Javier Negrete - Atlántida

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Negrete - Atlántida» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Atlántida: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlántida»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Gabriel Espada, un cínico buscavidas sin oficio ni beneficio, quizá el más improbable de los héroes, tiene ante sí una misión: descubrir el secreto de la Atlántida.
La joven geóloga Iris Gudrundóttir intuye que se avecina una erupción en cadena de los principales volcanes de la Tierra y confiesa sus temores a Gabriel. Para evitar esta catástrofe, que podría provocar una nueva Edad de Hielo, Gabriel tendrá que bucear en el pasado. El hundimiento de la Atlántida le ofrecerá la clave para comprender el comportamiento anómalo del planeta.
Una mezcla explosiva de ciencia y arqueología y, sobre todo, aventura en estado puro.

Atlántida — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlántida», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Olía a quemado y a huevo podrido. Iris se sacudió las mangas y brotó una pequeña polvareda. Era ceniza que caía del cielo y que provenía de Kolumbo. Pero ese hedor a azufre cada vez más intenso, mucho se temía, provenía de la misma Kameni.

Aunque no tenía sus instrumentos, le bastaba con pegarse al suelo para captar la grave vibración que subía desde las profundidades. Casi podía ver cómo la cámara de magma enterrada bajo la bahía se llenaba cada vez más y la roca fundida ascendía hacia la superficie, expulsando burbujas de gas que enseguida colapsaban bajo la presión y provocaban estallidos constantes, el origen del tremor volcánico.

«Tengo que salir de aquí», pensó. Pero no se atrevía a bajar hasta la ensenada que hacía de puerto, la única vía de escape de Kameni. Todas las embarcaciones que había allí amarradas pertenecían a Kosmos o a patrones que le debían su sueldo. Iris recordaba que, cuando llegó al islote el miércoles para asistir al cumpleaños, también había visto un par de lanchas. Tal vez alguna de ellas tendría las llaves puestas y…

«Y Superman va a venir volando a salvarme. No seas ilusa, Iris».

Tenía que esperar, al menos, hasta que se hiciera de noche. Confiaba en que la erupción no arreciara demasiado, o más bien rezaba para ello.

Pero, mientras el sol bajaba, el suelo seguía trepidando con temblores cada vez más frecuentes, agrupados en racimos.

Las horas se le hicieron eternas. A ratos el viento cambiaba y se llevaba lejos la nube de Kolumbo. Pero a última hora de la tarde, la lluvia de ceniza se intensificó. Cada vez resultaba más molesto respirar.

Iris se levantó y trepó a una roca. Estaba segura de que ya no podían verla, pues desde allí no alcanzaba a ver el mar. Ni siquiera la mansión de Kosmos: tan sólo intuía su presencia por el difuso resplandor de unas luces en aquella extraña niebla.

Con mucho cuidado, salió de la zona de aa y tomó el camino que bajaba hacia el embarcadero. Una vez allí, ya decidiría qué hacer.

El camino se le hizo más largo de lo habitual, pues tenía que avanzar con suma precaución para no tropezar o caer por las cuestas y barrancos que rodeaban el sendero. Por fin, llegó a la ensenada. En ese mismo momento estaba arribando un barco con las luces encendidas, un pequeño pesquero.

Iris se agazapó tras unas rocas. Seguramente, los recién llegados serían hombres de Kosmos. Cuando desembarcaran, quizá podría subir al barco y sacarlo de allí. Iris no tenía licencia de patrón, pero en Islandia y después en Hawaii había pilotado más de una barca. No podía ser tan difícil.

Salvo porque apenas había visibilidad.

Oyó pasos que subían por el camino, y se agazapó un poco más. Después oyó voces masculinas. No hablaban en griego, sino en español.

– ¿Y ése es tu fantástico plan? -preguntó una voz que le sonaba familiar.

– Deja de tocar las narices, Herman. Si se te ocurre algo constructivo, dilo. Si no, cierra el pico.

Esa segunda voz no sólo le era familiar, sino de sobra conocida. Iris salió de detrás de la roca y se plantó en el camino.

Cinco figuras brotaron de entre la niebla. Eran cuatro hombres y una mujer joven y muy guapa que llevaba en brazos un perrito al que trataba de cubrir de la lluvia de ceniza.

Al ver a Iris, Gabriel Espada se paró en seco en mitad del camino.

– ¡Iris!

Después de dos días de miedo, soledad y tensión, Iris se dejó llevar por el impulso, corrió hacia Gabriel y lo abrazó con todas sus fuerzas.

– ¡Has venido! ¡Has venido!

Gabriel la apartó un poco y la miró a los ojos.

– Claro que he venido. A veces puedo parecerlo, pero no soy un fraude, Iris Gudrundóttir.

El suelo tembló con tanta fuerza que Iris tuvo que agarrarse más fuerte a Gabriel para no caer. Unos segundos después, se oyó una fuerte explosión.

Iris se volvió. Todo lo que había más allá de cincuenta metros era un borrón difuso, que empezaba a teñirse de rojo por la caída del sol. Pero más allá se veía un carmesí más intenso, un resplandor que fue ganando altura poco a poco.

Lava, sin duda. La erupción había empezado. Iris cruzó los dedos para que fuera tan lenta como la del año 2012. Eso les dejaría unas horas.

Pero no confiaba demasiado en ello.

Capítulo 71

Santorini, Nea Thera .

Joey estaba empapado de sudor. En parte era por el calor y en parte de miedo.

Se hallaban en una especie de garaje o hangar subterráneo mal ventilado. El aire acondicionado estaba apagado para evitar que entraran los gases del volcán. Aun así, se notaba el olor a ceniza y a azufre.

En el centro del hangar había una cúpula metálica, de color dorado, cuya superficie emitía de vez en cuando destellos verdosos, como si estuviera viva.

Joey estaba de rodillas, con las manos atadas a la espalda, la boca amordazada con un pañuelo y los tobillos unidos por más ligaduras. A su derecha se encontraba Alborada, en situación tan comprometida como la suya. Un poco más allá se veía a Randall, clavado a la puerta que los criados de Minos habían apoyado en una columna de hormigón.

«Haz algo, Randall», pensó Joey, sollozando. No podía creer que su héroe se hubiera dejado derrotar con tanta facilidad por el archienemigo.

Pero Randall tenía la barbilla caída sobre el pecho y los ojos cerrados, y respiraba tan despacio que a ratos parecía más muerto que dormido. Al menos, sus heridas habían dejado de sangrar.

A la izquierda de Joey había más prisioneros arrodillados. El que tenía al lado era un hombre ya mayor, canoso y panzudo, que no dejaba de sudar y murmurar bajo la mordaza. El siguiente era un tipo rubio, mucho más joven y con músculos de gimnasio. Como era tan alto, le tapaba a Joey el resto de la fila. Pero al entrar al garaje los había contado: siete personas, todas ellas atadas y amordazadas por si sentían tentaciones de huir.

Era casi imposible que eso ocurriera. Randall ya les había explicado en qué consistía el Habla, y en el pequeño aeropuerto de Mammoth Lakes Joey había sido testigo de los asombrosos efectos de su poder.

Ahora había dos inmortales en el garaje. Minos, alias señor Kosmos, había demostrado ser más poderoso que Randall. Por si eso no bastara, tenía a su lado a su hermana Sybil o Isashara, o como demonios se llamara. Entre los dos emitían tales efluvios que la atmósfera que reinaba en el garaje era de puro pavor. Nadie osaba moverse, y se oían gemidos y sollozos constantes sofocados por las mordazas.

Cada pocos minutos, la tierra temblaba. Unas veces era tan sólo una leve trepidación que se sentía en las rodillas, pero otras veces el suelo se movía a los lados durante unos segundos haciendo que los prisioneros perdieran el equilibrio. Joey ya se había caído una vez, y un criado había acudido a enderezarlo sin contemplaciones.

Estaba aterrorizado. Tenía los pantalones mojados. Al menos, él sólo olía a orina. El hedor que despedía el viejo que tenía a su lado sugería algo peor.

Joey sabía que le podía ocurrir a él en cualquier momento. Tenía que hacer grandes esfuerzos para que no se le soltaran los intestinos allí mismo, lo que le hacía sudar todavía más.

Cuando llevaban arrodillados media hora, o tal vez más, una criada vestida con una larga falda de volantes bajó por la escalera.

– Señor Kosmos. Ya ha oscurecido.

– ¿Y la luna?

– No se ve. Hay demasiado humo.

– A estas horas la luna ya ha salido -dijo Sybil-. Podemos empezar.

Sybil Kosmos llevaba un vestido del mismo estilo que las criadas de la mansión. Pero el suyo era mucho más lujoso, y estaba cubierto de adornos de oro que tintineaban al andar. También llevaba unos pendientes que rozaban sus hombros y gruesas pulseras en los brazos y ajorcas en los tobillos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Atlántida»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlántida» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Atlántida»

Обсуждение, отзывы о книге «Atlántida» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x