John Connolly - El Ángel Negro

Здесь есть возможность читать онлайн «John Connolly - El Ángel Negro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Ángel Negro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Ángel Negro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A veces, hechos sin aparente conexión, y que ocu-rren en lugares muy distantes, se vinculan de un modo misterioso y forman una red de la que es difícil escapar. En El ángel negro, el detective Charlie «Bird» Parker -protagonista ya de cinco novelas policiacas de John Connolly- se ve sumido en una de estas situaciones, un enrevesado caso en que la realidad y la fantasmagoría se funden de manera inextricable.
Éstas son las piezas del rompecabezas: una prostituta llamada Alice desaparece en un sórdido barrio neoyorquino; una colección de misteriosas cajas de plata de origen medieval, dispersas por el mundo, guarda en cada ejemplar un fragmento de un extraño mapa; una subasta de objetos arcanos suscita una gran expectación en Boston; en Francia y la República Checa se profanan varias iglesias…
El detective Charlie Parker debe enfrentarse, además, a un conflicto de lealtades. Por un lado, su amigo Louis, ex asesino a sueldo, necesita ayuda en la violenta búsqueda de su prima, la prostituta desaparecida en Nueva York; por otro lado, su mujer, Rachel, ya no resiste la tensión del peligro ni la continua amenaza que implica la convivencia con él. Y esta vez el peligro es mayor que nunca, porque Charlie se encara a seres dudosamente humanos, seres arraigados en un pasado remoto, la encarnación misma del mal: el ángel negro.

El Ángel Negro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Ángel Negro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No es ésa mi intención. Sé lo que tengo.

– ¿Por qué lo haces, pues?

¿Qué podía decirle? ¿Que deseaba hacerlo, que necesitaba hacerlo? En parte era eso, lo sabía. Quizá también, en una parte oscura y recóndita de mí mismo, quería alejarlas de mí, precipitar lo que veía como un final inevitable.

Pero había otra cuestión, que no podía explicar a Ángel, ni a Rachel, ni siquiera a mí mismo. Lo sentí en cuanto vi avanzar el taxi por la carretera, acercarse poco a poco a la casa. Lo sentí mientras observaba cómo se apeaba la mujer en la gravilla del camino de entrada. Lo sentí mientras contaba su historia, intentando contener las lágrimas, haciendo un desesperado esfuerzo por esconder su debilidad ante desconocidos.

Se había ido. Alice se había ido, y dondequiera que estuviese ahora nunca volvería a pasearse por este mundo tal como lo hizo en otro tiempo. No podía explicar cómo lo sabía, como tampoco podía explicar Martha la sensación de que su hija estaba en peligro. Esa mujer, llena de valentía y amor, había venido aquí por alguna razón. Había una conexión, y no podía negarse. Sabía por mi amarga experiencia que los problemas ajenos que llegaban a mi puerta exigían mi intervención, y no podía pasarlos por alto.

– No lo sé -dije-. Sólo sé que hay que hacerlo.

Poco a poco, la mayoría de los invitados se fue. Parecían haberse llevado consigo la alegría que habían traído, sin dejar ni rastro en la casa. Los padres de Rachel, así como su hermana, se quedaban a dormir. Walter y Lee también tenían previsto pasar un par de días, pero la visita de Martha los había obligado a cambiar de planes y ya iban camino de casa para que Walter pudiera hablar con los policías en persona si era necesario.

Yo estaba recogiendo en el jardín cuando me arrinconó Frank Wolfe. Era más alto que yo y más corpulento. Había jugado al fútbol en el instituto e impresionado a algunas universidades hasta el punto de ofrecerle una beca, pero se interpuso Vietnam. Frank ni siquiera esperó a que lo reclutaran. Era un hombre que creía en el deber y la responsabilidad. Joan ya estaba embarazada cuando él se marchó, aunque ninguno de los dos lo sabía en ese momento. Su hijo, Curtis, nació cuando él estaba in situ, y dos años después tuvieron una hija. Frank recibió condecoraciones, pero nunca habló de cómo las consiguió. Cuando Curtis, que era ayudante del sheriff del condado, murió a tiros en un atraco a un banco, no se vino abajo ni cayó en la autocompasión como habrían hecho algunos hombres, sino que mantuvo a su familia a su lado, estrechamente unida a él para que tuvieran a alguien en quien apoyarse y no se desmoronaran. Frank Wolfe tenía muchas virtudes dignas de admiración, pero éramos demasiado distintos para poder cruzar siquiera más que unas cuantas palabras civilizadas.

Frank sostenía una cerveza en la mano, pero no estaba borracho. Lo había oído hablar antes con su mujer, y ambos habían sido testigos de la llegada de Martha y del posterior cónclave. Supuse que, a partir de ese momento, Frank había aflojado con la bebida, ya fuera por voluntad propia o a instancias de su mujer.

Recogí unos platos de papel y los tiré en la bolsa de la basura. El Walter canino me seguía como una sombra, con la esperanza de hincarle el diente a cualquier resto que se cruzara en su camino. Frank me observaba, pero no hizo ademán de echarme una mano.

– ¿Va todo bien, Frank? -pregunté.

– Yo estaba a punto de hacerte la misma pregunta.

No valía la pena tratar de eludirlo. No había llegado a ser un buen abogado por falta de tenacidad. Acabé de recoger los platos de la mesa de caballetes, cerré la bolsa de la basura y pasé a ocuparme de las botellas vacías provisto de una bolsa nueva. Produjeron un grato tintineo al caer al fondo.

– Hago lo que puedo, Frank -dije sin levantar la voz. Era una discusión que no quería mantener con él, ni entonces ni nunca, pero ahí estaba.

– Con todos mis respetos, no lo creo. Ahora tienes obligaciones, responsabilidades.

Sonreí a mi pesar. Allí estaban esas dos palabras otra vez. Definían a Frank Wolfe. Probablemente se grabarían en su lápida.

– Lo sé.

– Por lo tanto, debes estar a la altura.

Para hacer hincapié en la idea, me señaló con la botella de cerveza. De algún modo, ese gesto le quitó autoridad dando la impresión de que no era tanto un padre preocupado como un borracho parlanchín.

– Oye, ese trabajo al que te dedicas tiene a Rachel muy preocupada. Siempre le ha preocupado y la ha puesto en peligro. Uno no pone en peligro a las personas a quienes ama. Eso no es propio de un hombre.

Frank se esforzaba en ser comedido, pero ya empezaba a ponerme los nervios de punta, quizá porque todo lo que decía era verdad.

– Mira, hay otras maneras de encauzar esas aptitudes tuyas -continuó-. No digo que debas dejarlo por completo. Tengo contactos. Trabajo mucho con compañías de seguros, y siempre andan buscando buenos investigadores. Está bien pagado. Te ganarías la vida mejor que ahora, eso por descontado. Puedo indagar, hacer alguna llamada.

En ese momento, yo echaba las botellas en la bolsa con más vehemencia. Respiré hondo para contenerme e intenté dejar la siguiente botella con la mayor suavidad posible.

– Te agradezco el ofrecimiento, Frank, pero no quiero investigar para aseguradoras.

A Frank se le había agotado el comedimiento, y se vio obligado a recurrir a algo más convincente. Levantó la voz.

– Pues desde luego no puedes seguir como hasta ahora. ¿Qué demonios te pasa? ¿Es que no te das cuenta de lo que está ocurriendo? ¿Quieres que se repita lo mismo que…?

Se interrumpió de golpe, pero ya era tarde. Ya lo había sacado a la luz. Yacía, negro y ensangrentado, en la hierba entre nosotros. De pronto me sentí muy, muy cansado. Me abandonó la energía, y dejé caer la bolsa con las botellas. Me apoyé en la mesa y bajé la cabeza. Noté una astilla afilada bajo la palma de la mano. La apreté con fuerza y sentí que la piel y la carne cedían a la presión.

Frank movió la cabeza en un gesto de impotencia. Abrió la boca y volvió a cerrarla sin articular palabra. No era un hombre dado a disculpas. Además, ¿por qué disculparse por decir la verdad? Él tenía razón. Tenía razón en todo lo que había dicho.

Y lo peor de todo era que Frank y yo compartíamos más afinidades en espíritu de lo que él creía: los dos habíamos enterrado a algún hijo, y los dos temíamos más que nada en el mundo que eso se repitiera. De haberlo querido, podría habérselo explicado en ese momento. Le habría hablado de Jennifer, de la imagen del pequeño ataúd blanco al desaparecer bajo las primeras paladas de tierra, de cuando ordené su ropa y sus zapatos para donarlos a niños todavía vivos, de la brutal sensación de ausencia que siguió, de los agujeros abiertos en mi ser que nunca volverían a llenarse, de que era incapaz de caminar por una calle sin que cada niño que pasaba me la recordase. Y Frank lo habría entendido, porque en cada joven que cumplía su deber veía a su hijo ausente, y en esa breve tregua parte de la tensión entre nosotros podría haberse eliminado para siempre.

Pero no hablé. Estaba distanciándome de todos ellos, y los viejos resabios afloraban a la superficie. Un hombre culpable, enfrentado al sentido de la moral de los demás, alegará amarga inocencia o buscará la manera de que recaiga su culpa en sus acusadores.

– Vete con tu familia, Frank -le dije-. Aquí ya hemos acabado.

Y recogí la basura y lo dejé en la oscuridad de la noche.

Cuando regresé, Rachel estaba en la cocina preparando café para sus padres e intentando recoger los restos de la mesa. Empecé a ayudarla. Era la primera vez que nos quedábamos solos desde que habíamos vuelto de la iglesia. Entró su madre para ofrecer ayuda, pero Rachel le dijo que ya nos ocuparíamos nosotros. Su madre insistió.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Ángel Negro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Ángel Negro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Nieves Hidalgo - El Ángel Negro
Nieves Hidalgo
John Connolly - The Burning Soul
John Connolly
John Connolly - Los amantes
John Connolly
John Connolly - Dark Hollow
John Connolly
John Connolly - The Whisperers
John Connolly
John Connolly - Nocturnes
John Connolly
Отзывы о книге «El Ángel Negro»

Обсуждение, отзывы о книге «El Ángel Negro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x