– No lo sé.
– A ver si lo entiendo bien -dice Ryan-. Al enterarse del asesinato, usted le pidió al investigador Brower que fuera a la oficina. Llamó usted al socio del señor Madriani para averiguar dónde se hallaba éste, cosa que usted ignoraba. Fue usted al cineplex para hablar con el señor Madriani, y le dijo al señor Brower que la esperase allí. Y luego le pidió al señor Brower que llevara al señor Madriani hasta la escena del crimen en su coche oficial. ¿Por qué hizo usted todo esto?
– No lo sé.
– ¿No lo sabe? ¿De veras no lo sabe?
En la primera fila, los lápices comienzan a echar humo, deslizándose velozmente sobre el papel. Yo no puedo hacer nada por evitar que Ryan destroce a Susan con sus preguntas.
– Aquel mismo día, usted había oído al señor Hale proferir amenazas contra la víctima en el bufete del señor Madriani. Usted sabía que el señor Madriani era el abogado del señor Hale, ¿no es así?
– Sí.
– Y, sin embargo, no le pareció a usted inadecuado pedirle a un agente de la ley, a uno de sus propios empleados, que llevase al señor Madriani al otro lado del precinto policial en el lugar en que se estaba procediendo a una investigación policial, una investigación en la que usted sabía que el cliente del señor Madriani podría estar implicado. ¿Fue así o no?
– Protesto. -De nuevo estoy de pie.
– Formule de nuevo la pregunta -dice Peltro.
La cosa es tanto más perjudicial debido a que resulta evidente que el objetivo de Susan era ayudar a un amigo. Puedo protestar por la inferencia de que de algún modo ella sabía que Jonah era culpable, pero el mensaje para el jurado es claro. ¿Por qué si no Susan iba a hacer todo lo que hizo?
– ¿No pensó usted que sus acciones podían resultar inapropiadas?
– No, no lo pensé -dice ella.
– No lo pensó. -Ryan no lo dice como pregunta, sino como una afirmación categórica. Asiente con la cabeza, se vuelve hacia el jurado, pasea hasta donde le permite el podio y prosigue-: Concentrémonos ahora en los sucesos que ocurrieron después del 17 de abril. En algún momento, con posterioridad a los acontecimientos de la noche de los hechos, ¿se enteró usted de que aquella noche el investigador Brower y el señor Madriani habían examinado ciertas pruebas físicas en la escena del crimen?
– Sí.
– ¿Puede usted explicarle al jurado cómo se enteró?
– El señor Brower me lo dijo.
– ¿Qué le dijo?
– Que uno de los investigadores que se hallaban en el lugar de los hechos le mostró una bala…
– ¿Bala? ¿Se refiere usted a un casquillo?
– Sí.
– ¿Qué más?
– Unas colillas de cigarrillos que se habían encontrado en la escena del crimen.
– ¿Qué más?
– Un cigarro parcialmente fumado.
Ryan la interrumpe con el índice derecho alzado, como una pistola a punto de disparar.
– ¿Y recuerda usted que en la mañana del 17 de abril, en la reunión que tuvo lugar en el bufete del señor Madriani, el acusado, Jonah Hale, ofreció cigarros a todos los presentes?
– Sí.
– ¿Y cómo se enteró usted de lo del cigarro que se había encontrado en la escena del crimen?
– El señor Brower me dijo que lo había visto.
– ¿Y qué más le dijo acerca del cigarro?
– Protesto. Testimonio de oídas.
– Se admite la protesta.
Ryan trata de esclarecer si Brower había encontrado el cigarro parecido al que Jonah le había regalado aquel mismo día por la mañana.
– ¿Recuerda usted si el señor Hale le ofreció un cigarro al investigador Brower durante la reunión que tuvo lugar en el bufete del señor Madriani el día 17?
– Creo que sí lo hizo.
– ¿ Cree que sí lo hizo? -Ryan comienza a impacientarse.
– Sí, le dio un cigarro -dice Susan.
– ¿Y alguna vez habló usted con el señor Brower acerca de ese cigarro, el que el señor Hale le había dado al señor Brower, después de descubrir que en la escena del crimen se había encontrado un cigarro similar?
Susan me mira.
– Debo protestar, señoría. El fiscal da por supuestos hechos de los que no hay constancia.
– Señoría, tenemos un testimonio pericial acerca de los cigarros.
– Pero no sabemos que, en su momento, la testigo supiera que los dos cigarros eran similares.
– Voy a desestimar la protesta -dice Peltro.
– ¿Alguna vez habló usted con el señor Brower acerca del cigarro que recibió del señor Hale?
– Tuvimos una conversación -dice Susan.
– ¿Una conversación, señora McKay? ¿No es más cierto que le ordenó al investigador Brower que le entregase a usted el cigarro, y que él le dijo que ya lo había puesto en manos de la policía? ¿No se enfadó usted con él por eso?
– Yo era su supervisora -dice Susan-. Antes de implicarse en el asunto, el señor Brower debió haberme avisado de lo que se proponía hacer.
– ¿Por qué? Usted ya ha testificado que el asunto no entraba en la jurisdicción de su departamento. Se trataba de un caso de homicidio. ¿Para qué quería usted el cigarro, señora McKay?
Susan no contesta, y Ryan sigue machacando:
– ¿Fue porque le apetecía a usted fumarse un purito?
Dos de los jurados ríen en alto.
– ¿Fue entonces cuando usted transfirió otras responsabilidades al investigador Brower? -pregunta Ryan-. A usted le pareció bien que llevase al señor Madriani a la escena del crimen, pero no le pareció igual de bien que entregara una prueba a la policía. ¿Es así?
Susan mira ahora a Ryan con ojos llameantes.
La inferencia es tremendamente perniciosa: aliada con la defensa, deseaba destruir una prueba. Susan no tiene respuesta para eso.
Por la tarde, Ryan llama a testificar a un taxista. Éste declara que el día del asesinato recogió a Jonah en la calle, a dos manzanas de la oficina de Susan, y que lo llevó hasta el estacionamiento de Spanish Landing. Todo esto antes de las tres de la tarde.
Lamentablemente, nadie vio a Jonah en el barco, ni puede testificar acerca del tiempo que estuvo en los muelles. Jonah nos ha dicho a Harry y a mí que se subió en su coche y empezó a conducir, sumido en un marasmo de ira y frustración. No logra recordar dónde estuvo antes de que la policía lo encontrase sentado en la playa, junto al Strand, con el coche mal estacionado en la autopista.
La única cosa positiva es que, durante la hora del almuerzo, Peltro nos llamó a su despacho para hablar acerca de la salud de Jonah. Como prometió, el doctor Karashi había llamado al juez y le había expuesto sus preocupaciones.
Como respuesta, Ryan ha llamado al jefe de Karashi. El médico residente desaparece así del caso. Ahora, el juez Peltro está obligado a esperar hasta que un médico más experto pueda reconocer a nuestro cliente. El médico personal de Jonah no estará localizable hasta esta noche.
El aspecto de Jonah empeora por momentos. Ha pasado la hora del almuerzo tumbado en el camastro de la celda de detención. Parece demacrado, y esta mañana Harry lo sorprendió aparentemente sin aliento. Jonah lo ha negado, y ha dicho que se siente bien, como si fuese su sacrosanto deber llegar hasta el final del juicio.
En un esfuerzo por apaciguar a Peltro, Ryan ha asegurado al tribunal que sólo llamará a un testigo más. Luego podrá suspenderse la vista hasta después del fin de semana. Según Ryan, Jonah puede descansar y ser reconocido a conciencia por todo un equipo médico.
– ¿Cómo se encuentra usted, señor Hale? -Peltro lo mira desde lo alto del estrado-. Si en algún momento desea tomarse un descanso, no tiene más que decirlo.
Jonah menea la cabeza y desecha la posibilidad con un ademán.
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