Steve Martini - El abogado

Здесь есть возможность читать онлайн «Steve Martini - El abogado» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El abogado: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El abogado»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Uno de los primeros clientes del abogado Paul Madriani es Jonah Hale, un anciano que se encuentra en un grave aprieto cuando Jessica, su hija, sale de la cárcel: Jonah y su esposa se han encargado de la educación de Amanda, su nieta de ocho años, debido a la drogadicción de la madre de la niña, pero, a raíz del importante premio que ha ganado el matrimonio en la lotería, Jessica decide secuestrar a la pequeña y pedir a su padre una gran suma de dinero si desea recuperarla. Jonah, que tiene la custodia legal, se niega, por lo que Jessica recurre a los servicios de Zolanda, una activista radical de los derechos de la mujer, que acusa a Jonah de haber abusado sexualmente de Amanda. El caso se complicará con un asesinato del cual Jonah será el principal sospechoso.

El abogado — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El abogado», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Me estaba hablando por una línea móvil abierta -responde Susan con rapidez. Aparentemente, ya había pensado en ello-. Se trataba de un asunto oficial de la policía. Una información que el señor Brower había oído en las bandas radiofónicas policiales. No me pareció apropiado hablar de ello por teléfono.

– Comprendo -sonríe Ryan-. Pero no era nada relacionado con su departamento, ¿verdad? -Ryan sabe con toda precisión adónde quiere ir a parar con todo esto. Tanto Susan como Brower eran testigos presenciales no de un asesinato, sino de las amenazas de muerte pronunciadas en mi oficina. ¿Por qué iba a querer Susan hablar con Brower, el otro testigo, a no ser que por su cabeza rondaran intenciones torcidas?

– Sólo deseaba conseguir información -dice Susan.

– ¿Por simple curiosidad?

– Aparte de todo, estaba la cuestión de la nieta desaparecida del señor Hale. Eso sí era asunto de nuestro departamento.

– O sea que usted pensó que, de algún modo, el asunto de la desaparición de la nieta del señor Hale estaba relacionado con la muerte de Zolanda Suade, ¿no?

– No estaba segura.

– Comprendo -asiente Ryan-. Pero deseaba averiguarlo.

– Sí.

– ¿Por eso fue el investigador Brower a la oficina? -De pronto, ya no es el señor Brower, sino el investigador Brower, revestido con el manto de la ley.

– Sí, fue a la oficina.

– O sea que el investigador Brower no acostumbraba a declinar las peticiones de sus jefes, aunque éstas no se produjeran en horas de trabajo, ¿no?

– Era un investigador profesional. -Sin darse cuenta, Susan utiliza el tiempo pasado.

– Habla usted como si ya no lo fuera -dice Ryan.

– Brower es… -Susan se interrumpe-. Es un investigador profesional.

– De hecho, es un agente de la ley, ¿no es cierto?

– Sí.

– Ése es el motivo de que llevara en su coche una radio que podía captar la frecuencia de la policía, ¿verdad?

– Sí.

– Y cuando el investigador Brower llegó a la oficina, ¿de qué hablaron ustedes?

– Me contó lo que había escuchado por la emisora policial.

– ¿Qué, exactamente?

– No gran cosa, aparte del hecho de que habían encontrado el cadáver de la señora Suade y que la policía estaba investigando.

– ¿Le preguntó usted algo en particular?

Susan reflexiona un momento.

– Tal vez le preguntase si sabía cómo había sucedido la cosa.

Ryan alza una ceja.

– Cómo había muerto la señora Suade -aclara Susan.

– Comprendo. ¿Y el investigador Brower tenía esa información?

– Según recuerdo, hizo alusión a que la policía había dicho que habían disparado contra ella. Que para cuando acudieron los paramédicos, la señora Suade ya había muerto.

– ¿Le dijo en qué lugar había sucedido?

– Creo que me dijo que fue en la oficina de la señora Suade.

– ¿O sea que, a fin de cuentas, él sí le dijo dónde se había encontrado el cadáver? -Ryan se abalanza con esta pregunta como si antes Susan hubiera tratado de deformar la verdad de lo que sabía.

– Me lo contó cuando llegó a la oficina -dice Susan-. Fue entonces cuando me habló del lugar. No creo que me lo mencionase por teléfono.

– ¿Qué hizo usted a continuación?

– ¿A qué se refiere?

– Me refiero a que si se fue a casa después de la reunión en su oficina con el investigador Brower. ¿Se marchó a su casa?

– No. -El momento de la verdad. Susan sabía que esto se avecinaba.

– ¿Adónde se dirigió?

– Fui al cineplex del centro comercial South Area.

– ¿A ver una película?

– No.

– Entonces, ¿a qué fue al cineplex?

– A ver al señor Madriani.

– ¡Ah! ¿Sabía el señor Madriani que usted iba a reunirse con él durante la película?

– No. Él estaba allí con su hija.

– ¿Cómo supo usted que el señor Madriani estaba allí, si él no se lo dijo?

– Llamé a su bufete y hablé con su socio.

– ¿Se refiere al señor Hinds?

– Exacto. Y él me dijo que el señor Madriani había ido al cineplex a ver una película.

– ¿Con su hija?

– En efecto.

– Y si no quería usted ver la película, ¿por qué fue al cineplex?

– Quería contarle lo sucedido.

– Comprendo. ¿Lo de Zolanda Suade? ¿Lo del asesinato?

– Sí. -Susan no vuelve a entrar en si en aquellos momentos sabía o no que se trataba de un asesinato.

– ¿Fue usted al cineplex sola? -Ryan ya conoce la respuesta. Brower ha sido interrogado a conciencia.

– Fui hasta el centro comercial sola en mi coche. -Susan trata de eludir el tema.

– ¿Se reunió usted allí con alguien, aparte del señor Madriani? -pregunta Ryan.

– Con el señor Brower -dice ella.

Ryan enarca exageradamente las cejas y mira al jurado.

– ¿Hizo usted que el señor Brower la esperase en el cineplex?

En vez de responder inmediatamente, Susan se llena los pulmones de aire.

– Me pareció preferible que el señor Madriani escuchase directamente de labios del señor Brower los detalles de lo que sabíamos, ya que fue él quien escuchó la información por la emisora de la policía.

– A ver si lo entiendo bien -dice Ryan-. Usted fue al cineplex para ver al señor Madriani, y le pidió al señor Brower que se reuniera allí con usted con el fin de darle información al señor Madriani acerca de la muerte de Zolanda Suade. ¿Es así?

– Bueno, él había estado hablando con Suade aquella mañana.

– ¿Quién? -pregunta Ryan.

– El señor Madriani.

– ¿Pensaba usted que él había tenido algo que ver con la muerte de la señora Suade?

– ¡No! -Susan casi se levanta del asiento.

Ahora Ryan me está mirando a mí, y el jurado sigue su mirada.

– Entonces, ¿qué tenía que ver todo esto con el señor Madriani?

Susan no responde, y Ryan aprovecha para machacar el clavo.

– Bien, no hablemos acerca de lo que la impulsó a ir allí -dice-. Hablemos de lo que hizo usted a continuación. ¿Encontró al señor Madriani en el cineplex?

– Sí.

– ¿Y qué le dijo?

– Le comuniqué la muerte de la señora Suade. Lo poco que yo sabía.

– ¿E hizo usted que el señor Brower hablara con él?

– Sí, creo que sí.

– ¿Lo hizo usted ir hasta allí, pero no recuerda si lo hizo hablar con el señor Madriani? Para eso estaban ustedes en el cineplex, ¿no es cierto?

– Sí, creo que el señor Brower habló con él.

Ryan sonríe.

– ¿Y qué sucedió a continuación?

– Estuvimos hablando durante unos momentos -dice ella.

– ¿Y…?

– Y luego me llevé a Sarah Madriani. Entré en el cine, terminé de ver la película con ella, y luego me la llevé a mi casa.

– ¿Adónde fue el señor Madriani?

– A la oficina de la señora Suade.

– ¿Al lugar en que se encontraba su cadáver?

– No sabía si el cadáver seguía allí.

– Claro. ¿El señor Madriani fue allí solo? ¿Que usted sepa? -No.

– ¿Quién lo acompañó?

– El señor Brower.

Ryan hace una pausa valorativa, simulando sorpresa.

– ¿El señor Brower? ¿Quién propuso que el señor Brower acompañara al señor Madriani?

– No lo recuerdo.

– ¿No sería usted misma?

– Es posible.

Ryan sonríe al jurado. Las evasivas de Susan no la están haciendo quedar nada bien.

– ¿Y en qué coche fueron a la escena del crimen? -pregunta Ryan.

– En el del señor Brower.

– ¿En su coche oficial? ¿El que tiene matrícula del condado?

– Sí.

– ¿Por qué usaron ese coche?

– No lo sé.

– ¿No sería para poder atravesar el cordón policial?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El abogado»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El abogado» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Steve Martini - Double Tap
Steve Martini
Steve Martini - The Jury
Steve Martini
Steve Martini - The Judge
Steve Martini
Steve Martini - Undue Influence
Steve Martini
Steve Martini - Prime Witness
Steve Martini
Steve Martini - The Enemy Inside
Steve Martini
Steve Martini - Compelling Evidence
Steve Martini
Steve Martini - The Arraignment
Steve Martini
Steve Martini - Trader of secrets
Steve Martini
Steve Martini - The Rule of Nine
Steve Martini
Steve Martini - Shadow of Power
Steve Martini
Steve Martini - Guardian of Lies
Steve Martini
Отзывы о книге «El abogado»

Обсуждение, отзывы о книге «El abogado» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x