se encendieron e iluminaron el aparcamiento. Aparcaron su vehículo en la oscuridad de la calle.

– Lo tengo. -Kelly puso en marcha el motor de la camioneta y siguió a la otra camioneta que salía del aparcamiento del Minit Mart.

Siguieron al vehículo; éste se dirigió hacia el norte de la ciudad y luego tomó la ruta de la reserva número 2. Estaban a unos quinientos metros de la bifurcación de la carretera.

– Ahora -ordenó Turcotte.

Kelly encendió los faros y aceleró hasta colocarse justo detrás de la otra furgoneta. La adelantó mientras Turcotte sacaba el cuerpo por la ventana. Hizo un gesto obsceno al conductor del otro vehículo y le chilló algunas groserías.

Kelly frenó bruscamente y derraparon para parar en la intersección con la carretera de grava. El conductor de la otra camioneta se detuvo en la carretera de grava con los focos apuntando al otro vehículo.

– ¿Qué cono te pasa, cabronazo? -preguntó el corpulento conductor al apearse y dirigirse hacia la camioneta.

Turcotte saltó por el lado del copiloto de la camioneta y se dirigió a su encuentro a mitad de camino entre los dos vehículos en medio del resplandor de los focos.

– ¿Eres imbécil o qué? -preguntó el conductor-. Me has adelantado y…

Sin mediar palabra Turcotte disparó el arma paralizante y el hombre cayó al suelo. Le enmanilló con las esposas de plástico que llevaba en la cazadora y colocó el cuerpo en la parte trasera de la camioneta.

– Entrad en el otro vehículo -ordenó a Von Seeckt y a Nabinger. Los dos hombres pasaron al asiento trasero de la otra camioneta.

Kelly llevó la camioneta a unos cien metros por la carretera asfaltada, donde la curva la escondía de la intersección. No había un lugar donde esconder la camioneta así que simplemente la acercó a la cuneta. Turcotte se aseguró de que el hombre estuviera bien atado y lo registró rápidamente.

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