Javier Negrete - Atlántida

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Negrete - Atlántida» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Atlántida: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlántida»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Gabriel Espada, un cínico buscavidas sin oficio ni beneficio, quizá el más improbable de los héroes, tiene ante sí una misión: descubrir el secreto de la Atlántida.
La joven geóloga Iris Gudrundóttir intuye que se avecina una erupción en cadena de los principales volcanes de la Tierra y confiesa sus temores a Gabriel. Para evitar esta catástrofe, que podría provocar una nueva Edad de Hielo, Gabriel tendrá que bucear en el pasado. El hundimiento de la Atlántida le ofrecerá la clave para comprender el comportamiento anómalo del planeta.
Una mezcla explosiva de ciencia y arqueología y, sobre todo, aventura en estado puro.

Atlántida — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlántida», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La convicción con que emitió su dictamen sorprendió a Gabriel.

– La telepatía no existe -afirmó Herman. Luego, un poco menos rotundo, matizó-: O no debería existir.

– ¿Ah, no, señor Gil? Imagine que es sordo de nacimiento y no tiene la menor idea de en qué consisten los fenómenos de la audición y el sonido. Suponga también que el señor Espada sale de la habitación y, desde el pasillo, fuera de nuestra vista, recita una serie de números que usted le ha enseñado previamente en un papel y que yo no he visto. Luego yo, que los he oído, escribo ante usted esos mismos números. ¿No pensará que se ha producido entre nosotros un intercambio telepático de información?

– No, porque sé que Gabriel le ha dicho esos números en voz alta desde el pasillo.

– He dicho que tiene que imaginarse que es sordo de nacimiento, cosa que a veces parece por sus respuestas.

– Lo que quiere decir el profesor -intervino Gabriel- es que para alguien que no posea ni conozca el sentido del oído, la comunicación verbal podría parecer un fenómeno tan inexplicable como para nosotros la telepatía.

– He dado clase durante casi cuarenta años, señor Espada. No necesito que nadie explique lo que quiero decir. Aunque he de reconocer que lo ha expresado usted de una forma aproximada. ¿Conocen el cuento de Herbert George Wells En el país de los ciegos?

Ambos negaron con la cabeza.

– No puedo decir que me siento decepcionado por su ignorancia, señor Gil, pero del señor Espada esperaba algo más. En ese cuento, un hombre llamado Núñez se pierde en los Andes y llega a un valle aislado del resto del mundo en el que vive una tribu cuyos miembros son genéticamente ciegos, y ni tan siquiera han oído hablar del sentido de la vista. El bueno de Núñez recuerda el refrán de «en el país de los ciegos, el tuerto es rey» y decide convertirse en soberano de aquel pequeño lugar.

– Iba a decir que está chupado conseguirlo, pero supongo que me equivoco, ¿no? -dijo Herman en tono de resignación.

– Me alegro de comprobar que no es del todo inmune al aprendizaje por ensayo y error, señor Gil. Efectivamente, Núñez descubre que su ascenso al poder no es tan sencillo. Cuando les habla de la visión, de la luz y de las imágenes, los ciegos piensan que Núñez no es más que un pobre loco. No sólo no les parece un ser privilegiado al que podrían confiarle sus destinos, sino que creen que se trata de un tarado obsesionado con algo que no existe. De hecho, cuando Núñez se enamora de una muchacha del lugar, incluso se plantea la posibilidad de que le extirpen los ojos para que dejen de tomarlo por loco.

– ¿Y se los arrancan o no?

– Lea usted mismo el cuento, señor Gil. El desenlace es irrelevante en estos momentos. ¿Por qué cree que he mencionado este relato?

Herman iba a contestar, pero Gabriel se adelantó.

– Porque si existieran auténticos telépatas entre nosotros que se comunicaran mediante otro vehículo físico que no fuera la luz o el sonido, también los tomaríamos por locos.

– ¿Piensa usted en algún vehículo físico en particular? -le preguntó Valbuena.

– En mi opinión, si la telepatía existe, debe tratarse de un fenómeno electromagnético. Hay animales capaces de captar el campo magnético de la Tierra y orientarse de una forma que a nosotros nos parece milagrosa. Del mismo modo, puede haber personas que de alguna forma perciben el débil campo magnético que produce la actividad cerebral de otros humanos. De hecho -añadió tras una breve pausa-, es muy posible que yo sea una de esas personas.

Valbuena asintió y dijo:

– «Telepatía» es un término más bien vago que significa «sensación a distancia». Incluso la comunicación visual y la verbal, ya que sirven para compartir información a distancia, serían formas de telepatía. La diferencia es que ambas las conocemos y dominamos todos los humanos, salvo lesión o enfermedad.

»En cambio, la telepatía a la que nos referimos sólo estaría al alcance de dos tipos de personas. Unas capaces de percibir los campos magnéticos cerebrales ajenos y obtener información de ellos, y otras con la facultad de modular sus propios campos con más potencia y usarlos para transmitir datos. A las primeras las llamaríamos «telépatas receptores» y a las segundas «emisores».

«Usted mismo fue una vez telépata emisor sin saberlo», pensó Gabriel, pero no dijo nada.

– Resumamos -dijo Valbuena-. Mediante esa telepatía de la que hablamos, usted se ha puesto en contacto con una mente que, tal vez por estar vacía de contenidos actuales debido a su enfermedad, ha sufrido una regresión a vidas pasadas.

Gabriel era más escéptico con la reencarnación que con la telepatía, pero no dijo nada.

Valbuena se levantó y se estiró la chaqueta. Era obvio que daba por terminada la visita.

– Lo que debe hacer, señor Espada, es volver a esa clínica cuanto antes. Esa mujer es un valiosísimo nexo con un pasado que creíamos perdido para siempre. Debe usted ponerse en contacto con su mente de nuevo, antes de que muera. Espero que cuando lo haga me mantenga informado. Buenas tardes.

Los acompañó hasta la puerta, pero no les dio la mano. A Gabriel no le extrañó. En la cocina -curiosamente en la cocina, y no en el salón- había visto una foto en blanco y negro. En ella aparecían un hombre y una mujer que debían de ser los padres de Valbuena. La madre tenía cogida de la mano a una niña de unos nueve o diez años, que agarraba a su vez a otra un poco más pequeña. Esta tendía la mano a su izquierda, pero en vano. El niño de cuatro o cinco años que cerraba la foto se había apartado un paso y mantenía los puños firmemente apretados contra los costados, mientras miraba al suelo con cara enfurruñada. Obviamente, no podía ser otro que Valbuena.

CUARTA PARTE

LUNES

Capítulo 24

California, Yosemite y Long Valley.

Joey notó una mano en el hombro.

– Tienes que ver esto.

Abrió los ojos y se enderezó en el asiento, desorientado. Estaba soñando que jugaba al fútbol como delantero, le pasaban el balón y, tras regatear a un defensa, se quedaba solo ante la portería. Pero de repente la portería so había convertido en la salida de un túnel y las mallas do la red en un intrincado diseño de sombras y luces al fondo de su visión.

Las sombras y luces eran árboles.

– Bienvenido al parque nacional de Yosemite.

Joey se volvió a su izquierda. Randall conducía.

– Me he dormido un poco.

– Eso parece.

El todoterreno que Espinosa le había prestado a Randall, aparte de estar lleno de abolladuras, no tenía lector de MP5, ni siquiera algún antepasado como el MP4 o el antediluviano MP3. El equipo de música consistía en un viejo lector de discos compactos y una radio. Durante el camino, Randall había sintonizado una emisora de música country porque, según él, era la más apropiada para conducir a través de los bosques. No era extraño que Joey se hubiera quedado dormido nada más tomar la estatal 41.

Ahora, mientras avanzaban por el valle de Yosemite en busca del desvío que los llevaría a Long Valley, Randall se masajeó las sienes y su boca se torció en un rictus raro.

– ¿Te duele la cabeza?

– Un poco. No es nada. Debe ser por el tiempo. Está un poco revuelto.

Joey miró a su derecha. El cielo que se veía sobre las abruptas paredes de roca era tan azul como los que él pintaba en el parvulario. ¿A qué le llamaba Randall «tiempo revuelto»?

– ¿Por qué tienes tanta prisa por llegar a Long Valley?

– Quiero comprobar algo. ¿Recuerdas lo que te conté del supervolcán?

– Que puede explotar en cualquier momento -dijo Joey

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Atlántida»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlántida» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Atlántida»

Обсуждение, отзывы о книге «Atlántida» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x