Paul Doherty - La caza del Diablo

Здесь есть возможность читать онлайн «Paul Doherty - La caza del Diablo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La caza del Diablo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La caza del Diablo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una serie de misteriosas y macabras muertes hacen temblar los cimientos de la universidad de Oxford: varios cadáveres aparecen colgados de los árboles que rodean la universidad con unas enigmáticas notas firmadas por El Campanero. La investigación de Corbett nos adentra en el mundo universitario, ya en la Edad Media más famoso por la juerga y la diversión que por el estudio y la reflexión.

La caza del Diablo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La caza del Diablo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

¡Odiaba los ahorcamientos! Sabía que Boso tenía que morir, pero le traían malos recuerdos: los bosques empapados de lluvia de Escocia repletos de cadáveres colgando mientras las tropas aplastaban a los rebeldes escoceses guiados por Wallace; campos devorados por las llamas; pueblos cubiertos por una espesa cortina de humo; pozos obturados por cadáveres; mujeres y niños muriendo en los fosos…

– ¡Gracias a Dios! -suspiró Corbett-. Gracias a Dios que no estoy allí.

– Ya está.

Corbett abrió los ojos y vio a Ranulfo-atte-Newgate con el cabello largo y pelirrojo oculto en una capucha. Su rostro pálido y solemne reflejaba a través de sus ojos verdes el fin de una tarea bien hecha.

– Se acabó, amo. Boso se ha ido al infierno. El padre Luke está contento y también los ciudadanos. -Ranulfo se enderezó en su montura y escudriñó entre las ramas que sobresalían de los árboles-. Al anochecer las noticias volarán por todo Epping. Los otros forajidos aprenderán a dejar Leighton en paz. Pero, vos, ¿mantendréis vuestra promesa, amo?

Corbett cogió los guanteletes de su cinturón y se los puso.

– Sí, mantendré mi promesa, Ranulfo. Dentro de una semana enviaré a una comisión de Array. Podrás atrapar a todo hombre que viva oculto en los bosques y dar caza a los seguidores de Boso.

Ranulfo sonrió.

– ¿Estás aburrido? -le preguntó Corbett.

La sonrisa desapareció del rostro de Ranulfo.

– Amo, ya han pasado tres meses desde que dejasteis el servicio real. El rey os ha escrito cinco veces -Ranulfo vio el parpadeo de preocupación en el rostro de su amo-. Pero sí, me aburro -añadió sin dilación-. Me gusta ser escribano real, amo, y estar ocupado en los asuntos de su majestad.

– ¿Como en Escocia? -preguntó Corbett con severidad.

– Se trataba de una guerra, de luchar contra los enemigos del rey por tierra y mar. Hicimos un juramento.

Corbett estudió a Ranulfo, su fiel secuaz había dejado de ser un joven imberbe para convertirse en un escribano muy ambicioso. Sacado de los barrios bajos de Londres, Ranulfo se había reformado y ahora sabía francés, latín y conocía el arte de redactar y sellar correspondencia. En realidad, Ranulfo odiaba el campo, aborrecía la vida rural y se encontraba cada vez más descontento. Corbett acabó de ponerse los guantes con cuidado.

– Podría escribir algunas cartas -se ofreció-. El Rey volverá a admitir tus servicios. Podrías ostentar el alto oficio, Ranulfo.

– ¡No digáis estupideces!

Corbett sonrió. Se inclinó y agarró a Ranulfo por la muñeca.

– Cuando las tropas del rey saquearon Dundee -añadió-, vi el cadáver de una mujer con un niño entre sus brazos que no tendría más de tres años. ¡Por el amor de Dios, Ranulfo!, ¿cómo iban a ser enemigos del rey?

– Entonces, ¿pensáis que el rey debería retirarse y abandonar su lucha por Escocia? -Ranulfo se echó hacia atrás la capucha y se rascó la cabeza-. Algunos de los justicieros del rey podrían considerar vuestras palabras traición.

– Sólo creo que existe un camino mejor -replicó Corbett-. La guerra ha dejado secas las arcas. Wallace todavía está al frente de la rebelión: el rey debería sentarse a negociar.

– ¿Y por qué no se lo decís al rey? -propuso Ranulfo-. ¿Por qué no volvéis a su servicio? Dejadle claro que haríais lo que fuera menos librar una guerra contra Escocia.

– Ahora el que dice estupideces eres tú -Corbett agarró las riendas de su caballo-. Ya sabes, Ranulfo, que donde va el rey, va su escribano de confianza y no hay más que hablar.

Corbett animó a su caballo a continuar. Ranulfo maldijo por lo bajo, se volvió a colocar la capucha y le siguió.

Apenas estaban llegando a las puertas de entrada del feudo cuando Corbett presintió que algo no andaba bien. Un techador, con un puñado de paja en la espalda, apareció en un lado del camino dando gritos y señalando el sendero que llevaba a la casa. Corbett aceleró el trote. De repente apareció de la nada una figura dando brincos y haciendo señas con la mano. Corbett tiró en seco de las riendas y se quedó mirando al señor de los caballos, Ralph Maltote, que lo sabía todo acerca de esos animales pero muy poco sobre la naturaleza humana. El rostro redondo y aniñado de Maltote se veía acalorado y sudoroso. Respiró hondo y agarró las riendas del caballo de Corbett.

– Oh, no me digas que está pariendo otra yegua -refunfuñó Ranulfo-. Es lo único que consigue emocionarte, Maltote.

– Es el rey. -Maltote se limpió la boca con la palma de la mano-. Sir Hugo, es el rey. Está aquí con los condes de Surrey y Lincoln y otros. Lady Maeve los está entreteniendo. Ella me envió a buscaros.

Corbett se inclinó y le dio unas palmaditas en el hombro.

– Bueno, por lo menos no se trata de una yegua pariendo, Maltote. Eso sería demasiada emoción para un solo día.

Corbett se adelantó al galope, con Maltote corriendo detrás de él. Doblaron la curva del camino y se detuvieron: el amplio sendero de guijarros que llevaba a la puerta principal del feudo estaba abarrotado de soldados, criados, caballeros con banderas, todos vestidos con los trajes llamativos del rey Eduardo de Inglaterra. Los caballos no hacían más que moverse bajo las ondulantes banderas y pendones con la insignia de los feroces leopardos dorados de los Plantagenet, cuartelados para exhibir las armas de Inglaterra, Francia, Escocia e Irlanda. Chambelanes y oficiales de la casa real daban voces intentando imponer orden. Los caballos de carga estaban sin trabar; las carretas y carros cubiertos, arrinconados en cualquier parte.

– Allí donde va el rey Eduardo -suspiró Corbett- se implanta el caos. -Desmontó, pasándole las riendas de su caballo a Maltote-. Ranulfo, será mejor que te unas a nosotros.

Se dirigió hacia la casa, abriéndose paso entre la bulliciosa multitud. De vez en cuando alguno de los caballeros le miraba y le saludaba, y Corbett le respondía. Subió las escaleras y atravesó la puerta medio abierta. Su hija pequeña Eleanor estaba allí, dando brincos como un saltamontes. Era la viva imagen de Maeve, con sus cabellos dorados recogidos en trenzas sobre los hombros. El rostro de la pequeña resplandecía de alegría mientras agarraba una muñeca con fuerza entre los brazos, un regalo del rey.

– ¡Mira, mira! -Se acercó bailando al lado de Corbett-. ¡Mira, una muneca!

Corbett se arrodilló.

– Eleanor, estate quieta.

Pero la niña no dejaba de saltar de alegría entre sus brazos apretujando la carita pegajosa y acalorada contra la suya.

– ¡Es una muneca, es una muneca!

Corbett contempló el costoso juguete ataviado con suave tafetán.

– Sí, tienes razón -suspiró cogiendo la mano de su hija-. Es una muneca y me recuerda a las damas de la corte del rey Eduardo. -Alzó la vista hacia la niñera, que permanecía inmóvil cerca de ellos-. Llevadla a un sitio seguro -le susurró-. Y tened cuidado con los soldados. -Sonrió ante la perplejidad del rostro bronceado de la joven-. Más de uno podría ofrecerse a besaros, Beatriz -le murmuró-, pero si habéis sobrevivido a Ranulfo…

Corbett reconoció esta vez la expresión de los ojos de la joven, que lanzó una mirada furibunda a Ranulfo.

– Sí, ahora sí creo que me habéis entendido -afirmó Corbett-. ¿Y lady Maeve?

Beatriz señaló la puerta, ahora resguardada por dos soldados con las espadas desenvainadas. Corbett se dirigió al encuentro de su esposa; los soldados abrieron la puerta y entró en el salón principal. Justo al otro lado de la puerta se apiñaba un grupo de caballeros y oficiales reales. Corbett se detuvo a saludarlos.

– Sir Hugo.

Un escribano de cabellos despeinados y con manchas de tinta se abrió paso hasta llegar a él. Corbett estrechó la mano de Simón, uno de los escribanos de confianza del rey. Simón movió la cabeza hacia el estrado donde estaban sentados el rey y dos condes que, sin percatarse de su llegada, seguían haciendo la corte a lady Maeve.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La caza del Diablo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La caza del Diablo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La caza del Diablo»

Обсуждение, отзывы о книге «La caza del Diablo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x