Al sentarse, Bosch vio el expediente del caso Gesto en el escritorio de O'Shea. Lo cogió sin preguntar e inmediatamente lo abrió por el registro cronológico. Revisó los 51 hasta que encontró la página del 29 de septiembre de 1993. Miró la anotación de la que le había hablado Olivas la tarde anterior. Era, como se la habían leído a Bosch, la última entrada del día. Bosch sintió otra vez un profundo pinchazo de arrepentimiento.
– Detective Bosch, todos cometemos errores -dijo O'Shea-. Sólo pasemos adelante y hagámoslo lo mejor que podamos hoy.
Bosch levantó la cabeza para mirarlo y finalmente asintió. Cerró el libro y lo puso otra vez en la mesa. O'Shea continuó.
– Me han comunicado que Maury Swann se encuentra en la sala de interrogatorios con el señor Waits y está listo para empezar. He estado pensando en esto y quiero abordar los casos de uno en uno y por orden. Empezamos con Fitzpatrick, y cuando estemos satisfechos con la confesión, pasamos al caso Gesto, y cuando estemos satisfechos con eso, pasamos al siguiente y así sucesivamente.
Todo el mundo asintió con la cabeza, salvo Bosch.
– Yo no voy a estar satisfecho hasta que tengamos sus restos -dijo.
Esta vez fue O'Shea quien asintió. Cogió un documento del escritorio.
– Lo entiendo. Si puede localizar a la víctima en base a las declaraciones de Waits, entonces bien. Si la cuestión es que él nos conduzca al cadáver, tengo una orden de liberación preparada para llevarla al juez. Diría que si alcanzamos un punto en que tengamos que sacar a este tipo de prisión, entonces la seguridad debería ser extraordinaria. Habrá mucho en juego con esto y no podernos cometer errores.
O'Shea se tomó el tiempo de mirar de detective a detective para asegurarse de que todos comprendían la gravedad de la situación. Iba a jugarse su campaña y su vida política en la seguridad de Raynard Waits.
– Estaremos preparados para lo que sea -dijo Olivas.
La expresión de preocupación en el rostro de O'Shea no cambió.
– Va a contar con una presencia uniformada, ¿no? -preguntó.
– No pensaba que fuera necesario, los uniformes atraen la atención -dijo Olivas-. Podemos ocuparnos nosotros. Pero si lo prefiere, la tendremos.
– Creo que sería bueno tenerla, sí.
– No hay problema, pues. O bien conseguiremos que venga un coche de la metropolitana con nosotros o una pareja de ayudantes del sheriff de la prisión.
O'Shea dio su aprobación.
– Entonces, ¿estamos listos para empezar?
– Hay una cosa -dijo Bosch-. No sabemos a ciencia cierta quién está esperándonos en la sala de interrogatorios, pero estamos casi seguros de que no se llama Raynard Waits.
Una expresión de sorpresa apareció en el rostro de O'Shea e inmediatamente se hizo contagiosa. La boca de Olivas se abrió un par de centímetros y el detective se inclinó hacia delante.
– Lo identificamos con las huellas -protestó Olivas-. En el caso anterior.
Bosch asintió.
– Sí, el anterior. Como sabe, cuando lo detuvieron trece años atrás, primero dio el nombre de Robert Saxon junto con la fecha de nacimiento del 3 de noviembre de 1975. Es el mismo nombre que usó luego ese mismo año cuando llamó para hablar de Gesto, sólo que dio la fecha de nacimiento del 3 de noviembre de 1971. Pero cuando lo detuvieron y comprobaron sus huellas en el ordenador, coincidió con la huella del carné de conducir de Raynard Waits, con una fecha de nacimiento del 3 de noviembre de 1971. Así que tenemos el mismo día y mes pero diferentes años. En cualquier caso, cuando se le confrontó con la huella dactilar, él aceptó ser Raynard Waits, diciendo que había dado un nombre y un año falsos porque esperaba ser tomado por un menor. Todo esto está en el expediente.
– Pero ¿adónde nos lleva? -dijo O'Shea con impaciencia.
– Déjeme terminar. Le dieron la condicional, porque era su primer delito. En el informe biográfico de la condicional decía que nació y se educó en Los Angeles. Bueno, pues acabamos de venir del registro civil y no hay ningún registro de que Raynard Waits naciera en Los Angeles en esa fecha o en ninguna otra. Hay muchos Robert Saxon nacidos en Los Angeles, pero ninguno el 3 de noviembre de cualquiera de los años mencionados en los archivos.
– La conclusión -dijo Rider- es que no sabemos quién es el hombre con el que vamos a hablar.
O'Shea se apartó del escritorio y se levantó. Paseó a lo largo de la espaciosa oficina mientras pensaba y hablaba de esta última información.
– Vale, entonces, ¿está diciendo que Tráfico tiene las huellas equivocadas en el archivo o que hubo algún tipo de confusión?
Bosch se volvió en su silla para poder mirar a O'Shea mientras respondía.
– Estoy diciendo que este tipo, sea quien sea en realidad, podría haber ido a Tráfico hace trece, catorce años, para configurar una identidad falsa. ¿Qué hace falta para conseguir una licencia de conducir? Demostrar la edad. Entonces podían comprarse documentos de identidad y certificados de nacimiento falsos sin ningún problema en Hollywood Boulevard. O podría haber sobornado a un empleado de Tráfico. Podría haber hecho muchas cosas. La cuestión es que no hay ningún registro de que naciera en Los Angeles y dice que lo hizo. Eso pone en tela de juicio todo lo demás.
– Quizás ésa es la mentira -dijo Olivas-. Quizás es Waits y mintió al decir que nació aquí. Es como cuando naces en Riverside y le dices a todo el mundo que eres de Los Angeles.
Bosch negó con la cabeza. No aceptaba la lógica que Olivas estaba insinuando.
– El nombre es falso -insistió Bosch-. Raynard está sacado de un personaje del folclore medieval conocido como Reynard el Zorro. Se escribe con e, pero se pronuncia igual. Si juntamos eso con el apellido nos queda «el zorro espera». ¿Entienden? No pueden convencerme de que alguien le puso ese nombre al nacer.
Eso provocó un momentáneo silencio en la sala.
– No lo sé -dijo O'Shea, pensando en voz alta-. Parece un poco pillada por los pelos esta conexión medieval.
– Es sólo pillada por los pelos porque no podemos confirmarla -contrarrestó Bosch-. En mi opinión es más rocambolesco que ése fuera su nombre de pila.
– Entonces, ¿qué está diciendo? -preguntó Olivas-. ¿Que cambió su nombre y continuó usándolo incluso después de tener una detención en su historial? No le encuentro el sentido.
– Yo tampoco. Pero todavía no conocemos la historia que hay detrás.
– Muy bien. ¿Qué proponen que hagamos? -dijo O'Shea.
– No mucho -dijo Bosch-. Sólo lo pongo sobre la mesa. Pero creo que hemos de registrarlo ahí dentro. Es decir, pedirle que diga su nombre, fecha y lugar de nacimiento. Ésa es la forma rutinaria de empezar estos interrogatorios. Si nos dice Waits, entonces quizá podamos pillarle más adelante en esa mentira y juzgarlo por todo. Dijo que ése era el trato: si miente, se arrepiente. Podemos acusarlo de todo.
O'Shea estaba de pie junto a la mesita de café, detrás de donde estaban sentados Bosch y Rider. Bosch se volvió de nuevo para ver cómo asimilaba la propuesta. El fiscal estaba reflexionando y asintiendo con la cabeza.
– No veo dónde puede hacernos daño -dijo al fin-. Póngalo en la grabación, pero dejémoslo ahí. Muy sutil y de rutina. Podemos volver sobre él después, si descubrimos más al respecto.
Bosch miró a Rider.
– Tú serás la que empiece con él, preguntándole por ese primer caso. Tu primera pregunta puede ser sobre su nombre.
– Bien -dijo ella.
O'Shea rodeó el escritorio.
– De acuerdo, entonces -dijo-. ¿Estamos listos? Es hora de irse. Trataré de quedarme mientras mi agenda me lo permita. No se ofendan si hago alguna pregunta de vez en cuando.
Читать дальше